No hay que temer al hombre del saco digital. Un conflicto virtual es todavía más palabrería que realidad.

 

“La ciberguerra ya está aquí”


Ni hablar. “¡Llega la ciberguerra!”, predijeron John Arquilla y David Ronfeldt en un famoso informe Rand en 1993. Desde entonces, parece que ya ha llegado, por lo menos según el aparato militar de Estados Unidos. En enero, el Departamento de Defensa estadounidense se comprometió a equipar a las Fuerzas Armadas para “llevar a cabo una campaña combinada en todos los terrenos, tierra, aire, mar, espacio y ciberespacio”. Mientras tanto, cada vez más libros y artículos exploran las amenazas de la ciberguerra y el ciberterrorismo y cómo sobrevivir a ellas.

Pero seamos serios: la ciberguerra todavía es más palabrería que realidad. Pensemos en la definición de lo que es un acto de guerra: tiene que ser posiblemente violento, tener un propósito claro y ser político. Los ataques cibernéticos que hemos visto hasta ahora, desde los de Estonia hasta el virus Stuxnet, no cumplen esos criterios.

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Un ejemplo es el dudoso caso de la explosión de un gaseoducto soviético en 1982, que los verdaderos creyentes en la ciberguerra mencionan con frecuencia y consideran el ciberataque más destructivo de la historia. Según cuentan, en junio de 1982, un gaseoducto en Siberia que la CIA tenía prácticamente lleno de trampas explosivas, con un dispositivo denominado “bomba lógica”, explotó en una tremenda bola de fuego que pudo verse desde el espacio. La Fuerza Aérea estadounidense calculó que había sido una explosión de 3 kilotones, equivalente a una pequeña bomba nuclear. La operación, dirigida contra un gaseoducto soviético que unía los yacimientos de gas de Siberia con los mercados europeos, saboteó los sistemas de control de la línea gracias a un programa creado por una empresa canadiense y en el que la CIA había incluido un código malicioso. No murió nadie, según Thomas Reed, asesor del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense en aquella época, que reveló el incidente en su libro de 2004 At the Abyss; el único daño lo sufrió la economía soviética.

¿Ocurrió de verdad ese incidente? Cuando se publicó el relato de Reed, Vasily Pchelintsev, exjefe del KGB en la región de Tyumen, donde se supone que se produjo la explosión, negó la historia. Tampoco existen informaciones de prensa que confirmaran la explosión en 1982, pese a que, a comienzo de los 80, era frecuente ver noticias de accidentes y explosiones en los oleoductos y gaseoductos de la URSS. Es probable que sucediera algo, pero el libro de Reed es la única mención pública del caso, y su relato solo se apoya en un documento. Las pruebas existentes sobre el suceso son tan endebles que no puede utilizarse como caso demostrado de ciberataque.

La mayoría de los demás casos de guerra cibernética que suelen mencionarse son todavía menos destacados. Por ejemplo, los ataques producidos en Estonia en abril de 2007, como respuesta al polémico traslado de un monumento ...