Jean Marie Le Pen y su hija y heredera Marine han conseguido aglutinar una extraña galaxia para un partido xenófobo como era hasta hace poco el Frente Nacional francés: ultras, obreros, empresarios y ahora también negros, árabes y judíos. Con esta nueva estrategia y cinco años después de dejar en la cuneta al socialista Lionel Jospin, Le Pen aspira a repetir la jugada en las próximas presidenciales.

Meses antes de las presidenciales francesas de abril de 2007, los medios de comunicación, espoleados por sondeos inquietantes, están recordando el trauma del 21 de abril de 2002, cuando el líder ultraderechista galo, Jean Marie Le Pen, pasó a la segunda vuelta de la carrera al Elíseo. Entre la desaparición mediática y la reaparición política, uno acabaría por imaginar que la Francia de ultraderecha sólo vive para el momento de las elecciones y que se limita al Frente Nacional. Pero igual que este partido aglutina un voto de protesta que va más allá de la extrema derecha, no toda la Francia extrema vota FN y su influencia no se resume en el hecho de votar, o no, por la ultraderecha.

El Frente Nacional ha sabido reconvertir su credo inicial, xenófobo y temeroso de las influencias extranjeras, en uno antiglobalización y antideslocalización

Si la formación de Le Pen sólo recibiera los sufragios de los nostálgicos de la Francia eterna, no habría conocido este auge. El éxito se lo debe a su estrategia de comunicación. Su táctica es la de un partido atrapalotodo que ha sabido aglutinar todos los rencores y todas las frustraciones hasta convertirse, no sin paradojas, en un agregado, en la suma de todos esos miedos.

Tiende a olvidarse que el FN era en sus orígenes, ante todo, un partido de ultraliberales que buscaba los votos de los empresarios que se oponían al fisco, a imagen y semejanza de su líder, que se convirtió en millonario por la vía de la herencia. Hoy ha sabido reconvertir su credo inicial, xenófobo y temeroso de las influencias extranjeras, en uno antiglobalización y contra la deslocalización. Este giro le ha valido, además de la simpatía de la patronal, la creciente adhesión de los obreros que se sienten amenazados por la mundialización a la que culpan de la concurrencia de mano de obra foránea ya que, en su mayoría, se trata de franceses de origen extranjero. El otro eje de la comunicación del FN consiste en su exitosa OPA sobre la cuestión nacional, que le da una posición defensiva ahora que los lazos sociales y las tensiones intercomunitarias parecen desgarrar el país.

Esta última mutación es la menos esperada y la más paradójica, pero también es la que permitirá consagrar de forma decisiva el ascenso mediante círculos concéntricos cada vez más alejados del Frente Nacional: a saber, el cúmulo de todos los miedos comunitarios, incluidos aquellos que son antagonistas. La segunda Intifada, la cristalización del conflicto israelí-palestino y el islamismo, más el contexto pos 11-S han permitido importar temores ligados al clima internacional hasta el corazón de Francia. Sobre todo, confesionalizando ciertas identidades, endureciéndolas, lo que ha favorecido con toda certeza el desafío comunitario entre franceses de cultura judía y árabe. Paradójicamente, el Frente Nacional, que era percibido hasta ahora como racista y antisemita, va a beneficiarse de la suma de estos miedos. Algunos ciudadanos de origen magrebí se reconocen en el lado antisemita, partidario de la teoría de la conspiración, antiglobalización y anticapitalista que conforma su discurso. Del otro lado, franceses de origen judío reconocen el valor para sostener declaraciones contra el islamismo y la inmigración árabe.

Los extremos se tocan: el cómico Dieudonné (a la izquierda), estrecha la mano de Le Pen en una fiesta del Frente Nacional en diciembre de 2006.
Los extremos se tocan: el cómico Dieudonné (a la izquierda), estrecha la mano de Le Pen en una fiesta del Frente Nacional en diciembre de 2006.

