Es una lucha por los derechos civiles, pero no una revolución.

 

“El movimiento verde está venciendo”

Sí, pero con el tiempo. La respuesta depende de lo que se entienda por “vencer”. Algo que los observadores occidentales deberían haber aprendido tras treinta años de intentar profetizar sobre Irán y los iraníes es que se incurre con frecuencia en errores, y predecir la inminente desaparición de la teocracia islámica es poco realista.

Lo que resulta evidente es que si consideramos el movimiento verde prodemocrático de Irán no como una revolución, sino como un movimiento por los derechos civiles –como hacen sus propios líderes– entonces la victoria debe medirse con el tiempo. El propósito del movimiento no es un repentino y completo derribo del sistema político del país. Eso puede decepcionar a ambos extremos del espectro político tanto estadounidense como iraní, izquierda y derecha, y en especial a los neoconservadores de EE UU que aspiran a un cambio de régimen.

Visto así, es evidente que el movimiento ya ha vencido en muchos aspectos si una victoria significa que muchos iraníes ahora no se resignan ante los aspectos no democráticos de un sistema político que en las tres últimas décadas ha involucionado, más que evolucionado, a la hora de proporcionar a sus ciudadanos los derechos que se les prometieron bajo la propia Constitución de Irán.

La fragmentada cúpula dirigente de la República Islámica lo reconoce así, como es evidente por su esquizofrenia reacción a los acontecimientos producidos desde los controvertidos comicios de junio. Aunque el ala dura en el poder puede lograr suprimir la agitación general haciendo uso de la fuerza, los dirigentes son también conscientes de que las elecciones en el Estado islámico nunca podrán celebrarse como se hizo en 2009 (incluso los conservadores han exigido un sistema electoral más transparente), ni las autoridades pueden silenciar por completo a los políticos de oposición y a sus partidarios o ignorar sus exigencias a largo plazo.

Es un buen augurio para una eventual reforma democrática en Irán que el movimiento verde continúe existiendo. A pesar de todos los esfuerzos realizados por las autoridades para presentarlo como una peligrosa contrarrevolución, sigue atrayendo a seguidores y simpatizantes incluso entre el clero y los iraníes conservadores.

 

“El movimiento verde se está radicalizando”

Sólo en parte. Es importante recordar que comenzó mucho antes de que estallaran las protestas de junio de 2009. Los orígenes estuvieron en la mowj e sabz, también conocido como la “ola verde”, una campaña para apoyar la candidatura a la presidencia del reformista Mir Hossein Musaví, que competía contra el titular del puesto, el conservador Mahmud Ahmadineyad.

Los objetivos de la ola verde eran arrancar la presidencia y el poder ejecutivo a los radicales de línea dura cuyo mandato había estado marcado por la incompetencia económica, la temeridad en las relaciones exteriores y una doctrina ideológica que incluía nuevos límites en los derechos civiles y que para los seguidores de Musaví eran incompatibles con los intereses iraníes en el siglo XXI.

Tras los controvertidos resultados electorales el movimiento verde pasó de ser una campaña política a una para anular la elección presidencial, y después, de modo más amplio, a ser un movimiento para reinstaurar las libertades civiles prometidas por la Revolución Islámica de 1979. Con cada episodio reciente de tiranía por parte del Gobierno, desde los juicios espectáculo de políticos de oposición y periodistas a las palizas y asesinatos de algunos manifestantes en las calles de Irán, el movimiento se ha vuelto más firme en sus demandas en defensa de los derechos del pueblo.

Con el tiempo, y especialmente debido al continuo uso de una fuerza brutal contra sus ciudadanos por parte del Estado, algunos iraníes no están ya satisfechos con los objetivos declarados por el movimiento y buscan derrocar al régimen islámico totalmente. Por ejemplo, en los medios occidentales escuchamos muchos casos de ciudadanos que claman por una república “iraní”, más que islámica, (una exigencia que Musaví ha negado) o a favor de “la muerte del líder supremo”. Mientras tanto vemos en YouTube y en nuestras televisiones imágenes de iraníes enfrentándose de manera violenta a las fuerzas de seguridad.

