Desmontando los mitos que giran en torno al poderío israelí.

 

ABBAS MOMANI/AFP/GettyImages
ABBAS MOMANI/AFP/GettyImages

Es la institución mejor valorada del país

Sin duda. Según todas las encuestas de opinión, el Tsahal (acrónimo hebreo de Tzva HaHaganá le Israel o “Fuerzas de Defensa de Israel”) es la institución que mayor confianza inspira entre la población, contando con el apoyo mayoritario de la ciudadanía. Este alto nivel de satisfacción obedece a razones históricas. Los israelíes se sienten orgullosos de sus Fuerzas Armadas dado que éstas han garantizado su supervivencia y salvaguardado su seguridad durante sus breves 65 años de existencia. Después del profundo trauma causado por los horrores del Holocausto dentro del inconsciente colectivo del pueblo judío, Israel se conceptuó como un refugio frente al antisemitismo –fenómeno que alcanzó su paroxismo con el nazismo alemán– pero que previamente se había reproducido en otros momentos y lugares de la historia de la humanidad. Desde este punto de vista, la fortaleza del Tsahal constituye la principal garantía de que nunca más volverá a producirse un nuevo genocidio.

Otra de las razones que justifican su amplia aceptación popular es el hecho de que el servicio militar sea obligatorio, tanto para los hombres como para las mujeres, lo que le ha convertido en el principal instrumento de socialización para los israelíes. También resulta un instrumento muy útil para la integración de los nuevos inmigrantes –los olim hadashim– como por ejemplo de aquellos llegados de Rusia o de las repúblicas ex soviéticas y, especialmente, de los falashmura procedentes de Etiopía. No obstante, hay organizaciones –aunque sean minoritarias– que fomentan la objeción de conciencia, como hace Yesh Gvul, aún a riesgo de que sus integrantes y simpatizantes terminen detenidos. Igualmente, hay otras como Breaking the Silence que no cuestionan tanto el servicio militar en sí mismo, sino las malas prácticas y violaciones de los derechos humanos que puedan tener lugar en los Territorios Ocupados.

 

Siempre resulta victorioso

Alguna vez ha perdido. Durante sus 65 años de existencia el Tsahal ha resultado victorioso en prácticamente todas las guerras en las que se ha visto involucrado. Ahora bien, tal como demostraron las conclusiones de la Comisión Winograd, la “Guerra de los 33 días” –también conocida como segunda Guerra del Líbano– que libró contra la milicia libanesa Hezbolá durante el verano de 2006 concluyó en tablas.

Aunque desde el punto de vista militar el Tsahal infligió, sin duda, un mayor daño a la milicia chií apoyada logísticamente por Siria y financieramente por Irán, Hezbolá emergió vencedora desde el punto de vista político y, hasta cierto punto, moral. Por primera y única vez, un actor árabe –en este caso no un país sino una milicia paraestatal– fue capaz de plantar cara al todopoderoso Ejército israelí, combatiendo hasta el último día previo al alto el fuego y concentrándose en atacar objetivos castrenses, tal como demuestra el hecho de que entre las 165 víctimas israelíes 125 fueran militares y sólo 40 civiles, mientras que entre las 1.200 víctimas libanesas, el porcentaje entre combatientes y civiles se dividiera más o menos al 50% (aunque estas magnitudes no resulten comparables al tratarse de una guerra asimétrica).

 

Es el más poderoso de Oriente Medio

Sí, pero también es vulnerable. Su amplia superioridad aérea le confiere una gran ventaja cualitativa respecto de todos sus enemigos declarados y de sus potenciales rivales. Tal como ocurrió durante la Guerra de los Seis Días en 1967 las Fuerzas Aéreas de Israel (IAF, en su acrónimo inglés) fue capaz de neutralizar los aviones y helicópteros de sus enemigos en esa contienda –Egipto, Siria, Jordania– incluso antes de que éstos despegasen de sus bases aéreas. A partir de ahí, la conquista de Cisjordania y Jerusalén Este a Jordania, de los Altos del Golán a Siria y de la Franja de Gaza y la Península del Sinaí a Egipto resultó tarea sencillísima para las fuerzas terrestres, que apenas encontraron resistencia.

