Ahora que evaluamos el legado del décimo aniversario del mayor atentado terrorista sufrido por Estados Unidos, merece la pena repasar los 10 acontecimientos de la última década que, a la hora de la verdad, han sido más importantes.

Getty Images
Getty Images

 

10. La reacción de Estados Unidos tras el 11-S

Si bien algunos pueden considerar que la desmesurada reacción de Estados Unidos tras el 11-S es prueba de su importancia, hubo una parte tan grande de esa reacción que fue irracional y más relacionada con aspectos del propio pasado nacional (la invasión del territorio iraquí, por ejemplo), que debemos estudiarla como un hecho aparte. La verdad es que las luchas con y en Irak eran algo a lo que llevábamos dedicados años. Y además, ese conflicto fue una guerra de elección, igual que la violación de nuestros principios en Abu Ghraib y Guantánamo fue algo puramente autodestructivo, autoterrorista, por así decir. Nos hicimos más daño nosotros mismos que los criminales de tres al cuarto que nos estaban provocando. En cualquier caso, nuestra respuesta -que, por el lado positivo, incluyó una mejor comprensión de cómo combatir el terrorismo (con las guerras de inteligencia y los ataques con aviones no tripulados que Bin Laden acabó lamentando tanto)- fue mucho más amplia, tanto en su alcance como en sus consecuencias, que los sucesos que la habían suscitado.

9. La primavera árabe

AFP/Getty Images
AFP/Getty Images

No tenemos ni idea de cómo acabarán las revoluciones de este año en Oriente Medio y el Norte de África. Pero sí sabemos que son síntomas de una profunda transformación que ha derrocado más gobiernos en la región que Al Qaeda o Estados Unidos. Las revueltas árabes están teniendo muchas más consecuencias sociales que el extremismo y están mucho más vinculadas a los intereses de la población, por lo que deberíamos atribuirles muchas más probabilidades de triunfar que a unos asesinos fundamentalistas que practican un oficio antiguo, anticuado e ineficaz. Estados Unidos hizo bien en prestar atención al ascenso de los actores no estatales y el poder asimétrico; solo que se centró en los protagonistas que no eran.

8. El reequilibrio de Asia

AFP/Getty Images
AFP/Getty Images

Esta tendencia está relacionada con la número uno, pero afecta a más vidas y tendrá más repercusiones en la política exterior mundial que cualquier suceso que pase en Afganistán,  en Pakistán o en Oriente Medio. Los intensos esfuerzos para labrar nuevas alianzas y abrir nuevas relaciones entre todos los actores internacionales con intereses en Asia desempeñará probablemente un papel decisivo en los dos países mencionados, porque incluyen hechos como la alianza de EE UU con India. La relación que está desarrollándose entre las dos mayores democracias del mundo tendrá significativas consecuencias regionales respecto a la batalla contra el terrorismo y la contención de las amenazas procedentes de Islamabad y, al mismo tiempo, establecerá un contrapeso importante a China. Pero estos cambios estratégicos en todo el continente asiático afectan a más Estados, porque suponen la creación de nuevas alianzas y relaciones más profundas para abordar, afrontar y gestionar las consecuencias del ascenso de Pekín y de otras potencias emergentes como Nueva Delhi y, en algún momento no muy lejano, tal vez una Corea reunificada. Es complicado, pero es un aspecto mucho más importante de la política internacional que lo que sucede en Oriente Medio, que ocupa muchos titulares pero, a la larga, pertenece a una categoría inferior.

7. El estancamiento de las economías de EE UU y otros países desarrollados

Esta tendencia comenzó unos años antes del 11-S, con la crisis económica de Japón. Pero ha adquirido fuerza realmente en la pasada década, cuando Estados Unidos experimentó su primer decenio con una creación neta de empleo de cero y las rentas medias bajaran. Europa también resopló, sobre todo en los países del sur, y ese debilitamiento de los pilares del mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial ha alimentado una reordenación de la geopolítica. El hecho de entrar en una época de restricciones está obligando a las grandes potencias a colaborar de manera distinta y ha dado al traste con el unilateralismo momentáneo y equivocado de la era Bush en EE UU.

6. La invención de los medios sociales

AFP/Getty Images
AFP/Getty Images

 

¿Qué es más importante derribar el World Trade Center y matar a varios miles de inocentes o unir a 500 millones de personas como no se había hecho nunca (y ha hecho Facebook)? ¿Pasarse unas notas de una cueva a otra en Waziristán o impulsar una revolución por Twitter en la Plaza de Tahrir de El Cairo? No hay ni comparación.

 

 

5. La proliferación de teléfonos y dispositivos móviles

AFP/Getty Images
AFP/Getty Images

Pero, con todo lo importante que es la aparición de los medios sociales, el gran acontecimiento tecnológico de la pasada década es la asombrosa expansión sin precedentes de los móviles, que ha cambiado el mundo. En 1991, 10 años antes del 11-S, había 16 millones de usuarios de teléfonos en el mundo. Hoy estamos acercándonos rápidamente a los 6.000 millones. En 2011 se enviarán ocho billones de mensajes de texto. De aquí a tres o cuatro año, más personas accederán a Internet a través del móvil que del ordenador. El crecimiento está acelerándose sobre todo en los países emergentes. Existen más cámaras fotográficas de estos aparatos que todos los demás tipos de cámaras juntas. Todo el mundo está conectado, es testigo y forma parte de una red informativa mundial, una coalición inmediata, una masa, un electorado.

