La ilegalización ha vuelto a fracasar. En lugar de considerar la demanda de drogas prohibidas como un mercado y tratar a los adictos como pacientes, los líderes políticos no han hecho más que engordar las ganancias de los traficantes y fomentar narcoestados que harían temblar a Al Capone. Al final tendrá que imponerse una estrategia antidroga más realista e inteligente.
"Es una ‘guerra’ que se puede ganar”
No. Un “mundo sin drogas”, que Naciones Unidas considera un objetivo realista, no es más factible que un mundo “libre de alcohol”, y nadie se ha atrevido a proponer esto último sin echarse a reír desde la derogación de la ley seca en EE UU en 1933. Sin embargo, persiste la fútil retórica sobre el triunfo en la guerra contra las drogas, a pesar de las montañas de documentos que demuestran su bancarrota ideológica y moral. En 1998, la ONU decidió “eliminar o reducir significativamente el cultivo ilegal de la hoja de coca, del cannabis y de la adormidera para 2008” y “lograr resultados significativos y cuantificables en el terreno de la demanda”. Sin embargo, a día de hoy su producción y su consumo siguen básicamente igual que hace una década. Desde entonces, muchos de sus productores han ganado en eficiencia, y la heroína y la cocaína son más puras y baratas.
Siempre es peligroso que la retórica condicione las políticas, pero más aún cuando el discurso de la guerra contra las drogas lleva a los ciudadanos a aceptar bajas colaterales que nunca permitirían en el ámbito de las fuerzas de seguridad, y mucho menos en el sanitario. Los políticos aún hablan de eliminar las drogas de la faz de la Tierra como si su empleo fuera una plaga que asola la humanidad. Pero poner coto a los narcóticos no es como controlar una enfermedad, por la sencilla razón de que no hay demanda de viruela o de polio. El cannabis, el opio y la coca se han cultivado durante milenios. Las metanfetaminas y otras sustancias sintéticas pueden producirse en cualquier sitio. La demanda de determinadas drogas ilegales se infla y desinfla dependiendo no sólo de la cantidad disponible en el mercado, sino también de las modas, de la cultura y de la competencia de otras alternativas de ocio y otros estimulantes. La relativa dureza de la legislación antidroga y la intensidad de la persecución policial importa sorprendentemente poco, excepto en Estados totalitarios. Al fin y al cabo, a pesar de las estrictas políticas estadounidenses, el índice de consumo de drogas ilegales en EE UU es el mismo (o mayor) que en Europa.
“Es posible reducir la demanda”
Buena suerte. Moderar la demanda de drogas ilegales, en principio, tiene sentido. Pero el deseo de alterar nuestra consciencia mediante su consumo es casi universal, y en general no constituye un gran problema. Prácticamente no ha existido ninguna sociedad “libre de drogas”, y cada año se descubren e inventan nuevas sustancias. Las ...
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