Andorra La Vella (Pascal Pavani/AFP/Getty Images)

Andorra, Mónaco y San Marino negocian con la Unión varios acuerdos de asociación, ¿qué dificultades conllevan?

Comparten valores, historia, intereses y retos europeos. Utilizan el euro, hablan lenguas oficiales en la Unión Europea y geográficamente son tan europeos como los seis Estados fundadores. Sin embargo, Andorra, Mónaco y San Marino, tres microestados con una población total de 138.000 personas (Bruselas, capital europea, tiene más de 1 millón) optan por permanecer en los márgenes de la Unión, aunque están cada vez más cerca de ella.

La complejidad de la Unión Europea y su carácter sui generis – no es una federación, ni una confederación, tampoco es una organización internacional al uso – se confirma al estudiar las múltiples formas en las que se relaciona con sus vecinos. La UE no utiliza una misma plantilla para tratar con los Estados de Europa que no son miembros y tampoco lo quieren ser. Sin embargo, desde el 18 de marzo de 2015, estos tres microestados negocian con Bruselas uno o varios acuerdos de asociación que les permita tener un marco de relaciones claro y además ser parte del mercado único sin restricciones; así como cooperar en otras áreas. El proceso no está exento de serias dificultades.

El dilema de estos pequeños actores al lado de un gigante como la Unión (la población de los tres representa el 0,03 % de los 508 millones de ciudadanos de la Unión Europea) es fácilmente comprensible. Una mayor proximidad – que en un futuro podría desembocar en la adhesión, aunque ahora no está en la agenda – puede potenciar su economía, dar acceso a unas redes comerciales globales, garantizar la movilidad de sus ciudadanos por los Estados miembros – podrían trabajar y vivir libremente en la UE – y tener acceso a nuevas políticas europeas (Erasmus, fondos para la investigación, etcétera). A cambio, dicho proceso disminuye su grado de autonomía al obligar a estos microestados a converger con normativas europeas que en algunos casos pueden dañar gravemente algunos sectores de sus economías.

La preferencia de la UE es clara: que estos pequeños Estados europeos sean parte del mercado único como una forma de “acercarnos todavía más y enmarcar la interdependencia de nuestra futura prosperidad y competitividad”, según recogían las conclusiones del Consejo Europeo del pasado diciembre. El mercado único y las cuatro libertades indivisibles que lo componen – libre circulación de personas, mercancías, capitales y servicios – es una bandera que la Unión exhibe de forma orgullosa, más aún en estos tiempos en que Reino Unido ya ha firmado la carta que activa el Brexit.

Las relaciones de estos microestados con la UE están condicionadas por las fuertes relaciones económicas y políticas de dependencia con sus Estados vecinos, lo que ha contribuido a su vez a su creciente europeización – referida a la asimilación de las normas y los valores de la Unión – a pesar de permanecer fuera de los tentáculos de Bruselas. Las relaciones de Francia con Mónaco, Italia con San Marino y España y Francia con Andorra han sido los instrumentos más valiosos de estos microestados para integrar, poco a poco, sus economías en la Unión Europea. En suma, el progresivo acercamiento y asimilación de las normas europeas ha venido de la mano de los vecinos y no tanto de las autoridades europeas.

Una dificultad común en estos tres Estados son los aspectos puramente institucionales de firmar un acuerdo de asociación con la UE. Ello supondría crear comités, agencias de expertos y otros órganos que deben encargarse de garantizar el cumplimiento de ciertas políticas (energía, consumo, entre otras). Dada la reducida población activa de estos países, su disposición de encontrar expertos y capital humano suficientes será difícil. La capacidad legisladora también se pondrá a prueba ante la necesidad de adaptar su marco legal y administrativo al acervo comunitario. Andorra tiene 5.800 empleados públicos, Mónaco 3.500 y San Marino 4.065.

Andorra, con 70.000 habitantes, está situada entre Francia y España. No es parte oficial de la zona Schengen, pero no hay requerimientos de visado para cruzar las fronteras (buena prueba de ello son sus 8 millones de visitantes anuales). El país tiene una unión aduanera con Francia, España y el conjunto de la UE (lo que le permite comerciar la mayoría de bienes sin aranceles). La intensidad de las relaciones con España es fácilmente comprensible si tenemos en cuenta los 30.000 españoles que viven en el Principado. Además, participa en el Consejo de Europa, en la OSCE y es miembro de la ONU, además de usar el euro desde su lanzamiento.

El ministro de Asuntos Exteriores del Principado, Gilbert Saboya, aseguró en una entrevista que el acuerdo de asociación con la UE les permitirá “competir de forma global”. Según reconoció Saboya, Andorra tiene como referencia las relaciones que Liechtenstein, otro microestado, mantiene con Bruselas. La economía de Liechtenstein está plenamente integrada en la europea desde que junto con Noruega e Islandia (países que forman parte de la EFTA) se integraron en el Espacio Económico Europeo en 1994, lo que asegura su pertenencia al mercado único. Esta vía de acercamiento a la Unión mediante la incorporación andorrana a la EFTA quedó descartada por reticencias de sus miembros.

