No es el momento del pánico. Aún.

“Sus Fuerzas Armadas son una amenaza creciente”  

Todavía no. Tras dos décadas de elevados gastos militares para modernizar su Ejército, China tiene cada vez más capacidad para desafiar a Estados Unidos en su región, aunque todavía no fuera de ella. Pero esa capacidad no significa que tenga la voluntad de utilizarla. Sin duda, China ha hecho movimientos que han echado leña al fuego de las turbas de Washington que sostienen que Pekín constituye una amenaza peligrosa. En 2007, por ejemplo, lanzó un misil que destruyó un satélite de comunicaciones y guardó silencio durante 12 días, hasta que un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores admitió que había sucedido: “Esta prueba no iba dirigida a ningún país y no constituye una amenaza para ningún país”. En mayo de 2008, una serie de imágenes por satélite revelaron que China había construido una enorme base naval subterránea en la isla de Hainan, supuesto punto de escala para lanzar operaciones navales en el Pacífico. El pasado enero, llevó a cabo otra prueba antimisiles después de que EE UU anunciara ventas de armas a Taiwan.

Los informes anuales del Pentágono sobre la expansión militar del Imperio del Centro recogen de forma fidedigna sucesos similares, por no mencionar artículos como el ensayo alarmista escrito por Robert Kaplan en 2005: How We Would Fight China (Cómo lucharíamos contra China). Incluso Robert Gates, el afable secretario de Defensa estadounidense, advirtió el año pasado que la modernización militar de China “podría poner en jaque los medios básicos de proyección de poder de Estados Unidos y de ayuda a los aliados en el Pacífico: nuestras bases, nuestros recursos aéreos y navales y las redes que los sustentan”.

Al mismo tiempo, los líderes chinos niegan con vehemencia cualquier insinuación de estar embarcados en algo que no sea lo que han calificado como una “ascensión pacífica”, y recuerdan que no han participado en hostilidades externas importantes desde la guerra de Vietnam. Pero tampoco explican por qué están invirtiendo tanto en esta nueva carrera armamentística. La línea oficial de Pekín es que quiere defenderse de agresiones externas y ponerse al nivel de Occidente, algo que, como todo el mundo sabe, fue incapaz de hacer en el siglo XX.

Cuando el último líder chino, Deng Xiaoping, puso en marcha el proceso de reforma y de apertura, en 1979, decidió que impulsar la economía civil tendría prioridad respecto a las inversiones militares. Pero 12 años más tarde, la primera Guerra del Golfo sirvió de llamada de atención en Pekín, aumentando la preocupación sobre lo rápido que un ejército inferior podía ser derrotado por unas fuerzas occidentales mejor equipadas. En 1991, el Pentágono lanzó algunas de sus armas más avanzadas contra el Ejército iraquí, el cuarto más grande del mundo en esa época. Las fuerzas estadounidenses y aliadas acabaron rápidamente con el armamento de Irak, procedente del Pacto de Varsovia, y los chinos, como era de esperar, se atemorizaron.

Quedó claro de manera inmediata que la doctrina de Mao Zedong de “ataques de oleadas humanas” (más soldados que balas tenga el enemigo) no satisfaría las necesidades defensi­vas de China en el siglo XXI. Desde principios de la década de los 90, los planificadores de la defensa china co­menzaron a estudiar doctrina de ma­nera intensiva y procuraron adquirir tecnologías extranjeras superiores para su Ejército Popular de Libera­ción (PLA). También efectuaron un importante cambio estratégico redu­ciendo el tamaño de su fuerza para dar mayor importancia a las nuevas tecnologías que los capacitarían para ponerse a la altura de EE UU y de otros posibles enemigos.

¿Debería preocuparse el resto del mundo? Taiwan, reclamado desde hace mucho tiempo como territorio chino y dentro del alcance de los misi­les balísticos y de las fuerzas conven­cionales del gigante amarillo, tiene mo­tivos para sentirse amenazado. Incluso aunque las relaciones hayan mejorado en los últimos años, Pekín ha instala­do más misiles de medio alcance que nunca apuntando a Taiwan. Cuando se le pregunta por qué, Pekín contraargumenta. En India, la otra superpo­tencia de Asia, se palpa cada vez más nerviosismo. El pasado septiembre, los analistas y los medios de comunicación indios airearon su preocupación por un artículo del analista chino Li Qiulin en un destacado órgano del Partido Comunista, que instaba al PLA a impulsar su capacidad para proyectar su fuerza en el sur de Asia.

Pero quizá sea demasiado pronto para el pánico. Muchos expertos coinciden en que hoy China no posee el poderío militar suficiente para de­safiar a Estados Unidos en el Pacífico, aunque su programa de modernización haya aumentado su capacidad para acercar a Washington a sus costas. Y el Ejército estadounidense sigue siendo, a pesar de Irak y de Afganistán, la fuerza de combate más preparada del planeta.  

