Salvo, posiblemente, algún eterno, muchos de los asistentes a la
Cumbre Iberoamericana, los días 14 y 15 de octubre en Salamanca, no
repetirán en las siguientes citas. 2006 es año de elecciones
en casi toda América Latina, desde México a Chile, pasando por
Brasil y Venezuela. Por ello, ésta debería ser una cumbre de
asentamiento de la idea de Iberoamérica, pero de transición en
cuanto a los liderazgos políticos. Y muchos de estos liderazgos están
en crisis, aunque este fenómeno no sea propio de la región, sino
del mundo entero.
¿Qué es, realmente, América Latina, o la parte americana
de Iberoamérica? Depende: Brasil, México y Chile suman un 80%
del PIB total de la zona, y un 70% de su población. Es decir, que las
crisis políticas centrales –salvo la de la corrupción,
que está acogotando a Lula– no afectan a este núcleo central,
que tampoco ha sido alcanzado por la ola de populismo (que sí ha dañado
al conjunto). No es el continente más pobre, pero sí el más
desigual, y cada vez más, tanto que la disparidad se ha convertido en
un lastre para el crecimiento económico y el desarrollo. Cierto que
ha habido en los últimos tres lustros una reducción de la pobreza
extrema (de 22,5% a 18,6%), pero, a veces, ha resultado insuficiente para lograr
cumplir los Objetivos del Milenio fijados por Naciones Unidas. En cuanto a
educación, en la secundaria hay más niñas que niños,
y en la superior estudian más mujeres que hombres en Brasil y Venezuela,
entre otros países.
Para poder despegar definitivamente, y ante la gran competencia mundial, es
más que sabido que América Latina va a necesitar un esfuerzo
de inversión. Los recursos de los Estados son muy limitados. Su capacidad
recaudatoria no va a poder crecer significativamente en los próximos
años. La actividad pública tendrá que concentrarse en
sectores como la sanidad y la educación, sin dinero para grandes infraestructuras. ¿Quién
va a financiarlas? No parece haber otro remedio que la inversión privada,
nacional y extranjera. Hasta Castro, en su Estado represivo, redistributivo
de la pobreza que no creador de riqueza, deja entrar al sector privado extranjero
en algunas actividades de infraestructuras (como aguas, electricidad y turismo).
Ahora bien, un 75% de los ciudadanos de la región está insatisfecho
con las privatizaciones y el capital extranjero. Gracias a sus inversiones
en América Latina, muchas empresas españolas no sólo han
mejorado significativamente sus cuentas de resultados, sino que se han convertido
en multinacionales y ganado peso de cara a otros mercados.
Como bien indica José Juan Ruiz en el memorándum que publicamos,
los problemas de América Latina son conocidos, y se prestan mucho a
los tópicos. Sin embargo, detrás de éstos se esconden
algunas realidades y preguntas, que a veces no tienen fácil respuesta.
Es verdad que en estos 15 años de cumbres, han cambiado mucho –en
todos los términos– España, Portugal, América Latina
y el mundo, e Iberoamérica, de ...
Cumbre Iberoamericana, los días 14 y 15 de octubre en Salamanca, no
repetirán en las siguientes citas. 2006 es año de elecciones
en casi toda América Latina, desde México a Chile, pasando por
Brasil y Venezuela. Por ello, ésta debería ser una cumbre de
asentamiento de la idea de Iberoamérica, pero de transición en
cuanto a los liderazgos políticos. Y muchos de estos liderazgos están
en crisis, aunque este fenómeno no sea propio de la región, sino
del mundo entero.
¿Qué es, realmente, América Latina, o la parte americana
de Iberoamérica? Depende: Brasil, México y Chile suman un 80%
del PIB total de la zona, y un 70% de su población. Es decir, que las
crisis políticas centrales –salvo la de la corrupción,
que está acogotando a Lula– no afectan a este núcleo central,
que tampoco ha sido alcanzado por la ola de populismo (que sí ha dañado
al conjunto). No es el continente más pobre, pero sí el más
desigual, y cada vez más, tanto que la disparidad se ha convertido en
un lastre para el crecimiento económico y el desarrollo. Cierto que
ha habido en los últimos tres lustros una reducción de la pobreza
extrema (de 22,5% a 18,6%), pero, a veces, ha resultado insuficiente para lograr
cumplir los Objetivos del Milenio fijados por Naciones Unidas. En cuanto a
educación, en la secundaria hay más niñas que niños,
y en la superior estudian más mujeres que hombres en Brasil y Venezuela,
entre otros países.
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Para poder despegar definitivamente, y ante la gran competencia mundial, es
más que sabido que América Latina va a necesitar un esfuerzo
de inversión. Los recursos de los Estados son muy limitados. Su capacidad
recaudatoria no va a poder crecer significativamente en los próximos
años. La actividad pública tendrá que concentrarse en
sectores como la sanidad y la educación, sin dinero para grandes infraestructuras. ¿Quién
va a financiarlas? No parece haber otro remedio que la inversión privada,
nacional y extranjera. Hasta Castro, en su Estado represivo, redistributivo
de la pobreza que no creador de riqueza, deja entrar al sector privado extranjero
en algunas actividades de infraestructuras (como aguas, electricidad y turismo).
Ahora bien, un 75% de los ciudadanos de la región está insatisfecho
con las privatizaciones y el capital extranjero. Gracias a sus inversiones
en América Latina, muchas empresas españolas no sólo han
mejorado significativamente sus cuentas de resultados, sino que se han convertido
en multinacionales y ganado peso de cara a otros mercados.
Como bien indica José Juan Ruiz en el memorándum que publicamos,
los problemas de América Latina son conocidos, y se prestan mucho a
los tópicos. Sin embargo, detrás de éstos se esconden
algunas realidades y preguntas, que a veces no tienen fácil respuesta.
Es verdad que en estos 15 años de cumbres, han cambiado mucho –en
todos los términos– España, Portugal, América Latina
y el mundo, e Iberoamérica, de ...
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