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La educación sexual es esencial para la igualdad de género y la salud, pero encuentra una gran resistencia por parte de movimientos religiosos y conservadores que consideran que es “perniciosa” o que “fomenta la promiscuidad”. Las voces expertas apuestan por facilitar una información que la juventud del planeta demanda y necesita para afrontar cuestiones como embarazos no deseados o la violencia contra las mujeres y la comunidad LGTBI.
Un chico en una clase dedicada a los estereotipos de género y al desarrollo de la empatía en Soweto, Suráfrica. GULSHAN KHAN/AFP/Getty Images
Demasiados jóvenes sienten que su sexualidad es un tema del que no pueden hablar en casa. Tampoco en clase. Cuestiones básicas sobre sus cuerpos, enfermedades, la masturbación o relaciones a menudo quedan envueltas en un secretismo que, lejos de proteger a los menores, puede tener consecuencias gravísimas en su salud sexual, reproductiva y afectiva. Una falta de información que alimentan normas sociales y, en ocasiones, la ley.
En el mundo, 1.800 millones de personas tienen entre 10 y 24 años, una gran proporción se concentra especialmente en los países en vías de desarrollo. En todas las regiones, los menores buscan y necesitan una fuente de información fiable. Si no la encuentran en su familia o el profesorado, intentarán suplir ese vac...
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