Sin embargo, los elementos radicales que afirman formar parte del movimiento verde hablan sólo por una pequeña minoría. La mayoría aún quiere una reforma pacífica del sistema y no necesariamente una revolución total, sangrienta o de cualquier otro tipo. Ésa es la razón de que, en las más recientes manifestaciones de Ashura, por ejemplo, grandes grupos de manifestantes pacíficos de hecho evitaran que algunos de los elementos radicalizados del movimiento golpearan o atacaran a las fuerzas de seguridad. Aunque no se dispone de sondeos precisos, basándonos en lo que escuchamos y vemos por parte de los líderes del movimiento verde y muchos de sus partidarios, la radicalización todavía se limita a una minoría de críticos.

Los líderes del movimiento verde reconocen que cualquier radicalización por su parte sólo serviría para hacer actuar al puño de hierro del Estado. Son además prudentes porque saben que si los líderes del movimiento exigen un cambio de régimen en vez de una reforma y la adhesión a la Constitución, sólo habrán probado la afirmación del Gobierno de que el objetivo del movimiento durante todo este tiempo ha sido derribar el sistema.

 

 

 

“Los Guardianes de la Revolución harán cualquier cosa para mantener a Jameneí en el poder”

No apuestes por ello. Los Guardianes de la Revolución tienen la misión de proteger el legado de la Revolución Islámica de 1979 y su encarnación en el vali-e-faqih, el líder supremo, actualmente el ayatolá Ali Jameneí.

Sus principales líderes son militares que han servido muchos años en las Fuerzas Armadas y como tales resulta muy improbable que desobedezcan las órdenes de su comandante en jefe. Su postura, como han expresado repetidamente en los foros públicos, es que el movimiento verde es una amenaza para la revolución y para su líder supremo. Pero están probablemente más preocupados por proteger la posición de líder (y su propio poder y dominante influencia en los negocios y la política iraní) que por defender a un individuo en particular.

Hay muchos ex altos dirigentes de los Guardianes, como Mohsen Rezai (un candidato derrotado en la elección presidencial), Mohamed Qalibaf (el popular alcalde de Teherán) y Ali Larijani (portavoz del Parlamento), que se oponen a Ahmadineyad (y tienen influencia entre los Guardianes) pero que hasta ahora no han desafiado al líder supremo. Eso no significa, no obstante, que no pudieran intentar reemplazar a Jameneí si se hace evidente que es un obstáculo para la estabilidad del régimen. Aunque cualquier maniobra contra el líder supremo es altamente improbable en este momento (y éste tiene aún el apoyo de la mayoría de los miembros de la Asamblea de Expertos, el órgano que elige, supervisa y puede incluso someterle a un proceso de destitución), eso no significa que nunca pudiera darse un desafío de ese tipo.

 

“El tiempo para llegar a un arreglo ha terminado”

No, en Irán no. El líder supremo, los Guardianes de la Revolución y casi todos los radicales del Gobierno han manifestado que no tolerarán más disidencia; han afirmado que no habrá cesiones y que las exigencias del movimiento verde no se cumplirán. Pero eso no significa en realidad que no sea posible alguna forma de arreglo intermedio.

Para empezar, los líderes del movimiento verde pueden reconocer que podrían pasar a ser irrelevantes si no están dispuestos a hacerse más revolucionarios (como ya han hecho algunos de sus seguidores), o transigir para proteger la longevidad de su movimiento como campaña por los derechos civiles.

El 1 de enero Musaví enumeró las exigencias del movimiento en relación a los derechos humanos y otras reformas, pero significativamente ya no hizo un llamamiento para la anulación de las elecciones de 2009. Mientras tanto, en la más reciente reunión del Consejo de Discernimiento, el órgano que arbitra las disputas entre los poderes ejecutivo y legislativo en Irán, Mohsen Rezai, el contrincante conservador de Ahmadineyad en los polémicos comicios, sugirió que el Gobierno debería escuchar las demandas de Musaví, describiéndolas como “constructivas”. (Algunos observadores iraníes dicen que el movimiento verde carece de liderazgo y acabará por fracasar. Y aún así en cada protesta seguimos escuchando corear: “¡Ya Hossein, Mir Hossein!”. Ése es Musaví).

