La gente se reúne en protesta por la muerte de Mahsa Amini en las calles el 19 de septiembre de 2022 en Teherán, Irán. La muerte de Amini ha desencadenado días de violentas protestas en todo Irán. (Foto de Getty Images)

Puede que las actuales protestas ciudadanas en Irán no traigan el cambio de régimen hoy, pero sí son las semillas del futuro político de un país donde la Generación Z está destinada a jugar un papel fundamental.

No cabe duda que las protestas a raíz de la muerte de la joven kurda Mahsa Gina Aminí, tras ser detenida por la policía moral el 14 de septiembre de 2022, están mostrando nuevas formas de movilización social y activismo político en Irán.

Por primera vez desde 1979, la calle iraní recibe muestras de descontento no solo provenientes de actores políticos reformistas de clase media (tal como ocurrió en 1997 o en 2009), sino también de sectores sociales tan variados como los obreros, trabajadores informales, grupos ambientalistas, agricultores, estudiantes universitarios, minorías étnicas como los kurdos o los baluchis, los cuales tienen como actor central a un movimiento nutrido por mujeres bajo el eslogan “¡Mujer, vida, libertad!", que ha criticado con fuerza la ley del uso obligatorio del hiyab (velo islámico) y las restricciones a las libertades que implica.

Las manifestaciones van más allá del uso del hiyab, ya que lo que se observa en Irán es la suma de una serie de problemas que vienen arrastrando las nuevas generaciones de jóvenes, sobre todo en lo relacionado con la precariedad laboral, la discriminación social, la falta de participación política, además de restricciones a la libertad de expresión y a la libertad de prensa. Todo ello en medio de una crisis económica provocada no solo por factores externos como las sanciones impuestas por Estados Unidos o la inflación global a raíz del conflicto ruso-ucraniano, sino también por elementos internos como la pésima distribución de la riqueza, la corrupción gubernamental y el enorme gasto que implican proyectos prioritarios para el pensamiento estratégico del Estado tales como el programa nuclear, el programa de misiles y el financiamiento a grupos aliados en el mundo árabe, particularmente en Líbano, Siria e Irak, tal como algunos economistas renombrados del país han advertido desde mediados de 2022.

"Es posible hablar de una revolución"

Las protestas en Irán, que comenzaron con la muerte de Mahsa Amini, de 22 años, tras ser detenida por no cumplir con las normas del pañuelo, continúan en el consulado iraní el 31 de octubre de 2022 en Estambul, Turquía. (Foto de Omer Kuscu/ dia images vía Getty Images)

No tan rápido. Aunque estas manifestaciones presentan elementos propios de una revolución tales como la interseccionalidad de luchas, la presencia de minorías étnicas y la multiplicidad de clases sociales, también es probable que estemos ante un ambiente de contrarrevolución. Si bien las protestas han cumplido siete semanas, articulando este mosaico diverso de demandas legítimas, las fuerzas de seguridad, principalmente los servicios de inteligencia y la Guardia Revolucionaria, han actuado de modo eficiente y con violencia en espacios que van desde la detención selectiva en las universidades (donde el 50% de las matriculadas son mujeres), el uso de programas web para manipular de forma remota las conexiones de móviles en Internet, hasta el lanzamiento de artillería pesada en las zonas kurdas donde también se han presentado levantamientos sociales importantes. Derivado de este proceso, el Gobierno iraní también ha movilizado grandes contingentes de su base social para disputar tanto el espacio público como la narrativa dominante en los medios de comunicación a escala local, regional e internacional.

A causa de estas acciones se ha podido documentar la lamentable muerte de más de 270 personas, entre ellas una joven de 16 años de origen luri, Nika Shakarami, quien murió a raíz de los primeros actos represivos por parte de la policía y las fuerzas basiyíes. El nivel de presencia militar y paramilitar ha sido tan alto, que en el funeral de Shakarami, en la ciudad de Jorramabad, se abrió fuego directo contra los asistentes que comenzaron a corear eslóganes políticos, en un ejercicio claramente disuasivo para protestas subsecuentes. Otra evidencia de la activación de medidas punitivas gubernamentales lo constituye la detención de dos de las principales periodistas que cubrieron el caso de Gina Aminí, Niloofar Hamedi y Elahe Mohammadi, en medio de fuertes amenazas por parte de Hossein Salami, jefe de la Guardia Revolucionaria, quien ha declarado públicamente que no tolerarán más de lo que ellos han llamado “disturbios auspiciados por EE UU e Israel”.

