En las capitales del mundo está bien visto, desde hace
mucho, criticar a la Administración Bush por su falta de liderazgo económico
y su incapacidad para reducir su déficit presupuestario. Pero ¿qué ocurriría
si Estados Unidos se tomara en serio la necesidad de poner en orden sus asuntos
económicos? La sangría política y la inestabilidad harían
que el mundo se arrepintiese
de haber hablado.
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Ahora que ha comenzado el segundo mandato del presidente estadounidense George
W. Bush, los retos de política exterior que afrontan él y su
Gobierno resultan familiares: acallar a los rebeldes en Irak, frustrar las
ambiciones nucleares de Corea del Norte e Irán, construir una paz duradera
entre israelíes y palestinos, e impedir las actividades de Al Qaeda
y otros grupos terroristas antes de que se produzcan más atentados.
¿Y equilibrar el presupuesto de Estados Unidos? No se habla de ello.
El presupuesto estadounidense puede no despertar, entre la opinión pública
de Europa o Asia, tanto miedo, aborrecimiento e histeria como otras iniciativas
de Bush, pero, de todas las políticas que va a llevar a cabo el presidente
de EE UU en los próximos cuatro años, es seguramente la que más
repercusiones tiene.
Todo lo que logre avanzar Estados Unidos en el control de sus déficit
presupuestario y comercial, cada vez mayores, tendrá consecuencias en
todo el mundo. En concreto, tres de los principales motores económicos
del planeta -Europa, Japón y China- tendrán que reaccionar
adaptando sus políticas, y esos cambios, como ocurre siempre, producirán
ganadores y perdedores en una volátil mezcla política, con resultados
que pueden ser graves para los tres.
Las presiones económicas del segundo mandato de George W. Bush son
reales. En su primera presidencia, el presupuesto federal pasó de un
superávit del 2,4% sobre el Producto Interior Bruto (PIB) al 3,5% de
déficit con el que se encuentra hoy Estados Unidos. Ello se debió,
en gran parte, a la necesidad de hacer un ajuste imprescindible e inocuo para
adaptarse a una feroz desaceleración económica. Pero parte de
la caída fue obra de Bush, sobre todo por los profundos recortes fiscales
a largo plazo que ha realizado, de los que tendrá que ocuparse ahora
que la economía se encuentra en su tercer año de recuperación.
Las cuentas internacionales de Estados Unidos también están
peligrosamente desequilibradas: los bienes importados y los pagos al extranjero
superan a las exportaciones en un 6% del PIB. Y el déficit presupuestario,
de más de 420.000 millones de dólares (unos 323.000 millones
de euros), no está muy lejos del que era a mediados y finales de los
años 80, cuando provocó enormes trastornos financieros en todo
el mundo. Teniendo en cuenta que la interdependencia económica mundial
es mucho mayor ahora que entonces, los riesgos son más graves que hace
20 años.
Bush reconoce que hay que hacer algo, y se ha comprometido a reducir el déficit
fiscal a la mitad. Ahora bien, dado que hizo campaña con ...
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