La
sacralidad de la vida

Peter Singer Los
partidos políticos

Fernando Henrique Cardoso El euro
Christopher Hitchens

La
pasividad japonesa

Shintaro Ishihara

La monogamia

Jacques Attali

La
jerarquía religiosa

Harvey Cox

El Partido
Comunista Chino

Minxin Pei

Los
coches contaminantes

John Browne

El
dominio público

Lawrence Lessig

Las
consultas de los médicos

Craig Mundie

La monarquía
inglesa

Felipe Fernández-Armesto

La
guerra contra las drogas

Peter Schwartz

La
procreación natural

Lee Kuan Yew

La polio
Julie Gerberding

La soberanía

Richard Haass

El anonimato

Esther Dyson

Los subsidios
agrícolas

Enrique Iglesias

Un mundo donde todos lo saben todo de todos es una distopía conocida.
En esos mundos temibles, el malo suele ser un gobierno siniestro, sediento
de información y control. Y ésa sigue siendo una posibilidad
aterradora en muchas partes del planeta. Pero existen otros posibles
resultados, menos pesimistas. Un mundo sin secretos podría engendrar
una cultura más tolerante, con individuos más fuertes y
mejor informados.


ILUSTRACIONES: NENAD AKESEVIC
PARA FP

Los ciudadanos de los países desarrollados ofrecen información
sobre sí mismos en un grado hasta ahora desconocido. Las autoridades
exigen los datos de las personas para volar, atravesar peajes, cruzar
fronteras y entrar en edificios públicos. Como ha revelado la
investigación sobre los atentados de julio en Londres, decenas
de cámaras son capaces de captar un paseo por la ciudad. Todo
el mundo conoce los rastros cibernéticos que deja la gente. Como
muchos han descubierto con consternación, las huellas de los correos
electrónicos y las páginas web visitadas no suelen desaparecer
y, con frecuencia, aparecen en los momentos más inoportunos.

La ironía es que la Red parecía prometer la posibilidad
de explorar el planeta sin tener que mostrar el rostro. Por el contrario,
se ha convertido en una poderosa fuerza contra el anonimato. La mayor
parte de la información sobre los movimientos de cada persona
en la Red es fácil de averiguar, si se molesta en hacerlo alguien
que disponga de los recursos necesarios. Pero esa tendencia no tiene
sólo las connotaciones del miedo habitual a que el gobierno espíe
a víctimas inocentes, o incluso a disidentes que “se lo
merecían”. Las repercusiones fundamentales tienen que ver
con la tolerancia de las sociedades hacia la diversidad y el reconocimiento
de la capacidad de cambio del ser humano.

Los que posean habilidad y afición a la tecnología podrán
quizá conservar cierta forma de anonimato durante algún
tiempo. Algunos, por ejemplo, crearán identidades virtuales múltiples
para los diversos sitios que visiten, las redes sociales en las que se
integren y las tiendas online que frecuenten. Por supuesto, las autoridades
podrán investigar la mayoría de las identidades con una
orden de un juez, pero estarán a salvo de los vecinos, los colegas
o incluso un futuro jefe. Sin embargo, al final, esas defensas se vendrán
abajo y nuestras huellas digitales serán cada vez más visibles.
Y constituirán un problema para las sociedades ansiosas por emitir
juicios instantáneos.

¿Habrá probabilidades de contar con una sociedad tolerante
cuando se hagan visibles franjas enteras de comportamiento antes privado?
Esta transparencia sin precedentes puede forzar un auténtico cambio
cultural, una especie de norma sobre la prescripción de las reputaciones.
La curiosidad seguirá existiendo (somos seres humanos, al fin
y al cabo), pero es posible que la consecuencia final sea una comprensión
mejor de cómo pueden cambiar las personas.

Suele creerse que
las personas desean vivir de incógnito. En la práctica,
están cambiando el anonimato por una voz

Esta saludable transformación cultural no aliviará las
preocupaciones de quienes temen que el anonimato desaparezca. Pero existen
motivos para dudar de que esa inquietud esté muy extendida. Se
suele creer que la gente desea vivir de incógnito, cuando, en
realidad, da la impresión de que a la mayoría de las personas
les gusta que las reconozcan. Muchos jóvenes lo desean hasta tal
punto que se integran en diversas páginas de relaciones, se califican
a sí mismos y a sus amigos con arreglo a distintos criterios y
llenan en Internet cuestionarios y encuestas sin fin.

Pese a que muchas personas expresan cada vez más preocupación
por la intimidad y el robo de identidades, lo cierto es que se apresuran
a entrar en la Red con su propio nombre y publican blogs, fotos, reseñas,
y revelan todo (o eso parece) en las páginas de búsqueda
de relaciones. En la práctica, la gente está cambiando
el anonimato por una voz. La Red permite a los individuos relacionarse
con otros, no sólo como consumidores que escogen entre lo que
se les ofrece, sino como negociadores activos que definen unos requisitos
que otros deben cumplir. Este efecto se ve especialmente en los campos
comercial y social, pero no tanto respecto a los gobiernos del mundo.
A medida que se desvanezca el anonimato, seguirá planteándose
una pregunta crucial: ¿Obtenemos tanto como lo que estamos dando?

