La inestabilidad del país en un vecindario con una profunda crisis puede derivar en la tormenta perfecta.

Recientemente, en la ciudad de Konya, situada en Anatolia central, unos hinchas turcos de fútbol se negaron a guardar un minuto de silencio en honor de las víctimas del atentado cometido unos días antes en Ankara, el más letal de la historia del país. Según explicó uno de los principales escritores turcos al diario The Financial Times, “cuando las selecciones nacionales de Turquía e Islandia, antes del partido de clasificación para la Eurocopa 2016, guardaron silencio en señal de respeto a los más de cien manifestantes fallecidos en el doble atentado suicida, se oyeron silbidos y abucheos entre los espectadores. Varios entonaron eslóganes ultranacionalistas en turco y gritaron "Allahu Akbar" (Dios es grande). La pena es un elemento de unión entre la gente, incluso en un país dividido, pero no en el caso de Turquía.
Después de 13 años de gobierno de su partido, el AKP, el mayor éxito del presidente turco. Recep Tayyip Erdoğan, es haber vuelto a colocar la religión en el centro del escenario político, y a lo grande. Erdogan no respeta la Constitución, que exige que su cargo esté por encima de la política cotidiana. Utiliza un lenguaje agresivo que, desde luego, satisface aproximadamente al 40% del electorado, sobre todo en la meseta central de Anatolia. El peligro es que Turquía está empezando a parecerse a varios países vecinos en los que las divisiones étnicas y el sectarismo hacen cada vez más difícil cualquier tipo de diálogo. La historia nos enseña, con casos como la política de limpieza de sangre en la España del siglo XVI, la persecución de los protestantes en la Francia de Luis XIV o las 15.000 nuevas iglesias ortodoxas que el presidente ruso, Vladímir Putin, ha autorizado en Rusia desde 2000, que la instrumentalización de la religión, las sectas y las etnias suele acabar en llanto.
En Turquía, la política está cada vez más polarizada y es cada vez más sectaria, y no sólo respecto a los kurdos. Estamos viendo, igual que en varios países árabes de la región -entre ellos, Arabia Saudí-, una línea argumental supremacista de los suníes que irremediablemente agrava los ya imposibles problemas de Oriente Medio. El principal grupo de la oposición, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), fundado por Mustafá Kemal Ataturk, es cada vez más restrictivo, y casi dos tercios de sus parlamentarios proceden de la minoría religiosa aleví. Al mismo tiempo, un informe reciente del Departamento de Estado de EE UU indica un aumento del antisemitismo, y este año las autoridades dispersaron con gases el desfile del Orgullo Gay de Estambul, el único de este tipo en la región. En lugar de ofrecer un modelo de cómo integrar la religión en un Estado moderno, los años de gobierno del AKP están llevando a un país que se consideraba el más adelantado ...
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