Médicos de la Cruz Roja atienden a migrantes en una zona cercana a los Jameos del Agua en la isla de Lanzarote tras el rescate de su embarcación (Europa Press via Getty Images)

esglobal entrevista a Jagan Chapagain, secretario general de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (FICR, según sus siglas en inglés). Chapagain nació en Nepal donde comenzó su trayectoria en la Cruz Roja como voluntario. Reconoce que, al principio, no sabía mucho sobre la organización, pero decidió colaborar para hacer "algo bueno por los demás". Hoy, veinticinco años después es secretario general y ha sido jefe de Gabinete y director de la región de Asia Pacífico, donde brindó liderazgo durante crisis humanitarias a gran escala. También fue subsecretario general de Programas y Operaciones, donde dirigió los esfuerzos de ayuda y desarrollo en todo el mundo. 

 

Antes de ser nombrado Secretario General de la Cruz Roja trabajó en distintas partes del mundo, destacando Europa y Asia. ¿Cuáles son las diferencias de trabajar en unos lugares u otros?

En muchos sentidos el trabajo humanitario es exactamente el mismo. Da igual en qué parte del mundo estés trabajando porque los principios son iguales. Lo que es diferente, por supuesto, son las dimensiones culturales, el nivel de desarrollo, el sistema político del país, la salud, la educación… Hay que desarrollar un enfoque y políticas dependiendo de todos estos factores para cumplir ese principio de la acción humanitaria que tiene que ser siempre el mismo, no importa dónde estés.

 

Asumió el cargo en febrero de 2020, justo cuando la pandemia estaba a punto de estallar, ¿cómo ha sido vivir ese cambio en su puesto?

Fue una verdadera montaña rusa, pero te haces cargo y das lo mejor de ti aun cuando se sabe muy poco sobre lo que estaba pasando. A veces bromeo diciendo que me he convertido en el Secretario General de la COVID19.

Fue muy complicado porque la gran respuesta de los gobiernos fueron las cuarentenas, el quedarse en casa. Pero nosotros, para hacer nuestro trabajo, no podíamos quedarnos en casa. Tuvimos que encontrar el equilibrio y tuvimos que tomar decisiones difíciles.

 

¿Cómo lo afrontasteis?

Tuvimos que desarrollar una nueva estrategia y un nuevo programa, nuevas formas para asegurar “la continuidad del negocio”, de gestionar los riesgos, de rendición de cuentas, capacitación digital, nuevas medidas de seguridad… Al mismo tiempo que tuvimos que asegurar que la ayuda seguía llegando, que todo seguía funcionando y que estábamos formando un nuevo equipo. Tuvimos que aprender muy rápido y adaptarnos.

 

¿Qué aprendió a nivel personal?

Aprendí mucho sobre gestión de crisis y a mantener la calma porque, como líder, si no mantienes la calma no ayudas a nadie. Fue una de las experiencias más desafiantes de mi vida, pero al mismo tiempo, fue extremadamente satisfactoria. Nunca he sido más feliz en el sentido en el que al convertirme en Secretario General en este momento tan complicado me ha permitido también poder contribuir a través del nuevo equipo que formamos, de los voluntarios. Ha sido una experiencia positiva en el sentido de la capacidad humana, el ingenio para aprender y adaptarse que surgió entonces. Personalmente, creo que si todos juntamos recursos, energía, ideas… no hay problema en el mundo que no podamos resolver.

 

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Jagan Chapagain, secretario general de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (FICR). Imagen facilitada por Cruz Roja España.

¿Va a haber nuevas pandemias en el futuro?

No tengo ninguna duda. Desafortunadamente, creo que es una realidad con la que tendremos que aprender a vivir. De ahí el énfasis en el aprendizaje diario para no tener que inventar la rueda la próxima vez que ocurra. Las organizaciones como la Cruz Roja no podemos olvidar.

Mi gran preocupación es que el ser humano olvida demasiado rápido y que cuando la pandemia parezca que se diluya creeremos que no podremos volver a las partes más duras del inicio. Los sistemas sanitarios de muchos países desarrollados colapsaron rápidamente por tener sistemas de salud débiles. Es necesario invertir en estos y en procedimientos de vigilancia sanitaria para poder detectar y responder rápidamente.

 

¿Vivimos en un mundo cada vez más multilateral o todo lo contrario? 

