He leído con sorpresa ‘Viva el nacionalismo’ (FP edición española, abril/mayo, 2008). Mi casi estupefacción no se ha debido al fondo del artículo, es decir, la defensa de los supuestos efectos beneficiosos del nacionalismo, posición queme parece muy respetable. Lo queme ha llamado la atención ha sido la simpleza, en el peor sentido del término, y lo forzado de los planteamientos y de los argumentos, la ausencia de análisis, los ejemplos grotescos propios de una conversación profana ante la barra de un bar (cuando “a uno le timan en un restaurante”); en suma, una palmaria falta de nivel desde todo punto de vista: documental, académico e intelectual. Semejante aproximación a un fenómeno tan complejo como el nacionalismo es algo que uno no espera encontrarse en una publicación como la suya. Uno se pregunta qué hace semejante redacción escolar con pretensiones en un número de una revista que aspira a ser una publicación de referencia para los profesionales de las relaciones internacionales, como es mi caso. Deberían poner más atención para evitar este tipo de patinazos. En fin, una gran decepción.

  • Víctor Angulo Obregón

    Bruselas, Bélgica

 

Gustavo de las Casas responde:

Lamento ver que mi artículo ofendiera la sensibilidad estética de un lector. Es evidente que creemos en diferentes modelos de escritura, pero esta discusión no nos lleva a ningún lado. Es como argumentar sobre tu película favorita; nuestras preferencias frecuentemente reflejan nuestros distintos valores. Sin embargo, en su enjuiciamiento, Víctor Angulo Obregón nunca se detuvo a pensar que mi elección de palabras no es nada accidental. Es intencional y trata de alcanzar dos metas. Primero, el estilo expone mi argumento –sus premisas, conclusiones y reservas– de manera clara, para que cualquiera lo pueda criticar. Esto es bueno, no malo. Lamentablemente, el mundo de las ideas está plagado de “pensadores” que huyen de la claridad. Como a nadie le gusta que se le critique por una equivocación, es mucho más fácil escribir de forma oscura y ambigua para evitarlo. A mí no me gustan esos trucos, y prefiero ser directo. Segundo, mi estilo de escritura hace que el artículo sea accesible a cualquiera que tenga una educación general y esté interesado en el tema, no sólo a especialistas de élite. Así que evito la jerga y no me disculpo por ello (sobre la analogía del restaurante que mi lector odia, la verdad es que no tenía ninguna analogía de country-club para ofrecerle). Me hubiera gustado que esta crítica fuera seria. Obregón escribe demasiado para decir una sola cosa: que no le gusta cómo escribo. ¿Eso es todo? Si realmente hubiera querido probar un argumento, podría haberme mostrado cómo mi estilo provoca la omisión de características esenciales al nacionalismo. Misteriosamente, nunca menciona en qué me equivoqué. Pero creo saber en qué se equivocó él: en no entender que la claridad de pensamiento es una cualidad, no una debilidad, en mi línea de trabajo.