Un país que sobrevive al sufrimiento, a la incertidumbre.

  • Afganistán
    Pilar Requena
    316 páginas
    Editorial Síntesis, Madrid, 2011

 

La autora confiesa que nunca había pensado que escribiría un libro sobre Afganistán. Educada en la cultura germánica, había forjado buena parte de su prestigio como periodista internacional en la corresponsalía de TVE en Europa Central desde donde cubrió la reunificación alemana y los cambios que se sucedieron tras los conflictos balcánicos. Sin embargo, en el 2006 estuvo en Kabul y empezó una historia profesional y emocional que no ha podido cerrarse porque Afganistán sigue en guerra.

Este libro es un viaje por la historia del país y en ese sentido recoge el espíritu de lo que debe ser un manual clásico, imprescindible para clarificar los contextos en los que se han producido hechos como la invasión soviética, los matrimonios de conveniencia política con la extinta URSS o Estados Unidos, la toma del poder de los talibanes o la presencia de Bin Laden. Pero Afganistán es también un homenaje a la población del país centroasiático, víctimas inocentes retratadas en buena parte de las narraciones mediáticas desde la perspectiva única de la violencia.

Pilar Requena combina el dato histórico con las impresiones recogidas en sus conversaciones con altos dirigentes, señores de la guerra o civiles anónimas bajo sus burkas. La autora dice sentirse en Afganistán como en su casa y que incluso llega a experimentar lo que es la tranquilidad siendo la única mujer entre  muyahidines, confortada en el calor de las reuniones entre alfombras y mucho té, tomando las  notas y apuntes que van apareciendo en el libro.

 

AFP/Getty Images

 

Como periodista española no deja de lado un tema delicado y controvertido como es el de la presencia de tropas extranjeras, entre las que se cuenta el contingente español. Este libro también responde a la sensación personal de la autora de que nunca se ha acabado de explicar con convicción y asertividad qué es lo que están haciendo los soldados internacionales en Afganistán.

A lo largo de toda la obra aflora de manera consistente la colaboración de Requena con Ahmed Rashid, considerado como uno de los mayores expertos sobre los talibanes y la región. La autora incluye múltiples alusiones a este intelectual, que es sin duda su referente a la hora de descubrir y entender un país tan complejo como Afganistán. Ambos además de colaboradores profesionales son amigos, lo que demuestra que la labor periodística es también una fecunda ocasión de tejer relaciones humanas de gran profundidad.

Una de las conclusiones claras de la autora es que la inmensa mayoría de los afganos no quiere la vuelta de los talibanes. La nueva generación de radicales no tiene nada que ver con la de aquel primer grupo que estaba obsesionado con la aplicación estricta de la ley islámica, y que si se plegó a Bin Laden fue porque vino cargado de dinero. Cree la autora que los jóvenes talibanes son expertos en las nuevas tecnologías, alumnos aventajados de los informáticos de Al Qaeda, pero mucho más cerrados. Estima incluso que un hipotético diálogo con ellos sería muy difícil. Al fin y al cabo, muchos de los primeros talibanes lo que querían eran liberar a la población, e incluso los códigos de conducta pastunes incluyen recursos tan políticos como por ejemplo los instrumentos de reconciliación. Hoy apenas hay estructuras sólidas para conducir a los más jóvenes al convencimiento de que una estrategia de paz pueda resultarles beneficiosa. Hay un núcleo duro talibán que no quiere ningún tipo de compromiso.

El libro se resume en un sentimiento claro: más allá del miedo y de la incertidumbre, tan presentes en el mundo de hoy, persiste en el universo de la autora una consistente admiración por la capacidad de los afganos para superar el sufrimiento. Y Afganistán es un deseo claro de renovar un compromiso periodístico y moral con este país. Una forma de poner por escrito que más allá de lo que pueda pasar, en aquel país centroasiático críptico y enigmático, convertido prácticamente en un narcoestado, siempre habrá gentes a las que la autora querrá volver a ver. Ella misma proclama un dicho afgano que resuelve que en la vida “siempre hay un camino a través de las montañas”.

 

Artículos relacionados