La tensión entre el nacionalismo y multilateralismo siempre ha existido y creo que seguirá existiendo. La verdad es que estoy un poco decepcionado con la respuesta internacional a la pandemia, por ejemplo. Creí que habría mucha más solidaridad global. La hubo al principio, pero cuando llegó la vacuna desapareció y los países ricos empezaron a pensar solo en sí mismos. A día de hoy, está muy claro que la distribución de la vacuna es muy desigual. Esto es un gran error moral, científico, pero también hasta si lo piensas desde un punto de vista egoísta porque Occidente no estará segura si las regiones vecinas no lo están.

 

¿Cómo trabaja la Cruz Roja con otras organizaciones internacionales?

En el escenario global existe un sistema de coordinación internacional de todas las organizaciones humanitarias que se llama Inter-Agency Standing Committee y del que formamos parte del Comité Directivo.

También existen mecanismos de coordinación entre países y entre regiones y nos involucramos en estas plataformas para asegurar que hay complementariedad entre todas nuestras actividades y no exista una superposición.

En resumen, la colaboración es total, pero siempre asegurando que la acción humanitaria es neutral, independiente y no politizada y tenemos mucho cuidado con eso.

 

En relación a otras de las grandes crisis actuales, ya sea la crisis climática, migraciones o conflictos, ¿qué hace la Cruz Roja más allá de actuar cuando el daño “ya está hecho”? Es decir, antes de la crisis.

Cuando ocurre algo, obviamente nuestro trabajo consiste en ayudar a las personas afectadas. Así lo hemos hecho siempre. Pero una parte muy importante de nuestro trabajo, y quizá más invisible, es la de la preparación y la construcción de comunidades resilientes.

Muchos estudios demuestran que la inversión en preparación, mitigación o resiliencia no solo tiene sentido en el aspecto humano, sino también económico. Por ejemplo, invertir un dólar en preparación para prevenir las crisis “ahorra” siete dólares. Es decir, es setecientos dólares más barato prevenir. Por eso siempre decimos que el éxito no debe medirse sobre la cantidad de respuestas que hacemos, sino por la cantidad de desastres que prevenimos y evitamos.

Tenemos muchas historias que podríamos contar, pero no interesa tanto hablar de las crisis que se han logrado prevenir y no sale en las noticias. Este trabajo que hacemos en construcción de resiliencia es incluso mayor.

 

¿Nos cuenta un caso de éxito?

Podemos hablar del ejemplo de éxito de construcción de resiliencia y sistema de alerta temprana en el cinturón costero de Bangladesh.

Debido a un ciclón, en los 70 murieron 70.000 personas. Hace diez años, 17. 000 personas. Y, hace dos años, 72 personas.

Esto se consigue invirtiendo antes de que ocurra un desastre. En este caso, se trata de un trabajo de preparación y prevención para que las personas puedan evacuar antes de que el ciclón golpee la zona.

 

¿Cuáles son las claves para empoderar a las comunidades locales?

Reconocer sus capacidades. Desde Cruz Roja lo primero que hacemos es una evaluación del contexto, determinar las debilidades y fortalezas, reconocer sus capacidades y construir los programas en relación a esa capacidad. Porque es así como se empodera, yendo con la mentalidad de acompañante y haciendo el viaje juntos, dejando atrás la mentalidad de caridad y construyendo de abajo a arriba.

Es necesario también que los recursos se transfieran directamente a las personas afectadas, sin múltiples intermediarios. Poner los recursos en las propias manos de las comunidades, ofreciendo, por supuesto, apoyo y acompañamiento. Esa es la manera más económica y sostenible porque no hay una solución global que funcione y las comunidades se ven afectadas de manera diferentes.

Esta ha sido también una de mis principales peticiones estos días cuando me he reunido con los líderes políticos españoles. Es necesario que ocurra este gran cambio y por el luchamos desde Cruz Roja porque muchos recursos no llegan a las poblaciones más vulnerables.

 

En el mundo, el número absoluto de muertes en guerras ha disminuido, pero los conflictos y la violencia van en aumento. Además, estos conflictos actuales suelen librarse entre agentes no estatales, grupos terroristas… lo que entiendo que puede hacer incluso más complicada la labor de la Cruz Roja en terreno. Al mismo tiempo, también aumentan los desastres naturales. ¿Cómo afrontáis estas crisis múltiples en un contexto de crisis económica en el que las donaciones se pueden ver reducidas?

