Fotolia
Fotolia

El gran volumen de información disponible en Internet y las redes sociales puede ser una fuente para documentar estos delitos.

La enorme cantidad de información que se genera hoy en día (conocida como big data) puede ser una fuente muy importante para descubrir crímenes contra la Humanidad, o incluso para prevenirlos. Tanto ONG como organismos internacionales, por ejemplo, la ONU están desarrollando complejos sistemas de procesado de datos para probar este tipo de delitos.

La proliferación de mensajes de todo tipo (noticias, declaraciones políticas, documentos oficiales, etcétera) a través de telefonía móvil, Internet y en particular por las redes sociales ofrece una fuente importante de conocimiento. El procesado de estos datos puede ser un excelente complemento a las investigaciones sobre el terreno, en especial cuando el trabajo de ONG o medios de comunicación en las zonas de conflicto se convierte en algo realmente peligroso.

El ejemplo más reciente y que ahora está dando más de hablar lo encontramos en la guerra civil de Siria. Desde sus inicios en la primavera de 2011, se vio que es muy complicado obtener información sobre las atrocidades que comete el régimen de Bachar al Assad o grupos radicales como el Estado Islámico por los medios tradicionales exclusivamente.

Pero Humanitarian Tracker, una organización que se autodefine como un foro de ciudadanos implicados en causas humanitarias, ha puesto en marcha el proyecto Syria Tracker, que a través de la gestión de big data, mapean las víctimas del conflicto en el país árabe desde abril de 2011. Combinan el trabajo de voluntarios sobre el terreno que recopilan la información de testigos con el de los investigadores que cotejan los datos que se publican en portales de noticias y redes sociales.

Según los datos del propio Humanitarian Tracker, han trabajado con más de 70.000 informes, 180.000 noticias y 80 millones de tuits. Todo este ingente volumen de big data se procesa a través de una serie de algoritmos.

Una vez procesados, estos datos se publican en este dashboard a la disposición del público. Hasta la fecha han documentado más de 116.000 víctimas mortales. Además podemos encontrar una relación detallada de las causas de estas muertes, así como su distribución por las provincias de Siria. Pero no se trata de un trabajo meramente cuantitativo. La recopilación de estos datos quiere ir más allá.

Por ejemplo, tal y como publicaba Mashable el pasado mes de agosto, el trabajo de Syria Tracker ha permitido demostrar un aumento espectacular en el número de mujeres víctimas del conflicto, de un 1% del total de muertos en los primeros meses hasta el 13% a principios de 2014. Además la mayoría de ellas fueron abatidas por francotiradores, lo que implica una acción deliberada para atacar población civil.

También han podido documentar como los niños se han convertido en otra parte importante de las víctimas de este conflicto. Uno de cada 10 muertos son menores de edad y unos 764 han sido víctimas de torturas y ejecuciones sumarias.

Aunque sin llegar a esta intensidad en el procesado, el uso de Internet para publicitar datos sobre las víctimas en conflictos es algo que ya hemos visto en las guerras de Afganistán e Irak. En el primer caso, está el portal iCasualties.org muy centrado en cuantificar las bajas entre las tropas de la OTAN.

En el caso iraquí tenemos Iraq Body Count, un proyecto más en la línea de Syria Tracker. Se centra especialmente en documentar la violencia contra los civiles y desarrollan su trabajo desde finales de 2006. También combinan el análisis de noticias con el testimonio de personas sobre el terreno. Aseguran que cada víctima está contrastada por al menos dos fuentes.

Iraq Body Count cifra los muertos en estos 11 años entre los 133.000 y los 150.000 civiles (el número llega a 202.000 si se tiene en cuenta a los combatientes). Además esta organización colaboro con Wikileaks para difundir los datos filtrados por Bradley Manning conocidos como “Los diarios de la guerra de Irak”.

 

Éxitos y fracasos

También encontramos a ONG que han utilizado el big data para documentar atrocidades en conflictos fuera del marco de las consecuencias del 11-S. Todos los continentes y su sistemático trabajo en el procesado de datos ha sido valorado especialmente por la ONU. Han desarrollado un complejo sistema de trabajo estadístico para asegurarse que reúnen datos fiables y que se conoce como Multiple Systems Estimation.

Entrando más en detalle en los proyectos de HRDAG, también han colaborado en la investigación de violaciones de los Derechos Humanos en Centroamérica. Por ejemplo, en Guatemala han ayudado a documentar miles de casos, y en especial aquellos que han afectado a la comunidad maya. Incluso llegaron a aprobar pruebas de peso en el proceso por genocidio contra el antiguo presidente José Efraín Ríos Montt en 2013.

Pero el análisis de estas atrocidades a través del big data también busca adquirir un carácter preventivo. Por ejemplo, la ONU ha puesto en marcha el proyecto Global Pulse para proteger a los civiles de estallidos violentos a través de un sistema de alerta temprana. Pretende monitorizar los datos que se generan en Internet (blogs, comentarios en redes sociales, imágenes, etcétera) para encontrar información que ayude a detectar un posible estallido violento. Naciones Unidas también participa en otros proyectos similares como Atrocity Watch donde colabora con la Universidad de Estocolmo y entidades privadas como Deloitte u Oracle.

La propia CIA y el Departamento de Defensa de Estados Unidos también han puesto en marcha sus mecanismos de análisis para ser capaces de predecir o poder reaccionar a tiempo ante determinadas crisis como el estallido de una epidemia, desastres naturales o conflictos políticos.

Más allá de estos proyectos de grandes organismos, ya hay casos de éxitos en el uso del big data en este ámbito. Por ejemplo, en las elecciones de Kenia de 2013 algunas ONG y en especial Ushahidi (testimonio o testigo en swahili) prepararon un sistema informático para monitorizar noticias y mensajes en las redes sociales e Internet, y así detectar contenidos que pudieran incitar al odio entre las facciones políticas.

El trabajo de monitorización de Ushahidi permitió que se detectaran mensajes que llamaban a realizar actos de violencia en algunos puntos de votación. Se puso en alerta a la policía que actuó a tiempo, y así se evitó un escenario de graves enfrentamientos como los que se habían vivido en las elecciones de 2007 y 2010, donde murieron centenares de personas.

Por desgracia, no todo son buenas noticias en el ámbito de la prevención de crímenes contra la Humanidad a través del big data. Por ejemplo está el caso del Conflict Early Warning and Response Mechanism (CEWARN). Un organismo creado en 2002 por los miembros de la Autoridad Intergubernamental sobre el Desarrollo de África Oriental (Djibouti, Eritrea, Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán, Sudán del Sur y Uganda).

Aunque se reconoce que CEWARN ha tenido cierta eficacia a la hora de recopilar datos (ya no solo en Internet, sino también sobre el terreno), algunos medios, como Foreign Policy, considera que ha fallado en la gestión una vez detectados los primeros estallidos. Sólo hay que ver como los países han vivido conflictos, como el reciente caso del estallido de la guerra en Sudán del Sur. Aunque también hay numerosas iniciativas que pretenden documentar posibles atrocidades, como South Sudan Watch.

Está claro que la información bien gestionada es una baza extraordinaria en la prevención de conflictos. También es verdad que con la evolución tecnológica constante, cada vez se podrá manejar más información y mejor. Pero los casos de éxito y fracaso nos han dejado claro hasta ahora que para que el big data sirva en la prevención de conflictos debe ir acompañado de una voluntad de actuación y de herramientas para gestionar adecuadamente un estallido violento, y evitar que vaya a más.