En estos días en los que la secretaria de Estado EE UU, Hillary Clinton, emprende viaje a África, el continente está en mucha mejor situación de lo que piensa la mayoría de los expertos.

 

“Las condiciones en África son medievales”

Ni mucho menos. Es verdad que algunos países de la región son tan pobres como era Inglaterra en tiempos de Guillermo el Conquistador, pero eso no significa que África esté al borde del desastre. ¿Cuántos siervos tenían teléfono móvil? Más de 63 millones de nigerianos lo tienen. Cada año, millones de personas viajan en autobús y camión por el continente, pese a que la típica carretera africana sigue estando llena de baches. Entre las tecnologías modernas que son hoy omnipresentes en territorio africano están el cemento, la chapa de zinc, el cable de acero, las tuberías, las láminas y los contenedores de plástico, la ropa sintética y de algodón barato, los zapatos con suela de goma, las bicicletas, el butano, las velas de parafina, los bolígrafos, el papel, los libros, las radios, los televisores, las vacunas, los antibióticos y las mosquiteras.

La difusión de estos productos ha ayudado a expandir las economías, mejorar la calidad de vida y extender la buena salud. Aproximadamente el 10% de los niños muere en su primer año de vida; un porcentaje que todavía es escandalosamente alto, pero muy inferior al promedio europeo de hace ni tan siquiera 100 años, y mucho menos hace 800. Y son analfabetos alrededor de dos tercios de los africanos, un nivel que en España no se alcanzó hasta los años veinte del siglo pasado.

 

“África está inmersa en una trampa maltusiana”

No exactamente. El mundo de Malthus era un mundo de economías estancadas en las que el crecimiento de la población se veía obstaculizado por la mala salud, la hambruna o la guerra. Gracias a la difusión de nuevas tecnologías e ideas, las economías africanas están en rápida expansión y el crecimiento de la población va acompañado de mejor salud.

La producción del continente africano se multiplicó por 6,5 entre 1950 y 2001. Por supuesto, la población se multiplicó casi por cuatro, de modo que el PIB per cápita no aumentó más que un 67%. Pero no se puede decir que eso sea estancamiento. De hecho, hay un solo país en la región (la República Democrática del Congo) en el que los índices de crecimiento del PIB han crecido hasta este año por debajo del 0,5%, el ritmo de crecimiento normal cuando Malthus escribía en la Gran Bretaña de principios del XIX. Y, aunque ha habido demasiadas catástrofes humanas en la zona, la gran mayoría de los habitantes no se ha visto afectada por ellas. El porcentaje de africanos subsaharianos que murieron anualmente en guerras durante el último tercio del siglo XX fue de un 0,01%. El porcentaje medio de afectados por la hambruna en los últimos 15 años ha sido de menos del 0,3%. Desde 1960, la mortalidad infantil ha caído en África del 26,5% al 15%, y la expectativa de vida ha aumentado en 10 años.

 

Simon Maina/AFP/Getty Images

“La buena salud y la educación son demasiado caras para los países africanos”

Sólo a veces. Algunas enfermedades extendidas en la región -especialmente el sida- siguen siendo caras de tratar. Pero las intervenciones más eficaces para fomentar la salud en África son extraordinariamente baratas. La lactancia materna, lavarse las manos, las soluciones de azúcar y sal, las vacunas, los antibióticos y las mosquiteras salvan, en conjunto, a millones de personas, y podrían a salvar a millones más; y ninguna de ellas cuesta más de 5 dólares (unos 3’5 euros por unidad). El despliegue de un programa de vacunación, por ejemplo, ha reducido las muertes anuales por sarampión en la región de 396.000 a 36.000 en sólo seis años. Y, aunque no va a haber matriculaciones universitarias generalizadas en Chad de aquí a corto plazo, algunos países muy pobres han logrado ya una educación primaria casi universal gracias, en gran parte, a la escolarización gratuita. En Nigeria, se calcula que el 72% de los niños que comienzan la escuela primaria consiguen completarla hasta el último curso.

