Migrantes en Messina, Italia. (Giovanni Isolino/AFP/Getty Images)
Migrantes en Messina, Italia. (Giovanni Isolino/AFP/Getty Images)

¿Responde la nueva Agenda Europea de Migración a los retos actuales?

El pasado 13 de mayo la Comisión Europea presentó la esperada Agenda Europea sobre Migración: Gestionando mejor la migración en todos los aspectos. Esperada a la luz de las tibias respuestas dadas por los Estados miembros ante los dramáticos acontecimientos en el Mediterráneo, a las puertas de Europa. Y esperada también porque desde el inicio de su mandato, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, había señalado como prioridad la necesidad de revisar la denominada política europea de inmigración.

La nueva Agenda se divide en dos partes: la primera hace referencia a las acciones inmediatas que deben tomarse, mientras la segunda plantea la necesidad de revisar –sin grandes innovaciones–algunos de los elementos que, desde 1999, conforman las líneas de trabajo claves de la acción europea en materia de inmigración.

La primera reflexión sobre esta Agenda Europea de Migración es que, sin duda, llega tarde y mal. Tarde, porque los Estados miembros han sido incapaces, en los diferentes encuentros de alto nivel realizados en abril, de ofrecer respuestas concretas a situaciones de gravedad como las vividas en las últimas semanas en el Mediterráneo. Mal, porque a pesar de su colorida presentación, la comunicación carece de la ambición política deseada y de las propuestas específicas esperadas.

Es cierto que en la medida de sus posibilidades, la Comisión intenta con esta propuesta animar a los Estados miembros a que sean más ambiciosos a la hora de afrontar los retos de gestión que supone la movilidad internacional. Pero su margen de maniobra es limitado, pues estamos muy lejos de tener una política de inmigración común. Por el momento, existen 28 políticas, 28 sensibilidades y 28 intereses distintos en esta materia, de las que los últimos responsables son los Estados.

La nueva Agenda nace pues en un momento convulso, por lo que parece adecuado preguntarse hasta qué punto responde a los retos actuales a los que se enfrentan los países de la Unión Europea.

 

"Una crisis migratoria distinta a las anteriores"

Rotundamente sí. El Mediterráneo es, desde hace tiempo, una de las rutas migratorias más complejas, dinámicas y populosas del mundo. Pero lo cierto es que, a pesar de la atención mediática prestada a los intentos de alcanzar las costas europeas que se suceden desde principios de la década de 2000, la vía marítima ha sido siempre un acceso secundario para los flujos de inmigración irregular hacia la Unión Europea. De hecho, no ha sido hasta hace poco tiempo cuando esta dinámica se ha revertido. Y la explicación tiene nombre de país: Libia y el derrumbe del régimen de Gadafi en 2011 y la guerra civil siria a partir de 2013.

Estamos, por lo tanto, ante una crisis de dimensiones y características diferentes. Las personas que arriesgan su vida para llegar a las costas europeas no son ya, mayoritariamente, migrantes económicos, sino personas que buscan protección internacional, huyendo de la violencia, el conflicto y el ...