
La UE ha lanzado un programa de gasto e inversiones de decenas de miles de millones de euros para dejar de depender totalmente de Asia y Estados Unidos en uno de los pilares de la nueva economía. ¿Está en condiciones de conseguirlo?
Como advertimos en un análisis anterior, el contexto es poco menos que alarmante para el bloque comunitario. La taiwanesa TSMC produce el 90% de los chips ‘básicos’ de alta tecnología y el 60% de los que utiliza mundialmente el sector de la automoción. Por otra parte, los chips DRAM, vitales para la memoria a corto plazo de los dispositivos informáticos, los producen Samsung y SK Hynix en Corea del Sur o Micron en los Estados Unidos… y las tres compañías controlan el 95% del mercado. El software necesario para diseñar los chips ‘básicos’ (las herramientas de automatización de diseño electrónico o EDA) proviene sobre todo de dos empresas estadounidenses (Cadence Design Systems y Synopsys) y de otra (Mentor Graphics) que, siendo propiedad de la europea Siemens, mantiene su domicilio en la primera potencia mundial.
Los chips ‘básicos’ los desarrollan, enriquecen y vuelven ‘usables’ para los grandes clientes principalmente multinacionales americanas como Broadcom, Qualcomm, Nvidia y AMD. Según expertos como Jan-Peter Kleinhans y Nurzat Baisakova, los ordenadores personales utilizan procesadores x86 de Intel (82% de cuota de mercado) o AMD (18% de cuota de mercado), ambas empresas estadounidenses. Además, siguen los expertos, los microprocesadores de los teléfonos inteligentes o tabletas se basan, principalmente, en el diseño y la IP de ARM Holdings, una firma británica que ha estado a punto de pasar a manos de la estadounidense Nvidia este mismo verano.
Si la situación no es buena para Europa, tampoco tiene visos de mejorar. Corea del Sur y Taiwán han diseñado grandes estrategias para mantener su liderazgo en la producción mundial de chips ‘básicos’. Seúl lanzó el año pasado un plan de inversión pública-privada de 450.000 millones de dólares y la multinacional taiwanesa TSMC ha prometido invertir 100.000 millones de dólares entre 2021 y 2024 para multiplicar la producción. Aunque resulte sorprendente, la guerra de los chips ‘básicos’ dejará fuera, durante años, a las grandes potencias. Ni Estados Unidos, ni China ni la Unión Europea son rivales para Seúl y Taipéi y menos aún si, como ha ocurrido, multiplican sus inversiones a corto plazo.
Esto, por supuesto, no significa que las grandes potencias hayan decidido sentarse melancólicamente a esperar en una esquina. A finales de julio, el Senado estadounidense aprobó la conocida popularmente como CHIPS Act, con la que va a subsidiar, entre otras cosas, con más de 50.000 millones de dólares la construcción de nuevas fábricas de chips en Estados Unidos. Ya han respondido con entusiasmo algunos operadores como Intel, SkyWater Technology, Dutch NXP Semiconductors o ...
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