Los objetivos del carbono, estrellas, organismos de control y protestas; ¡bienvenidos al festival del clima de 2009!

 

Sería disculpable que los observadores no especializados traten las dos semanas de la cumbre de la ONU sobre el clima en Copenhague, que comenzó el lunes pasado, como una operación quirúrgica: nos preocupa el resultado, pero, por favor, que nos despierten y nos digan el veredicto final cuando se acabe.

El mes pasado, los líderes mundiales anunciaron que ya no esperaban conseguir un acuerdo legal plenamente vinculante en esta cumbre, pero la decisión de última hora de Barack Obama de asistir al último día de la reunión indica que el presidente estadounidense cree que habrá algún anuncio importante en ese momento (¿y quizá algún éxito que atribuirse?). Hasta entonces, conviene estar atento a ciertas cosas. Cómo se desarrollen estos debates puede determinar que surja algo o no de esta reunión.

 

Compromisos nacionales de reducir las emisiones

Chip Somodevilla/Gety Images

Cuestión: El objetivo de las negociaciones internacionales sobre el clima, como afirmaron los dirigentes del G-8 en su reunión de julio, es impedir que las temperaturas globales suban más de 2 grados centígrados, para lo que hay que reducir las emisiones globales de carbono a la mitad de los niveles de 1990 antes de 2050. Ahora que los Estados industrializados occidentales están centrados en mejorar la eficacia energética de las viejas ciudades y los países en vías de desarrollo en trasladar a sus poblaciones a las nuevas megaciudades, el debate sobre qué grado de compromiso deben asumir unos y otros en circunstancias tan diferentes ha sido objeto de polémica.

Hace poco, Obama prometió que Estados Unidos reduciría sus emisiones de aquí a 2020 aproximadamente un 17% respecto a los niveles de 2005 (aunque The Wall Street Journal asegura que quizá anuncie pronto unos recortes más drásticos de aquí a 2050); su compromiso actual se hace eco de las cifras que figuran en los proyectos de ley que está estudiando el Congreso estadounidense. Obama casi seguro no puede ofrecer mucho más sin arriesgarse a que esta cámara rechace después cualquier tratado definitivo, como ocurrió cuando el Senado no ratificó el tratado de Kioto en 1997.

En vez de unas reducciones absolutas del carbono, algunos países en vías de desarrollo, entre ellos China e India, se han propuesto el objetivo de reducir la “intensidad de carbono” de sus economías. En otras palabras, utilizarán menos carbono por unidad de crecimiento del PIB, pero, a medida que crezcan sus economías en general, también aumentarán las emisiones, al menos a corto plazo. Pekín ha prometido reducir la intensidad de carbono entre un 40 y un 45%. Nueva Delhi tiene un objetivo del 20 al 25%. Algunos han aplaudido estas metas como un paso hacia adelante y otros las han criticado por considerarlas demasiado bajas.

Resultado: La mayoría de los observadores cree que las cifras definitivas que salgan de la cumbre se parecerán, más o menos, a las que estaban antes sobre la mesa. Es decir, las emisiones de carbono probablemente seguirán aumentando durante los próximos años. Los esfuerzos actuales de China para controlar las suyas significarán que, en vez de triplicarse entre ahora y 2020, sólo se duplicarán. Gulp!

Conviene advertir que los objetivos que surjan de Copenhague serán probablemente primeros pasos a corto plazo, hasta 2020. A la larga, el objetivo de las negociaciones es estabilizar el volumen de dióxido de carbono en la atmósfera de aquí a 2050. Debemos estar, pues, atentos a ver si los Estados en vías de desarrollo también hacen promesas sobre sus “años de máximas emisiones de carbono”, tras los cuales éstas deberían empezar a descender. La cuestión fundamental, que no se abordará por completo en esta cumbre, es qué medidas pueden tomar ya los países en desarrollo para invertir drásticamente sus curvas de emisiones mientras siguen creciendo.

 

De dónde sale el dinero

Cuestión: Una vez que los Estados se comprometan a reducir el carbono, ¿quién pagará la factura? Por ahora, los países desarrollados han propuesto ofrecer 10.000 millones de dólares  (unos 7.000 millones de euros) cada año hasta 2012 para los programas de reducción del carbono y adaptación en los países más pobres; después habría que instaurar un nuevo mecanismo financiero a largo plazo cuya modalidad está aún por determinar.

Mientras tanto, algunos analistas en el Banco Mundial y en China dicen que se necesita mucho más dinero, con cálculos que llegan a los 300.000 millones de dólares anuales. (Al parecer, China pensaría en aumentar sus objetivos de reducción si dispusiera de más dinero procedente de los países desarrollados).

Resultado: No ocurrirá nada mientras no haya dinero para apoyarlo, y, en algunos Estados, desde el punto de vista político, el compromiso económico puede ser tan difícil como el de reducción del carbono (el senador John Kerry ha propuesto que Estados Unidos aporte entre 2.500 millones y 3.000 millones de dólares, más o menos equivalente al presupuesto anual del Organismo de Alimentos y Fármacos de EE UU). Con tantos países industrializados sumidos en la recesión y luchando con un alto nivel de paro, la generosidad a corto plazo va a ser complicada.