Además, su actual superioridad tecnológica le permitiría, en el caso de entrar en guerra, neutralizar previamente las defensas aéreas de sus enemigos, tal como quedó demostrado cuando las IAF destruyeron el reactor nuclear de Al Kibar en 2007, para lo que penetraron en espacio aéreo sirio sin ser detectados. También ha quedado demostrado por el hecho de que durante este año 2013 hayan vuelto a atacar objetivos en territorio sirio hasta en cuatro ocasiones y en ninguna de ellas las defensas aéreas sirias lograran interceptar la amenaza ni reaccionar a tiempo.

No obstante, hay que tener en cuenta que la hegemonía militar israelí en Oriente Medio es fruto de la división de los países árabes y musulmanes. Si algún día éstos lograran alcanzar una unidad de acción –tomemos como escenario hipotético la destrucción del Haram el Sharif (Explanada de las Mezquitas) de la ciudad vieja de Jerusalén por parte de Israel– la suma de capacidades de todos estos ejércitos bajo un mando unificado equilibraría la balanza. Su pequeño tamaño hace que Israel pase a ser vulnerable en caso de ser objeto de un ataque múltiple desde tantos frentes a la vez.

 

Es capaz de acabar con el programa nuclear iraní

Habría que verlo. Aunque el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, esté constantemente recordando a la comunidad internacional la gran amenaza que la militarización del programa nuclear iraní constituye para la seguridad mundial, y haya amenazado con atacarlo en varias ocasiones, el Tsahal todavía no está preparado para ello. Según estimaciones de los propios analistas militares israelíes, las IAF presentan carencias en ciertos sistemas de armamento, por lo que todo apunta a que podrían aspirar a dañar las instalaciones y retrasar el desarrollo del programa nuclear iraní durante un par de años, pero no a neutralizarlo completamente, obligando a Irán a volver a comenzar desde cero.

Además, la flota de F-15i y de F-16i de las IAF (calculada en unos 125 aparatos según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres) tendría que sobrevolar el espacio aéreo de países que no parecen dispuestos a darles los correspondientes permisos. Así las cosas, antes de realizar una operación de esta magnitud –en términos de distancia de ida y vuelta, necesidad de protección de la fuerza, orografía, número y complejidad de los objetivos, algunos de los cuales son subterráneos– las IAF tendrían que aumentar previamente su flota de aviones cisterna para repostaje en vuelo y ampliar su arsenal de bombas anti bunker, dado que la planta iraní de enriquecimiento de uranio de Natanz está construida bajo tierra y protegida por varias capas de hormigón armado, mientras que la de Fordo se encuentra construida en el interior de una montaña, lo que obligaría a realizar varios ataques sucesivos, que no uno concentrado como efectuaron contra el reactor iraquí de Osirak en 1981 y contra el sirio de Al Kibar en 2007.

Quizás sea esta cuestión nuclear iraní una de las situaciones en las que haya quedado patente el gran poder de influencia que tiene el Ejército dentro del proceso de toma de decisiones del Gobierno, al que en algún momento dado puede incluso llegar a mostrar resistencias. Tal como explica el ex corresponsal en Jerusalén del diario The New York Times, Patrick Tyler, en su libro Fortress Israel: otra de las razones por las que Netanyahu no llegó a dar orden de ataque es porque tenía a la cúpula militar en contra. En este sentido dos antiguos directores de los servicios de inteligencia exterior (Mossad) e interior (Shabak), Meir Dagan y Yuval Diskin, fueron quienes criticaron el mesianismo que parecía guiar las decisiones de Netanyahu y de su ex ministro de Defensa, Ehud Barak.

 

Se rige por el código moral más estricto

No, como todos los ejércitos. A pesar de que en todos sus manuales, monumentos y museos militares el Tsahal haga gala de mantener los más altos estándares morales, a la hora del combate lo cierto es que esto no siempre se cumple. Como en cualquier otro Ejército, una cosa es lo que digan las reglas de enfrentamiento (ROEs, en su acrónimo inglés) y otra el comportamiento real en el campo de batalla. Así, por ejemplo, lo demuestran las conclusiones del Informe Goldstone, que evaluó detalladamente la operación “Plomo Fundido”.

