Un mundo donde todos lo saben todo de todos es una distopía conocida. En esos mundos temibles, el malo suele ser un gobierno siniestro, sediento de información y control. Y ésa sigue siendo una posibilidad aterradora en muchas partes del planeta. Pero existen otros posibles resultados, menos pesimistas. Un mundo sin secretos podría engendrar una cultura más tolerante, con individuos más fuertes y mejor informados.
Los ciudadanos de los países desarrollados ofrecen información sobre sí mismos en un grado hasta ahora desconocido. Las autoridades exigen los datos de las personas para volar, atravesar peajes, cruzar fronteras y entrar en edificios públicos. Como ha revelado la investigación sobre los atentados de julio en Londres, decenas de cámaras son capaces de captar un paseo por la ciudad. Todo el mundo conoce los rastros cibernéticos que deja la gente. Como muchos han descubierto con consternación, las huellas de los correos electrónicos y las páginas web visitadas no suelen desaparecer y, con frecuencia, aparecen en los momentos más inoportunos. La ironía es que la Red parecía prometer la posibilidad de explorar el planeta sin tener que mostrar el rostro. Por el contrario, se ha convertido en una poderosa fuerza contra el anonimato. La mayor parte de la información sobre los movimientos de cada persona en la Red es fácil de averiguar, si se molesta en hacerlo alguien que disponga de los recursos necesarios. Pero esa tendencia no tiene sólo las connotaciones del miedo habitual a que el gobierno espíe a víctimas inocentes, o incluso a disidentes que “se lo merecían”. Las repercusiones fundamentales tienen que ver con la tolerancia de las sociedades hacia la diversidad y el reconocimiento de la capacidad de cambio del ser humano. Los que posean habilidad y afición a la tecnología podrán quizá conservar cierta forma de anonimato durante algún tiempo. Algunos, por ejemplo, crearán identidades virtuales múltiples para los diversos sitios que visiten, las redes sociales en las que se integren y las tiendas online que frecuenten. Por supuesto, las autoridades podrán investigar la mayoría de las identidades con una orden de un juez, pero estarán a salvo de los vecinos, los colegas o incluso un futuro jefe. Sin embargo, al final, esas defensas se vendrán abajo y nuestras huellas digitales serán cada vez más visibles. Y constituirán un problema para las sociedades ansiosas por emitir juicios instantáneos. ¿Habrá probabilidades de contar con una sociedad tolerante cuando se hagan visibles franjas enteras de comportamiento ... |
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