El hecho de que hasta los Estados más pobres puedan permitirse ofrecer un nivel básico de servicios sanitarios y educativos a todos sus ciudadanos es uno de los motivos por los que muchos países africanos que siguen siendo hoy tan pobres como siempre están viviendo, incluso así, un progreso considerable en materia de sanidad y educación. Es el caso de Níger, un país sin acceso al mar y formado en gran parte por desierto. En 1962, con una renta nacional per cápita de 170 dólares, era de una pobreza absoluta. Hoy no es mucho más rico: la renta per cápita es de sólo 280 dólares. Sin embargo, la expectativa de vida ha pasado de 40 a 57 años y la tasa de alfabetización se ha multiplicado por más de tres en ese tiempo.

 

“Aumentar el número de escuelas y clínicas es la clave para la educación y la sanidad”

Ojalá. Construir escuelas y mejorar el acceso a la asistencia médica es un primer paso fundamental, y los miles de nuevas escuelas primarias y programas de asistencia sanitaria son verdaderos éxitos regionales que han desempeñado un papel importante a la hora de mejorar la calidad de vida. Pero ese acceso no es más que un primer paso. Para empezar, la calidad de los servicios es a menudo atroz. Un estudio reciente sobre los profesores de matemáticas de primaria en siete países del sur de África descubrió que sacaban peores puntuaciones que sus alumnos. Además, existen fuerzas sociales que desempeñan un papel esencial. Deon Filmer, del Banco Mundial, ha examinado localizaciones de escuelas y datos de inscripción en 21 Esatdos y ha calculado que, si cada hogar rural tuviera al lado una escuela, la asistencia se incrementaría en sólo un 3%. Como factor, son más importantes las actitudes: por ejemplo, algunos encuestados en Burkina Faso dijeron que enviar a las niñas a la escuela era la forma más segura de que acabaran siendo prostitutas.

En cuanto a la sanidad, los datos de sondeos de 45 países en vías de desarrollo sugieren que, si los padres estuvieran mejor educados y supieran algo más de los tratamientos, sólo eso podría reducir la mortalidad infantil aproximadamente en un tercio, según los análisis de Peter Boone y Zhaoguo Zhan. Esto indica la importancia de la educación y la difusión social para la sanidad. En Bangladesh, por ejemplo, las ONG han fomentado la construcción y el uso de letrinas en las zonas rurales a base de difundir el mensaje de que defecar en el campo acaba haciendo que, en la práctica, la gente se coma sus propias heces. Esta estrategia ha tenido más éxito que los programas tradicionales que se limitaban a subvencionar la construcción de letrinas.

 

“La televisión es el nuevo opio de las masas”

Depende de lo que vea la gente. La serie estadounidense Baywatch (Los vigilantes de la playa)la han visto más de mil millones de personas en todo el planeta, y no hay más remedio que preguntarse si podían haber encontrado una forma mejor de pasar el tiempo. No obstante, la importancia del conocimiento y las actitudes para que el desarrollo tenga éxito indica que las tecnologías de la comunicación pueden tener un gran papel. Y los estudios de todo el mundo sugieren que ver la televisión puede ejercer una gran influencia en los hogares pobres. En Brasil, las mujeres que siguen los culebrones en la red de cadenas de O Globo tienen menos hijos, quizá como consecuencia de ello. En India, la mayoría de los hogares en el Estado de Tamil Nadu tienen televisión por cable, y eso, según Emily Oster y Robert Jensen, del National Bureau of Economic Research, va asociado a una mayor igualdad entre los sexos en la familia, mayor escolarización de las niñas y (una vez más) menos fecundidad. En África, las campañas televisivas han contribuido a crear conciencia sobre el sida en varios países. Y la televisión no es lo único que puede modificar las actitudes. El uso de los programas educativos públicos ha contribuido enormemente a aumentar la inmunización, mejorar la higiene, crear conciencia sobre las minas antipersona y promover la lactancia materna.

