Los cárteles mexicanos no son sólo ya los mayores introductores de droga en Estados Unidos, sino que están desembarcando en Europa a través de sus hermanos del otro lado del Atlántico: la mafia italiana. Así lo demuestra la periodista mexicana y corresponsal en Roma, Cynthia Rodríguez, en su libro Contacto en Italia en el que analiza la alianza entre el grupo mafioso con más poder en Italia, la ‘Ndrangueta, y el cártel mexicano del Golfo.

 

FP en español. ¿Cuándo comenzó la colaboración entre la ‘Ndrangheta y el cártel del Golfo?

Cynthia Rodríguez. Según las investigaciones policiales, las autoridades estadounidenses detectaron en febrero de 2008 que grupos ligados al cártel del Golfo habían comenzado a tener contacto con miembros ligados a la ‘Ndrangheta. Ambas organizaciones llevaban algún tiempo establecidos en Nueva York. Los estadounidenses alertaron a las autoridades italianas y comenzó la operación Solare con investigaciones simultáneas en EE UU y en Italia. Durante más de ocho meses, estuvieron rastreando todas las llamadas –más de 6.000– entre ellos y descubrieron el tráfico de cocaína. Siempre en cantidades pequeñas, lo que significaba que estaban probando la solidez de esta nueva alianza y esta nueva ruta para enviar el estupefaciente. A mediados de septiembre de 2008 detuvieron a los implicados. Hoy no puede decirse con exactitud si las relaciones comerciales entre las dos organizaciones continúan, ya que por desgracia estos grupos criminales se renuevan con facilidad. Pero las investigaciones continúan.

FP. Gran parte de la droga que el cártel del Golfo ha enviado hasta Italia sale de EE UU, en concreto de Nueva York. ¿Hasta qué punto los cárteles mexicanos están infiltrados en Estados Unidos?

C. R. Completamente. Según la propia DEA, son los carteles mexicanos los que controlan el mercado del narcotráfico en todo el territorio estadounidense.

FP. Desde la puesta en marcha del Plan Colombia parece que los mexicanos han adelantado a los colombianos en el negocio de distribución de la droga.

C. R. El peligro de que los carteles mexicanos puedan –si es que no lo han hecho ya– adelantar a los colombianos en la distribución de droga se debe a la violencia que vive México. La situación en mi país, a su vez, no es más que el resultado de la impunidad –del 90%, según cifras de organismos internacionales– y de la grave corrupción que padecen las instancias del Estado. Basta ver localidades como Ciudad Juárez, Durango o Morelia para entender lo que está pasando. Ese escenario es el que permite que los grupos criminales lleguen a desarrollarse y crecer de la forma en la que lo han hecho en el país, posibilitando su expansión nacional e internacional. El crecimiento del narco y otros grupos criminales no es posible sin la complicidad de las autoridades.

FP. ¿Cree que en México sería posible adoptar una legislación antimafia como la italiana?

C. R. Sería importante una ley similar a la ley de uso social de los bienes confiscados a la mafia como la existente en Italia. Antes de que se aprobara, en 1996, ya existía la confiscación de bienes, pero cuando se trataba de propiedades de mafiosos, la sociedad sufría en cierto modo las consecuencias. Para muchos, por ejemplo, significaba la pérdida de su trabajo. Sólo cuando estos bienes regresaron a esas sociedades fue cuando las cosas comenzaron a cambiar, lo que mejoró la vida de muchos pueblos y ciudades en los que antes operaba la mafia. Es increíble ver cómo en Italia hay edificios o inmuebles que se han convertido en clínicas de desintoxicación, bibliotecas, terrenos donde se produce aceite, tomates, pasta…, siempre en beneficio de comunidades que fueron en su momento explotadas y castigadas por las diferentes mafias. En México existe un mecanismo legal de confiscación que se llama “extinción de dominio”, pero sin esa dimensión social.

FP. En Italia se produjo un despertar de la sociedad civil que también ayudó a limitar el poder de las mafias. ¿Crees que en México podría producirse ese fenómeno?

C. R. Como en cualquier país, en México hay sectores de la población mucho más conscientes que otros. Sin embargo, el clima de violencia que se vive ha ocasionado que mucha más gente comience a tomar conciencia de la gravedad del problema, que no sólo tiene que ver con el aspecto de inseguridad y de violencia, sino con la corrupción y la impunidad. Por desgracia, también existe mucha desconfianza entre los ciudadanos a la hora de denunciar. Con todo, cada vez hay más gente preocupada por lo que pasa y que está interesada en ser parte de un cambio en el país.

FP. En su libro, señala que México no siempre colabora satisfactoriamente con otros gobiernos en la lucha contra el narcotráfico.

C. R. Sólo hay que ver la descoordinación y la falta de cooperación entre las distintas fuerzas policiales mexicanas –llámense PGR, procuradurías locales, Secretaria de Seguridad Pública o policía local– para imaginarse lo difícil que es trabajar con un país como México en materia de seguridad. Si entre ellos no han logrado construir una confianza laboral, es complicado que puedan coordinarse de forma eficaz con otras fuerzas policiales. Los intereses propios de cada cuerpo parecen estar  por encima de la seguridad del Estado.

FP. Las mafias y el crimen organizado están cada día más globalizados, mientras que las leyes rara vez son supranacionales. ¿Cuáles son los principales obstáculos para que se instituya una legislación global contra el crimen organizado, aunque sea de mínimos?

C. R. Por desgracia, el poder de las mafias y de los cárteles es muy fuerte. Son capaces de corromper a quien sea y de generar intereses en los mismos gobiernos y en las fuerzas de seguridad. A la luz de este poder, se puede entender, obviamente sin justificarlo, por qué no se hacen leyes que de verdad ataquen a fondo a estos grupos. Lo más triste de que no haya una legislación mundial no es sólo la cifra de muertos, de secuestros o de adictos, sino que en muchas zonas se pierden generaciones enteras de niños y jóvenes que quedan a merced de estas organizaciones ante la falta de alternativas laborales y vitales. Lo que deberíamos preguntarnos es: ¿realmente se trata de falta de valor o es que algunos de los que deberían impulsar estas leyes ya son parte de las mismas mafias? ¿Cuál es la verdadera dificultad para hacerlo? ¿De qué tenemos miedo en realidad?

 

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