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Participantes de una manifestación neonazi en Berlín, Alemania. Omer Messinger/Getty Images)

El aumento de la violencia de extrema derecha y sus efectos en la lucha contra el terrorismo.

Los llamativos atentados de lobos solitarios en tiempos recientes y el descubrimiento de planes de redes terroristas para cometer otros similares han puesto de relieve la amenaza que constituye el terrorismo de extrema derecha. El incremento de este tipo de violencia presenta una serie de retos a la lucha antiterrorista actual. Supone una carga adicional para las carencias de recursos y personal y, además, contradice algunas estrategias adoptadas para prevenir y combatir el terrorismo. Estos obstáculos hacen que sea urgente que los responsables de seguridad encuentren un reparto equilibrado de los recursos para combatir las múltiples ideologías terroristas y revisar ciertas hipótesis sobre cómo se manifiesta el terrorismo. Asimismo, la situación actual es una oportunidad para mejorar y volver a impulsar algunos elementos muy criticados de la lucha contra la violencia extremista.

 

Reajuste de los presupuestos

El extremismo de extrema derecha está en ascenso en varios países occidentales. En Estados Unidos, el terrorismo interno ha sobrepasado con creces a los atentados relacionados con el yihadismo: aproximadamente el 60% de los incidentes terroristas parece relacionado con ideologías de extrema derecha. Varios actos recientes cometidos por individuos aislados, como el tiroteo de El Paso, han sido objeto de titulares debido a la gran cantidad de víctimas. En Europa, las cifras oficiales de atentados de extrema derecha son inferiores, en parte por la dificultad de distinguir los delitos terroristas de extrema derecha de los crímenes de odio. Aun así, en 2019, el número de detenciones vinculadas al terrorismo de extrema derecha ha aumentado en Europa por tercer año consecutivo. Entre los detenidos hay lobos solitarios pero también redes, como un grupo francés que planeaba cometer atentados contra musulmanes y una red ítalo-suiza que había conseguido hacerse con armas sofisticadas, incluido un misil aire-aire.

El incremento de la amenaza terrorista de extrema derecha complica la lucha contra el terrorismo en general, porque utiliza todos los recursos y el personal y hay que emplear medios adicionales para llevar a cabo cada una de las fases de la lucha antiterrorista contra la violencia de extrema derecha: vigilancia, enjuiciamiento, encarcelamiento y rehabilitación. Entre 2017 y 2018, las operaciones contra el terrorismo en Europa Occidental ya se habían multiplicado casi por tres respecto a los dos años anteriores. Algunos gobiernos europeos han anunciado planes para reforzar todavía más estos esfuerzos.

La demanda de más recursos para combatir el terrorismo de extrema derecha agrava las carencias de dinero y personal en la lucha contra la amenaza yihadista. Después del atentado en un mercado navideño de Estrasburgo en 2018, cometido por un individuo fichado, los servicios de seguridad franceses alegaron que les faltaba el personal suficiente para poder seguir a todos los yihadistas incluidos en la lista de personas a las que se debe vigilar. Así que puede ser complicado extender los medios de los que dispone la lucha antiterrorista en la actualidad al terrorismo de extrema derecha. Quitar recursos dedicados al yihadismo para transferirlos al extremismo de derechas puede parecer una solución fácil, puesto que los atentados yihadistas, en general, han disminuido. Pero la amenaza sigue vigente: el Daesh está reagrupándose, Al Qaeda planea su vuelta, muchos combatientes extranjeros de origen europeo continúan huidos y cientos de presos yihadistas saldrán de prisión en un futuro próximo. También es posible que surjan problemas para distribuir los recursos y el personal entre las distintas corrientes de terrorismo en EE UU, donde las fuerzas del orden se han dedicado sobre todo a los yihadistas locales y con frecuencia se han olvidado de los criminales de extrema derecha.

 

Los principales obstáculos

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Imagen de Patrick Crusius, acusado de ser el responsable del tiroteo de El Paso, en un televisor en Nueva York. TIMOTHY A. CLARY/AFP via Getty Images

El aumento de la violencia de extrema derecha también plantea obstáculos prácticos para la puesta en marcha de algunas medidas antiterroristas. Por ejemplo, el enjuiciamiento penal de los delitos de terrorismo. Los sistemas judiciales occidentales están preparados para hacer frente a los delitos terroristas pero, en la práctica, el terrorismo de extrema derecha tiene ciertas características que hacen que sea difícil perseguirlo como tal. Por ejemplo, este tipo de terroristas tienen una tradición de no reivindicar la responsabilidad de sus atentados, porque su mensaje suele ser más directo, en particular cuando está dirigido contra individuos o grupos raciales o étnicos concretos. Por ese motivo, no siempre se identifican los objetivos sociales y políticos de ese tipo de atentados, y eso hace que muchos de ellos acaben procesándose como delitos de odio en lugar de crímenes terroristas.

En Estados Unidos, otro obstáculo para perseguir la violencia de extrema derecha como terrorismo es una interpretación errónea de sus intenciones. No cabe duda de que existen conexiones internacionales entre los criminales violentos de extrema derecha, tanto en Internet como en la vida real, pero muchas veces son más difíciles de ver. Y eso tiene consecuencias de peso, porque los cargos de terrorismo en EE UU suelen reservarse para actos de terrorismo internacional, incluidos muchos atentados de lobos solitarios yihadistas, aunque en su mayoría son individuos nacidos en territorio estadounidense y mínimamente vinculados a una organización terrorista extranjera. Por el contrario, la violencia de extrema derecha se considera en general terrorismo interno, para el que no existe una figura penal federal y, por tanto, se enjuicia como otros tipos de delitos penales, como los crímenes de odio o los crímenes con arma de fuego.

