- European Economic Review, vol. 51, nº 5, julio de 2007
Hasta hace no mucho tiempo, las herramientas de los economistas eran bastante básicas. Se enfrentaban a complicadísimos conjuntos de variables armados con poco más que una calculadora. Eso significaba que tenían que estar bastante seguros de la calidad y la relevancia de los datos que analizaban. Ahora, cada estudiante de Económicas tiene a su disposición una potencia impresionante de cálculo con sólo pulsar una tecla. Si a ello se suma el acceso a una gran cantidad de bases de datos de dudosa fiabilidad, nos encontramos con una proliferación masiva de estudios supuestamente científicos sobre cualquier aspecto político, económico y social de un país.
Un artículo publicado en European Economic Review ilustra los peligros de esta efervescente actividad investigadora. En Desigualdad de renta y colonialismo, el economista Luis Ángeles, de la Universidad escocesa de Glasgow, sostiene que el grado de colonialismo es el principal factor que explica los diferentes grados de desigualdad de cada país.
Divide al Nuevo Mundo en tres categorías: “Nueva Europa”, formada por Australia, Canadá, EE UU y Nueva Zelanda, donde los inmigrantes europeos acabaron por convertirse en mayoría; “colonias con colonos”, donde los descendientes de europeos suponen entre un 10% y un 30% de la población, como América Latina, el Caribe y zonas del sur y el norte de África; por último, las “colonias rurales”, como África oriental y occidental o el sureste de Asia, donde los caucásicos raramente son más del 1%. A continuación, Ángeles compara el índice de Gini de los diferentes países –la herramienta preferida por los economistas para medir la equidad en el reparto de la renta (a mayor coeficiente, más desigualdad)– y observa que la diferencia de renta ha sido históricamente mucho mayor en las colonias con colonos que en Nueva Europa o las colonias rurales.
Su tesis tiene un elegante atractivo, ya que implica que la homogeneidad racial conduce a una mayor igualdad. Pero desde el principio sus premisas resultan poco sólidas. Para empezar, su clasificación en función del grado de colonialismo resulta, en el mejor de los casos, pobre. Su Nueva Europa se compone básicamente de países donde los colonizadores europeos llegaron en cantidades suficientemente grandes como para exterminar o desposeer a las poblaciones indígenas y aborígenes, dando lugar a lugares predominantemente blancos. ¿Por qué dejar fuera de esta categoría a Argentina y Chile, si su población está dominada por descendientes de españoles? Por otra parte, clasifica a países como Kenia y Zimbabue dentro de colonias rurales, si bien casi todos los africanos los considerarían colonias con colonos.
Las herramientas estadísticas elegidas son igualmente cuestionables. En la práctica, el índice de Gini no es comparable entre países, como reconoce el propio Banco Mundial. En algunos casos, este indicador se basa en la distribución de la renta, y en otros, en el gasto en consumo. A veces utiliza al individuo como unidad de observación, y otras, el hogar. Resumiendo, los datos estadísticos disponibles hacen imposible comparar manzanas con manzanas. ...
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