Pero el reto a largo plazo de diseñar una arquitectura financiera para el trabajo de mitigar el cambio climático y adaptarse a él será todavía más difícil. En Copenhague se va a presenciar las primeras fases de creación de lo que en la práctica será una mezcla entre el Banco Mundial y la OMC para encargarse del carbono: un sistema internacional para distribuir fondos, imponer términos y arbitrar disputas sobre los esfuerzos de reducción de la contaminación en todo el planeta.

 

‘Gran Hermano’ carbono

Romeo Gacad/AFP/Getty Images

Cuestión: Partiendo del dicho de que “hay que confiar pero comprobar”, en relación con el clima se ha establecido la necesidad de medición, información y verificación (en inglés, MRV). Una vez hechos los compromisos sobre reducción del carbono, ¿qué forma habrá de garantizar el cumplimiento de dichas promesas? ¿Una policía internacional del carbono?

La confianza es un aspecto fundamental, sobre todo entre países que han sido rivales estratégicos. Pekín, por ejemplo, no quiere una patrulla mundial del carbono que se pasee por sus fábricas, como Estados Unidos no desea tropas de asalto chinas que toqueteen sus redes eléctricas ni sus contadores en el Medio Oeste. Y, sin embargo, no está claro que ningún Estado vaya a conformarse sólo con dejar que sus homólogos notifiquen sus propios datos, sin algún organismo de control independiente que compruebe que no se han manipulado.

Resultado: En Copenhague, es de prever que oiremos propuestas sobre una junta examinadora internacional que valore los compromisos y los avances de cada país cada dos años. Mientras tanto, ya hay en marcha varios proyectos de colaboración técnica para asegurar que las naciones en vías de desarrollo dispongan de las herramientas y los conocimientos necesarios para registrar las emisiones básicas de carbono.

 

Redes, capital de riesgo… y burdeles

Cuestión: Además de las actividades oficialmente autorizadas y posiblemente ilegales (protestas y prostitución a precio de saldo, respectivamente), Copenhague contará con varios centenares de actos y reuniones colaterales organizados por empresas del sector verde y organizaciones ecologistas. Al fin y al cabo, sólo una fracción de las 30.000 personas que van a acudir a la capital danesa en estas dos semanas serán negociadores profesionales. Es una especie de inmensa convención del sector de la tecnología verde.

Resultado: Independientemente de los objetivos de reducción del carbono que se establezcan, alguien tiene que hacer posible que se cumplan. Los gobiernos tendrán su papel, el de incubar varias innovaciones y proporcionar incentivos financieros a la tecnología verde. Pero gran parte del trabajo lo harán el sector privado y las ONG, así como una serie de sociedades. En Copenhague veremos mucho intercambio de tarjetas de visita y cervezas, en la medida en que nuevas empresas verdes quieran llamar la atención de los capitalistas de riesgo y los proveedores de tecnología limpia se encuentren con los distribuidores.

 

Folletos turísticos mexicanos

Adrian Dennis/AFP/Getty Images

Cuestión: ¡Os veremos a todos en 2010! ¡En México hace mejor tiempo, os lo prometemos! La fecha de la próxima reunión de la ONU sobre el clima -de la que, se espera, saldrá un acuerdo vinculante- se ha fijado ya para diciembre de 2010 en Ciudad de México. Se sabe ya que las dos semanas de Copenhague no van a salvar el planeta del calentamiento global. No es ninguna sorpresa. Pero, si Estados Unidos y China, que se abstuvieron de firmar el último tratado mundial sobre el clima, permanecen en la mesa de negociaciones, ésa será por lo menos una victoria simbólica. El contenido, que se debatirá el año que viene, incluirá probablemente conseguir que los objetivos de reducción del carbono propuestos por los países sean vinculantes y elaborar un mecanismo financiero de larga duración que proporcione al planeta un tuneado con tecnologías limpias.

Resultado: Por un lado, es previsible que Copenhague, inevitablemente, no sea concluyente; ni Roma ni el Banco Mundial se construyeron en un día. Por otro, ¿cuánto tiempo más puede esperar el planeta? Impedir que las temperaturas mundiales suban más de 2 grados centígrados ya parece un objetivo difícil, y cualquier retraso hace que esa esperanza se aleje cada vez más.

 

 

 

¿Algo más?
Los lectores que quieran tener resúmenes minuto a minuto de las últimas micronoticias sobre el clima tienen muchos sitios a los que acudir. Para noticias generales sobre Copenhague, The New York Times con Andrew Revkin, Grist con  David Roberts y The New Republic con Bradford Plumer. Para noticias relacionadas con China y el clima, el Center for American Progress con Julian L. Wong y China Environmental Law con Charlie McElwee.