 

“Desarrollo significa crecimiento económico”

Es más que eso. El argumento de que el África subsahariana sufre una crisis de desarrollo se apoya en estadísticas pesimistas sobre el comportamiento económico de la región. El crecimiento medio de las rentas per cápita durante los últimos 45 años está justo por encima del 0,5%. Aproximadamente, la mitad de la población de la zona sigue viviendo con menos de un dólar al día. Es necesario más crecimiento económico. Pero ésta es una perspectiva limitada sobre lo que de verdad contribuye a la calidad de vida. Si existen una educación y una sanidad básicas asequibles incluso en los países más pobres, y si el conocimiento y las ideas tienen un gran papel a la hora de crear una demanda de esos servicios, no parece que el crecimiento de las rentas vaya a ser por sí solo una panacea.

Y eso es lo que indican también los datos extraídos de varios países. El crecimiento económico es un factor relativamente menor en la mejora de la sanidad y la educación, además de otros elementos de la calidad de vida. El estudio realizado por el economista William Easterly sobre la “vida durante el crecimiento” en todo el mundo llega a la conclusión de que los cambios de la renta per cápita son el motor de la mejora en unos tres de entre 69 criterios para medir el desarrollo en sentido amplio: la ingesta de calorías, la ingesta de proteínas y los teléfonos fijos por persona. Sin embargo, en el caso de los otros 66 criterios -que abarcan la sanidad, la educación, la estabilidad política y la calidad del gobierno, las infraestructuras y el medio ambiente-, el crecimiento de la renta no es el factor decisivo. En la vida hay mucho más que dinero, y las personas preocupadas por el desarrollo tienen que pensar en términos más  amplios si pretenden ayudar a sostener el progreso de África.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, que fijaban metas mundiales en áreas como la sanidad, la educación y el medio ambiente además de las rentas, son un buen avance en esta dirección. Algunos de ellos son demasiado ambiciosos para que varios países al sur del Sáhara puedan alcanzarlos antes del plazo fijado de 2015,  incluso aunque continúen su espectacular progreso. Pero, por lo menos, ayudan a que los que se dedican al desarrollo fijen su atención más allá del PIB per cápita.

 

“La ayuda no funciona”

A veces. Sí, gran parte de la ayuda destinada a África se desperdicia, y otra parte sirve para apoyar ideas estúpidas o a países que no la emplean bien. Pero la ayuda también ha apoyado algunos programas que han mejorado verdaderamente la calidad de vida: ha sostenido programas de vacunación contra el sarampión, ha ayudado a la erradicación de la viruela y la lucha contra la ceguera de río, ha financiado programas de radio educativos y la construcción de redes de alcantarillado, ha ofrecido becas para que los niños pobres puedan permanecer en la escuela. La propia conclusión de la vasta literatura sobre el impacto de la ayuda en el crecimiento económico es más positiva de lo que puede creerse. Los investigadores Hristos Doucouliagos y Martin Paldam llevaron a cabo hace poco un metaestudio sobre la eficacia de la ayuda que suma resultados de 543 cálculos hechos en 68 documentos. El trabajo sugiere un pequeño impacto positivo de la ayuda en los índices de crecimiento de la renta per cápita, aunque el resultado no tiene demasiada solidez desde el punto de vista estadístico. Y, con un mejor conocimiento de los motores del desarrollo en África y otros lugares, la ayuda podría desempeñar un papel aún mayor.

En África hay demasiada gente que sufre bajo regímenes dictatoriales; demasiados padres que ven morir a sus hijos de enfermedades que pueden tratarse por unos céntimos; demasiados niños que abandonan la escuela sin estar educados o ni siquiera van a clase. Sin embargo, hay muchas cosas que van bien, entre ellas, y como puede demostrarse, las considerables mejoras de la calidad media de vida en toda la región y el papel positivo desempeñado por gobiernos y donantes en el proceso. Comprender ese progreso y sus causas es un paso importante para garantizar que continúe, con el fin de que cada vez menos padres sufran la pérdida de un hijo, cada vez más niños se eduquen y cada vez más africanos puedan vivir en paz.

 

 

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