• The Ascent of Money. A Financial History of theWorld
    (El ascenso del dinero: una historia financera del mundo)

    Niall Ferguson
    432 págs., The Penguin Press HC,
    Londres, noviembre 2008 (en inglés)

Dinero, pasta, choja, guita, parné, plata, cuartos, vil metal… Llámesele como se quiera, pero si algo deja claro la superabundancia de sinónimos para referirnos a un simple medio de pago es que, más que en los bolsillos, donde tenemos constantemente dinero es en el cerebro. Más aún cuando el drama y la debacle nacidos de la crisis inmobiliaria para crecer en el crash crediticio y madurar en lo que ya parece una recesión global nos mantiene pendientes de la pérdida de empleos y de poder adquisitivo, y ha devuelto a las primeras planas los asuntos financieros.

Sin embargo, y aunque la crisis y el dinero estén en boca de todos –generalmente para bramar contra lo que solemos llamar “banqueros”–, el ciudadano medio apenas es consciente de que el mundo financiero de hoy es el resultado de cinco milenios de evolución económica. Conocer esa evolución para saber cuál es el verdadero carácter del dinero y en consecuencia lograr entender el planeta de las finanzas debería ser, dada la importancia que le damos, asignatura obligatoria en todos los institutos de bachillerato. Es probable que para que esto ocurra tengan que pasar todavía un buen montón de años, pero de momento podemos ir adelantando  con The Ascent of Money. A Financial History of the World, una excelente aproximación histórica al homo economicus escrita por el historiador británico y profesor en Harvard, Niall Ferguson, de la que podemos extraer conclusiones valiosas para, además, empezar a asumir la responsabilidad colectiva por los tiempos que atravesamos.

Para Ferguson, “detrás de cada gran fenómeno político descansa un secreto financiero”. Así, desde las tablillas de arcilla aparecidas en Mesopotamia hace 5.000 años a los denarios romanos, de los primeros prestamistas de la baja Edad Media italiana –cuya labor facilitó el desarrollo del Renacimiento– a los banqueros flamencos –cuyas transacciones permitieron no sólo la independencia de los Países Bajos ante los Austrias, sino que capitalizaron todo el oro y la plata del imperio español–, de los Rothschild –tan responsables como Wellington en la derrota de Napoleón– y de los prime ros bonos del Estado a George Soros y los hedge funds, de las primeras compañías aseguradoras a la pasión por la propiedad inmobiliaria y las subprime, el juego financiero ha estado marcado siempre por una cuestión: que el dinero –ya sea en forma de papel moneda, acciones, bonos, hipotecas o seguros–, sus idas y venidas, los booms y los crashes, se basan únicamente en la confianza en los pagos futuros y en la gestión del riesgo, precisamente, de los impagos.


Una de las virtudes de este libro es que une pasado y presente para dar una explicación de los avances de las finanzas y de sus apocalípticas e inevitables crisis


La confianza en el dinero fue lo que permitió las inversiones internacionales en infraestructuras durante la “globalización” de finales del XIX, y ha hecho posibles las transacciones masivas de capitales de nuestra era; mientras que la mala gestión del riesgo de impagos acabó en la Primera Guerra Mundial y en la actual recesión global, cuyas repercusiones, políticas y globales, aún están por verse. Ésa es sin duda una de las grandes virtudes de este libro, su capacidad de unir pasado y presente para dar una explicación plausible de los grandes avances de las finanzas y también de sus apocalípticas e inevitables crisis.

Para el autor, el mercado, especialmente el financiero, carece de todo contenido moral, y somos nosotros, con nuestra codicia y con nuestra ignorancia, los que creamos las crisis, más allá del sistema. Reconoce sin embargo Ferguson que, a lo largo de esta evolución, la pérdida de los símbolos táctiles monetarios –sólo el 10% del dinero estadounidense consiste hoy en billetes y en monedas circulantes– y la desregulación de los mercados pueden haber debilitado esa confianza fundamental entre quienes conceden créditos –el dinero es crédito– y quienes los reciben, devaluando así el contrato que el dinero representa. En resumen, cuando una hipoteca o deuda puede ser asegurada, troceada, parcelada y vendida a un desconocido en el otro lado del globo, la palabra crédito –del latín “credere”, creer, tener fe– ha perdido todo su significado. Y sin embargo, el libro argumenta que, como en la evolución de las especies de Darwin, la naturaleza del sistema financiero ha ensayado a lo largo de la historia infinidad de fórmulas. Algunas funcionaron, otras no –y provocaron tremendas crisis–, pero “el dinero es, como la rueda, uno de los grandes inventos de la historia y está en la raíz de la mayoría de los avances protagonizados por el ser humano”. De manera que, si queremos que nos siga siendo útil en el futuro, será bueno que estudiemos de qué manera lo fue en el pasado.