Cauto y minucioso, Eugene Rogan se refiere una y otra vez a 2011, el año de la Primavera Árabe, el que vio resurgir un sentimiento colectivo de indignación ante una prolongada anomalía histórica, con el convencimiento de que esta fecha ha pasado ya con todo merecimiento a la historia. A juicio del director del Centro de Estudios de Oriente Medio del Saint Antony’s College de la Universidad de Oxford y autor del celebrado ensayo Los árabes. Del imperio otomano a la actualidad, el deseo colectivo de la sociedad por hacer que su voluntad sea, al fin, tenida en cuenta prevalecerá sobre las fórmulas más reaccionarias de pensamiento y de organización política en el futuro.

 

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FP en español. ¿Cambiará la Primavera Árabe las relaciones del mundo árabe con Israel?

Eugene Rogan. Sin duda los cambios ocurridos desde el comienzo de la Primavera Árabe transformarán las relaciones del mundo árabe con Israel. La pregunta es si la emergencia de nuevos gobiernos va a marcar un gran avance en estas relaciones o si, por el contrario, aumentará las tensiones. Aunque Israel mantiene relaciones pacíficas con Egipto y Jordania, la gran dificultad estriba en que en ninguno de estos países existe un apoyo social sustancial a la misma. Ambos disfrutan con Israel de una paz basada en el pragmatismo, en los buenos negocios. Por el contrario, la actuación de Israel, por ejemplo, expandiéndose sobre territorios palestinos o llevando a cabo respuestas desproporcionadas en Gaza o el Líbano,  tiene malas consecuencias y crea tensiones en la región. Cuando esto ocurre, las demandas de los ciudadanos árabes sobre la necesidad de revisar las relaciones con Israel ejercen una presión real en los Gobiernos de Jordania y Egipto. Si quieren preservar sus relaciones con Israel, tendrán que mostrar al resto del mundo, especialmente el Egipto postrevolucionario, que son estables y propicios para los negocios.

Pero no es fácil. Vimos después de la incursión israelí en Egipto que costó la vida a tres soldados una manifestación de indignación popular que causó el ataque en la Embajada de Israel en El Cairo. La otra gran pregunta en estos momentos es saber si Israel será presionado lo suficiente como para tomar medidas que ayuden a resolver sus diferencias con los palestinos. Únicamente llegando a una solución que pase por la existencia de dos Estados puede Israel salir de su aislamiento. Israel ya no puede confiar en los mismos dictadores para preservar el status quo después de la Primavera Árabe, que ha abierto nuevas posibilidades. Pero no hemos visto  hasta ahora ninguna señal de liderazgo creativo para hacer que los israelíes y palestinos den pasos serios hacia las negociaciones.

 

FP. ¿Son inmunes las monarquías del Golfo a las protestas populares?

E.R. Las monarquías del Golfo están abocadas asumir que su población les exigirá reformas. Hemos visto protestas en Marruecos y Jordania. También en países ricos en petróleo como Omán y los intentos en Arabia Saudí. Y más significativamente en Barhéin. Los países ricos en petróleo del Golfo, especialmente Arabia Saudí, están muy preocupados por dos razones: la primera es que el cambio revolucionario rápido acabe con las autocracias del mundo árabe. De que vayan más rápido y más lejos de lo que los regímenes sean capaces de controlar. La segunda preocupación estriba en que la inestabilidad en la región sea explotada por Irán. Y están muy atentos por los objetivos de Teherán en Irak, Barhéin, Siria y Líbano. La saudí, que es la monarquía más poderosa, ha empezado a desconfiar de EE UU como garante del status quo. Y están comenzando a hacer su propia política exterior para afrontar las amenazas que se ciernen sobre las monarquías. Los saudíes aplastaron la revuelta popular en Barhéin sin considerar en forma alguna las manifestaciones populares. Además, han gastado 1.000 millones de dólares en subir los sueldos y crear más puestos de trabajo: es una respuesta elocuente. También han animado a Omán a que siga este ejemplo para evitar revueltas. Pero incluso aún es más significativa la invitación a Marruecos y Jordania a que se integren en el Consejo de Cooperación de Golfo, que sólo puede interpretarse como una reacción a lo que está pasando y como una manera de forzar a estos dos países, que están muy lejos del Golfo, a que no se embarquen en un proceso reformista.