Ambos bandos son conscientes de que los continuos disturbios amenazan la estabilidad del poder y que ninguno de los dos busca reformar el régimen hasta hacerlo desaparecer. El actual punto muerto no hace feliz a nadie. Las perspectivas de que se pudiera producir algún tipo de compromiso en 2010 no son terriblemente malas, un compromiso que permitiría a ambos lados adjudicarse algunos avances si no una victoria completa.

 

"El Movimiento Verde quiere o necesita ayuda extranjera”

Completamente erróneo. Nada podría estar más lejos de la verdad. Es insultante y condescendiente sugerir, como hacen muchos analistas, que sin ayuda o apoyo extranjero este movimiento no puede tener éxito, de que los iraníes por sí solos son incapaces de dirigir su propio destino.

El presidente estadounidense, Barack Obama, ha expresado hasta ahora únicamente su apoyo moral a los iraníes que luchan por sus derechos civiles y ha articulado los disturbios en el país, con razón, como un asunto puramente iraní. A falta de relaciones con Teherán, Obama puede hacer poco para ayudar al movimiento verde, pero mucho para perjudicarlo. Es probable que manifestarse de lleno el lado de la oposición en Irán pueda  minar su credibilidad, y quizá incluso conceder crédito a la afirmación del Gobierno de que es una conspiración de inspiración extranjera que privará al país persa de su independencia.

El hecho de que el movimiento verde haya sobrevivido, e incluso crecido, en ausencia de apoyo extranjero (incluso apoyo moral en sus comienzos) es la prueba de que los iraníes son perfectamente capaces de mantener un movimiento por los derechos civiles y agitar a favor de un cambio democrático sin el estímulo, influencia o apoyo del exterior. Es más, si hay un único aspecto de la Revolución Islámica que casi todos los iraníes pueden coincidir en ver como positivo, es que los sucesos clave, como los disturbios espontáneos tras las elecciones –e incluso remontándonos a la propia revolución–,  se han producido al margen de ninguna influencia procedente de fuera de sus fronteras.

La acusación potencialmente más dañina que el Gobierno ha lanzado contra el movimiento verde es que se trata de una conspiración extranjera para fomentar una revolución de terciopelo o de colores que una vez más dejará a Irán en una posición de sumisión ante un país más poderoso. Pero esta acusación no ha calado porque los líderes del movimiento siempre han evitado cualquier apoyo de fuera y han planteado su lucha como puramente iraní.

La idea de que el respaldo exterior es necesario o importante para la capacidad del movimiento verde de lograr sus objetivos es tan absurda como imaginar que, digamos en 1965, el manifiesto apoyo soviético al movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos fuera necesario para su éxito.

Para los observadores situados en cualquier otro lugar fuera de Irán, es tentador extraer conclusiones sobre el movimiento verde, o incluso la salud del régimen islámico, basándose en la poca información que podemos reunir y lo que creen diversos analistas, dadas las extremas restricciones que Teherán ha dictado sobre los periodistas y lo que se escribe desde el país. Sin embargo, Irán a menudo desafía las expectativas y ha demostrado ser desesperantemente inmune a la hora de atenerse a las teorías convencionales. Escucha a un exiliado iraní opuesto al régimen islámico durante cinco minutos y te convencerás de que los días del régimen se cuentan no en años, sino en meses. Escucha a un defensor del régimen cinco minutos y te persuadirás de que las potencias occidentales están de verdad fomentando la revuelta y de que el Gobierno capeará el temporal para emerger tan poderoso como siempre.

La verdad, por supuesto, siempre está en el medio. El movimiento verde es, desde luego, muy real, no puede ser suprimido completamente y sin duda tendrá un efecto a largo plazo sobre la política de la República Islámica. Lo que comenzó con la elección del presidente reformista Mohamed Jatamí en 1997 ha culminado finalmente en un movimiento por los derechos civiles que, bajo cualquiera que sea su nombre, continuará ejerciendo presión sobre el régimen para conseguir reformas, presiones que éste sólo puede ignorar a riesgo de su propia desaparición.

 

 

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