Jean Marie Le Pen y su hija y heredera Marine han conseguido aglutinar una extraña galaxia para un partido xenófobo como era hasta hace poco el Frente Nacional francés: ultras, obreros, empresarios y ahora también negros, árabes y judíos. Con esta nueva estrategia y cinco años después de dejar en la cuneta al socialista Lionel Jospin, Le Pen aspira a repetir la jugada en las próximas presidenciales.












Meses antes de las presidenciales francesas de abril de 2007, los medios de comunicación, espoleados por sondeos inquietantes, están recordando el trauma del 21 de abril de 2002, cuando el líder ultraderechista galo, Jean Marie Le Pen, pasó a la segunda vuelta de la carrera al Elíseo. Entre la desaparición mediática y la reaparición política, uno acabaría por imaginar que la Francia de ultraderecha sólo vive para el momento de las elecciones y que se limita al Frente Nacional. Pero igual que este partido aglutina un voto de protesta que va más allá de la extrema derecha, no toda la Francia extrema vota FN y su influencia no se resume en el hecho de votar, o no, por la ultraderecha.






























El Frente Nacional ha sabido reconvertir su credo inicial, xenófobo y temeroso de las influencias extranjeras, en uno antiglobalización y antideslocalización

Si la formación de Le Pen sólo recibiera los sufragios de los nostálgicos de la Francia eterna, no habría conocido este auge. El éxito se lo debe a su estrategia de comunicación. Su táctica es la de un partido atrapalotodo que ha sabido aglutinar todos los rencores y todas las frustraciones hasta convertirse, no sin paradojas, en un agregado, en la suma de todos esos miedos.

Tiende a olvidarse que el FN era en sus orígenes, ante todo, un partido de ultraliberales que buscaba los votos de los empresarios que se oponían al fisco, a imagen y semejanza de su líder, que se convirtió en millonario por la vía de la herencia. Hoy ha sabido reconvertir su credo inicial, xenófobo y temeroso de las influencias extranjeras, en uno antiglobalización y contra la deslocalización. Este giro le ha valido, además de la simpatía de la patronal, la creciente adhesión de los obreros que se sienten amenazados por la mundialización a la que culpan de la concurrencia de mano de obra foránea ya que, en su mayoría, se trata de franceses de origen extranjero. El otro eje de la comunicación del FN consiste en su exitosa OPA sobre la cuestión nacional, que le da una posición defensiva ahora que los lazos sociales y las tensiones intercomunitarias parecen desgarrar el país.

Esta última mutación es la menos esperada y la más paradójica, pero también es la que permitirá consagrar de forma decisiva el ascenso mediante círculos concéntricos cada vez más ...