 
“El Ejército chino es el más grande del mundo”  

 

Sí, pero todo depende de cómo se realice el cómputo. El PLA es el que tiene un mayor número de efectivos en nómina: 2,2 millones de personal activo (aunque entre 1985 y 2005 esta cifra se redujo a 1,7 millones de soldados, y sigue disminuyendo hoy). Ese número continúa siendo muy superior a los 1,4 millones de miembros del servicio activo del Ejército estadounidense.

Además, Washington también cuenta con más de 700.000 empleados civiles en el Departamento de Defensa y con una nutrida y significativa cifra de contratistas. (En Irak y en Afganistán, existe más o menos la misma cantidad de estos últimos que de personal uniformado, unos 250.000, y unos 180.000 soldados). Pero, en China, los soldados uniformados del PLA llevan a cabo muchas de las mismas misiones que los contratistas efectúan para el Ejército estadounidense.

Podría decirse que la cifra más significativa desde el punto de vista comparativo es el gasto en defensa. En este aspecto, el PLA se sitúa muy por detrás del Pentágono. En 2009, las Fuerzas Armadas estadounidenses gastaron 738.000 millones de dólares (unos 545.000 millones de euros) en defensa y en seguridad nacional. Las estimaciones respecto al presupuesto anual militar de China varían considerablemente y van desde los 69.500 millones a los 150.000 millones de dólares, pero está claro que el gasto militar estadounidense sigue siendo varias veces superior al de China, que es el segundo más elevado del planeta. Y el alcance global del PLA es mucho más limitado. En junio, Washington tenía 285.773 efectivos desplegados en todo el mundo. Pero China no opera bases en el extranjero y posee sólo un puñado de miembros del PLA destinados en el exterior en embajadas, asociaciones y operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU.  

 

“El PLA es lento, conservador y está obsoleto”  

Ya no. Aunque el poderoso Ejército estadouni­dense todavía no tiene parangón, el PLA ha hecho muchos progresos desde que las huestes de Mao derrotaran a los nacionalistas, en 1949. A lo largo de las dos últimas décadas, China ha mejorado la calidad, las capacidades técnicas y la efectividad de sus reclutas y oficiales, aunque ha reducido el número total de su personal militar.

Los soldados ya no están equipados de forma rudimentaria con tecnología soviética me­diocre, como los obsoletos tanques T-55 de los 50 y los 60, que los iraquíes utilizaron durante la Guerra del Golfo. Aunque no todas las unidades poseen equipos de última generación, las fuer­zas chinas están integrando de manera continua armas, doctrina, entrenamiento y sistemas de mando y control nuevos.  

Hoy en día el Ejército de China es una “orga­nización de rápido aprendizaje”, según muchos observadores extranjeros. Está desplegando armas que neutralizan ventajas clave de Estados Unidos, como misiles balísticos y misiles de crucero supersónicos que pueden alcanzar a los portaviones estadounidenses en la región, una flota submarina ampliada, sistemas de reconoci­miento de satélites y de comunicación de fabri­cación nacional y la capacidad demostrada para eliminar satélites e interceptar misiles balísticos.   

Dicho esto, no todas las tecnologías han resultado tan fáciles de integrar. Por ejemplo, cuando China compró por primera vez subma­rinos clase Kilo fabricados en Rusia, algunos estuvieron, según los datos disponibles, fuera de servicio durante largos periodos, y en 2002 incluso se llevaron de vuelta a Rusia para su reparación. Según los informes, China también experimentó problemas para poner en servicio reactores y aviones de combate importados.  

A partir de esos traspiés, el PLA ha realizado avances significativos para dirigir el manteni­miento y la puesta en servicio de esas platafor­mas importadas. A finales de 2008, China envió un grupo de ataque formado por tres navíos a la costa africana para llevar a cabo misiones contra la piratería y escoltar barcos en las peligrosas aguas de la costa somalí. Fue la primera vez en la historia moderna que los navíos del Ejército chino –en este caso, dos destructores y un buque de abasteci­miento– se desplegaron fuera de sus aguas, armados y listos para entrar en combate. Uti­lizando helicópteros y unidades especiales de operaciones, la marina del PLA disuadió a los piratas y escoltó a cientos de buques civiles. 

 

“La ‘política de hijo único’ de China debilitará sus efectivos”   

Es probable. El armamento del PLA está mejorando, ¿pero qué pasa con sus reclutas? La política de hijo único de China se percibe como la creación de una generación de niños mimados y con sobrepeso, llamados “pequeños emperadores”, consentidos por cuatro abuelos, mientras que sus padres trabajan duro en el campo, las fábricas y las oficinas para mantenerlos. Aunque los relatos son algunas veces exagerados (en la práctica, muchas familias, sobre todo en zonas rurales, han logrado tener más de un hijo), los enormes cambios demográficos provocados por esta política, iniciados en 1979, sin duda tienen un impacto en el PLA. En 2006, los soldados hijos únicos suponían más de la mitad de la fuerza, un 20% más que en la década anterior, con lo que China pasaba a tener el Ejército más grande del mundo formado por una mayoría de hijos únicos.