En diciembre pasado, Kamal Khan, de la emisora Radio Islam, instó a los musulmanes galos a votar a Le Pen. En su "Llamamiento a los musulmanes de Francia" les recomienda: "¡No os dejéis manipular por las mentiras de la propaganda de los judíos que quieren combatir contra Francia hasta el último beur! (franceses hijos de magrebíes en argot)". Y sigue: "Los judíos tienen el poder en Francia con sus cómplices socialcomunistas y sus aliados francomasones. ¡Y muchos de vosotros les habéis ayudado con vuestro voto! Compatriotas musulmanes, os han confundido. No os creáis la propaganda socialsionista que pretende defenderos contra el racismo cuando su dios Israel trata a los árabes de Oriente Medio como animales. Compatriotas musulmanes, Francia no está gobernada por verdaderos franceses, sino por los sirvientes de la internacional sionista que controlan la economía (…). Vuestros padres lucharon fieramente para liberar a Francia de la ocupación nazi. ¡Ayudadnos ahora a liberar a este país de la ocupación sionista! ¡Compatriotas musulmanes! (…) Le Pen no es antiárabe. ¡Al contrario! Acordaos de su discurso como diputado en la Asamblea Nacional, el 28 de enero de 1958: ‘Afirmo que, en la religión musulmana, nada se opone, desde el punto de vista moral, a hacer del creyente o del practicante un ciudadano francés de pleno derecho. Al contrario. En lo esencial sus preceptos son los mismos que los del cristianismo, fundamento de la civilización occidental. Por otra parte, no creo que exista raza argelina como no creo que exista una raza francesa (…). Ofrezcamos a los musulmanes la entrada y la integración en una Francia dinámica, en una Francia conquistadora. En lugar de decirles como les decimos ahora: Nos costáis muy caros, sois un peso, un fardo, digámosles: os necesitamos. Sois la juventud de la nación".

Khan no escatima datos históricos convenientemente aderezados para sustentar sus tesis: "En 1956, durante la crisis del canal de Suez, Le Pen, que era entonces teniente en Argelia, formó parte del cuerpo expedicionario enviado a Egipto por el Gobierno socialista. Fue él quien, en el momento de enterrar los cuerpos de los musulmanes asesinados, ordenó que los enterraran mirando a la Meca, como manda la tradición mahometana. En 1958, durante la guerra de Argelia, fue el primero en presentar en París la candidatura de un musulmán, su amigo Ahmed Djebbour, en unas legislativas parciales. Además, resultó gravemente herido en un ojo cuando intentaba defenderle". Y continúa, ya en un registro más cercano: "Le Pen es el único dirigente político francés que se opuso claramente a la guerra que los sionistas americanos han desencadenado en Irak, cuna de la civilización árabe. Él y su familia son los únicos que han condenado el embargo criminal contra el pueblo iraquí impuesto por la mamarrachada sionista en la que se ha convertido la ONU. Su esposa dirige una de las escasas asociaciones francesas que intentan impedir el sacrificio de centenares de miles de niños iraquíes inocentes ante el altar de la arrogancia americanosionista. Su hija, Marine, es abogada de un argelino de 40 años al que ha librado de ser expulsado tres veces de territorio francés. Le Pen no es racista. Es un francés que lucha para liberar a Francia de la ocupación judía, como vosotros lucháis para liberar vuestros países de la ocupación, lo que es normal", apunta.

Nueva estrategia: el cambio de orientación se debe a Marine Le Pen (a la izquierda, junto a su padre). Cartel electoral del FN para las elecciones de 2007.
Nueva estrategia: el cambio de orientación se debe a Marine Le Pen (a la izquierda, junto a su padre). Cartel electoral del FN para las elecciones de 2007.

