Jay Directo/AFP/Getty Image
Jay Directo/AFP/Getty Image

Desmontado algunas de las ideas más extendidas sobre el crecimiento económico del gigante asiático.

 

"El ‘dragón asiático’ cada vez ruge menos"

Más de lo mismo. Cada trimestre, cuando el Gobierno chino publica el dato del crecimiento de su Producto Interior Bruto, se produce la misma escena. Como se entrega a los medios en papel de toda la vida, los reporteros se pelean por conseguir la copia y ser los primeros en publicar el dato. Se producen auténticas peleas y algunos periodistas, los más desconsiderados, son capaces de arrancar las copias de las manos a quienes las consiguen antes. Una vez que se publica la cifra, los mercados globales suben o bajan, en función de si esta es mayor o menor de lo esperado. ¿7,3% de alza interanual, digamos, y se esperaba un 7,5%? Alarma en las bolsas.

Esto no siempre fue así. Hace una década China no estaba en el epicentro de la atención económica internacional. Hoy su ralentización económica se convierte inmediatamente uno de los hot topics de la economía internacional, quizá solo a la par de las decisiones de los bancos centrales y muy por encima de acontecimientos geopolíticos como la guerra en Ucrania o Irak.

El imaginario de los analistas bulle con preguntas sobre el futuro de la economía china: ¿Ha tocado techo?¿Caerá su crecimiento de forma brusca? ¿Cuánto más va a tirar su frenazo hacia abajo del precio del petróleo? ¿Existe una burbuja inmobiliaria? ¿Qué harán Chile, Venezuela o Bolivia si el gigante asiático deja de comprarles cobre u otras materias primas?

 

"Pronto los chinos empezarán a consumir nuestros productos"

No. En uno de sus infrecuentes y esperadísimos encuentros anuales con la prensa internacional, el ya ex primer ministro Wen Jiabao fue preguntado por un reportero si China desbancaría a Estados Unidos como potencia económica. Wen, que siempre intentaba bajar las expectativas, advirtió de que quedaban aún 100 años para que el país fuera rico.

Y no le faltaba razón. A pesar de ser la segunda economía en paridad de compra (la primera, según algunos estudios), en realidad el chino medio es pobre y apenas consume. Unos 800 millones de sus habitantes viven con menos de cinco dólares diarios, según el Banco Mundial. Un taxista puede ganar algo así como 200 dólares al mes. Nadie gasta casi nada. Lo ahorran todo para una eventual enfermedad porque no hay una cobertura sanitaria universal ni gratuita. Los más afortunados intentan comprarse una casa, cuyos precios en grandes ciudades como Pekín son mayores que en Madrid.

Así que aquello de que hay que ir a China porque allí son más de 1.300 millones los compradores potenciales es algo más que un brindis al sol: es mentira. En realidad, la clase media (definida como la que gana el equivalente a entre 8 y 80 euros al mes) la formaban 150 millones en 2010, según Oxford Economics.

Este engaño ha sido aprovechado por el gobierno del Partido Comunista Chino para llevar a hordas de inversores incautos al país. Todos buscaban ese sweet spot, que en comercio internacional se define como el punto en que una sociedad empieza a sacar en masa a sus ciudadanos de la pobreza y estos comienzan a consumir. No todos lo han encontrado, y algunos han salido escaldados. Histórico fue el desencuentro de la compañía francesa Danone con su socio chino Wahaha. Empresas de automoción como Mercedes Benz o tecnológicas como Microsoft o Google han mantenido enfrentamientos serios con las autoridades de Pekín.

 

"China está cambiando de modelo económico" 

Depende. El argumento entre los más optimistas para explicar la ralentización de su crecimiento es el siguiente: el país, dirigido por su élite política, está en un proceso de cambio de modelo. Pronto importarán más y producirán y exportarán menos. Así el modelo será sostenible. China puede seguir siendo la fábrica del mundo, pero el mundo ya no compra como antes y la diferencia tiene que ser consumida por sus ciudadanos. No se trata de crecer mucho, por tanto, sino de crecer bien.