"Hay posibilidades de cambio político en Irán"

Es complicado. La coexistencia de todas estas fuerzas sociales ha provocado la emergencia de un debate público muy intenso a nivel global sobre las probabilidades de éxito de esta gran movilización. Incluso, dentro de Irán, ha habido pronunciamientos por parte de la élite jurídico-política sobre la policía moral, que ha llegado a ser descrita como ilegítima e inútil por algunas figuras del grupo en el poder. Un primer ejemplo de esto son las declaraciones del Gran Ayatolá Bayat Zanjani, quien en su sitio web se refirió a este cuerpo policial como una herramienta “ilegítima, ilegal e irracional”. Un segundo caso es el del Gran Ayatolá Hossein Nouri Hamedani, el cual ha mencionado que “los líderes deben escuchar las demandas de la gente, resolver sus problemas y mostrar sensibilidad por sus derechos”. Finalmente, el más reciente anuncio del Ayatolá Hadi Jameneí, hermano mayor del actual Líder Supremo, causó gran polémica cuando ofreció una entrevista para el diario Etemad donde criticó ampliamente a la policía moral, declarando que “dicho cuerpo policial no contaba con legitimidad, ni resultados positivos para el sistema”.

Más allá de estas declaraciones, la historia reciente de las movilizaciones en Oriente Medio nos ha dejado claro que mientras no veamos una fisura seria en el aparato de seguridad del Estado, particularmente, en el Ejército regular (artesh) o en la Guardia Revolucionaria (pasdaran), será muy difícil que las fuerzas sociales iraníes que se han lanzado a las calles con valentía y con un fuerte apoyo de la sociedad civil internacional puedan lograr cambios significativos que pongan en tela de juicio la estabilidad de un sistema que se ha adaptado muy bien a un clima regional marcado por el autoritarismo, el militarismo y el clientelismo en pleno siglo XXI.

En otras palabras, y retomando la importancia del factor externo, tal como se ha visto en casos pasados como en Siria o Arabia Saudí, el sector de la seguridad en Irán no ha mostrado ninguna duda en aplicar medidas intimidatorias, tanto de censura como de represión, contra cualquier amenaza a su seguridad, siempre con ayuda logística de sus aliados internacionales. Por un lado, es sabido que Irán trabaja con empresas chinas para desarrollar programas de manipulación de la opinión pública y el monitoreo ciudadano, colocando cerca de 15 millones de cámaras en 28 ciudades del país. Por otro, también es ampliamente conocida la colaboración con Rusia, al firmar importantes acuerdos en materia energía, sobre todo de gas, además de la cooperación en la presunta venta de drones de Teherán a Moscú en la guerra con Ucrania, una razón por la cual la Unión Europea comenzó a considerar la posibilidad de catalogar a la Guardia Revolucionaria iraní como organización terrorista.

"Existe una alternativa al cambio político en el país"

No está tan claro. El análisis de los retos que tienen las protestas en Irán también implica pensar en qué tipo de alternativa política existe para este país en un momento donde vemos múltiples actores revolucionarios, pero no aún una revolución. Ante esto, hay que decir que las opciones son muy controvertidas para la propia sociedad iraní. Por ejemplo, el polémico movimiento del Consejo Nacional de Resistencia, cuyo centro lo ostenta el Movimiento de los Combatientes del Pueblo de Irán, es una organización que tiene poco peso político dentro de la sociedad iraní y que, de hecho, cuenta con una historia llena de violaciones de derechos humanos contra poblaciones kurdas cuando este movimiento era aliado de Saddam Husein durante la guerra que libraron Irán e Irak en los 80. Otro caso lo representa el remanente político de la monarquía Pahleví, cuyo reciente revisionismo ha intentado aprovechar cada error cometido por el actual Gobierno iraní para posicionar una nostalgia monárquica con la que no mucha gente se siente cómoda. Una encuesta publicada en 2022 reportó, con respecto a la orientación política de los iraníes, que hasta un 41% de la sociedad aspira al derrocamiento de la República Islámica, mientras un 21% prefiere cambios estructurales, un 18% quiere preservar los principios y valores de la revolución de 1979, un 8% busca reformas dentro de la República Islámica y un 11% no desea opinar al respecto.

Por otro lado, el caso de la periodista Masih Alineyad implica una mención especial debido a que su historia al lado de personajes como Mike Pompeo, ex secretario de Estado en la Administración Trump, y otros grupos que han pugnado por el famoso “cambio de régimen en Irán” ha desatado un fuerte debate entre los iraníes, dentro y fuera del país, hasta el punto de llegar a señalarla como parte de la “falsa oposición”, en tanto que pertenece a grupos de iraníes que apoyan cualquier tipo de golpe contra el sistema actual, incluso si éste lastima o pone en riesgo la vida de millones de ciudadanos tal como lo han hecho las sanciones económicas, la amenaza de ataques militares o los golpes encubiertos donde han participado actores como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos o Israel. El caso de Alineyad ha desatado polémica porque dentro de Irán también hay personas que la reconocen como un ícono de resistencia, a pesar de las contradicciones que, como cualquier movimiento de resistencia, pueda llegar a tener. Una encuesta auspiciada por la diáspora iraní presentó en 2022 a Alineyad como la segunda mujer más popular dentro de Irán después de la defensora de derechos humanos Nasrin Sotoudeh, quien fue condenada en 2018 a una pena de 38 años de cárcel y 148 latigazos por defender los derechos humanos en el país.

El vicecomandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán, el general Ali Fadavi (C), se golpea mientras asiste a una protesta contra Israel en el centro de Teherán el 9 de agosto de 2022. (Foto de Morteza Nikoubazl/NurPhoto vía Getty Images)

Finalmente, no está demás hacer una reflexión sobre el papel que desempeña la Guardia Revolucionaria ante cualquier escenario político donde la estabilidad de los Ayatolá se ponga en riesgo pues, a fin de cuentas, este cuerpo militar es la institución mejor organizada, con más resiliencia, influencia política, cultural y económica en todo el país, capaz de administrar cualquier tipo de cambio político en caso de que el sistema llegara a tener fracturas. A pesar de que varios de sus líderes están sancionados por Estados Unidos, lo cierto es que la Guardia Revolucionaria cumple el papel que otros ejércitos han desempeñado en Oriente Medio cuando los gobiernos han sido puestos en jaque por la ciudadanía, tal como ocurrió durante la llamada “Primavera árabe”. Dicho de otro modo, el hecho de que figuras centrales y veteranos de guerra de este cuerpo estén listos para gobernar potencialmente en Irán significa que la Guardia Revolucionaria solo puede ofrecer un gobierno aún más autoritario y represivo para los iraníes, en un rumbo que han seguido otros Estados de la región cuando han militarizado sus instituciones como Egipto o Pakistán.  Por esta razón, al tiempo que las protestas persisten, se ha podido observar una respuesta punitiva que intenta disuadir a los jóvenes que se organizan en pequeñas multitudes. Sin embargo, el verdadero reto para todos los iraníes implica pensar en el desarrollo de un liderazgo claro y con objetivos unificados que pudiera atraer más gente al espacio público, lo que podría activar también protocolos aún más violentos por parte de la Guardia Revolucionaria, que siempre justificará cualquier abuso del uso de la fuerza aludiendo a ataques armados como el sucedido en la ciudad de Shiraz, donde un hombre armado mató a 15 personas en un sitio sagrado. Así, vale la pena reflexionar que en todo proceso revolucionario las cosas pueden presentar cambios hacia adelante para mejorar, aunque siempre habrá posibilidades de que las cosas empeoren.

"El actual movimiento social es importante para el futuro"

Sin lugar a dudas. A pesar de todo lo anterior, lo más importante en estos momentos es la enorme influencia que la Generación Z iraní está teniendo en estas protestas, convertida en principal protagonista social (90% de los manifestantes no han cumplido los 25 años de edad). La mera existencia de este tipo de repertorios significa esperanza de que las cosas, no solo en Irán, sino en otras partes de Oriente Medio, pueden llegar a ser distintas alguna vez, pues cada salida a las calles es una semilla más para el cambio al que aspiran millones de personas en Irán, es decir, una transformación que tenga como base a la mayoría de los gremios, edades, minorías étnicas, clases sociales, ciudadanos, refugiados y millones de iraníes que viven en el extranjero, jóvenes y no tan jóvenes, que aspiran a un Irán sin sanciones, sin guerra y sin injerencia extranjera. Estas luchas dentro del país deben ser visibles independientemente de su vinculación con las preocupaciones o causas de Occidente, dentro y fuera del feminismo, porque las protestas actuales no deben depender del visto bueno de Europa, ni de los intereses de grupos contrarios a la República Islámica de Irán que solo ven a través de la lente de sus propios intereses.

Imagen tomada con la cámara de un teléfono móvil.) Manifestantes iraníes prenden fuego a sus pañuelos mientras marchan por una calle el 1 de octubre de 2022 en Teherán, Irán. (Foto de Getty Images)

Ahora, gracias a las mujeres jóvenes iraníes pudimos dar cuenta de otras problemáticas dentro del país que el himno “Baraye” (nuestros porqués) de Shervin Hajipour viralizó en redes sociales y que se trata de una de las mejores pedagogías para comprender la esencia de esta movilización y para entender cómo el Gobierno iraní ha ido perdiendo gradualmente a cada uno de los sectores de su base social, comenzando por los ciudadanos más pobres (mostazefeen), quienes se han unido a la lucha social desde hace varios años, pugnando por un cambio que implique una forma de vida más digna, cuando en algún momento fueron el pilar al que Jomeiní le dedicó la victoria de la revolución de 1979.

Al tiempo de escribir estas líneas, la mejor opción para el régimen iraní es reformar cuestiones relacionadas con las libertades civiles, comenzando con la abolición de la ley del hiyab, a pesar de que este código de vestimenta constituya un pilar identitario de la política iraní posrevolucionaria. De lo contrario, la suma de las múltiples violencias a las que el movimiento de desobediencia civil se está exponiendo podría comprometer aún más al Gobierno en el corto plazo porque, pase lo que pase a nivel de seguridad, esta generación está destinada a desempeñar un papel determinante en el futuro político de Irán de aquí en adelante.