El escenario productivo de la economía intangible, en el que el conocimiento es fundamental, donde las ideas y el talento marcan la diferencia, ha generado una enorme paradoja, ya que su resultado no ha sido otro que el estancamiento de la productividad y un aumento sustancial de la desigualdad.

¿Cómo es posible? ¿No era precisamente contra este tipo de males contra los que inmunizaba la economía inmaterial? ¿Cómo un modelo basado en el I+D, en la propiedad intelectual e industrial, en el software, la marca y el marketing puede conducir a aquellos lugares que pretendía abandonar? ¿Es un efecto secundario, un mal desarrollo del proceso, un error en la ejecución del plan?
Nada de esto. Sería tranquilizador que la creciente desigualdad resultase una consecuencia transitoria de un proceso de cambio, un simple ajuste productivo que se corregiría con el paso del tiempo, una vez que la transición del viejo modelo al nuevo se completase. Pero quizá nos acerquemos más a la realidad si realizamos los análisis acerca de los efectos de la economía intangible desde otra perspectiva, como resultado difícilmente evitable de una articulación económica que lleva a que las clases con más recursos se separen del resto.
La economía de los intangibles suele ser entendida como parte de una nueva estructura productiva, instigada por las innovaciones tecnológicas y basada en la oferta de nuevas soluciones a problemas humanos (o causados por ellos). Sin embargo, se trata más bien de un modelo de organizar las formas de generación de ingresos que lleva tiempo desplegándose, que ha gozado de gran auge durante el periodo globalizador y que ha encontrado su prolongación en las nuevas empresas tecnológicas.
Se articula a través de un doble movimiento: por una parte, expulsa fuera del núcleo de las grandes firmas a las partes pesadas de la misma, como la producción, y se centra en aquellos elementos, como la marca, el capital simbólico y el modelo de negocio, que se entienden indispensables. Lo físico cuenta mucho menos que lo fluido: una compañía automovilística puede producir piezas en cualquier parte del mundo, limitarse a ensamblar los componentes y vender el coche globalmente gracias al prestigio de la marca. Con la llegada de la mundialización, esto fue lo usual: las empresas se deshacían de costes y se quedaban con las partes más ligeras, las intangibles, aquellas que se consideraba que de verdad tenían valor. El segundo movimiento consistió en fomentar procesos de concentración, ya fuera a través del crecimiento de las empresas de gran tamaño o de las fusiones y adquisiciones, ligadas ambas a grandes cantidades de capital que iban en busca de inversiones rentables. Compañías como como Walmart en EE UU y las grandes cadenas de distribución europeas son los mejores ejemplos de firmas que, ligadas a la financiarización, se hicieron con sustanciales cuotas de mercado que les permitían operar en condiciones más ventajosas. Al convertirse en empresas dominantes en su canal, podían ...
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