Una señora pasea por las calles de Ovacik, en la región de Dersim, uno de los núcleos zaza de Turquía.

Desde los 80, dos posturas académicas luchan en Turquía por imponer su verdad sobre esta lengua en peligro de extinción: el movimiento kurdo dirigido por el Partido Democrático de los Pueblos (HDP) asegura que el zaza es el kurdo antiguo mientras otros expertos, acusados de trabajar para el Estado turco, defienden que los zaza son un grupo étnico en sí con una lengua propia.

En la parte oriental de los montes Tauro, a la sombra del conflicto kurdo, entre carreteras que zigzaguean por remotas aldeas de la profunda Anatolia, se esconde una cuestión lingüística y étnica sin resolver: ¿Qué son los zaza? ¿Forman parte del pueblo kurdo o son un pueblo en sí mismo? ¿Su lengua es el kurdo antiguo u otra diferente dentro de la rama irania? Tras tres décadas de infructuosa discusión académica, la solución a este dilema sigue estancada en un mar de reproches mutuos entre las dos posturas dominantes: los defensores del zaza como grupo étnico propio acusan al movimiento kurdo de un continuado intento de asimilación mientras que los kurdos aseguran que los zaza son kurdos y que el Gobierno turco utiliza la causa con el único objetivo de dividir al pueblo en su lucha contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

La semilla de este dilema la esparció a principios del siglo XX el lingüista alemán Oskar Mann, quien viajó por el sur y centro de Anatolia entre 1903 y 1907. Allí apreció, dentro de la corriente orientalista, una diferencia que un siglo más tarde se convertiría en una de las discusiones más importantes para el pueblo kurdo y en un arma divisoria para el Estado turco: los habitantes de Siverek, en la región de Urfa, no hablaban kurmanji, la variante del kurdo que predomina en Kurdistán Norte, sino una lengua diferente que más tarde sería reconocida como el zaza.

Mapa del Zazaistán, o regiones habitadas por los zaza, entregado por Zulfu Selcan a sus estudiantes de la Universidad de Tunceli, cortesía de la Universidad.

Las teorías de Mann y otros estudiosos de las lenguas iranias que le continuaron fueron guardadas en el cajón de los olvidos durante décadas, hasta que encontraron el impulso académico en los 80, cuando explotó la lucha entre el Estado turco y el PKK. Desde entonces, existen dos líneas argumentales. La primera procede de Alemania y nació gracias a los exiliados que, debido a la represión dirigida por el Estado turco contra comunistas y minorías, abandonaron Anatolia durante los 70 y 80. Lingüistas como Mesut Keskin o Zülfü Selcan desarrollaron allí sus estudios y abrazaron la teoría que defiende que el zaza es un pueblo separado del kurdo. El principal argumento que Selcan expone es que “si una región tiene dos lenguas y sus habitantes no pueden llegar a entenderse significa que son dos pueblos diferentes”. En el otro extremo, amparados por importantes organizaciones sociales y educativas kurdas, se posicionan expertos como Rosan Lezgin o Sebahattin Gültekin, quienes consideran al zaza como el kurdo que mantiene una mayor pureza por no haber tenido contacto prolongado con otras naciones.“La lengua zaza sobrevive en las montañas, es el kurdo del que surgieron dialectos como el sorani o el kurmanji. En el pasado, la presión del Estado forzó a la gente a resguardarse en las montañas para salvarse junto con su lengua y religión. No comprendo por qué Oskar Mann dijo que el zaza es una lengua diferente. Él fue a Siverek, pero si hubiese llegado a Dersim habría dicho que allí había otra lengua, otro pueblo, porque hablan diferente a los zaza de Siverek”, explica Gültekin.

Zazaistán, término defendido por quienes consideran que los zaza son un grupo étnico propio, abarca entre otras las regiones turcas de Urfa, Diyarbakir, Elazig, Bingöl, Mus, Bitlis, Erzincan y Dersim en el conocido como Kurdistán norte. Existen diferentes dialectos y comúnmente se divide en función de la religión en norte, representado por el credo aleví de la región de Dersim, y sur, caracterizado por la creencia suní de las aldeas de Bingöl y Diyarbakir. El pueblo, en general ajeno a los pormenores teóricos, se posiciona en función de la fuerza que lidera la región: en Diyarbakir afirman ser kurdos, en Elazig y Bingöl ser zaza o incluso turcos, y en Dersim, la región con mejores indices educativos del país, se alternan las respuestas.

El movimiento kurdo sustenta su teoría, la que dice que los zaza son kurdos, en dos el aspectos. El primero es la similitud gramatical entre el zaza y el kurdo. Gültekin asegura que “si miramos la gramática, los escritos, vemos que el kurdo y el zaza tienen la misma gramática, mientras el zaza y el persa no. La única diferencia entre el kurdo y el zaza son las palabras, que los kurdos han tomado de otros pueblos debido a la convivencia”. El segundo es la Historia. En War and Peace in Kurdistan, Abdulá Öcalan, el encarcelado líder del PKK, recuerda que el pueblo kurdo tiene entre sus antecesores a los medos, quienes habitaron la actual región de los zaza, entre el mar Caspio y Mesopotamia, y abrazaron el mazdeísmo. En su despacho de Diyarbakir, Gültekin añade que la mística de Zoroastro está muy presente en los alevíes y, antes de sucumbir al proceso de sunificación iniciado por el emperador otomano Yavuz Sultan Selim, lo estaba también en los kurdos. Esta presión, radical a veces pero siempre constante, ayudó a abrir la brecha religiosa y lingüística entre los kurdos que se aislaron y los que aceptaron la asimilación. “El zaza y el persa se parecen porque no se han juntado con otros pueblos para salvarse. Que el zaza sea cercano al persa y al Avesta -libro sagrado del Zoroastrismo- demuestra que los zaza no han tenido mucho contacto con otros pueblos y que mantienen el kurdo original. Los kurdos han convivido con árabes, turcos, armenios e incluso Alejandro Magno. Esto ha transformado nuestra lengua”, reitera Gültekin.