Considerada durante décadas un paraíso fiscal, la economía andorrana ha prosperado gracias a un alto grado de secreto bancario, que, sin embargo, se ha ido reduciendo progresivamente desde el inicio de la crisis financiera en 2008. Las nuevas reglas impulsadas desde el G-20 para tratar de meter en cintura al capitalismo global propiciaron múltiples iniciativas para mejorar la transparencia. Se firmaron acuerdos con varios Estados miembros y con la Unión Europea (en febrero de 2016 se rubricó el intercambio automático de información fiscal con el objetivo de perseguir la evasión fiscal). Gracias a ello la OCDE sacó a Andorra de su lista negra de paraísos fiscales.

A pesar de los esfuerzos del Principado por modernizarse (cabe recordar aquí que hasta 1992 los soberanos de este país eran sus copríncipes), la fiscalidad sigue siendo considerablemente más baja que la de sus vecinos. El IVA es del 4%, el impuesto de sociedades, el de renta personal, también de reciente creación, es del (10%). Andorra aspira a mantener su baja fiscalidad y ser una suerte de “pequeña Irlanda” en la Unión.

El tabaco sí es un asunto muy problemático. Es una especie de PAC disfrazada, siendo su precio la mitad que en España y más barato todavía respecto a Francia. Para el Estado andorrano es una industria crucial que supone el 27% de sus ingresos. Con las actuales reglas del mercado único, este sistema económico se iría a pique. Andorra quiere negociar un régimen especial para el tabaco y si no lo consigue, su Gobierno podría llegar al extremo de plantear un referéndum para saber si los ciudadanos están dispuestos a asumir este coste para acercarse más a la UE. En ese escenario es probable que el miedo a un cambio brusco en su sistema económico les llevase a oponerse.

Otro de los asuntos más delicados será el de la libertad de circulación de personas, uno de los pilares del mercado único, y el derecho de los europeos a trabajar en Andorra. Actualmente, existe un sistema de cuotas que en función de la evolución del PIB y las demandas específicas de cada sector acepta nuevos inmigrantes cada año. La posibilidad de que de la noche a la mañana cualquiera de los más de 500 millones de ciudadanos de la UE puedan instalarse en el país produce vértigo a la población local. El Gobierno tratará de negociar una excepción o al menos un régimen transitorio cuando se abra este capítulo de las negociaciones, pero sus posibilidades de éxito, dadas las negociaciones del Brexit que se producirán en paralelo, parecen bastante limitadas.

La República de San Marino, situada en la península italiana, al noreste de los Montes Apeninos, utiliza también la moneda única y puede comerciar sus bienes con Italia y el resto de la Unión sin aranceles. A pesar de que no es parte formal del acuerdo Schengen tiene las fronteras abiertas con Italia. Es también miembro del Consejo de Europa, de la OSCE y de la ONU. La población de San Marino la componen unas 33.000 personas que en 2013 rechazaron en referéndum la idea de pertenecer a la Unión Europea (en realidad una ligera mayoría del 50,28% votó a favor de la adhesión, pero la baja participación hizo que los partidarios de entrar no alcanzaran el umbral del 32% de los votantes registrados). El principal riesgo que perciben los ciudadanos en su negociación con Bruselas se refiere sobre todo a la potencial entrada de europeos en un mercado laboral que está fuertemente protegido.

El Principado de Mónaco, al igual que Andorra y San Marino, usa el euro como moneda nacional. Tiene una población de unas 38.000 personas, es el segundo Estado más pequeño del mundo en superficie (después de El Vaticano) y el que está más densamente poblado. Forma parte del acuerdo Schengen, pertenece también al Consejo de Europa, la OSCE y la ONU. Mónaco tiene, a diferencia de Andorra y San Marino, un acuerdo bilateral con Francia en relación al IVA.

La lucha contra el fraude y el intercambio de información fiscal – un asunto que es cada vez más sensible para la opinión pública europea – es uno de los principales retos a los que se enfrentan las negociaciones entre la UE y estos tres microestados, cuyas economías han atraído históricamente capital por su baja fiscalidad y un alto secreto bancario. Los tres han avanzado en este frente al firmar diversos protocolos, como la normativa de intercambio automático de información de cuentas en materia fiscal, desarrollado por la OCDE. Sin embargo, los tres tienen todavía que comprometerse y adherirse al código de conducta de la Unión sobre fiscalidad empresarial.

Para la Unión Europea, en este momento delicado en que es percibida como una amenaza para la identidad de algunos de sus ciudadanos que dan la espalda a la UE, es importante ser capaz de mantener firmeza al negociar con estos tres microestados a la vez que diseñar acuerdos que respeten sus peculiaridades dado que, por su tamaño y vocación histórica de no pertenecer a los Estados grandes que les rodean, son particularmente sensibles. El leitmotiv comunitario, “unidos en la diversidad”, debe ser interpretado con más inteligencia que nunca.