La primera ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, llega en una ceremonia de presentación en el Estadio Nacional Sher e Blagla, diciembre de 2014. Munir Uz Zaman/AFP/Getty Images.
La primera ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, llega a una ceremonia de presentación en el Estadio Nacional Sher e Blagla en Dacca, diciembre de 2014. Munir Uz Zaman/AFP/Getty Images.

El disfuncional sistema bipartidista bangladesí se encuentra al borde del colapso mientras el país se paraliza por el enfrentamiento entre Gobierno y oposición.

La alternancia en el poder de los dos grandes partidos políticos de Bangladesh, la Awami League (AL) y el Bangladesh National Party (BNP), parece haber llegado a su fin tras haber funcionado a trompicones desde 1991.

La situación política ha alcanzado una profunda crisis tras la convocatoria de un hartal o huelga a nivel nacional por parte del BNP, que además ha exhortado a sus seguidores a bloquear las comunicaciones del país. El motivo de la convocatoria era protestar en el aniversario de las elecciones de enero de 2014, en las que resultó victoriosa, por abrumadora mayoría, la Awami League. Dichos comicios fueron boicoteados por el BNP, mientras que al tercer partido político de Bangladesh y aliado habitual del BNP, el islamista Jamaat e Islami (JI), se le prohibió participar en las mismos.

Desde el pasado 5 de enero, el país se encuentra en una situación de caos, con miembros de la oposición bloqueando carreteras y vías fluviales y las Fuerzas de Seguridad recurriendo cada vez a medidas más represivas. La espiral de violencia continúa en aumento, con la entrada en escena de extremistas religiosos, en su mayor parte seguidores del Jamaat e Islami. Los islamistas bangladesíes están particularmente molestos con el Gobierno secular de la AL y la persecución lanzada en 2009 contra muchos de sus líderes por su colaboración con el Ejército de Pakistán durante la guerra de secesión de 1971. La cifra de muertos supera el centenar, y podría seguir creciendo en vista de que las posiciones se radicalizan día a día.

La situación que vive Bangladesh se puede reducir, de manera un tanto simplista, como la consecuencia del enfrentamiento de las dos grandes begums (damas) de la política nacional: Sheikh Hasina, líder de la Awami League y Khaleda Zia, del Bangladesh National Party. La antipatía, además de tener raíces personales, representa el choque entre dos formas de entender el país. A nivel personal, las posiciones no podían ser más enconadas. Sheikh Hasina es hija de Sheikh Mujibur Rehman, fundador de la AL y líder del movimiento por la independencia de Bangladesh. Rehman fue depuesto y asesinado en 1975 en un golpe de Estado llevado a cabo por el general Ziaur Rehman, cuya viuda no es otra que Khaleda Zia.

En cuanto a la ideología de ambos partidos, la principal diferencia la representa la apuesta por el secularismo y la proximidad con India de la Awami League, en contraposición al papel preponderante que el BNP, sin ser un partido islamista, otorga al islam y a su escasa simpatía por su gigantesco vecino. Con respecto a programas económicos o limpieza de sus gobiernos, ambos partidos han demostrado ser capaces de increíbles niveles de corrupción e ineficacia en su gestión, si bien la AL ha conseguido cierto desarrollo económico desde 2009.

La Awami League de Sheikh Hasina llegó al poder por segunda vez (su anterior mandato fue entre 1996 y 2001) en unas elecciones celebradas en 2009, tras un interludio de gobierno interino auspiciado por el Ejército que acabó con el corrupto mandato del BNP en 2006. En esta ocasión, la AL obtuvo una mayoría considerable, lo que le permitió, por primera vez desde 1991, impulsar cambios en la Constitución. Por desgracia, el programa de la AL, respaldado por su mayoría parlamentaria, se ha centrado desde entonces en reducir a la oposición a la mínima expresión mientras acapara cada vez más poder en manos de la primera ministra Hasina.

En 2009, el Gobierno de la AL estableció el International Crimes Tribunal para juzgar crímenes cometidos durante la guerra de secesión de Bangladesh en 1971. La gran mayoría de los juzgados, de los que cerca de una decena han sido condenados a muerte, son líderes del Jamaat e Islami, partido islamista cuyas milicias cometieron un buen número de atrocidades en apoyo de las tropas paquistaníes en 1971. Ninguna ejecución se ha llevado a cabo por el momento, lo que no ha impedido que seguidores del JI hayan provocado serios disturbios en Bangladesh desde 2012. Igualmente, seguidores de la AL han convocado manifestaciones masivas en demanda de la ejecución de las condenas.

En 2011, Sheikh Hasina hacía aprobar por el Parlamento la 15ª enmienda a la Constitución, por la que se abolió el sistema de gobiernos interinos que se hacían cargo de la organización de comicios al final de cada legislatura desde 1991. Este sistema, aunque ni mucho menos perfecto, reducía la posibilidad de manipulación electoral, realmente alta en caso de que cualquiera de los dos partidos, AL o BNP, estuvieran al cargo de organizar las elecciones.

El Gobierno de la AL ha aprovechado su mayoría parlamentaria, reforzada desde los comicios de diciembre de 2013, para modificar la Constitución, de manera que perpetúe su mandato, así como hacerse con el control de los tribunales, silenciar a los medios de comunicación críticos y anular al BNP de Khaleda Zia y a su aliado, el Jamaat e Islami.

Khaleda Zia se encuentra confinada a las oficinas de su partido en Daca por el Gobierno, oficialmente por su propia seguridad, mientras miles de miembros de su partido han sido detenidos o han pasado a la clandestinidad. El pasado 25 de febrero, un tribunal emitió una orden de detención contra Zia por su implicación en un caso de corrupción (está acusada de desviar fondos de una organización de caridad establecida en memoria de su fallecido esposo Ziaur Rehman). Sin embargo, su arresto efectivo se paralizo después de que este mismo tribunal decidiera posponer el juicio un mes el pasado 4 de marzo. La decisión se produjo después de que el día anterior diplomáticos de varios países, entre ellos Estados Unidos, la Unión Europea o Japón, visitarán por sorpresa a Khaleda Zia en su confinamiento.

Es difícil ver una salida a la situación en la que vive Bangladesh que no pase por una mayor represión y el afianzamiento de Shiekh Hasina en el poder. El bloqueo convocado por el BNP, que en buena medida ha escapado al control del partido, está sumiendo al país en la anarquía y paralizando su economía. Hasina, por su parte, parece dispuesta a terminar de una vez por todas con el BNP y su archirrival Khaleda Zia.

De pronunciarse la anarquía, podría darse una intervención militar, algo que no sería novedoso para Bangladesh, que ya vivió bajo dos regímenes militares entre 1975 y 1981 (Ziaur Rehman) y 1982-1990 (Mohammed Ershad). Si bien el actual Ejército del país, purgado por Hasina tras el motín de una de sus unidades en 2009, cuenta con numerosos intereses económicos, promovidos por la propia Primera Ministra. Además, una de las principales fuentes de ingresos de las Fuerzas Armadas en los últimos años la constituye su lucrativa participación en misiones de paz de Naciones Unidas (Bangladesh es el país que aporta un mayor número de cascos azules). Un golpe de Estado militar pondría en peligro estos negocios, lo que podría hacérselo pensar dos veces a los militares antes de intervenir una vez más en la política de Bangladesh.