Y Khan concluye: "Se os dice a menudo que Le Pen ha sido soldado en Argelia y que hizo la guerra, pero ¿quién envío allí a centenares de miles de soldados franceses para reprimir al pueblo? Fue el Gobierno del judío socialista Pierre Isaac Mendes-France (…). Y fue Mitterrand, ministro del Interior el 19 de junio de 1954 y gran amigo de Israel quien firmó los perversos decretos que condujeron al encarcelamiento, la tortura y la ejecución de miles de musulmanes. Fue el Mossad el que asesinó con un coche bomba el 18 de marzo de 1978 al profesor y miembro del FN François Duprat por su apoyo a los árabes oprimidos de Palestina a través de su asociación Francia-Palestina. ¡Compatriotas musulmanes! (…) Le Pen milita para liquidar las fuerzas del mal que quieren sojuzgar a Francia como lo han hecho con Palestina y otros muchos Estados, como EE UU, Alemania, Austria, Suiza o… el Vaticano, que han capitulado sin condiciones ante el chantaje del sionismo internacional. Él lucha para restablecer la independencia política de Francia, para convertirla en un país fuerte, pujante e independiente que ayude al mundo árabe oprimido a quebrar todas las cadenas diabólicas del sionismo".

Recientemente, el blog patriótico Vox Galliae (la Voz de la Galia) difundió extractos de vídeo y entrevistas con quienes llama "los franceses de origen magrebí". Más escandaloso y mediático ha sido el apoyo al líder ultraderechista del famoso cómico Dieudonné, hijo de camerunés y bretona y cercano a las tesis de Hezbolá, y de los animadores de La banlieue s’exprime (Los suburbios hablan), un sitio antijudío de Internet, dirigido por Ahmed Moualek y orientado a los habitantes negros y de ascendencia magrebí de estas localidades.

EL PODER DEL VOTO JUDÍO
Pero el apoyo a Le Pen no hay que buscarlo sólo entre los franceses de ascendencia norteafricana. En la tarde del 21 de abril de 2002, Jo Goldenberg, célebre restaurador y propietario del negocio que llevaba su nombre en el Marais, antiguo barrio judío de la capital francesa y ahora uno de los más chic, dejó entrever en público que había votado a Le Pen. Más tarde, ante las protestas de los nuevos propietarios de su local, trató de recular, afirmando: "Le Pen es la defensa de Francia ante todo, y eso es lo que a mí me interesa". Aún más: "Él mantuvo afirmaciones chocantes hace años, pero ha cambiado (…), la comunidad judía ha hecho probablemente que aumente el número de sus votos. Hay que comprender ese voto a Le Pen". En la misma óptica, Roger Cukierman, presidente del Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia (CRI, en sus siglas en francés) afirmaba en el periódico israelí Haaretz que el tanteo de Le Pen era un "mensaje a los musulmanes para que se sintieran tranquilos". Una vez más y ante el escándalo, Cukierman tuvo que dar marcha atrás y afirmó que sus declaraciones habían sido malinterpretadas, agregando: "La única razón del entusiasmo por el FN es la violencia que sufre Francia desde hace algunos años". Ésa es la realidad insospechada, por no decir impensable, que reveló su éxito electoral el 21 de abril de 2002, en la primera elección presidencial después de los atentados del 11-S, fruto de una campaña electoral guiada por el miedo y el clima de inseguridad nacional e internacional.

Además, ha caducado el tiempo de la estigmatización del FN y de sus tesis. La movilización pos-21 de abril se pareció más a un último coletazo de energía que a una toma de conciencia. Según sondeos del Consejo Superior Audiovisual en los que se plantea de forma regular la pregunta: "¿Ha llegado a sentirse de acuerdo con la posición del Frente Nacional?", un 20% de los ciudadanos respondieron afirmativamente en abril de 2002. Antes de las presidenciales, este porcentaje era del 19%, y del 13% en abril de 2003. En el informe de 2005 de la Comisión Nacional Consultiva de los Derechos Humanos, Nonna Mayer y Guy Michelat constataron una subida del etnocentrismo. Entre 2004 y 2005, aquellos que consideraban que la cifra de extranjeros era demasiado alta aumentaron en 18 puntos (un 38% en 2004 contra un 56% en 2005). Al mismo tiempo, quienes consideran que la presencia de inmigrantes constituye una fuente de enriquecimiento cultural han pasado del 74% al 62%, 12 puntos menos. La tolerancia hacia los trabajadores extranjeros ha caído 11 puntos. En 2004, el 81% de los ciudadanos estimaban que "los inmigrantes deben ser considerados como si estuvieran en su propio país porque contribuyen a la salud de la economía francesa", contra un 70% en 2005. Siempre según las conclusiones de este estudio, el 33% de la población se define más bien racista, y el 65% más bien no racista. La expresión de sentimientos xenófobos es aún minoritaria, pero tiende a aumentar.