 

El anonimato. Esther Dyson

La
sacralidad de la vida

Peter Singer Los
partidos políticos

Fernando Henrique Cardoso El
euro

Christopher Hitchens

La
pasividad japonesa

Shintaro Ishihara

La
monogamia

Jacques Attali

La
jerarquía religiosa

Harvey Cox

El
Partido Comunista Chino

Minxin Pei

Los
coches contaminantes

John Browne

El
dominio público

Lawrence Lessig

Las
consultas de los médicos

Craig Mundie

La
monarquía inglesa

Felipe Fernández-Armesto

La
guerra contra las drogas

Peter Schwartz

La
procreación natural

Lee Kuan Yew

La
polio

Julie Gerberding

La
soberanía

Richard Haass

El
anonimato

Esther Dyson

Los
subsidios agrícolas

Enrique Iglesias

Un mundo donde todos lo saben todo de todos es una distopía conocida.
En esos mundos temibles, el malo suele ser un gobierno siniestro, sediento
de información y control. Y ésa sigue siendo una posibilidad
aterradora en muchas partes del planeta. Pero existen otros posibles
resultados, menos pesimistas. Un mundo sin secretos podría engendrar
una cultura más tolerante, con individuos más fuertes y
mejor informados.


ILUSTRACIONES: NENAD AKESEVIC
PARA FP

Los ciudadanos de los países desarrollados ofrecen información
sobre sí mismos en un grado hasta ahora desconocido. Las autoridades
exigen los datos de las personas para volar, atravesar peajes, cruzar
fronteras y entrar en edificios públicos. Como ha revelado la
investigación sobre los atentados de julio en Londres, decenas
de cámaras son capaces de captar un paseo por la ciudad. Todo
el mundo conoce los rastros cibernéticos que deja la gente. Como
muchos han descubierto con consternación, las huellas de los correos
electrónicos y las páginas web visitadas no suelen desaparecer
y, con frecuencia, aparecen en los momentos más inoportunos.

La ironía es que la Red parecía prometer la posibilidad
de explorar el planeta sin tener que mostrar el rostro. Por el contrario,
se ha convertido en una poderosa fuerza contra el anonimato. La mayor
parte de la información sobre los movimientos de cada persona
en la Red es fácil de averiguar, si se molesta en hacerlo alguien
que disponga de los recursos necesarios. Pero esa tendencia no tiene
sólo las connotaciones del miedo habitual a que el gobierno espíe
a víctimas inocentes, o incluso a disidentes que “se lo
merecían”. Las repercusiones fundamentales tienen que ver
con la tolerancia de las sociedades hacia la diversidad y el reconocimiento
de la capacidad de cambio del ser humano.

Los que posean habilidad y afición a la tecnología podrán
quizá conservar cierta forma de anonimato durante algún
tiempo. Algunos, por ejemplo, crearán identidades virtuales múltiples
para los diversos sitios que visiten, las redes sociales en las que se
integren y las tiendas online que frecuenten. Por supuesto, las autoridades
podrán investigar la mayoría de las identidades con una
orden de un juez, pero estarán a salvo de los vecinos, los colegas
o incluso un futuro jefe. Sin embargo, al final, esas defensas se vendrán
abajo y nuestras huellas digitales serán cada vez más visibles.
Y constituirán un problema para las sociedades ansiosas por emitir
juicios instantáneos.

¿Habrá probabilidades de contar con una sociedad tolerante
cuando se hagan visibles franjas enteras de comportamiento antes privado?
Esta transparencia sin precedentes puede forzar un auténtico cambio
cultural, una especie de norma sobre la prescripción de las reputaciones.
La curiosidad seguirá existiendo (somos seres humanos, al fin
y al cabo), pero es posible que la consecuencia final sea una comprensión
mejor de cómo pueden cambiar las personas.

Suele creerse que
las personas desean vivir de incógnito. En la práctica,
están cambiando el anonimato por una voz

Esta saludable transformación cultural no aliviará las
preocupaciones de quienes temen que el anonimato desaparezca. Pero existen
motivos para dudar de que esa inquietud esté muy extendida. Se
suele creer que la gente desea vivir de incógnito, cuando, en
realidad, da la impresión de que a la mayoría de las personas
les gusta que las reconozcan. Muchos jóvenes lo desean hasta tal
punto que se integran en diversas páginas de relaciones, se califican
a sí mismos y a sus amigos con arreglo a distintos criterios y
llenan en Internet cuestionarios y encuestas sin fin.

Pese a que muchas personas expresan cada vez más preocupación
por la intimidad y el robo de identidades, lo cierto es que se apresuran
a entrar en la Red con su propio nombre y publican blogs, fotos, reseñas,
y revelan todo (o eso parece) en las páginas de búsqueda
de relaciones. En la práctica, la gente está cambiando
el anonimato por una voz. La Red permite a los individuos relacionarse
con otros, no sólo como consumidores que escogen entre lo que
se les ofrece, sino como negociadores activos que definen unos requisitos
que otros deben cumplir. Este efecto se ve especialmente en los campos
comercial y social, pero no tanto respecto a los gobiernos del mundo.
A medida que se desvanezca el anonimato, seguirá planteándose
una pregunta crucial: ¿Obtenemos tanto como lo que estamos dando?

 

Esther Dyson es directora de Release
1.0
, el boletín de la industria tecnológica publicado por CNET
Networks.