Excavadoras levantan la tierra en un barrio de la ciudad de Gaza (Mohammed Abed/AFP/Getty Images).
Excavadoras levantan la tierra en un barrio de la ciudad de Gaza (Mohammed Abed/AFP/Getty Images).

Además de un alto precio en vidas, el efecto económico real del conflicto para ambas partes es difícil de valorar, pero es inmenso. He aquí una aproximación a lo que ahora deben hacer frente tanto palestinos como israelíes.

Ha pasado más de un mes desde que un alto el fuego entre Israel y Hamás pusiera fin a 51 días de combates. 2.131 palestinos y 71 israelíes perdieron sus vidas, pero no solo las pérdidas humanas fueron las mayores producidas en una década, también lo fueron las heridas causadas a la economía tanto israelí como palestina.

Esta semana, los líderes de la comunidad internacional de donantes se reunirán en El Cairo para establecer sus compromisos económicos para la reconstrucción de una Franja de Gaza asolada por la guerra. Han hecho un llamamiento para intentar recaudar 550 millones de dólares.

Según la ONU, los daños sufridos por Gaza no tienen precedentes. Todavía, 62.000 personas están viviendo en refugios de la UNRWA mientras que entre 40.000 y 50.000 viven con familias de acogida con financiación de Naciones Unidas. A medida que cientos de miles de desplazados internos han ido abandonando los refugios de la ONU para regresar a sus hogares, muchos se han encontrado con que no solo sus casas, sino barrios enteros, se han visto reducidos a escombros. El Consejo Económico Palestino de Desarrollo y Reconstrucción (PECDAR, en sus siglas en inglés) ha calculado que los costes directos de la guerra equivalen a 4.400 millones de dólares (unos 3.500 millones de euros). Los intensos bombardeos de fábricas, oficinas, tierras cultivables e infraestructuras de agua y electricidad han afectado a todos los sectores y paralizado la economía. En total, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ha cifrado el coste de la guerra y la reconstrucción en entre 6.000 y 8.000 millones de dólares.

En Israel, el Banco Central ha rebajado de manera drástica el tipo de interés en los préstamos tras el alto el fuego para intentar compensar el alto precio que la economía del país ha tenido que pagar por la Operación Margen Protector. El Banco de Israel ha calculado una pérdida del 0,5% del PIB. La mayoría de las pérdidas se produjeron en la industria turística, que fue testigo de una bajada del 32% en el número de visitantes en agosto en comparación con el año pasado –el nivel más bajo desde la guerra con Líbano en 2007–. Como consecuencia, el Ministerio de Turismo israelí anunció un paquete de ayudas inmediatamente después de la guerra y duplicó su presupuesto de marketing para intentar recuperar unas pérdidas calculadas en 566 millones de dólares. Además, los empresarios y agricultores de la parte sur, cercana a la frontera con Gaza, sufrieron importantes daños ya que se llevaron la peor parte de los lanzamientos de cohetes por parte de Hamás. Aunque la Autoridad Fiscal de Israel ha pagado más de 40 millones de dólares en compensaciones por daños directos y días de trabajo perdidos, el 20% de los negocios en el sur del país están en riesgo de tener que cerrar. Puesto que Israel estaba ya experimentando una ralentización en el crecimiento de su actividad económica antes del verano, los economistas locales estiman que el tiempo de recuperación podría ser mayor que en ocasiones anteriores y afectar a la economía hasta bien entrado el año 2015.

Además, la guerra llegó a Gaza en un momento crítico. Siete años de asedio israelí y la gran campaña lanzada por El Cairo para destruir los túneles subterráneos entre la Franja y Egipto durante el año pasado contribuyeron a que la economía estuviera ya al borde del colapso incluso antes del verano. Como ha puesto de relieve un reciente informe del Banco Mundial, la economía gazatí ya había entrado en recesión entonces. Dos tercios de la población recibían asistencia alimentaria y casi una de cada dos personas estaba en paro.

El informe culpa a la incertidumbre política y a las restricciones impuestas por Israel en los movimientos y el acceso de los palestinos. Pero vincula, además, la desalentadora situación económica en Gaza a las probabilidades de continuas erupciones de violencia.

“Sin una acción inmediata por parte de la Autoridad Palestina, los donantes y el Gobierno de Israel para revitalizar la economía y mejorar el clima empresarial, una vuelta a la violencia como la que hemos presenciado en los últimos años continuará siendo un peligro claro y presente", afirmó Steen Lau Jorgensen, responsable del Banco Mundial para Cisjordania y la Franja de Gaza.

