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Barack Obama tiene que replantearse las reducciones efectuadas en la práctica en el aún enorme arsenal de armas atómicas o su legado nuclear ni siquiera igualará al de Ronald Reagan o George H.W. Bush.

Hasta ahora, el presidente ha conseguido avances moderados adelgazando arsenales e impidiendo que más naciones o grupos terroristas logren armas atómicas. Pero estos progresos se han logrado con gran dificultad y toda su estrategia está ahora en peligro. La negociación del Nuevo Tratado START con Rusia duró demasiado y sus detractores políticos atrasaron su aprobación en el Senado.

Los retrasos son peligrosos. Amenazan otras iniciativas que están planificadas –como prohibiciones de pruebas nucleares y una inmovilización global de todos los materiales armamentísticos– y causarían estragos diplomáticos. Otros países han aceptado realizar esfuerzos más arduos para evitar la proliferación nuclear basándose en la promesa de Obama de que convencería a los Estados dotados de estas armas para que recortaran sus arsenales. Si las reducciones se estancan, también lo hará la cooperación. Los países retirarán sus ofertas, y los materiales y la tecnología nucleares se expandirán.

Pero Obama puede tomar impulso ejecutando las disminuciones que no dependen de Rusia o del Senado. El primer presidente Bush lo hizo en 1991, y eliminó así, de forma unilateral, más de 3.000 arnas y desnuclearizó el Ejército de tierra y las fuerzas de superficie de la marina. Obama debería empezar por tomar medidas limitadas: hacer público el número de armas que EE UU tiene en su arsenal nuclear, establecer el ritmo de desmantelamiento del excedente de alrededor de 4.200 armas (Bill Clinton retiró unas 1.000 al año, George W. Bush sólo 300 y Obama podría llegar fácilmente a 450) y reducir las armas estratégicas desplegadas de forma inmediata hasta las 1.550, en lugar de esperar los siete años permitidos por el Nuevo START.

Después será el momento de dar pasos más osados: tendría que reducir de forma unilateral el arsenal estadounidense activo a 1.000 armas (todavía tres veces más de lo que los expertos de las Fuerzas Aéreas de EE UU consideran necesario) y retirar las 200 bombas nucleares estadounidenses que permanecen en Europa.

Estas reducciones no dañarán lo más mínimo la seguridad de EE UU ni la global, y Obama tiene mucho apoyo experto de ambos partidos para realizar recortes de este tamaño. Le colocarían en el camino correcto para lograr su apremiante promesa de lograr un mundo sin de armas atómicas.