Totalmente cierto. Pero, al mismo tiempo, también la capacidad humana ha aumentado. Nuestro conocimiento ha aumentado y nuestra resolución de crisis ha mejorado. También la tecnología. Al final, nuestros recursos han mejorado para afrontar las crisis. Es como el ejemplo que mencionaba antes de Bangladesh, ahora podemos, por ejemplo, predecir ciclones.

Es necesaria una mayor coordinación entre diferentes actores para que no se dupliquen las acciones de acción humanitaria, climática, de desarrollo… Todos estos recursos tienen que ir de manera coordinada e integral para hacer frente a las crisis múltiples.

Es cierto que pueden existir dificultades financieras debido al coronavirus, pero el mundo es también un lugar mucho más rico de lo que era hace veinte años. Cuando llega la crisis la primera actitud de ciertos países es la que mencionaba antes, menos solidaria y más individualista, y eso es un gran obstáculo. Es necesario luchar por esa solidaridad global y liderazgo político. Ya tenemos la tecnología y los recursos, solo necesitamos la voluntad política y todo sería mucho más fácil.

 

Afganistán está ahora mismo en el foco mediático. ¿Cómo ha afectado la caída del gobierno afgano al trabajo de la Cruz Roja?

Las cosas no han cambiado mucho para nosotros. Antes de agosto los talibanes ya controlaban mucho territorio rural y gran parte de nuestro trabajo se desarrolla precisamente en esas zonas.

Cuando llegó agosto ya estábamos evaluando la situación con mucho cuidado. Por supuesto que hubo días de confusión, de no saber qué estaba pasando en Kabul y nos afectó porque no queríamos exponer a nuestros voluntarios y personal. Muchas organizaciones evacuaron, pero nosotros decidimos no hacerlo porque consideramos que nuestra gente en terreno no corría peligro. Fue una decisión difícil, pero decidimos quedarnos.

Dos días después retomamos el contacto con las nuevas personas en el poder en Afganistán y nos aseguraron que podíamos seguir trabajando, incluido nuestro personal femenino. Y seguimos trabajando.

Por supuesto monitoreamos la situación con regularidad y, si las cosas cambiaran, nos adaptaríamos.

 

¿Cuáles son los grandes retos del Afganistán actual? (*esta entrevista se realizó en septiembre 2021)

El sistema bancario no está funcionando y conseguir financiación es extremadamente difícil al mismo tiempo que las necesidades humanitarias están aumentando. Además, once millones de personas se ven afectadas por la sequía. Esto ya era un problema a comienzos de año y parece que ya está apareciendo más en los medios.

A esto se suma que hay instalaciones médicas que están rozando el cierre porque los Estados donantes no reconocen al nuevo gobierno y esto se traduce en que no se continúa financiando esos hospitales para que mantengan con su labor. Nosotros apoyamos a alrededor de 400 clínicas en el país y estamos haciendo todo lo posible para que no cierren porque el sistema colapsaría. Los servicios de salud afganos son muy básicos, ya eran muy básicos, sobre todo en las zonas rurales.

Seguimos trabajando y tratando de aumentar el trabajo que hacemos y, de momento, podemos seguir trabajando y estamos presentes en todas las provincias de país, pero movilizar recursos y conseguir financiación ha sido un gran desafío y aún sigue siéndolo.

 

¿Es un desafío mantener esa neutralidad?

A veces sí lo es, pero cada vez más personas entienden que estamos donde estamos con un propósito puramente humanitario.

 

¿Cuáles crees que son los principales retos del siglo XXI?

Creo que el cambio climático es probablemente la mayor crisis a la que se enfrenta el mundo y pienso que no estamos haciendo lo suficiente. Parece que el coronavirus es ahora el gran reto, que es más visible, pero la crisis climática es un reto mucho mayor. Para el COVID19 hay vacuna, para el clima, no.

Otro de los grandes retos es ese conflicto entre las personas que quieren construir con solidaridad y las que solo miran hacia dentro y quieren dividir. Yo espero que el segundo grupo no gane, porque sería la mayor tragedia de este mundo. A veces siento que esas fuerzas se están volviendo cada vez más poderosas, al menos en ciertos lugares del mundo.

 

¿Cómo podemos luchar contra estos retos?