Sólo un 63% de los franceses se ha mostrado seguro de no votar por Le Pen, un 19% menos que en la segunda vuelta de las presidenciales de 2002

En mayo de 2006, una investigación del Instituto Sofres revelaba que el 21% de los franceses confiaba más en el FN para buscar soluciones eficaces en materia de seguridad (12% entre los simpatizantes de izquierda y 25% entre los de derechas) y un 24% prefería al partido de ultraderecha para lidiar con asuntos de inmigración (un 14% entre la izquierda y un 29% en la derecha). A la cuestión: "¿Cuál de las frases siguientes se corresponde mejor con lo que piensa de cara a las presidenciales de 2007?", sólo un 63% de los encuestados se mostraron seguros de "no votar por Le Pen", un 19% menos que el día de la segunda vuelta de los comicios de 2002. En octubre del año pasado, la mayoría de los institutos de opinión señalaron que Le Pen había duplicado su voto con respecto al mismo periodo de 2001. El futuro dirá si la banalización de las tesis frentistas y la estrategia de ampliación electoral, que permite agrupar a los empresarios y a los obreros, a los antiárabes y a los antijudíos, se fusionarán gracias a un contexto nacionalista favorable o si, por el contrario, acabarán por implosionar. El papel de la hija de Le Pen, Marine, de 38 años, capaz de encarnar a una líder que aglutine todas estas paradojas, por su imagen firme y al mismo tiempo femenina, nacionalista pero menos racista, tradicional pero moderna, será sin duda una de las claves que habrá que vigilar.

 

¿Algo más?
Fiammetta Venner, politóloga, fundadora de la revista Prochoix (www.prochoix.org) y ex profesora en las Universidades de Evry-Val-d’Éssone y de la Universidad de Nueva York en París, es autora de numerosos ensayos centrados en el tema del integrismo, en particular el católico y el musulmán. Además de su última obra Extrême France (Ed. Grasset, París, 2006), ha publicado, entre otras, OPA sur l’islam de France: les ambitions de l’UOIF (Ed. Calmann-Lévy, París, 2005), L’Effroyable imposteur. Quelques vérités sur Thierry Meyssan (Ed. Grasset, París, 2005), Tirs croisés: la laïcité à l’epreuve des intégrismes juif, chrétien et musulman, en colaboración con Caroline Fourest (Ed. Calmann-Lévy, París, 2005), y L’extrême droite et les femmes, con Claudie Lesselier (Golias, Lyon, 1997).

Para un estudio general sobre el fenómeno y la ascensión del Frente Nacional, consultar Geopolitique de l’insécurité et du Front National, de Bernard Alidières (Ed. Armand Collin, Ivry sur Seine, 2006). El auge de la extrema derecha y la reconversión a la modernidad de los viejos partidos ultraderechistas y xenófobos en el Viejo Continente es analizado en Les croisés de la société fermée: L’Europe des extrêmes droites (Editions de l’Aube, La Tour d’Aigues, Francia, 2001) de Pascal Perrineau, y en Sur la nouvelle droite (Descartes, París, 1994), de Pierre André Taguieff. La Red es también un hervidero de páginas sobre el tema, empezando por la web de la formación que dirige Le Pen (www.frontnational.com). En el otro extremo ideológico están el blog de la propia Fiammetta Venner (http://extremefrance.canalblog.com) y el de la Red de Lucha Antifascista (www.raslfront.org), una de las más activas en Francia en la lucha contra el racismo y la xenofobia.

