¿Podría la participación de la milicia chií en el conflicto sirio desatar una guerra sectaria en Líbano?

 

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“Hezbolá es una organización terrorista”

Para muchos. Hezbolá consta como organización terrorista extranjera en las listas de Estados Unidos desde 1997. Así como en la de los Países Bajos, del Consejo de Cooperación del Golfo, de Inglaterra, Australia, Canadá e Israel. Recientemente, la UE ha incluido a su brazo militar también. Una decisión que podría dificultar las relaciones políticas y económica con el Gobierno libanés dado que la rama política de Hezbolá es miembro de la coalición que lidera Líbano.

A finales de los 80, la milicia lideró una oleada de secuestros de extranjeros, liberando al último rehén en 1991. El mayor acto de terrorismo perpetrado se remonta a
1983, donde murieron 301 personas en dos atentados simultáneos, la mayoría uniformados estadounidenses y franceses.

Con el acuerdo de TAEF en 1989, que puso fin a  la Guerra Civil libanesa, todas las milicias se disolvieron abandonando las armas excepto Hezbolá, que desde entonces no ha dejado de fortalecerse hasta ser considerada la milicia más fuerte de Oriente Medio y más poderosa que el propio Ejército libanés. Se calculan que tiene entre 6.000 y 10.000 efectivos, mientras que centros en consonancia con la organización llegan a estimar hasta en 65.000 sus combatientes.

En 1992, Hezbolá se insertó la vida política, participando por primera vez en los comicios y ganando 12 escaños. Hoy, forma parte de la coalición política que gobierna el país de los cedros.

En los últimos meses y con la participación abierta de la milicia en el conflicto sirio junto al régimen de Bachar al Assad, irónicamente, es Hezbolá y sus feudos en el Líbano quienes se han convertido en objetivo de ataques terroristas como el perpetrado  recientemente en el barrio chií de Dahie (periferia de Beirut). Además, la organización es percibida hoy como una prolongación del régimen sirio en Líbano y, por lo tanto, objetivo de los ataques de aquellos grupos suníes que apoyan al Ejército Libre Sirio (ELS).

Desde la creación de Hezbolá en 1982 Siria e Irán se han establecido, no sin ciertas diferencias iniciales, como principales pilares de Hezbolá. Teherán es considerado el banco que financia a la milicia con entre 100 y 200 millones de dólares anuales. A esta financiación se suman los beneficios extraídos  del comercio ilegal en América Latina, estimados entre 10 y 20 millones de dólares al año. A ello hay que añadir un apoyo nada  desdeñable de una creciente burguesía chií nacida de la diáspora libanesa en África que anualmente contribuye con grandes sumas a Al Hiz (El Partido, como se hace referencia en árabe a Hezbolá).

 

“Se juega mucho en Siria”

Bastante. Hezbolá se encuentra en una coyuntura muy difícil: defender sus intereses como milicia de resistencia contra Israel, como partido político libanés que ha de responder ante sus votantes y miembro del Gobierno al tiempo que atiende las llamadas de sus adeudados, Siria e Irán. Mantener al régimen de Bachar al Assad con vida es mantener también en parte la supervivencia de Hezbolá, al menos con el mismo poder que ha acumulado hasta ahora. La organización ha optado, al menos en la retórica, por participar en el conflicto sirio allí donde sus intereses coinciden con los del régimen de Al Assad, justificándose así antes sus seguidores.

A través de discursos televisados, Sayyed Hassan Nasralá, líder de la organización, intenta comunicar a sus seguidores una estrategia en la que la participación militar de Hezbolá en Siria es más un acto de autodefensa que de guerra. La lucha se enfocaría contra los radicales suníes y más concretamente contra el Frente Al Nusra (rama de Al Qaeda en Siria) como un potencial enemigo que de no ser neutralizado no solo acabará con el régimen sirio, sino que Hezbolá se convertirá  en el siguiente objetivo una vez infiltrados en territorio libanés. En su estrategia, la milicia llama también a la defensa de los lugares santos, así como de los 30.000 ciudadanos libaneses que habitan en territorio sirio.

Expuestos a los ataques con mortero desde Siria, muchos libaneses chiíes que habitan la frontera este de Líbano con Siria han superado sus reticencias iniciales a una participación de Hezbolá. La milicia afirma construir un buffer en torno a su lado de la frontera, la región de la Bekaa, para proteger a sus hombres y a la población.

 

“La milicia es un gran apoyo para el régimen sirio”

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. La presencia de Hezbolá en esa zona aporta un apoyo estratégico al régimen de Al Assad para asegurarse un corredor entre Damasco y Latakia, refugio para los alauíes en caso de una caída de la capital en manos rebeldes. La ciudad de Qusair yace justo en el camino entre Damasco, Homs y Latakia. Qusair significa una posición estratégica para la entrada de armas tanto de los rebeldes como para Hezbolá. Israel ha dejado claro a Damasco que no tolerará el tránsito de armas hacia Líbano. Un corredor libre hacia la capital siria permite el rearme de Hezbolá. Con un régimen debilitado y numerosos soldados desertando, el régimen sirio no podría aplacar todos los frentes abiertos. Repartiendo el trabajo con Hezbolá al oeste y con la eficacia demostrada por la milicia permitiría a Al Assad centrarse en el este y centro del país.

