Durante un viaje a Ulan Bator (Mongolia), Jan Chipchase, investigador de Nokia, se topó con un grupo de monjes jugando al fútbol que le invitaron a pasar al recinto. Pero no fue sólo por amabilidad. “Me ofrecieron entrar y calentarme por una razón: chupar la memoria de mi teléfono”, recordó Chipchase más tarde. Hubo un tiempo en el que un Marlboro o una barra de chicle Wrigley eran las mejores opciones del viajero para ganarse a un director de hotel siberiano o a un policía mexicano. Pero hoy la misma función la pueden hacer las canciones en formato mp3, las fotos digitales y los tonos de móvil. Los monjes jóvenes están “especialmente interesados en obtener fotos de mujeres japonesas”, afirma. Se ha encontrado en situaciones similares en todas partes, desde India a Uzbekistán. Y lo mismo le ha ocurrido al inversor israelí Jon Medved. En un viaje reciente a México, Medved se encontraba en lo alto de un acantilado en Baja California y quería la opinión de un lugareño. Rompió el hielo transfiriéndole vídeos cortos al móvil. “Creo que los contenidos digitales son los nuevos cigarrillos”. Lo mejor es el espacio que quedará libre en la maleta.