 

Jean Marie Le Pen y su hija y heredera Marine han conseguido aglutinar una extraña galaxia para un partido xenófobo como era hasta hace poco el Frente Nacional francés: ultras, obreros, empresarios y ahora también negros, árabes y judíos. Con esta nueva estrategia y cinco años después de dejar en la cuneta al socialista Lionel Jospin, Le Pen aspira a repetir la jugada en las próximas presidenciales. Fiammetta Venner

Meses antes de las presidenciales francesas de abril de 2007, los medios de comunicación, espoleados por sondeos inquietantes, están recordando el trauma del 21 de abril de 2002, cuando el líder ultraderechista galo, Jean Marie Le Pen, pasó a la segunda vuelta de la carrera al Elíseo. Entre la desaparición mediática y la reaparición política, uno acabaría por imaginar que la Francia de ultraderecha sólo vive para el momento de las elecciones y que se limita al Frente Nacional. Pero igual que este partido aglutina un voto de protesta que va más allá de la extrema derecha, no toda la Francia extrema vota FN y su influencia no se resume en el hecho de votar, o no, por la ultraderecha.

El Frente Nacional ha sabido reconvertir su credo inicial, xenófobo y temeroso de las influencias extranjeras, en uno antiglobalización y antideslocalización

Si la formación de Le Pen sólo recibiera los sufragios de los nostálgicos de la Francia eterna, no habría conocido este auge. El éxito se lo debe a su estrategia de comunicación. Su táctica es la de un partido atrapalotodo que ha sabido aglutinar todos los rencores y todas las frustraciones hasta convertirse, no sin paradojas, en un agregado, en la suma de todos esos miedos.

Tiende a olvidarse que el FN era en sus orígenes, ante todo, un partido de ultraliberales que buscaba los votos de los empresarios que se oponían al fisco, a imagen y semejanza de su líder, que se convirtió en millonario por la vía de la herencia. Hoy ha sabido reconvertir su credo inicial, xenófobo y temeroso de las influencias extranjeras, en uno antiglobalización y contra la deslocalización. Este giro le ha valido, además de la simpatía de la patronal, la creciente adhesión de los obreros que se sienten amenazados por la mundialización a la que culpan de la concurrencia de mano de obra foránea ya que, en su mayoría, se trata de franceses de origen extranjero. El otro eje de la comunicación del FN consiste en su exitosa OPA sobre la cuestión nacional, que le da una posición defensiva ahora que los lazos sociales y las tensiones intercomunitarias parecen desgarrar el país.

Esta última mutación es la menos esperada y la más paradójica, pero también es la que permitirá consagrar de forma decisiva el ascenso mediante círculos concéntricos cada vez más alejados del Frente Nacional: a saber, el cúmulo de todos los miedos comunitarios, incluidos aquellos que son antagonistas. La segunda Intifada, la cristalización del conflicto israelí-palestino y el islamismo, más el contexto pos 11-S han permitido importar temores ligados al clima internacional hasta el corazón de Francia. Sobre todo, confesionalizando ciertas identidades, endureciéndolas, lo que ha favorecido con toda certeza el desafío comunitario entre franceses de cultura judía y árabe. Paradójicamente, el Frente Nacional, que era percibido hasta ahora como racista y antisemita, va a beneficiarse de la suma de estos miedos. Algunos ciudadanos de origen magrebí se reconocen en el lado antisemita, partidario de la teoría de la conspiración, antiglobalización y anticapitalista que conforma su discurso. Del otro lado, franceses de origen judío reconocen el valor para sostener declaraciones contra el islamismo y la inmigración árabe.

Los extremos se tocan: el cómico Dieudonné (a la izquierda), estrecha la mano de Le Pen en una fiesta del Frente Nacional en diciembre de 2006.
Los extremos se tocan: el cómico Dieudonné (a la izquierda), estrecha la mano de Le Pen en una fiesta del Frente Nacional en diciembre de 2006.