Según dicho informe, coordinado por el prestigioso juez de origen sudafricano y judío practicante, Richard Goldstone, el Tsahal practicó un uso excesivo y desproporcionado de la fuerza militar. El número de víctimas palestino fue de unos 1.300 muertos frente a 13 víctimas israelíes. Una vez más se trata de magnitudes no comparables al tratarse de un conflicto asimétrico, pero el indicador que resulta clave es la proporción entre civiles y combatientes. Más del 40% de los muertos palestinos fueron civiles.

Uno de los dilemas morales más importantes al que se enfrentan los soldados –sobre todo los que hacen el servicio obligatorio y los reservistas, que no tanto los profesionales que tienen encomendadas otras tareas– que sirven en los Territorios Ocupados, está en su relación con los colonos que residen en los asentamientos. Pues, aunque en teoría los soldados deberían ser imparciales a la hora de garantizar la seguridad dentro de la Cisjordania ocupada y hacer cumplir la ley tanto a los colonos como a los palestinos, no pueden dejar de experimentar un cierto sentimiento de identificación hacia sus conciudadanos, por los que suelen tomar partido. Además, hay que tener en cuenta que el sistema legal y la jurisprudencia israelíes tienden a reducir las penas que reciben los colonos por los delitos y faltas que éstos puedan cometer, lo que también puede llevar a una eventual inhibición de responsabilidad por parte de los soldados. Ejemplos de ello se dan a diario en los pequeños asentamientos del centro del casco antiguo de la ciudad de Hebrón y en algunos asentamientos de la Cisjordania profunda como Yitzhar, en donde en ocasiones los soldados miran para otro lado mientras algunos grupos de colonos violentos cometen todo tipo de tropelías contra sus vecinos palestinos. A pesar de estos dilemas y de las protestas de los colonos, cuando los soldados reciben órdenes expeditivas –como por ejemplo ocurrió con el “Plan de Desconexión” de la Franja de Gaza en verano de 2005, que llevó al desmantelamiento de 21 asentamientos y la evacuación de todos los colonos– los militares y policías ejecutaron las órdenes con total disciplina.

 

Es el más igualitario del mundo

Es probable. Israel es que es el único país del mundo en el que las mujeres realizan el servicio militar obligatorio. Lo hacen durante un período de dos años, frente a los tres que realizan los hombres, quienes a su vez prestan un servicio de reserva de un mes al año hasta cumplir los 45; mientras que en el caso de las mujeres la reserva es en régimen voluntario. A día de hoy, la mujer se encuentra perfectamente integrada en sus Fuerzas Armadas, en las que representa el 33% del total de los soldados y el 51% de los oficiales de reemplazo, porcentajes que, sin embargo, bajan dentro del Ejército profesional. Además, las israelíes no sólo desempeñan labores administrativas, de seguridad estática, logísticas, sanitarias, etc. como en otros ejércitos, sino que también participan en unidades de combate desde hace ya casi 30 años.

En cuanto al pilotaje de combate, el acceso de la mujer tiene lugar desde que en 1995 el Tribunal Supremo dictaminó que aquellas mujeres que demostraran las aptitudes necesarias y superaran las pruebas físicas correspondientes tienen tanto derecho a ser pilotos de combate como cualquier hombre. En base a esta jurisprudencia, la Ley del Servicio Militar incorporó una enmienda en el año 2000 según la cual el Tsahal debe promover la total igualdad de género. Por ello hay también otra serie de unidades en las que destaca la participación femenina. Entre ellas, el batallón mixto Caracal desplegado en la frontera con la Península del Sinaí; el batallón 76 de Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Tierra, con capacidades de defensa NRBQ; el batallón 334 del Cuerpo de Artilleros que el sistema anti misiles “Cúpula de Hierro”; unidades de guerra electrónica y cibernética y la unidad canina Oketz que actúa en labores de vigilancia, de lucha contra el contrabando de drogas y de desactivación de explosivos.

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