 

Asimilación

En Tunceli (Dersim, en kurdo, y Mamaki, en zaza) espera Zülfü Selcan, autor del último alfabeto zaza y uno de los mayores expertos en esta causa. Las impolutas paredes blancas de su despacho recuerdan que el departamento que dirige en la Universidad de Tunceli, el de la lengua y literatura zaza, es nuevo. Este académico pasó la mayor parte de su vida exiliado en Alemania y su regreso a Anatolia como prominente figura educativa aún levanta ampollas en el movimiento kurdo. Selcan, quien se niega a debatir con Gültekin en conferencias “por las insalvables diferencias”, rechaza que la gramática kurda sea idéntica, subraya que “los hechos históricos no están claros”, y repite su teoría angular: “Si dos personas no pueden entenderse son de pueblos diferentes”.

De Zülfü Selcan se dice que trabaja para el Estado o que antes defendía a los zaza como grupo étnico kurdo. “Dicen que soy un agente, pero nosotros hemos defendido esta lengua que estaba prohibida. Esos chismorreos son una mentira y una falta de respeto a mi trabajo”, se defiende Selcan. Amable, de ojos avezados, su rostro se transforma cuando habla del PKK, al que culpa de la muerte de su hermana, militante de la que dice se “suicidó por el PKK”, y de querer monopolizar el movimiento kurdo. “Kurdos y zazas estábamos juntos, pero empezaron a excluirnos. Entonces pensé: ¿Cuál es la diferencia entre ustedes -el PKK- y los turcos?”.

En la actualidad, este académico apunta a la estructura editorial y propagandística del movimiento kurdo, que creció tras el aperturismo iniciado con el Partido Justicia y Desarrollo (AKP), como el principal problema en la causa zaza. Críticos como Selcan acusan entre otras a la editorial VATE, cercana al movimiento kurdo, de intentar asemejar el zaza al kurdo. Según explica, a la hora de elegir palabras para conformar sus libros se decantan por la más cercana al kurmanji, una forma lenta pero eficaz en el tiempo para ir limando las diferencias entre ambas lenguas. “Intentan kurdificarla para convertirla en un dialecto del kurdo. Es su proyecto. Cuando dijimos que el zaza no era un dialecto del kurdo, como nos temían, empezaron a publicar cosas en zaza”, asegura Selcan.

Uno de los libros más criticados de VATE es Xebata Grameri, escrito por Sebahattin Gültekin y publicado por el Instituto Kurdo de Estambul. Usado en las organizaciones educativas cercanas al HDP, por lo que su difusión ha sido amplia, en sus tapas no aparece la palabra zaza, sino kirmancki, tal y como los kurdos se refieren a la lengua zaza. Gültekin rechaza el proceso de asimilación al que apunta Selcan y matiza que en el proceso de estandarización de una lengua -hay varios dialectos zaza- se escogen palabras de uso extendido que podrían ser árabes, turcas o kurdas, “pero eso no es kurdificiación, es estandarización de una lengua, porque tal vez podría decir que los libros de Selcan incluyen palabras del árabe, turco o armenio, pero no kurdas”.

 

Educación

En la época dorada del AKP, tras un siglo de negacionismo, las minorías obtuvieron derechos básicos para desarrollar su lengua. Estos avances permitieron la aparición del canal estatal TRT-6, que emite a diario 23 horas en kurdo y una en zaza, y la creación de departamentos universitarios para el estudio de las lenguas kurdas. Pero tras la fallida asonada de 2016 se recorre el camino inverso, y el Ejecutivo ha cerrado publicaciones kurdas y escuelas relacionadas con el HDP. De nuevo resentido por la represión, el músculo educativo kurdo tendrá que luchar contra la política de asimilación del Estado, que cuenta con dinero, infraestructuras y, sobre todo, legitimidad. Como ejemplo de este poder decisorio para reescribir el pasado del pueblo kurdo, y pese a atentar contra la integridad territorial del Estado y ser incoherente con la teoría negacionista con respecto a las minorías del Ejecutivo desde la fundación de la República, Selcan tiene permiso para repartir entre sus alumnos el mapa del Zazaistán. Esta descarada connivencia con el Ejecutivo, que no permitiría entregar en las aulas turcas un mapa de Kurdistán Norte, alimenta la teoría que dice que Selcan trabaja para el Estado turco. “Es duro que digan eso del trabajo de toda una vida”, se lamenta.

Pese a las insalvables diferencias que arrojan sus estudios lingüísticos, Selcan y Gültekin coinciden en que para preservar el zaza es necesario que el Estado apueste por la educación en esta lengua desde la infancia. Sin esa medida, aseguran que todo esfuerzo será insuficiente. En los 80, la época de los sin derechos, Ebubekir Pamukçu y otros anatolios exiliados comenzaron a luchar por el reconocimiento del zaza y su preservación. Dentro de esa dinámica nació la revista AYRE, que reconocía a los zaza como un grupo étnico propio. Hoy otras revistas prokurdas como Newepel ocupan otro lugar con una línea ideológica diferente, que dice que los zaza son kurdos, pero con el mismo objetivo: la supervivencia de esta lengua hablada por al menos 2 millones de personas que, según el Atlas de las lenguas de la Unesco, es una de las 18 lenguas de Anatolia en peligro de extinción.