En diciembre pasado, Kamal Khan, de la emisora Radio Islam, instó a los musulmanes galos a votar a Le Pen. En su "Llamamiento a los musulmanes de Francia" les recomienda: "¡No os dejéis manipular por las mentiras de la propaganda de los judíos que quieren combatir contra Francia hasta el último beur! (franceses hijos de magrebíes en argot)". Y sigue: "Los judíos tienen el poder en Francia con sus cómplices socialcomunistas y sus aliados francomasones. ¡Y muchos de vosotros les habéis ayudado con vuestro voto! Compatriotas musulmanes, os han confundido. No os creáis la propaganda socialsionista que pretende defenderos contra el racismo cuando su dios Israel trata a los árabes de Oriente Medio como animales. Compatriotas musulmanes, Francia no está gobernada por verdaderos franceses, sino por los sirvientes de la internacional sionista que controlan la economía (…). Vuestros padres lucharon fieramente para liberar a Francia de la ocupación nazi. ¡Ayudadnos ahora a liberar a este país de la ocupación sionista! ¡Compatriotas musulmanes! (…) Le Pen no es antiárabe. ¡Al contrario! Acordaos de su discurso como diputado en la Asamblea Nacional, el 28 de enero de 1958: ‘Afirmo que, en la religión musulmana, nada se opone, desde el punto de vista moral, a hacer del creyente o del practicante un ciudadano francés de pleno derecho. Al contrario. En lo esencial sus preceptos son los mismos que los del cristianismo, fundamento de la civilización occidental. Por otra parte, no creo que exista raza argelina como no creo que exista una raza francesa (…). Ofrezcamos a los musulmanes la entrada y la integración en una Francia dinámica, en una Francia conquistadora. En lugar de decirles como les decimos ahora: Nos costáis muy caros, sois un peso, un fardo, digámosles: os necesitamos. Sois la juventud de la nación".

Khan no escatima datos históricos convenientemente aderezados para sustentar sus tesis: "En 1956, durante la crisis del canal de Suez, Le Pen, que era entonces teniente en Argelia, formó parte del cuerpo expedicionario enviado a Egipto por el Gobierno socialista. Fue él quien, en el momento de enterrar los cuerpos de los musulmanes asesinados, ordenó que los enterraran mirando a la Meca, como manda la tradición mahometana. En 1958, durante la guerra de Argelia, fue el primero en presentar en París la candidatura de un musulmán, su amigo Ahmed Djebbour, en unas legislativas parciales. Además, resultó gravemente herido en un ojo cuando intentaba defenderle". Y continúa, ya en un registro más cercano: "Le Pen es el único dirigente político francés que se opuso claramente a la guerra que los sionistas americanos han desencadenado en Irak, cuna de la civilización árabe. Él y su familia son los únicos que han condenado el embargo criminal contra el pueblo iraquí impuesto por la mamarrachada sionista en la que se ha convertido la ONU. Su esposa dirige una de las escasas asociaciones francesas que intentan impedir el sacrificio de centenares de miles de niños iraquíes inocentes ante el altar de la arrogancia americanosionista. Su hija, Marine, es abogada de un argelino de 40 años al que ha librado de ser expulsado tres veces de territorio francés. Le Pen no es racista. Es un francés que lucha para liberar a Francia de la ocupación judía, como vosotros lucháis para liberar vuestros países de la ocupación, lo que es normal", apunta.

Nueva estrategia: el cambio de orientación se debe a Marine Le Pen (a la izquierda, junto a su padre). Cartel electoral del FN para las elecciones de 2007.
Nueva estrategia: el cambio de orientación se debe a Marine Le Pen (a la izquierda, junto a su padre). Cartel electoral del FN para las elecciones de 2007.