Al reconocer el hecho de que los reclutas suelen ser el único apoyo para los padres cuando éstos envejecen y para los abuelos, el PLA ha reducido los compromisos de servicio. En 1998, China acortó a dos años el tiempo durante el cual los reclutas deben prestar sus servicios, aliviando las cargas económicas y sociales de las familias rurales que dependen de un solo hijo. Con un periodo menor para entrenar a los reclutas y participar en ejercicios, es posible que muchas unidades mantengan bajos niveles de preparación. Los oficiales que son hijos únicos también tienen más probabilidades de abandonar el PLA para entrar en el sector privado, donde están en mejores condiciones para dar apoyo a sus padres y familiares. Por supuesto, es difícil evaluar realmente si un ejército compuesto de soldados que son hijos únicos constituirá una fuerza de combate efectiva, dado que el PLA no se ha puesto a prueba desde finales de la década de 1970. El PLA ha detectado que esos soldados tienen mejores conocimientos informáticos y mejor capacidad de comunicación que sus pares con hermanos. Sin embargo, no han tenido un rendimiento tan alto en otras áreas. Los reclutas que son hijos únicos no son tan duros, no les gusta pasar por las penalidades de un entrenamiento intenso, se ausentan del trabajo por enfermedad con más frecuencia y se resisten a hacer algunas tareas simples, como su propia colada. Si es necesario llevar demasiado de la mano a estos reclutas, el PLA podría encontrarse perfectamente equipado para la guerra moderna, pero sin soldados listos para el combate.   

 

“China necesita que sus tropas acaben con la inestabilidad doméstica” 

No. Eso es tarea de la Policía Armada Popular. Cuando el mundo presenció con horror cómo vehículos blindados de transporte de personal y soldados camuflados reprimieron las revueltas en Lhasa, la capital del Tíbet, en 2008, y en Urumqi, dominado por los uigures, en 2009, muchos creyeron que era el Ejército chino el que desfilaba por las calles tras escudos de plexiglás. Una atenta mirada a su insignia revelaba que las unidades formaban parte de la Policía Armada Popular, no del PLA.

La Policía Armada Popular es una fuerza paramilitar con una amplia gama de responsabilidades sobre la seguridad pública. Después de junio de 1989, cuando se solicitó al PLA que movilizara sus tanques para sofocar la protesta en Tiananmen, el Ejército reclamó a los líderes chinos la garantía de que no se le volvería a encomendar la tarea de reprimir incidentes domésticos para los que no estaba entrenado ni equipado. A partir de ese momento se encargó esa tarea específica a la Policía Armada Popular y, al mismo tiempo, se aumentaron sus recursos, su personal y su entrenamiento especializado.

Esta policía está sometida a muchas de las mismas leyes y normas militares dictadas por el Gobierno central para el PLA. Sin embargo, gran parte de la policía armada está bajo mando del Ministerio de Salud Pública –las fuerzas policiales civiles– y sus burós, cuya unidad más importante es responsable de garantizar la seguridad interna, lo que supone el control de las masas y la respuesta a las revueltas. Cuando se producen disturbios nacionales, se recurre a la policía armada para controlar a las masas y sofocar las revueltas. Aunque el Libro Blanco de la Defensa de China de 2008 sostiene que hay 260.000 efectivos policiales armados desplegados a diario para el servicio de guardia, otras fuentes señalan que son 660.000. Y se espera que la policía armada apoye al PLA en tiempos de guerra.  

 

 

 

 “Los planes de guerra de China son invadir Taiwan” 

Eso era en el pasado. Hace un tiempo, los líderes militares chinos sí estaban centrados en la preparación de sus Fuerzas Armadas para luchar una guerra limitada por Taiwan, esperando que Estados Unidos entrara en el conflicto. Muchos de los sistemas armamentísticos que el PLA adquirió o desarrolló, así como los ejercicios para los que se preparó, tenían el objetivo de luchar contra un enemigo superior, con particular énfasis en el desarrollo de tácticas para disuadir a Washington de desplegar recursos navales en las costas de China, una estrategia conocida como “denegación de acceso”. En el pasado, los ejercicios anuales masivos de asalto anfibio, conocidos de forma burlona como el “baño del millón de hombres”, definieron las experiencias militares de cientos de miles de reclutas.

