• Al-Dimuqratiya, Vol. 4,
    nº 15, julio 2004, El Cairo

 

 

Los pensadores occidentales suelen acusar a Oriente Medio de falta de dinamismo político e intelectual. ¿Cuántas veces, desde los atentados del 11-S, han mencionado el dato de que el mundo árabe produce menos libros al año que Grecia? Es innegable que la difusión del conocimiento y el desarrollo político son limitados en el mundo árabe contemporáneo, pero el nuevo interés de la región por el reformismo -simbolizado por el número cada vez mayor de activistas y cumbres regionales sobre la democracia- incrementa las posibilidades de cambio democrático.

Un afortunado producto de este cambio es la publicación trimestral al-Dimuqratiya (Democracia), publicada en El Cairo. La revista, que nació en enero de 2001, es un gran instrumento para los analistas interesados por el desarrollo político y, al mismo tiempo, deseosos de conocer trabajos académicos de calidad, escritos por árabes y dirigidos a un público árabe. Al-Dimuqratiya pretende abrir una ventana al pensamiento de los reformistas árabes. Éstos, hasta hace poco, permanecían al margen del pensamiento político convencional en sus países, gracias al vertiginoso aumento de la regulación en el mundo árabe durante los 90. Algunos observadores de la vida política egipcia pueden tener una visión sesgada de la revista debido a la estrecha relación entre su editora, la Fundación Al-Ahram, y el Gobierno egipcio. Pero esa relación no ha disminuido la calidad de la publicación. La directora de al-Dimuqratiya, la politóloga egipcia Hala Mustafa, tiene fama de independencia intelectual.

Es una pena que ‘al-Dimuqratiya’ no esté al alcance de los analistas y funcionarios occidentales porque desharía los mitos sobre el desfallecimiento intelectual de los árabes

En el número de julio de 2004 se incluye una sección especial titulada ‘Construir Irak: la concepción de la nación y la identidad’ que abarca aspectos como las nuevas instituciones iraquíes de seguridad o el desarrollo económico en la posguerra. De los 13 artículos de esta sección, el más interesante aborda algunos de los problemas más delicados a los que se enfrenta actualmente EE UU en Irak. Un artículo de Yassin al-Naseer, un exiliado iraquí que vive en Países Bajos, sitúa la violencia permanente de Irak en un contexto cultural. Naseer, aunque no sugiere que exista un vínculo absoluto entre la cultura y el combate, sí ve una relación entre la historia, la producción cultural y la violencia.

"Lo que se suele decir del arte iraquí [y la violencia] no siempre es acertado, pero algunas de las cosas son ciertas", dice Naseer. "La creatividad iraquí nace en las cárceles". Lo que quiere decir no es que la cultura árabe o iraquí sea la que genera la violencia actual de Irak, sino que es necesario reconocer que las penurias constantes, las guerras y la opresión afectan al arte y la literatura, para poder comprender la relación recíproca entre cultura y política. Es decir, que el telón de fondo sangriento de la historia iraquí se expresa en diversas formas -que pueden ser literatura o coches-bomba– que afectan a las generaciones actuales.

Otro artículo sobre el triángulo suní de Rashid al Khuyun, un experto iraquí en el islam, ofrece la posibilidad de ver una parte del país que siguen sin comprender bien los soldados estadounidenses que combaten allí. Al Khuyun examina la historia de la provincia de Anbar, en la que está situado el triángulo suní, y -lo más interesante de todo- explica el hecho de que esta zona no se haya asimilado por completo al Estado iraquí. De hecho, el ex dictador Sadam Husein se vio obligado muchas veces a asegurar la tranquilidad de las tribus de la región mediante la fuerza, a pesar de que él también era originario de esa parte del país.

La explicación de los antecedentes históricos del triángulo suní ayuda a los lectores a comprender contra quién combate EE UU en esta región de Irak. No son sólo yihadistas extranjeros, antiguos miembros del partido Baaz y restos del Ejército de Sadam, sino también miembros de las tribus de Anbar que siempre han sentido antipatía por la autoridad central de Bagdad, dice Al Khuyun. Es una lástima que al-Dimuqratiya no esté más al alcance de los analistas y funcionarios occidentales, sobre todo en Estados Unidos, porque seguramente desharía algunos mitos sobre el desfallecimiento intelectual de los árabes y ofrecería pistas muy necesarias sobre una parte del mundo que, a pesar de ser el foco de atención de la política exterior estadounidense y mundial, todavía no comprendemos bien.

Steven A. Cook es miembro del grupo Nueva Generación del Council on Foreign Relations.