Y Khan concluye: "Se os dice a menudo que Le Pen ha sido soldado en Argelia y que hizo la guerra, pero ¿quién envío allí a centenares de miles de soldados franceses para reprimir al pueblo? Fue el Gobierno del judío socialista Pierre Isaac Mendes-France (…). Y fue Mitterrand, ministro del Interior el 19 de junio de 1954 y gran amigo de Israel quien firmó los perversos decretos que condujeron al encarcelamiento, la tortura y la ejecución de miles de musulmanes. Fue el Mossad el que asesinó con un coche bomba el 18 de marzo de 1978 al profesor y miembro del FN François Duprat por su apoyo a los árabes oprimidos de Palestina a través de su asociación Francia-Palestina. ¡Compatriotas musulmanes! (…) Le Pen milita para liquidar las fuerzas del mal que quieren sojuzgar a Francia como lo han hecho con Palestina y otros muchos Estados, como EE UU, Alemania, Austria, Suiza o… el Vaticano, que han capitulado sin condiciones ante el chantaje del sionismo internacional. Él lucha para restablecer la independencia política de Francia, para convertirla en un país fuerte, pujante e independiente que ayude al mundo árabe oprimido a quebrar todas las cadenas diabólicas del sionismo".

Recientemente, el blog patriótico Vox Galliae (la Voz de la Galia) difundió extractos de vídeo y entrevistas con quienes llama "los franceses de origen magrebí". Más escandaloso y mediático ha sido el apoyo al líder ultraderechista del famoso cómico Dieudonné, hijo de camerunés y bretona y cercano a las tesis de Hezbolá, y de los animadores de La banlieue s’exprime (Los suburbios hablan), un sitio antijudío de Internet, dirigido por Ahmed Moualek y orientado a los habitantes negros y de ascendencia magrebí de estas localidades.

EL PODER DEL VOTO JUDÍO
Pero el apoyo a Le Pen no hay que buscarlo sólo entre los franceses de ascendencia norteafricana. En la tarde del 21 de abril de 2002, Jo Goldenberg, célebre restaurador y propietario del negocio que llevaba su nombre en el Marais, antiguo barrio judío de la capital francesa y ahora uno de los más chic, dejó entrever en público que había votado a Le Pen. Más tarde, ante las protestas de los nuevos propietarios de su local, trató de recular, afirmando: "Le Pen es la defensa de Francia ante todo, y eso es lo que a mí me interesa". Aún más: "Él mantuvo afirmaciones chocantes hace años, pero ha cambiado (…), la comunidad judía ha hecho probablemente que aumente el número de sus votos. Hay que comprender ese voto a Le Pen". En la misma óptica, Roger Cukierman, presidente del Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia (CRI, en sus siglas en francés) afirmaba en el periódico israelí Haaretz que el tanteo de Le Pen era un "mensaje a los musulmanes para que se sintieran tranquilos". Una vez más y ante el escándalo, Cukierman tuvo que dar marcha atrás y afirmó que sus declaraciones habían sido malinterpretadas, agregando: "La única razón del entusiasmo por el FN es la violencia que sufre Francia desde hace algunos años". Ésa es la realidad insospechada, por no decir impensable, que reveló su éxito electoral el 21 de abril de 2002, en la primera elección presidencial después de los atentados del 11-S, fruto de una campaña electoral guiada por el miedo y el clima de inseguridad nacional e internacional.

Además, ha caducado el tiempo de la estigmatización del FN y de sus tesis. La movilización pos-21 de abril se pareció más a un último coletazo de energía que a una toma de conciencia. Según sondeos del Consejo Superior Audiovisual en los que se plantea de forma regular la pregunta: "¿Ha llegado a sentirse de acuerdo con la posición del Frente Nacional?", un 20% de los ciudadanos respondieron afirmativamente en abril de 2002. Antes de las presidenciales, este porcentaje era del 19%, y del 13% en abril de 2003. En el informe de 2005 de la Comisión Nacional Consultiva de los Derechos Humanos, Nonna Mayer y Guy Michelat constataron una subida del etnocentrismo. Entre 2004 y 2005, aquellos que consideraban que la cifra de extranjeros era demasiado alta aumentaron en 18 puntos (un 38% en 2004 contra un 56% en 2005). Al mismo tiempo, quienes consideran que la presencia de inmigrantes constituye una fuente de enriquecimiento cultural han pasado del 74% al 62%, 12 puntos menos. La tolerancia hacia los trabajadores extranjeros ha caído 11 puntos. En 2004, el 81% de los ciudadanos estimaban que "los inmigrantes deben ser considerados como si estuvieran en su propio país porque contribuyen a la salud de la economía francesa", contra un 70% en 2005. Siempre según las conclusiones de este estudio, el 33% de la población se define más bien racista, y el 65% más bien no racista. La expresión de sentimientos xenófobos es aún minoritaria, pero tiende a aumentar.