Aunque la simulación de un día-D chino en Taiwan podría constituir una demostración de la misión principal del PLA, hoy las Fuerzas Armadas están desarrollando las capacidades y la doctrina que finalmente les permitirán proteger los intereses globales de la expansión de China. El Segundo Cuerpo de Artillería del PLA y las unidades de ciencia y tecnología tienen cada vez mayor habilidad en operaciones en el espacio y en el ciberespacio, y han perfeccionado su capacidad para lanzar y poner en funcionamiento satélites para mejorar las comunicaciones y la recopilación de datos por parte de los servicios de inteligencia. Las nuevas plataformas y capacidades aéreas y navales, como el reabastecimiento aéreo, y las nuevas clases de buques aumentan las posibilidades de despliegue del PLA en el extranjero. Documentos militares oficiales prestan una atención cada vez mayor a una más amplia gama de misiones: desde plataformas petrolíferas en Nigeria a la construcción de un oleoducto que conectará la capital de Yunnan con el puerto birmano de Sittwe en la bahía de Bengala, Pekín cree que debe ser capaz de defender a su pueblo, sus infraestructuras y sus inversiones en algunas de las partes del mundo más volátiles, como los británicos en el siglo XIX.   

 

“El Ejército chino tiene aspiraciones globales” 

Tal vez algún día. En la guerra fría, los buques del Ejército soviético surcaban los océanos del mundo y sus aviones patrullaban el espacio aéreo internacional. Por el contrario, la marina de guerra china rara vez abandona sus aguas territoriales; cuando patrulla más lejos, tampoco cruza el Pacífico.

Pero no hay apenas dudas de que China está aumentando su capacidad de proyectar su poder más allá de sus costas. Hitos como la vuelta al mundo de la Armada del PLA en 2002 y su misión contra la piratería en las costas africanas indican que China está buscando operar en el ámbito global.

Aunque Pekín todavía no ha intentado desplegar unidades militares de combate en escenarios internacionales afectados por desastres naturales, en un futuro no tan lejano los aviones militares de China podrían transportar suministros de elaboración propia para ayudar contra las catástrofes.

No cabe duda de que los estrategas bélicos chinos contemplan un futuro en el que China será capaz de defenderse mar adentro y su Armada efectuará operaciones más allá de lo que algunas veces se denomina la “primera cadena insular” (una línea imaginaria que se extiende desde Japón a través de Okinawa y Taiwan, y al sur de Filipinas y del Mar de China), que terminará abarcando gran parte del Pacífico occidental, hasta la “segunda cadena insular”, que va desde Japón hacia el Sur, pasando Guam, hasta llegar a Australia. Pero aún no está claro si Pekín contempla establecer bases en el exterior algún día o simplemente tener la capacidad de proyectar su poderío global cuando sea necesario.

Algunos se preguntan si China y Estados Unidos están en una trayectoria de colisión. Kaplan planteó la siniestra posibilidad de que cuando la Armada china se adentrara en el Pacífico, “se toparía muy rápidamente con una Armada y una Fuerza Aérea estadounidenses no dispuestas a marcharse del escudo costero del continente asiático”, lo que se traduciría en una “repetición de la guerra fría prolongada durante décadas, con un centro de gravedad no en el corazón de Europa, sino más bien entre los atolones del Pacífico”. Es incuestionable que existe una profunda desconfianza estratégica entre los dos países. El rápido crecimiento económico del gigante amarillo, la constante modernización de su Ejército y la incesante propaganda nacionalista dentro del país están dando forma a las expectativas públicas chinas y limitando las posibilidades de compromiso con otras potencias.

Esto no hace inevitable el conflicto, pero es motivo de preocupación a largo plazo, y moldeará los esfuerzos estadounidenses para evitar hostilidades con China. Taiwan es un punto obvio de desacuerdo y el único lugar donde sería concebible que las dos potencias llegaran a entrar en conflicto directo. Sin embargo, existe un reconocimiento cada vez mayor de que los dos países deberían recabar el concurso del otro y tratar de evitar un conflicto que sería destructivo para ambas partes.

Pese a los soldados a paso de ganso de los desfiles militares chinos, el PLA está lejos de ser una copia exacta de la amenaza soviética. A pesar de todos los orgullosos artículos sobre el inevitable ascenso de China en el mundo, los estrategas chinos tienen la precaución de no verbalizar abiertamente aspiraciones de conquistar el globo o de establecer bases distantes, puestos de avanzada o puntos de suministro.

Tal vez de aquí a una generación los planificadores militares chinos podrían formular estrategias de un modo más abierto sobre cómo adquirir derechos para establecer acuerdos con aliados y bases en el exterior donde podrían destacar fuerzas en el extranjero, como hicieron franceses y británicos desde las guerras napoleónicas y como han hecho los norteamericanos en época más reciente. Pero con China ese proceso no ha comenzado en serio. Al menos, no por ahora.