El problema llega a la hora de analizar las posibilidades de que esto ocurra. El Gobierno chino asegura que está dentro de sus objetivos que sus ciudadanos gasten más y ahorren menos. Y, sin embargo, no ha lanzado ningún plan creíble para garantizar una sanidad universal o una educación de calidad asequible que les permita tener más renta disponible. Los precios inmobiliarios están disparados. El PCCh sigue ejerciendo una represión financiera que impide el flujo natural de capitales. Dice que quiere dejar de ser solamente una fábrica global, pero ha lanzado un plan para crear núcleos fabriles en el centro y oeste del país, emulando las zonas industriales del este. Así que, cambio de modelo, ¿zai nali (dónde, en mandarín)?

Por supuesto, algo está cambiando. Países como Vietnam o Indonesia pujan para llevarse parte del pastel exportador, y eso obliga a los chinos a explorar otros nichos de mercado. Cada vez se registra un mayor consumo de servicios. El cine recauda casi 5.000 millones de dólares anuales, y los pocos grandes éxitos extranjeros que llegan pueden recaudar en un fin de semana lo que en el país de origen en un mes. Se espera que se necesite alrededor de medio millón de pilotos para sus aerolíneas en los próximos 20 años.

Es decir: China consume, y lo va a hacer más cada vez; la pregunta es si hay una relación entre lo que esperan algunos y la realidad de un lugar cuyo PIB per cápita está por detrás del de Brasil o Colombia.

 

"¡Abróchense el cinturón! China se prepara para un aterrizaje forzoso"

No parece. Cuando en el primer trimestre de 2011 el gigante asiático redujo el crecimiento de su economía hasta un 9,7% anual empezaron a sonar las alarmas. Se había traspasado la barrera psicológica del 10% de crecimiento, y eso en medio de una anemia global provocada por la Gran Recesión de 2009. ¿Se estaba preparando el dragón chino para aterrizar? ¿Lo haría de forma suave, o demasiado rápido, estrellándose contra el suelo? Desde entonces, cada poco tiempo, se vuelve a sacar el tema del aterrizaje forzoso de China. Ahora el crecimiento del PIB se sitúa en el 7,3% interanual. Es el menor de los últimos cinco años.

Y, sin embargo, esto de momento parece suficiente para generar empleo y riqueza y evitar las tan temidas revueltas sociales. Esa caída de un 2% en el crecimiento del PIB se ha producido en un período de tiempo razonable: tres años. Parece que el aterrizaje será suave. Ahora, el instituto de estudios económicos estadounidense Conference Board ha cifrado el crecimiento previsto para China en el periodo 2015-2019 en el 5,5%; en el largo plazo, 2020-2025, será de 3,9%. Sorprendentemente bajo.

Además, hay que tener en cuenta que los datos de PIB chinos no son del todo fiables. Las distintas regiones tienen cuotas, y los jefes locales del partido siempre han tenido interés en maquillar las cuentas en un sentido o en otro. Es lo que la revista The Economist ha dado en llamar “el arte del masaje chino” de los datos macroeconómicos.

 

"Hay altas dosis de dramatismo internacional" 

. “Aquí están los indicios de que el momento Lehman es inevitable en China”, “¿El momento Lehman de China?” o “Pánico bancario en China” son solo algunos de los titulares que han copado las páginas de los diarios internacionales en los últimos meses. Algunos se desataron tras conocerse que una entidad financiera, el China Credit Trust, había entrado en situación de impago de uno de sus productos de inversión. Algunos dijeron que esto ponía en riesgo la salud del sistema financiero del país. Pero obviaban la enorme capacidad de liquidez y reservas monetarias de las autoridades chinas. Dicho de otro modo: Pekín tiene tanto dinero público e interviene de forma tan habitual en la economía a través de unos bancos que controla y unas empresas públicas que le pertenecen (a ocho de cada 10 miembros de los consejos de Administración los nombra el gobierno), que un “momento Lehman” de hecho, era bastante poco probable; solo bastaba con regar la entidad en situación problemática de yuanes.

Otra de las pruebas de cobertura mediática algo neurótica es el gran tópico de que, por debajo de una determinada cifra de crecimiento de PIB, hay riesgo de que empiecen a producirse revueltas sociales e inestabilidad política. Todos los corresponsales en China hemos cometido el mismo error, en parte porque lo repiten hasta la saciedad los propios analistas chinos. Lo que va cambiando es el dato. En los meses previos a los Juegos Olímpicos de 2008 la cifra rondaba el 9%. Años después, el 8%, “crecimiento por debajo del cual se genera inestabilidad social”. Y, sin embargo, en el 7,3% actual el dominio del PCCh sigue siendo de hierro; y la voces críticas, escasas.