Sólo un 63% de los franceses se ha mostrado seguro de no votar por Le Pen, un 19% menos que en la segunda vuelta de las presidenciales de 2002

En mayo de 2006, una investigación del Instituto Sofres revelaba que el 21% de los franceses confiaba más en el FN para buscar soluciones eficaces en materia de seguridad (12% entre los simpatizantes de izquierda y 25% entre los de derechas) y un 24% prefería al partido de ultraderecha para lidiar con asuntos de inmigración (un 14% entre la izquierda y un 29% en la derecha). A la cuestión: "¿Cuál de las frases siguientes se corresponde mejor con lo que piensa de cara a las presidenciales de 2007?", sólo un 63% de los encuestados se mostraron seguros de "no votar por Le Pen", un 19% menos que el día de la segunda vuelta de los comicios de 2002. En octubre del año pasado, la mayoría de los institutos de opinión señalaron que Le Pen había duplicado su voto con respecto al mismo periodo de 2001. El futuro dirá si la banalización de las tesis frentistas y la estrategia de ampliación electoral, que permite agrupar a los empresarios y a los obreros, a los antiárabes y a los antijudíos, se fusionarán gracias a un contexto nacionalista favorable o si, por el contrario, acabarán por implosionar. El papel de la hija de Le Pen, Marine, de 38 años, capaz de encarnar a una líder que aglutine todas estas paradojas, por su imagen firme y al mismo tiempo femenina, nacionalista pero menos racista, tradicional pero moderna, será sin duda una de las claves que habrá que vigilar.

 

¿Algo más?
Fiammetta Venner, politóloga, fundadora de la revista Prochoix (www.prochoix.org) y ex profesora en las Universidades de Evry-Val-d’Éssone y de la Universidad de Nueva York en París, es autora de numerosos ensayos centrados en el tema del integrismo, en particular el católico y el musulmán. Además de su última obra Extrême France (Ed. Grasset, París, 2006), ha publicado, entre otras, OPA sur l’islam de France: les ambitions de l’UOIF (Ed. Calmann-Lévy, París, 2005), L’Effroyable imposteur. Quelques vérités sur Thierry Meyssan (Ed. Grasset, París, 2005), Tirs croisés: la laïcité à l’epreuve des intégrismes juif, chrétien et musulman, en colaboración con Caroline Fourest (Ed. Calmann-Lévy, París, 2005), y L’extrême droite et les femmes, con Claudie Lesselier (Golias, Lyon, 1997).

Para un estudio general sobre el fenómeno y la ascensión del Frente Nacional, consultar Geopolitique de l’insécurité et du Front National, de Bernard Alidières (Ed. Armand Collin, Ivry sur Seine, 2006). El auge de la extrema derecha y la reconversión a la modernidad de los viejos partidos ultraderechistas y xenófobos en el Viejo Continente es analizado en Les croisés de la société fermée: L’Europe des extrêmes droites (Editions de l’Aube, La Tour d’Aigues, Francia, 2001) de Pascal Perrineau, y en Sur la nouvelle droite (Descartes, París, 1994), de Pierre André Taguieff. La Red es también un hervidero de páginas sobre el tema, empezando por la web de la formación que dirige Le Pen (www.frontnational.com). En el otro extremo ideológico están el blog de la propia Fiammetta Venner (http://extremefrance.canalblog.com) y el de la Red de Lucha Antifascista (www.raslfront.org), una de las más activas en Francia en la lucha contra el racismo y la xenofobia.

 

 

Fiammetta Venner es ensayista y politóloga en el Centro de Análisis e Intervención Sociológicas (CADIS) de París (Francia). Su último libro es Extrême France. Les mouvements frontistes, nationaux-radicaux, royalistes, catoliques traditionalistes et provie (Ed. Grasset, París, noviembre de 2006).