Si bien Qusair ha marcado la entrada oficial de Hezbolá en la guerra Siria, la milicia ya estaba presente en territorio sirio desde el inicio del conflicto. Inicialmente se especulaba con tan sólo una asistencia estratégica de unos 1.500 cuerpos de elite. Para luego pasar a una participación directa en el combate. La primera mención a mártires de Hezbolá en la refriega siria fue hace poco más de un año cuando la prensa local filtró que decenas de combatientes de la milicia libanesa habían muerto en una operación en Zablatani, periferia de Damasco. El Ejército sirio estaba volcado en otras regiones del país y no disponía de tiempo para enviar tropas para contener el número creciente de rebeldes. Habría recurrido entonces por primera vez a Hezbolá al estar a pocos kilómetros del otro lado de la frontera para repeler el ataque.

A pesar de la contaminación confesional creciente de la guerra siria entre chiíes y suníes,  el grueso del Ejército sirio que combate en nombre del régimen son suníes como la mayoría de los habitantes del país.

 

“El conflicto sirio arrastra a Líbano a la guerra civil”

Puede ser, pero todo apunta más bien hacia la radicalización de conflictos localizados en los tres bastiones suníes conservadores libaneses fronterizos con regiones o bolsas chiíes  como Trípoli en el norte, Sidón en el sur y Arsal al este.

¿Fieles a Siria o a Líbano? Esta es la pregunta que ronda a aquellos que siempre dudaron de las armas con recibo de Siria e Irán, creyendo que llegado el día Hezbolá las usaría contra los libaneses si hubiera de elegir entre sus conciudadanos y el régimen sirio. Desde la retirada del Ejército israelí de Líbano en 2000, las aventuras bélicas de Hezbolá le han valido mala prensa entre la población local. A la devastadora guerra de julio de 2006 contra Israel, se suman la mini guerra en Beirut entre seguidores de Hariri y Hezbolá de 2008, añadiendo hoy el conflicto sirio. Inestabilidad que alimenta el discurso crítico y cada vez más popular contra un Hezbolá que para muchos ha dejado de orientar sus armas hacia Israel para enfrentarse a todos aquellos que se opongan a los intereses de la milicia, de los chiíes o de sus protectores regionales. No obstante, la participación de los suníes libaneses en la guerra siria a favor de los rebeldes ha sido clara y pública desde el principio del conflicto, sin despertar tantas críticas como lo ha hecho Hezbolá.

La milicia ha optado por una guerra de proxies en su propio país. Usa a sus aliados suníes libaneses, como el partido naserista de Osama Saad o el  Frente Islámico del jeque Maher Hammoud en Sidón para confrontar a sus enemigos. Así lo hizo cuando su más ruidoso crítico en Líbano, el jeque salafista Ahmed el Asir, optó por abandonar la dialéctica y recurrir a las armas contra los aliados de Hezbolá. La milicia rehuyó una vez más la confrontación directa anteponiendo a sus aliados o dejando en manos del Ejército la contención de sus opositores.

En Trípoli, la milicia cuenta con otras facciones suníes aliadas como la del Jeque Shaaban y su Movimiento de Unificación Islámica o los alauíes  del Jebel El Mohsen, que arrastran un conflicto desde hace más de tres décadas contra los suníes del barrio Bab El Tabaneh.

En la región de la Bekaa, la naturaleza de los enfrentamientos difiere del resto del país. El pueblo de Arsal es un oasis conservador suní en medio de una vasta región donde clanes chiíes se han fortalecido a base del comercio ilegal y del control de rutas de contrabando. Las dinámicas de oposición entre grandes familias y clanes suníes y chiíes en esta región se escapa en ocasiones al control de Hezbolá para derrapar en intercambios de secuestros, asesinatos y ajustes de cuentas. Las familias suníes de Arsal, firmes aliados de los rebeldes sirios, se enfrentan contra los clanes chiíes, en ocasiones por razones personales y en otros por motivos relacionados con el conflicto sirio.

Arsal se ha convertido en un Estado dentro del Estado, obviando la política de cautela del régimen libanés y acogiendo a miles de refugiados y decenas de combatientes rebeldes sirios. Es un punto de paso de armas, contrabando, de descanso para los combatientes y refugiados sirios a pocos kilómetros de la frontera.  Por ello representa el mayor enemigo para Hezbolá en Líbano, al no disponer éste último de proxies suníes en la región que puedan neutralizarlo.

El riesgo de estallido de una guerra generalizada en todo Líbano podría venir de la periferia de Beirut, donde conviven suníes y chiíes en un mismo barrio, a diferencia del resto de las regiones monoconfesionales del país donde la contención de enfrentamientos armados es más factible.

Por último, otro factor que podría empujar al país de los cedros hacia la guerra civil son los crecientes ataques contra las Fuerzas Armadas libanesas. En regiones como Arsal, Sidón o Trípoli, bastiones del sunismo conservador libanés, el Ejército es considerado como instrumento de Hezbolá y, por lo tanto, partidario del régimen sirio contra sus propios ciudadanos. Los ataques a los uniformados se han incrementado, dejando una treintena de soldados muertos en lo que va de año. Paralelamente, los habitantes de regiones chiíes como Hermel se organizan en comités de defensa populares acusando al Ejército de su pasividad ante los ataques sufridos desde territorio sirio. Convertido en cabeza de turco, los ataques al Ejército libanés corren el riesgo de implosionar la única institución que hasta ahora mantenía un semblante de unidad, seguridad y estabilidad en el país.

 

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