Los actos violentos de la extrema derecha no quedan sin castigo. Pero el hecho de que no se persigan como actos de terrorismo tiene un tremendo efecto en los esfuerzos para luchar contra él. Por ejemplo, las cifras equivocadas sobre crímenes violentos de extrema derecha pueden generar una evaluación de amenazas tergiversada y una financiación sistemáticamente escasa de las campañas contra este tipo de terrorismo. La economía de los tribunales puede complicar los esfuerzos para demostrar el cargo de constitución de una organización terrorista o de intención terrorista cuando se acuse a delincuentes de extrema derecha, y así se cierra el círculo vicioso.

Las investigaciones incompletas sobre la existencia de redes de extrema derecha incrementan nuestra vulnerabilidad a futuros atentados. Pero el hecho de no tener una imagen precisa de la amenaza de extrema derecha también reduce nuestro conocimiento de características específicas de esa clase de terrorismo, especialmente las tácticas, los objetivos, los medios de conexión y comunicación y los antecedentes y las vías de radicalización de los delincuentes. Por último, interpretar los delitos de extrema derecha como incidentes aislados también reduce las posibilidades de cooperación internacional para combatir este tipo de terrorismo.

 

¿Es posible la prevención?

El incremento del extremismo de extrema derecha también pone a prueba ciertos elementos de la lucha contra la violencia extremista, que se ha desarrollado sobre todo en torno al extremismo islamista. Por ejemplo, las medidas de reacción contra el extremismo violento se basan, sobre todo, en la alerta precoz y la detección de los signos de radicalización. Los elementos básicos del proceso de radicalización son muy similares para el extremismo yihadista y el de extrema derecha, pero en la práctica, para los profesionales o los familiares, detectar el extremismo de derechas a veces no es tan sencillo. Un estudio reciente que evaluaba un teléfono sueco de ayuda sobre la radicalización mostró que lo que suscitaba la preocupación por la radicalización islamista era, en más de la mitad de los casos, el mero ejercicio de la práctica religiosa. En cambio, la preocupación por la radicalización de extrema derecha solo se produce cuando los individuos ya han cometido algún acto radical, violento o no violento. Un estudio sobre los lobos solitarios también señala que la detección de los extremistas de derecha suele producirse por casualidad, porque tienen menos probabilidades que sus homólogos yihadistas de exhibir cambios visibles en su comportamiento o hablar de sus planes con los familiares.

También existen obstáculos en la parte de prevención de la lucha contra la violencia extremista. En la práctica, las medidas preventivas contra la radicalización islamista se centran muchas veces en subgrupos o barrios raciales o religiosos concretos, “de riesgo”. No cabe duda de que llegar a grupos de riesgo del extremismo de derechas es más difícil, puesto que no existen criterios similares de identificación aparte de que sean blancos, jóvenes, varones, o semilleros indiscutibles de radicalización. Además, es muy difícil contrarrestar los relatos del terrorismo de extrema derecha, porque algunos se han abierto paso en los discursos sociales y políticos convencionales: por ejemplo, las ideas en las que se basa la teoría del gran reemplazo, o el resentimiento y la desconfianza respecto al sistema y los grandes medios de comunicación.

 

Retos de futuro

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Una mujer camina la lado de las ofrendas en memoria de las víctimas de los atentados a una mezquita en Christchurch, Nueva Zelanda. SANKA VIDANAGAMA/AFP via Getty Images

Después de haber ignorado durante demasiado tiempo la amenaza del terrorismo de extrema derecha, ahora está convirtiéndose en algo ampliamente reconocido. Un ejemplo: los extremistas de derecha han hecho un gran uso de Internet para comunicarse y coordinar sus campañas al menos desde mitad de los 90; sin embargo, no se han empezado a investigar verdaderamente sus actividades en la Red hasta después de los recientes atentados en Christchurch y El Paso.

Esta nueva atención a la violencia de extrema derecha pone al descubierto una serie de desafíos que afronta la lucha contra el terrorismo. Muestra la necesidad de un complicado equilibrio de financiación para poder luchar contra el terrorismo yihadista y el de extrema derecha, porque es probable que ambos sigan siendo una amenaza a corto plazo. Para llevar a cabo una lucha contra este último que cuente con los recursos necesarios es preciso comprender mejor sus manifestaciones, como la importancia del entorno extremista (en la vida real y en la Red) para conectar a individuos entre sí, proporcionar fondos y permitir el intercambio de ideas tácticas y estratégicas.

Al mismo tiempo, las dificultades prácticas para aplicar medidas contra el extremismo de derechas ofrecen una oportunidad para revisitar algunos aspectos muy criticados de la lucha contra la radicalización. Por ejemplo, es posible que el foco actual y exhaustivo en la religión se extienda a investigar otros aspectos de la radicalización menos desarrollados, como el nexo entre el extremismo violento y el no violento y el papel que cumple el radicalismo político en el proceso de radicalización social. Incluir el interés por el extremismo de derechas puede contribuir a dar más neutralidad a los programas de lucha contra el terrorismo, que han recibido muchas críticas por su atención desproporcionada al extremismo islámico y el estigma que ello supone para las comunidades musulmanas. También ofrecen la oportunidad de modificar algunas de sus facetas. Por ejemplo, en vez de combatir vehemente las ideas radicales de extrema derecha, podría ser más eficaz centrarse en promover alternativas positivas, como una sana construcción de la identidad, el compromiso cívico y el conocimiento de los medios.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia