La Gran Ruta de la Seda atravesaba las montañas Pamir (en la foto) en Asia Central. Fotolia.
La Gran Ruta de la Seda atravesaba las montañas Pamir (en la foto) en Asia Central. Fotolia.

¿Realidad o solo una quimera? La Ruta de la Seda es el gran proyecto estratégico de China y una apuesta cargada de oportunidades no solo para Pekín sino también para Europa y otros países. Eso sí, también hay obstáculos, especialmente, la inestabilidad que sufre Asia Central y Oriente Medio.

Una epopeya mercantil sin perspectivas de futuro”

Falso. La Ruta de la Seda es la gran apuesta estratégica de China como superpotencia. Pekín combina en este reto sus necesidades interiores de preservar la estabilidad de sus fronteras y la de la provincia occidental de Xinjiang, asegurarse el suministro de energía y de mercados para sus exportaciones, desarrollar vías de transporte terrestre como alternativa a las azarosas vías marítimas y reducir las enormes diferencias de riqueza entre su zona costera y el interior del país. La política china de desarrollo del oeste de la nación y su nueva diplomacia abierta hacia el occidente del continente euroasiático suponen una fabulosa ventana de oportunidades para Europa.

Fue en Kazajistán en septiembre de 2013 cuando el líder chino Xi Jinping anunció su voluntad de relanzar la vía de las caravanas de camellos que hace 23 siglos instauró de forma regular el comercio entre Asia y Europa. En un vehemente discurso plagado de guiños al pasado y al futuro de Oriente y Occidente, el Presidente de China hizo hincapié en la necesidad de impulsar el desarrollo de los vecinos, lo que exige trazar una red vial común que facilite el transporte de mercancías y de pasajeros a través de las montañas, desiertos y ríos del continente euroasiático. “En el corredor económico de la Ruta de la Seda viven cerca de 3.000 millones de personas”, enfatizó Xi para llamar la atención sobre “el enorme mercado existente”.

Un mes más tarde, en Yakarta, durante un discurso en el Parlamento indonesio, el líder chino aseguró que no solo pretendía crear una red de conexiones terrestres, sino que también quería poner en marcha la Ruta de la Seda marítima del siglo XXI para unir el Sureste Asiático al Mediterráneo y las costas de África, a través de las de Oriente Medio. Xi se comprometió a impulsar la cooperación entre los países asiáticos y africanos bajo el principio de win-win (todos ganan).

La Ruta de la Seda ha estado siempre en el imaginario político y cultural de China, en cuyas excavaciones arqueológicas de tumbas de hace veinte, diez o cinco siglos siguen apareciendo esculturas de hombres de barbas y grandes narices llegados de muy lejos para comerciar con la que fue primera potencia económica del mundo hasta el siglo XVIII. No es de extrañar que Xi haya recurrido a esta vía histórica en su empeño por hacer realidad el sueño del renacer del Imperio del Centro. Su plan pretende la construcción de todo un entramado de ferrocarriles, autopistas, puertos y vías marítimas, además de gasoductos, oleoductos e infraestructuras para la extracción mineral y ...