El apoyo a elementos yihadistas en Siria pone en evidencia la deriva de la política exterior turca.

 

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Rebeldes sirios hacen el gesto de la victoria en las calles de la ciudad de Tal Abyad cerca de la frontera con Turquía.

Antes de dirigirse a cubierta y ser asesinado brutalmente por un comando israelí, el estadounidense de 19 años Furkan Dogan había dejado escrito a modo de despedida en su diario: “En las últimas horas previas al martirio, insallah, me pregunto si hay algo más bello que ello (el martirio)”. Poco después fue ejecutado a sangre fría recibiendo varios tiros en la cabeza. Era el 30 de mayo de 2010 y nueve personas. Ocho turcos y el americano Dogan, fallecían a bordo del célebre navío Mavi Marmara, que se dirigía hacia la costa de Gaza para romper el bloqueo impuesto por Israel.

Meses después, el primer ministro turco Recep T. Erdogan se reunía con el padre de Furkan y leía con evidente emoción la última misiva del mártir. En el mismo cuaderno del adolescente se encontraba un mensaje que databa dos semanas antes de la matanza a bordo del navío y que se deshace en elogios hacia el propio Erdogan considerado, entre otras alabanzas, como “líder de la juventud"así como su “guía".

En las semanas que sucedieron a la matanza, Turquía cerraba filas y era difícil encontrar una voz discordante que no condenara lo sucedido. Sin excepción se calificaba a la violencia desatada por Israel como “desproporcionada". No hubo apenas críticas al papel en la tragedia que tuvo el partido en el Gobierno turco, el de la Justicia y Desarrollo (AKP), liderado por Erdogan, de raíces islamistas y que estuvo a un voto de ser ilegalizado en 2008 al ser considerado por el Tribunal Constitucional turco como el “centro neurálgico de actividades antilaicas de la República".

Y eso que incluso antes del asalto israelí se sabía que varios tripulantes habían expresado su deseo de convertirse en “sehit"(shahid, en el árabe original); martíres o caídos en la yihad/guerra santa. Y que aquella operación, la del Mavi Marmara, que devino en un media coup sin precedentes había sido apoyada antes y después del sangriento abordaje por el ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, célebre por su doctrina neotomana -que busca que Turquía como país sucesor jurídico de un imperio restablezca su papel central como potencia suní en países de influencia otomana. “Turquía abre el camino del proceso destinado a una normalización de la política e historia en la región"ha llegado a afirmar.

Uno de los pocos columnistas que no comulga con ruedas de molino fue Melih Aşık, del rotativo Millliyet, que el 15 de junio de aquel año después de citar extensamente de la última misiva del mártir Dogan añade: “No teníamos noticias de que se hubieran abierto escuelas en el país destinadas a la enseñanza de comandos suicidas". Le llueven las críticas.

En aquel momento, hace cuatro años, el sector liberal de ...