Esta misma preocupación es la que ha hecho que Agencia de la ONU para la protección de los refugiados palestinos, UNRWA, demande algo más que dinero antes de la próxima conferencia de donantes que se celebra en El Cairo el 12 de octubre. En una campaña online señala: "Exigimos que quienes tienen poder para ejercer su influencia aborden las causas subyacentes de las hostilidades. La reconstrucción no debe verse ensombrecida por el temor a una nueva oleada de destrucción. La ayuda no es un sustituto de los derechos humanos”.

A pesar de los temores no hay duda de que los cientos de millones de dólares de los donantes internacionales proporcionarán una muy necesitada inyección financiera a la economía local. La llegada de materiales de construcción y combustibles, la reparación de infraestructuras cruciales y, sobre todo, el aumento de la demanda de mano de obra sin duda darán un impulso al PIB palestino. Pero puede tratarse de la última vez que la comunidad internacional esté dispuesta a reconstruir Gaza.

Han pasado solo cinco años desde la celebración en El Cairo de la última gran reunión de donantes para reconstruir la Franja, y la deprimente tendencia a las escaladas de violencia recurrentes parece fomentar las cada vez más numerosas voces de preocupación entre aquellos a quienes siempre les toca hacerse cargo de la factura. Tras el alto el fuego se han producido filtraciones en el seno de la UE que dan muestra de un creciente descontento.

"Existe una enorme preocupación de que cualquier cosa que ayudemos a reconstruir vaya a ser destruida de nuevo", declaró a The National un diplomático europeo responsable de la asistencia al desarrollo para Israel y Palestina de su país.

Otras fuentes de la UE han acusado a Israel de beneficiarse directamente del cerco con la imposición de una política no oficial que en la práctica solo permite la entrada en la Franja de materiales para la reconstrucción de fabricación israelí. De media, la Comisión Europea dona alrededor de 300 millones de dólares en ayuda al desarrollo y 200 millones en ayuda humanitaria a Gaza y Cisjordania cada año. El portavoz israelí, Mark Regev, ha negado estas afirmaciones pero el aire parece haberse enrarecido cada vez más entre Israel y la Unión.

En septiembre, Bruselas puso en práctica su primer embargo directo sobre productos israelíes provenientes de los asentamientos, que son considerados ilegales por la UE, así como por la ONU. El embargo incluía específicamente los productos avícolas y lácteos, pero dado que muchas fábricas dentro de Israel reciben gallinas o leche de granjas establecidas en los asentamientos de Cisjordania, la preocupación es si será posible distinguir el origen de los productos o si esto significará un boicot de facto sobre todo el sector por parte de Europa. Aunque las pérdidas económicas son, en gran medida, insignificantes, existe la creciente preocupación de que otros sectores agrícolas, como la pesca o el vino, puedan ser los siguientes. Las nuevas sanciones están en sintonía con las directrices de la Unión que entraron en vigor en enero pero son una absoluta novedad en cuanto a puesta en práctica.

Aunque el embargo sobre los productos avícolas fue anunciado antes de la guerra, los grupos de base que hacen un llamamiento al boicot, la desinversión y las sanciones (el llamado movimiento BDS) experimentaron una oleada de interés internacional durante la guerra. ‘Buycott’, una nueva aplicación para identificar productos israelíes, pasó de tener unos cientos de usuarios a comienzos de julio a más de medio millón en la actualidad. En Turquía y la India los activistas lanzaron boicots a gran escala contra Coca-Cola, y en Malaisia contra McDonald’s, acusándoles de apoyar a Israel, y Garnier tuvo que emitir una disculpa después de que una foto de los paquetes para chicas enviados a mujeres soldado israelíes se hiciera viral provocando llamamientos al boicot por todo el mundo. Y todo esto se produjo mientras que, a la vez, un número cada vez mayor de personas se echaba a las calles en protesta por la agresión israelí en la Franja.

El efecto económico real de estas campañas es difícil de valorar, pero no hay duda de que Israel es consciente de que este es un momento crucial para cuidar su imagen. Las unidades legales del Ejército se han ampliado en previsión de los desafíos que se esperan en la esfera internacional. Varias organizaciones internacionales de derechos humanos han acusado a Israel de crímenes de guerra y en la reciente Asamblea General de la ONU, el presidente palestino acusó a Israel de genocidio. Y aunque esta no es la primera vez que el país se ha tenido que enfrentar a este tipo de alegaciones después de una operación militar en los territorios palestinos, y aunque hasta ahora se las ha arreglado para irlos superando con pocas repercusiones, existen nuevos signos de que la guerra del verano no solo tendrá un coste sin precedentes para los palestinos sino también para los israelíes.