4. La crisis de 2008

El índice industrial Dow Jones cayó de un máximo de 14.164 puntos el 9 de octubre de 2007 a 6.469 el mes de marzo siguiente, un descenso del 54%. Tardó 17 meses en recuperarse (todavía no está claro en qué va a acabar la cosa). El mercado de la vivienda estadounidense, que alcanzó su techo en 2006, se ha precipitado casi sin control desde entonces, y algunos expertos opinan que aquellos máximos no serán posibles de conseguir hasta dentro de muchos años, o nunca. Las pérdidas resultantes, de decenas de billones de dólares, empujaron a cientos de millones de personas a la pobreza, aniquilaron los fondos de pensiones, afectaron al bienestar de miles de millones de ciudadanos y pusieron en tela de juicio la viabilidad de países y empresas hasta un punto que aún no podemos valorar en toda su magnitud. Asimismo hubo repercusiones políticas y estratégicas -desde la revisión de las prioridades nacionales hasta el cambio de la opinión mundial sobre el capitalismo americano– que empequeñecerán las del 11-S.

3. La crisis de la eurozona en 2011-2012

AFP/Getty Images
AFP/Getty Images

El debilitamiento causado por el declive de las economías desarrolladas, la crisis de 2008, la imprudencia de los gobiernos europeos a la hora de endeudarse excesivamente y la laxitud con la que se ha administrado el sector bancario (además de problemas nacionales concretos, como el hecho de que los españoles no aprendieran las lecciones de la crisis de la vivienda en Estados Unidos) ha desembocado en una crisis que podría acabar con la Unión Europea, destruir el euro y -aunque no ocurra ninguna de esas dos cosas- hacer que la economía mundial vuelva a hundirse con tanta fuerza o más que en 2008. En ese caso, tendrá un efecto aún más devastador sobre las economías de todo el mundo, ya en mala situación. Si destruye el experimento europeo, que ha ayudado a garantizar decenios de paz en un continente históricamente desgarrado por conflictos, también será, por motivos completamente distintos, mucho más importante que el 11-S.

2. La falta de acción ante el calentamiento global

AFP/Getty Images
AFP/Getty Images

Mientras se acumulaban las pruebas de que el calentamiento artificial del planeta estaba produciéndose a una velocidad sin parangón ni precedente en la historia de la humanidad, mientras la comunidad científica coincidía en que la crisis afectaría a la propia existencia de numerosas formas de vida y a comunidades costeras en las que habitan miles de millones de personas, mientras el planeta sufría amenazas mayores de las que ha sufrido jamás, los líderes mundiales estaban dedicados a otras cosas. Si las temperaturas de la tierra suben uno o tres grados más a lo largo de este siglo, el 11-S será una nota a pie de página en comparación con un hecho que podría transformar la naturaleza de la vida en el planeta y causar muchísimas más muertes que el atentado sufrido en 2001 y las guerras posteriores.

1. La ascensión de China y los demás BRIC

El único motivo por el que el calentamiento global no ocupa el número 1 es que todavía no hemos visto todos sus efectos. Pero su evolución -y la del crecimiento económico y el poder político en el planeta- dependerá cada vez más de la influencia de las nuevas potencias del siglo XXI, encabezadas por China, India, Brasil y otros países. No son tan nuevas, por supuesto: Pekín y Nueva Delhi fueron las mayores economías del mundo desde la noche de los tiempos hasta casi mediados del siglo XIX. Sin embargo, el 11 de septiembre de 2001 se les consideraba unos países de los que habría que estar pendientes… en un futuro lejano. Durante la última década han ascendido hasta el punto de que hoy son los motores de crecimiento que decidirán si en 2011 va a derrumbarse el mercado, si EE UU y Europa pueden pedir prestado para financiar sus renqueantes economías, si el mundo llegará a un acuerdo sobre las emisiones de gas de efecto invernadero, si vamos a poder contener la proliferación de armas de destrucción masiva y cuál va a ser el verdadero futuro de las instituciones y los tratados internacionales. Los BRIC han ascendido mientras Estados Unidos estaba distraído con Bin Laden; ahora, su futuro dependerá de la rapidez con la que puedan volver a prestar atención a lo verdaderamente importante.

¿Significa todo esto que el 11-S careció de importancia? Por supuesto que no. Fue un día crucial en la vida de los estadounidenses, un hito en nuestra forma de ver nuestras vulnerabilidades, las amenazas y el poder real en el mundo. Nos hizo poner en tela de juicio muchas de nuestras teorías sobre nuestro país, nuestras alianzas, nuestra capacidad militar y nuestra visión del mundo. Los atentados y sus consecuencias tuvieron un coste humano espantoso: para las víctimas, las familias de nuestros soldados y los numerosos fallecidos de las guerras que emprendimos a continuación en Oriente Medio. Todo ello ha transformado EE UU, nos ha mostrado nuestras limitaciones y nos ha obligado a dudar de nosotros mismos. Nos ha humillado, a nosotros que habíamos crecido con los nobles ejemplos individuales de tantos estadounidenses, y, al final, hemos aprendido grandes lecciones, de las que la primera tiene que ser que, en momentos de grandes ratos nacionales, como país, debemos tener la disciplina necesaria para situar los acontecimientos en su contexto, en su época y en función de nuestros intereses generales. No podemos permitir que un hecho aislado influya en nuestra visión de todo lo que lo rodea, como un agujero negro histórico que retuerce el tejido del tiempo y la realidad. Para situar el 11-S en la historia es importante que comprendamos lo que fue y lo que no fue, por qué fue importante y por qué no fue más que uno más entre muchos acontecimientos, incluso más importantes, de los últimos 10 años.