¿Cuál es el secreto más oculto de la corrupción? Lo poco que sabemos de ella. Se saquean las arcas de muchos Estados, se pagan sobornos, pero la naturaleza y la dimensión de estas turbias transacciones siguen siendo un misterio. Por suerte, basta con un poco de trabajo detectivesco para sacar a la luz el contrabando, las trampas y los sobornos escondidos bajo la superficie.
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Fue la extraña uniformidad del contenido de la maleta lo que levantó las sospechas del inspector de equipajes: seis rectángulos gruesos e idénticos. Podían ser libros, pero también podían ser seis paquetes de cocaína. Y en agosto de 2007, la seguridad era estricta en el aeropuerto de Buenos Aires; el país estaba en plenas elecciones presidenciales. Valía la pena examinarlo con más detalle. El dueño de la maleta, un hombre de negocios venezolano que acababa de llegar de Caracas, vaciló un poco cuando le pidieron que abriera su equipaje. Y aparecieron 800.000 dólares (unos 600.000 euros) en efectivo. Era, según los investigadores estadounidenses, una contribución ilegal del presidente venezolano Hugo Chávez a la campaña de la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner.
Las historias de sobornos y corrupción son tan viejas como la política. Ya sean los 90.000 dólares en efectivo que aparecieron hace unos años en el congelador de un congresista estadounidense, el Versalles en la jungla construido con los miles de millones malversados por Mobutu Sese Seko en Zaire (actual República Democrática del Congo), o las cuentas bancarias de los autócratas del petróleo en Asia Central, las venalidades y los excesos siguen siendo la plaga de la política moderna.
Pero la corrupción no es una mera preocupación moral que hace a los dirigentes políticos merecedores de una reprimenda colectiva. Se la acusa de ser un obstáculo endémico al desarrollo, responsable de la pobreza permanente de África y del estancamiento perenne de Latinoamérica. Es, suele decirse, lo que empobrece a los países. Mina el Estado de derecho, distorsiona el comercio y otorga ventajas económicas a unos pocos privilegiados. Impide que el dinero de la ayuda llegue a las víctimas de catástrofes, derrumba edificios debido a la mala construcción y ahoga los negocios con el lastre constante de los sobornos. Aun así, la verdad es que tenemos muy poca idea de cómo funciona y de hasta qué punto está extendida. Hay casos conocidos (Ferdinand Marcos, Robert Mugabe o Charles Taylor), pero los robos de unos cuantos gobernantes matones no nos dicen prácticamente nada sobre la amplitud y la profundidad de la corrupción mundial. Al fin y al cabo, cuando el soborno y el desfalco se practican como es debido, son invisibles. Los economistas ni siquiera han resuelto si –y cuándo– la corrupción es de verdad un problema: las economías del Este asiático han florecido en las últimas décadas a pesar de tener regímenes presuntamente corruptos.
Las pocas pruebas que tenemos proceden de sondeos de grupos como el Banco Mundial o Transparencia Internacional. Pero ...
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