Si alguna vez hubo consenso sobre la política exterior de España, Aznar lo rompió al cambiar de rumbo. Zapatero, a su vez, ha vuelto a hacer virar el barco, algo no tan sorprendente, pues tales giros ocurren en muchos países como el propio Estados Unidos. FP edición española ha pedido a dos expertos en política internacional que debatan los pros y contras de estas opciones.

 

¿Quién ha hecho más daño a la posición de España?


 

Florentino Portero

En los primeros tiempos, como suele ser habitual en nuestros presidentes de
Gobierno, José María Aznar mostró mucho más interés por la política interior.
Fueron años en los que la diplomacia continuó trabajando como si González siguiera
al frente. Poco a poco, el ex presidente popular entró en materia y el cambio
se hizo patente en torno a tres ideas: situar a España en una posición internacional
de primer orden, avanzando en el camino ya recorrido por Calvo-Sotelo y González;
liberalización económica: apertura de mercados, libre competencia, reducción
del intervencionismo estatal, fin de monopolios, entre otras medidas, y defensa
de la democracia liberal y denuncia de las dictaduras.

Nunca antes de Aznar la España democrática había sido tan relevante e influyente.
Fue la conjunción de influencia y programa liberal lo que provocó una fuerte
reacción en la izquierda, que había dado por hecho que su política exterior
era ya la política exterior española. De pronto, descubrió que era posible otra
y con cotas de influencia inéditas. Comprendo que los socialistas no se sintieran
cómodos con esa política, pero no podían esperar que el PP continuara la de
ellos. El PP representa unos valores diferentes y desde ellos no es posible
mantener la deferencia hacia Fidel Castro, el antiamericanismo o el pacifismo
que caracteriza al PSOE de estos días.

Que Zapatero ha dañado la política exterior española parece evidente. La forma
en que retiró las tropas de Irak –que no la retirada en sí–, el incumplimiento
de sus promesas electorales y las declaraciones en Túnez mostraron al mundo
dos cosas: los terroristas habían triunfado, logrando lo que buscaban con el
11-M, y España ya no era un socio fiable. En ese mismo momento el trabajo realizado
por los Gobiernos Calvo-Sotelo, González y Aznar para “situar a España en el
lugar que merece” se vino abajo. Los distintos ejercicios de “rendición preventiva”
(Gibraltar, Marruecos, Niza, fondos europeos, crisis de las viñetas o Alianza
de Civilizaciones) han confirmado que España es una nación débil que se pliega
a las demandas ajenas a la primera de cambio. Se dijo que España volvía al “corazón
de Europa”. No consta que Aznar lo abandonara, pero hoy es evidente que las
relaciones con Francia y Alemania pasan por un muy mal momento y que nuestra
influencia en Europa es muy limitada.

 

José Ignacio Torreblanca


El daño lo hizo Aznar, dilapidando en Irak un precioso capital internacional
que no era sólo suyo, sino de todos los ...