Son los líderes de hoy, los políticos, también los humanitarios, los que tienen que seguir transmitiendo ese mensaje de esperanza y optimismo. Sí, hay retos y dificultades, pero es ese liderazgo el que tiene que seguir transmitiendo integridad, encontrando soluciones a los problemas y seguir trasladando ese mensaje para que el otro grupo de personas se disuelva.

 

¿Estamos perdiendo humanidad ante las crisis humanitarias?

Creo que la humanidad está muy viva, pero sí que puede haber cierto entumecimiento en un contexto de crisis múltiples y que están ocurriendo constantemente en diferentes partes del mundo. La normalización del sufrimiento humano.

Hay cierto riesgo en esto, pero ahí vuelve el liderazgo que mencionábamos. Esto lo he recalcado mucho estos días cuando me he reunido con los líderes españoles. El seguir mostrando ese lado humano, esa generosidad entre países ante las crisis.

 

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Jagan Chapagain, secretario general de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (FICR). Imagen facilitada por Cruz Roja España.

¿Cómo ha evolucionado la Cruz Roja desde su fundación?

Principalmente, hemos evolucionado en enfocarnos en preparación, desarrollo de la resiliencia y prevención de crisis, mientras seguimos respondiendo a estas cuando ocurren.

El segundo gran cambio es que inicialmente nuestro trabajo tenía como objetivo el salvar vidas y, ahora, también hablamos de cambiar mentes, invertir en educación, en un cambio de comportamiento en las personas y organizaciones, en la diplomacia.

 

¿Y cómo cree o quiere que sea dentro de treinta años?

Lo que sí que tengo claro es que la neutralidad e independencia de nuestro trabajo no cambiará nunca. En cuanto a los cambios, sí que me gustaría ver más innovación y tecnología para mejorar la acción humanitaria, seguir manteniendo e intensificando el foco en la acción local y de ‘abajo a arriba’. Que el género no sea un tema secundario e invertir en inclusión y protección de todos aquellos colectivos de personas marginadas en las sociedades. Creo que muchos de los desafíos del mundo suceden porque las personas se sienten excluidas.

 

Pensando en usted, ¿qué le gustaría conseguir en estos cuatro años como secretario general?

Ya he expuesto mi visión y es la misma que la de la organización. Pero sí que me gustaría liderar esa organización enfocada en los grandes problemas de hoy: desastres climáticos y pandémicos, construcción de resiliencia, migración, fortalecimiento de capacidades digitales, lucha contra el racismo y la discriminación…

Aumentar nuestra transparencia y aumentar nuestros compromisos globales. Ser más responsables con los problemas que existen relacionados con la corrupción, el fraude, la explotación sexual y los abusos.

Y, sobre todo, invertir en la confianza que necesitamos que se deposite en nosotros. Muchas encuestas muestran que cuanto más grande es la organización, menor es la confianza del público en general.

 

¿Cuáles crees que son los principales desafíos de la Cruz Roja en España?

Trabajo con 192 países y he de decir que los españoles tienen unos de los sistemas más dinámicos de la Cruz Roja. Es común que las sociedades nacionales en los países más ricos se enfoquen en el trabajo internacional, pero en España se trabaja muy fuertemente a nivel nacional. La red de voluntarios es muy fuerte y se moviliza mucho… y, al final, nuestro corazón son los voluntarios.

Creo que la Cruz Roja española es un modelo a seguir y admiro en concreto el trabajo que se realiza con las personas migrantes. He conocido personas que realmente están en situación de perder la dignidad humana y la Cruz Roja española es clave para lidiar con estas comunidades.

Mi visita aquí básicamente ha consistido en fortalecer lo que ya existe.

 

Se nos acaba el tiempo, pero quería preguntarle si hay algo más que le gustaría comentar y que nos hayamos dejado en el tintero.

Me gustaría hacer una mención especial a la juventud, que siempre ha sido una parte muy importante del movimiento y seguirá siéndolo. Yo mismo empecé como voluntario cuando era joven.

Los jóvenes han sido muy importantes en el trabajo voluntario durante la pandemia y también estamos trabajando para ellos con programas de salud mental o apoyo psicosocial.

Se suele decir que los jóvenes son los líderes del mañana, pero los jóvenes son ya los líderes de hoy. Ya están liderando el presente de diferentes maneras y en Cruz Roja estamos transformando la organización para escucharles y que formen parte de la búsqueda de soluciones a los problemas actuales.