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Estimad@s lector@s, si pudieran elegir, ¿dónde les gustaría
nacer y pasar su infancia? Es una pregunta simple, pero la respuesta puede
ser más compleja. Según relata el sociólogo americano
Richard A. Shweder, cuando le planteó esta pregunta hace 35 años
a Margaret Mead, la respuesta de la famosa antropóloga fue: "Depende
de si fuera niño o niña". Como chico, Mead habría
preferido nacer en Inglaterra en la clase adinerada y que le enviaran a una
de esas escuelas privadas de renombre, lejos de su madre. De ser chica, en
Estados Unidos, entonces en plena efervescencia del movimiento de liberación
de la mujer. Para Shweder, no hay un único mejor lugar en el que nacer
y ser educado, tanto para los niños como para las niñas.
Aunque, en general, aún se viva mejor en Occidente, la idea de que
es lo mejor (West is best) empieza a hacer aguas, especialmente si se trata
de nacer, crecer y situarse dentro de 20 años. En el Informe
sobre madres de la ONG Save the Children (que incluye 110 países, pero no España
ni Francia ni muchos otros), las escandinavas están por arriba en términos
de buen vivir, mientras, como era de esperar, las del África subsahariana
copan la cola. Aunque Afganistán se lleva la palma, pues más
de uno de cada siete nacidos no alcanza sus primeros 12 años de vida.
Evidentemente, las estadísticas a veces engañan: no es lo mismo
nacer en Nueva York en una familia que viva frente a Central Park que en Harlem
o algunas partes del Bronx, donde la expectativa de vida es africana. Una vez
elegido el lugar por la longevidad media y las condiciones sanitarias, lo que
más cuenta es la educación básica. En los países
donde las chicas están mejor educadas, sobreviven más niños
y niñas. En el mundo, unos 58 millones de niñas no reciben educación,
y la mayoría de éstas se encuentran en el África subsahariana
y en el sur y el oeste de Asia.
No todo es cuestión de dinero. Por ejemplo, en Kenia, donde el 76%
de las adultas son analfabetas, hay 99 alumnas por cada 100 chicos escolarizados.
Arabia Saudí es mucho más rica, pero aparta a sus mujeres de
la educación. Y quien en países subdesarrollados nace en una
familia con sida es discriminado en la escuela.
Y, claro, no se trata sólo de nacer, sino de tener una buena transición
de la juventud a la edad adulta. El informe de las academias nacionales de
Estados Unidos sobre este tema (Growing Up Global: The
Changing Transitions to Adulthood in Developing Countries) concluye que, aunque la cohorte entre
10 y 24 años tiende a aumentar (sobre todo en África y partes
de Asia, compensando la reducción en otras zonas asiáticas, América
Latina y el Caribe), el paso de la adolescencia a la madurez se ha retrasado,
lo que aumenta la oportunidad de estudiar. En el mundo en desarrollo -y,
por supuesto, en el Primer Mundo- se adelanta la entrada en ...
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