Hay una creciente tendencia entre analistas y expertos de las relaciones internacionales
a usurpar términos de las ciencias físicas para defender ciertas teorías del
actual devenir del sistema internacional. Algunos, como Robert Kagan, enfrentan
a Venus con Marte para identificar los diferentes enfoques: Europa sería el
poder blando y Estados Unidos el poder duro. Thomas Friedman
va más lejos y asegura que el mundo ya no es redondo, sino “plano”, porque lo
han aplanado la globalización y las nuevas tecnologías de la información. Hay
quien recurre incluso a los agujeros negros de Stephen Hawking para describir
situaciones catastróficas o la atracción que ejercen las hiperpotencias sobre
los Estados-partícula.
La historia y el análisis de la diplomacia carecen de suficientes reflexiones
e investigaciones teóricas. Por lo general, se han limitado, con desigual acierto,
al relato cronológico de los fundamentos de la historia. La estela iniciada
por Tucídides, que se prolonga hasta Henry Kissinger, no logra superar este
enfoque analítico-descriptivo para identificar teorías aplicadas, que conciben
y justifican distintos órdenes internacionales a lo largo de la historia. Desde
el recurso al derecho natural hasta la tesis ilustrada del equilibrio del poder,
inspirada en el enciclopedismo, o las pertenecientes a otros ámbitos del conocimiento,
como la economía, existen soportes técnicos y fundamentos para comprender la
dinámica del actual sistema de relaciones internacionales.
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Los quarks inspiran a la diplomacia. |
La introducción de conceptos como complejidad e incertidumbre, aplicados a
ese sistema, es, a mi entender, la gran aportación de Kissinger. El antiguo
secretario de Estado de EE UU señala que el futuro del siglo XXI está marcado,
de forma contradictoria, por la creciente globalización y, por otra, por la
fragmentación. La incertidumbre y la complejidad son los grandes desafíos a
los que se enfrenta hoy el responsable político internacional: conocer las nuevas
dimensiones que afectan a la comunidad planetaria y comprender cómo los nuevos
factores que hasta hace poco no eran determinantes se rebelan en contra de su
adjudicada irrelevancia.
NUEVOS ACTORES Y PROBLEMAS
Tuve el enorme privilegio de conocer hace poco al gran físico estadounidense
y premio Nobel Murray Gell-Mann, autor de una ingente obra científica y cuyos
libros ofrecen al profano un acceso fácil y ameno a la inexpugnable física cuántica.
En su ensayo más conocido, El quark y el jaguar, introduce al lector
en este fascinante mundo y, en clave autobiográfica, explica sus descubrimientos
sobre las partículas elementales, pero, sobre todo, su afán por recorrer el
camino de lo simple a lo complejo. Esta complejidad e incertidumbre de la realidad
internacional afectan indudablemente a la política exterior española a la hora
de diseñarla y conceptualizarla en estos comienzos del siglo XXI. La teoría
de Gell-Mann sostiene que todos los sistemas, incluido el internacional, son
sistemas complejos adaptativos que adquieren información tanto sobre su entorno
como sobre la interacción entre el propio sistema y dicho entorno. Esta simple
afirmación nos llevaría, a la hora de definir nuestra acción exterior, a conocer
y estudiar nuestro sistema ...
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