Murales político-sociales y graffitis en el muro que separa a Israel y Cisjordania en Belén (Artur Widak/NurPhoto via Getty Images).

Hace 30 años, representantes del Gobierno israelí y de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se reunieron en Madrid para iniciar negociaciones bilaterales. El llamado Proceso de Paz de Oriente Medio (PPOM) concebido en esa reunión, y supuestamente destinado a lograr un futuro de paz y justicia en el territorio situado entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, ha consolidado, en cambio, una realidad nefasta: la ocupación permanente con un proyecto de colonización en constante expansión por parte de Israel.

Hoy, familias enteras de Beita a Sheikh Jarrah se enfrentan a expulsiones forzadas, nuevos asentamientos se están construyendo anexando todo el territorio y las organizaciones que documentan y denuncian estas violaciones del Derecho internacional y los derechos humanos están acusadas de terrorismo o antisemitismo.

A pesar de esta realidad, que cada vez más expertos reconocen como apartheid, los principales patrocinadores occidentales del PPOM, es decir, Estados Unidos y la Unión Europea, han presentado a lo largo de los pasados 30 años, iniciativas políticas bajo apariencia de “construcción de la paz” e imponiendo un marco de negociaciones bilaterales. El PPOM fue presentado como el ejemplo definitivo de resolución de crisis políticas insolubles a través del marco de negociaciones bilaterales, que han dominado la política hegemónica estadounidense desde los 90.

El marco de negociaciones bilaterales es totalmente inocuo en el contexto de lucha por la liberación y los derechos y, en lugar de impulsar una solución para poner fin a décadas de exilio, subyugación y ocupación, ha permitido consolidar la situación actual.

Primero, el PPOM carece de términos de referencia mutuos y no se basa en la buena fe. Para que cualquier negociación pueda alcanzar una solución justa, es necesario que exista un interés mutuo en alcanzar un acuerdo entre dos partes iguales. Esto se conoce como “negociar de buena fe” y requiere una base comúnmente acordada para alcanzar un resultado.

Las negociaciones empezaron con la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU como supuesta base, que establece los parámetros para una “solución de dos estados”. Pero el Gobierno israelí solo aceptó sentarse a la mesa de negociaciones con la OLP por dos razones, y estaba claro que no tenía intención de llegar a los parámetros de la resolución 242. En primer lugar, su participación se debió al impulso generado por la resistencia palestina durante la Primera Intifada, que puso la lucha palestina por la autodeterminación en el mapa mundial. En segundo lugar, Israel estuvo bajo la presión del entonces presidente estadounidense George H. Bush, que había retenido 10.000 millones de dólares en garantías de préstamos que Israel buscaba para absorber a decenas de miles de colonos judíos soviéticos (que al final serían asentados principalmente en las colonias de Cisjordania). Fue una de las dos veces que EE UU ejerció presión condicionada sobre Israel.

Tras estancarse las negociaciones oficiales, conversaciones secretas entre Israel y la ...