Renzi resucita a Berlusconi al pactar con él la nueva ley electoral italiana.

 

AFP/Getty Images
El líder del Partido Democrático, Matteo Renzi, da una rueda de prensa tras su reunión con el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi en Roma, enero de 2014.

 

 

Dos dibujos en la portada del diario Corriere della Sera de Giannelli, el mejor viñetista italiano, resumen bien el ambiente en el que se ha cocinado la reforma de la ley electoral. El primero de ellos, publicado el 17 de enero y titulado “Citas secretas”, muestra a un tipo que sale caminando de un edificio y se dirige hacia una motocicleta que le está esperando. Tanto el conductor como el protagonista llevan un casco integral. Sólo a este último se le reconoce una nariz respingona a través de la visera del casco, que está medio abierta. En la primera parte del dibujo, observan la escena al fondo un señor y una señora, quienes, en la segunda parte, nos dan la clave de quién es el misterioso personaje que esconde su identidad. “Renzi va a su encuentro con Berlusconi”, le dice el señor a la señora. La viñeta es magistral: reproduce con distintos personajes las fotografías que esos mismos días publicaba la revista francesa Closer, con las que desveló la relación secreta entre el presidente galo, Françoise Hollande, y la actriz Julie Gayet.

La segunda caricatura de Giannelli sobre la reforma de la ley electoral se publicó al día siguiente, cuando Matteo Renzi y Silvio Berlusconi, líderes de las dos formaciones políticas principales de Italia, el izquierdista Partido Democrático (PD) y el derechista Forza Italia (FI), habían llegado ya a un acuerdo sobre cómo será el sistema con el que se celebren las próximas elecciones generales. Giannelli los dibujó a ambos dentro de un zapato gigante y con gran tacón, como los que le gusta usar a Il Cavaliere para disimular su baja altura. El magnate, vestido con traje oscuro y corbata, está repantingado, mientras el primer ministro in péctore y secretario general del PD, con camisa clara remangada, rema con esfuerzo. El zapato flota en medio de una mar gruesa, con amenazantes olas, pero Berlusconi no parece preocupado. Con una amplia sonrisa, le dice a su compañero: “Forza Renzi”.

Estas dos viñetas de Giannelli son una estupenda representación de lo que ha supuesto para muchos italianos la decisión del líder del PD de pactar la nueva ley electoral con el cuatro veces primer ministro. Al abrazarse con Il Caimano, como le bautizó el director de cine Nanni Moretti, Renzi lo restituye: presenta como padre de la patria a un septuagenario considerado culpable de fraude fiscal, expulsado del Parlamento y condenado en primera instancia por prostitución de menores y abuso de poder. El todavía alcalde de Florencia, un animal político con aparente capacidad para movilizar al electorado, cree que el pacto con Il Cavaliere no le inhabilita, pero son muchos, también en su propia formación, los que temen que Il Caimano, en sus últimos estertores políticos, acabe liquidándole con un golpe de su cola. “Corremos el riesgo no sólo de resucitar a Berlusconi, sino además de hacerlo ganar, lo que es mucho peor”, se quejaba en el diario Il Secolo XIX Romano Prodi, el único que le ha derrotado en las urnas.

Il Professore no yerra el tiro: las encuestas muestran que Forza Italia estaría cerca de ganar al PD de celebrarse las elecciones ahora. Este escenario no es impensable, pues el nuevo Gobierno de coalición de Renzi, que nacerá tras el desahucio de éste al anterior primer ministro, Enrico Letta, se enfrenta al mismo problema de fondo: un Parlamento dividido, en el que es imprescindible lograr alianzas que pueden ser resbaladizas. Según los sondeos, FI pierde apoyos, pero los recoge en su mayoría el Nuevo Centro Derecha (NCD), la formación liderada por Angelino Alfano, antiguo delfín del magnate. NCD concurriría a las urnas en coalición con FI; si lo hiciera en solitario correría el riesgo de no superar el corte mínimo de votos de la italicum, como ha bautizado Renzi a la nueva ley electoral. A Il Cavaliere, para ganar, le haría falta sumar más aliados y presentar una amplia coalición de centro derecha, similar a la de sus inicios. Además de NCD, espera contar con el apoyo de la Liga Norte y de la Unión de Centro (UDC) de su antiguo socio Pierferdinando Casini.

Estas formaciones y otras más pequeñas sólo podrían obtener representación parlamentaria, o aspirar al menos a que Berlusconi les diera algunos cargos, entrando en la coalición liderada por FI, pues con la italicum es grande el peligro de quedarse fuera. La nueva ley electoral establece que para lograr un escaño cada uno de los partidos que se presenten en coalición debe alcanzar el 4,5% de las papeletas, el 8% para aquellos que lo hacen en solitario y el 12% para las coaliciones. Para garantizar el mantenimiento de la Liga Norte en las instituciones, se ha añadido una excepción: quien obtenga el 9% de los votos en al menos tres regiones estará en el Parlamento. Las encuestas prevén que la gran coalición que espera armar Il Cavaliere podría incluso superar por poco el 37% de los votos, evitar así la segunda vuelta que prevé la italicum cuando no se alcance esa cifra y llevarse el premio de la mayoría, que otorga un número de parlamentarios suplementarios a la lista más votada. Éste sólo se entrega en la Cámara de los Diputados y oscila entre el 15% y el 18%, evitando así que el ganador se coloque por encima del 55% y realice en solitario eventuales reformas constitucionales. La italicum está pensada para favorecer el bipartidismo y para que las urnas no vuelvan a dejar un resultado tan endiablado como el del año pasado, responsable del pacto imposible que alumbró al Ejecutivo de Letta, sostenido hoy por el PD, NCD y la coalición centrista que lideró el ex primer ministro Mario Monti. Se espera que, salvo sorpresa, el nuevo primer ministro herede los aliados de su antecesor.

Pese a la controversia provocada por el dueto entre Renzi e Il Cavaliere, todos los actores políticos, sociales y económicos reconocían que había que cambiar la ley electoral. Para hacerse una idea del desastre que era basta recordar cómo la bautizó su propio creador en 2006, el entonces ministro de la Liga Norte Roberto Calderoli: “È una porcata”. Las aberraciones de la porcata (cerdada) explican en buena parte la inestabilidad de los gobiernos que se han sucedido desde entonces. La más grave venía por cómo entregaba el premio de la mayoría: mientras que en la Cámara de los Diputados se tenían en cuenta los votos logradas en todo el país, en el Senado los escaños suplementarios se repartían de forma separada en cada región. Así, quien lograba concentrar el voto en las demarcaciones regionales más pobladas obtenía una mayor representación en la Cámara Alta.

Renzi y Berlusconi se presentan ahora como héroes por haber logrado que salga adelante la italicum (sólo falta la descontada aprobación parlamentaria, que se producirá antes de comienzos de marzo), pero fue un ciudadano desconocido quien consiguió que los partidos por fin se pusieran en marcha. Se llama Aldo Bozzi y es un abogado jubilado milanés de 79 años. Tras años de esfuerzos y 10.000 euros gastados de su bolsillo denunciando los atentados contra la Carta Magna de la porcata, el pasado 4 de diciembre el Tribunal Constitucional le dio la razón y obligó a los partidos a que  aprobaran un nuevo sistema cuanto antes. Fue una nueva muestra más de que en Italia, en medio de instituciones en parálisis, sobresale a veces la figura de algunas personas con un sentido cívico admirable.

 

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