
En los últimos años los datos masivos han pasado de una rareza a convertirse en una herramienta clave, pero insuficiente para ganar elecciones.
La puesta de largo de la aplicación electoral de los datos masivos se produjo, seguramente, en la campaña presidencial estadounidense de 2012, cuando Barack Obama utilizó las nuevas capacidades de almacenamiento y análisis que le proporcionó Narwhal, un programa que integró y cruzó la información que se obtenía mediante plataformas digitales y aquella que se ordeñaba gota a gota gracias a las llamadas telefónicas, las identidades y perfiles que ofrecían voluntariamente los simpatizantes que participaban en las campañas, las encuestas, etcétera.
Aunque muchos medios, como de costumbre, sacaron las trompetas para anunciar que el triunfo de Obama se debía a los datos masivos y que esto significaba el inicio de una nueva era, ambas conclusiones se demostraron falsas. Para empezar, Barack Obama ganó gracias a sus méritos, a la inercia de quien ha ocupado la presidencia durante los cuatro años anteriores y a que sus rivales estaban profundamente divididos en torno a la figura de Mitt Romney, un republicano tibio y mormón en exceso para el gusto del cristianísimo y beligerante Tea Party. Los candidatos, sus mensajes y el contexto social ganan o hacen ganar las elecciones; los datos masivos, hasta la fecha, no.
Quienes pensaron que Obama había triunfado gracias al big data estaban lógicamente convencidos de que estas nuevas tecnologías iban a predecir con muy poco margen de error los resultados de los comicios británicos de mayo de 2015. Los analistas, con toneladas de información novedosa (a los clásicos sondeos de YouGov se sumaron los esfuerzos de Tata Consultancy Services entre otras) no tuvieron problema en afirmar que ganarían tímidamente los conservadores. Lo confirmaban los posos del té de las redes sociales.
Pues bien, todos los sondeos se equivocaron y también las aplicaciones móviles que rastreaban Facebook y Twitter. Los tories de David Cameron arrasaron y nadie lo vio venir. Por supuesto, las empresas de big data echaron la culpa a la calidad de los datos, a que por desgracia éstos no eran tan dinámicos como los cambios de opinión y los reflejaban tarde, a las groseras extrapolaciones de los viejos sondeos o a la discrepancia entre las emociones expresadas en Internet y la verdadera decisión de los votantes frente a la urna. Acababan de descubrir que muchas acciones humanas eran imprevisibles, inconfesables y caprichosas… Y que las muestras de las encuestas, a veces, no eran representativas. Bravo.
De todos modos y a pesar del fiasco de las elecciones británicas, nadie puede decir que los datos masivos sean inútiles o que sus notables imprecisiones no sean un camino interesante para comprender mejor a los votantes. Volvamos a Barack Obama: él amplió su ventaja frente a los republicanos y tomó mejores decisiones que ellos durante la campaña gracias la revolución del big data que se había producido en los años anteriores y que había consistido en la multiplicación de la capacidad de ...
Artículo
para suscriptores
Para disfrutar de todos nuestros contenidos suscríbete hoy:
Plan mensual
3,70€/mes
- Asiste a eventos en exclusiva
- Recibe la Newsletter mensual ‘Cambio de foco’ con contenidos de actualidad
- Participa activamente en la elección de los contenidos de esglobal
- Accede a todos los contenidos semanales
- Accede al archivo de artículos desde 2007
- Descarga todos los artículos en PDF
Plan anual
37€/mes
- Asiste a eventos en exclusiva
- Recibe la Newsletter mensual ‘Cambio de foco’ con contenidos de actualidad
- Participa activamente en la elección de los contenidos de esglobal
- Accede a todos los contenidos semanales
- Accede al archivo de artículos desde 2007
- Descarga todos los artículos en PDF