 

FP. ¿Se ha debilitado el yihadismo después de la Primavera Árabe?

E.R. Las revoluciones de 2011 han demostrado que el yihadismo es un movimiento muy marginal. Es sorprendente lo poco que los manifestantes se han referido a la yihad. Su pretensión ha sido esencialmente la del cambio de régimen, el fin de una era. Ellos están logrando con manifestaciones pacíficas lo que el yihadismo ha sido incapaz de lograr con métodos violentos, que es el aislamiento y el retroceso de la región. La mayor diferencia entre los movimientos de la Primavera Árabe y el yihadismo es que las protestas pacíficas están dando voz y poder al conjunto de la población. Por el contrario, las tácticas yihadistas son excluyentes: un grupo de gente muy comprometida, muy pocos numéricamente en la sociedad, para desarrollar sus mesiánicos objetivos. Sus tácticas y objetivos eran extraordinariamente minoritarios. Las revueltas de 2011 han demostrado que el objetivo yihadista de llegar, con su mensaje, a la mayor parte de la sociedad es ilusorio. La gente estaba tan convencida de liberarse del mensaje tenebroso de los yihadistas como del yugo de los autócratas que los gobernaban. No veo que el yihadismo pueda recuperar el terreno perdido desde que comenzaran las revoluciones. No ha habido un simple acto de venganza pública en el nombre de Osama Bin Laden, que ha tenido muy poco impacto.

 

FP: ¿De qué forma Occidente debería implicarse en los procesos de cambio abiertos en la región?

E.R. Libia ha asustado a los poderes occidentales sobre la posibilidad de actuar militarmente en la región. Británicos y franceses concluyeron que una demostración de fuerte apoyo militar a los rebeldes en Bengazhi contribuiría al colapso final del régimen de Gadafi. Con la conquista de Trípoli y la expulsión de Gaddafi los líderes de estos países salieron rápidamente a cantar victoria. Pero hay muchas dudas sobre cómo puede acabar la situación. Los líderes de los países ricos son reticentes de comprometerse de otra forma que no sea económica con la región. Precisamente lo que está motivando a la gente a manifestarse es la necesidad económica, además de la voluntad de exigir mayor control a la acción de gobierno: falta de trabajos y viviendas y la enorme indignación que genera la corrupción. Los países occidentales pueden jugar un papel importante rebajando la carga de deuda que arrastran los Estados árabes. Yemen, el país más pobre, va a sufrir grandes problemas económicos y necesitará ayuda para no convertirse en un Estado fallido.

Occidente y EE UU en particular tienen que ser cautos y no mostrarse demasiado activos a la hora de moldear el futuro de la región

Pienso que si hay un papel reservado para los países occidentales será el de asistir económicamente a los nuevos gobiernos, ofrecer apoyo técnico, tal vez supervisar elecciones… Occidente y EE UU en particular tienen que ser cautos y no mostrarse demasiado activos a la hora de moldear el futuro de la región. En muchas maneras el intervencionismo destinado a imponer la  democracia la ha deslegitimado en la región. El concepto democracia ha sido considerado sinónimo de dominación occidental durante mucho tiempo en las mentes de los árabes. Muchos vieron que las llamadas de George W. Bush a la democratización tras la Guerra de Irak como una manifestación de cinismo; una excusa para justificar la presencia y el control de EE UU en la zona.

 

FP. ¿Descarta incluso una intervención en Siria tal como están las cosas?

E.R. Por el momento, una intervención allí está bloqueada esencialmente por Rusia en estos momentos, que vetaría una resolución en Naciones Unidas. Moscú y Damasco tienen unas relaciones con amplia historia. Si se diera el caso y acabara habiendo una intervención en Siria veo más probable que llegue a través de la ONU para proteger a población o favorecer una transición pacífica que de la OTAN. Una intervención militar sería considerada como un cambio de régimen y no como una operación para proteger a la población civil. Tal como están las cosas, Rusia y China impedirán incluso un papel activo de Naciones Unidas. Y, francamente, el mayor obstáculo a esta intervención es que Europa y EE UU no tienen en estos momentos ni la voluntad política ni los medios financieros para llevar a cabo intervenciones de gran alcance en estos momentos. Lo que destaca los casos de Túnez y Egipto y los convierte en modelos es que se ha producido gracias a un movimiento de protesta gracias a actores políticos domésticos sin participación extranjera.

 

FP. ¿El panarabismo como idea ha salido reforzado o debilitado de la Primavera Árabe?

E.R. La Primavera Árabe ha sido más importante para el arabismo de lo que podríamos haber pensado a priori. El panarabismo fue una respuesta de indignación por la fragmentación colonial de la región en pequeños países tras la Segunda Guerra Mundial, un movimiento nacionalista que aspiraba a la unidad de la región, logró mucho apoyo popular durante los 50 y 60. Promovían la idea poderosa de acción árabe común para combatir regímenes conservadores. Fueron legítimas y dominantes hasta que 1967 vimos que no había espacio para esta acción conjunta. Con las revoluciones de 2011 no ha habido una resurrección del nacionalismo árabe, que ya era percibido como una reliquia ideológica del pasado. Ni la perspectiva de un cambio en el status quo nacional: todos actúan como ciudadanos de sus propios países. Sin embargo, sí hemos visto una tremenda influencia de lo que hacen los árabes de unos países en lo que hacen los árabes de otros. Ése es el nuevo arabismo de 2011. Lo que hicieron los tunecinos excitó tremendamente las esperanzas de saudíes o magrebíes. Si puede pasar en Túnez, puede pasar en cualquier sitio, pensaron. Ello contrasta con cómo los árabes respondieron a los cambios ocurridos en Europa del Este en 1989, que les resultó algo de otro planeta, irrelevante.

La revolución de 2011 les ha proporcionado un lenguaje, lemas y técnicas comunes. Todos los activistas se comunicaban mandándoles la información a cadenas de televisión por satélite, como Al Jazeera. En resumen, no podemos hablar de panarabismo, pero sí de un nuevo arabismo. Todos los árabes miran ahora hasta dónde están llegando los demás. El país que alcance mayores niveles de cambio, va a representar un auténtico hito para el resto. No me imagino a los saudíes aceptando una monarquía autocrática mucho tiempo cuando otros estén alcanzando unos niveles de democracia mayor. En breve: es un movimiento de árabes y para árabes.

 

FP. ¿Piensa que la sharia será relevante en los nuevos Estados? ¿Qué papel tendrá el islamismo en las elecciones que se celebrarán próximamente en Egipto, Túnez o Marruecos?

E.R. No veo que ninguno de los países revolucionarios vaya a transformar sus sistemas legales de acuerdo con la sharia. Los sistemas legales de los países árabes son ampliamente seculares, significando esto que está separado de la esfera religiosa, no contrario a ésta. Es cierto que el islam juega un papel importante como fuente de inspiración para la ley. Incluso los partidos islamistas, en su interés por proteger su derecho a seguir implicados en el proceso político abierto y en una muestra de sensibilidad, no buscan implementar la sharia o crear Estados islámicos. Las revoluciones de 2011 han demostrado que los lemas han sido mayoritariamente políticos. Hasta ahora podrías decir que los movimientos de la oposición más organizados eran los islamistas, pero ahora hay numerosos actores seculares, desorganizados, con bases mucho más amplias. Y no creo que estén de acuerdo en pasar de autocracias a ver cómo el control llega a manos de los clérigos. Aunque esto podría cambiar luego; no puedo asegurar nada. Pero no la veo como una de las consecuencias evidentes de los cambios de este 2011. La reforma de los sistemas legales avanzarán, en cambio, hacia el desmantelamiento de los resortes del autoritarismo de los mismos.

Los islamistas no querrán dominar el panorama político, aunque sí tener un papel importante en los nuevos Gobiernos

No he estado en ninguno de los países donde han triunfado las revoluciones aún y lo cierto es que los medios de comunicación en Occidente no ocultan sus miedos a que los islamistas se vayan a hacer con el control. Lo que vemos es que en Marruecos, Egipto o Túnez, partidos como Justicia y Caridad, Hermanos Musulmanes o Ennahda, son los mejor organizados. Pero hay un nuevo grupo de partidos en plena gestación que reflejan las nuevas ideas emergentes y han partido desde cero en Egipto y Túnez. Son los que en los periódicos aseguran que los islamistas van a barrer. Los sondeos aseguran que  desde el 25 al 60%, pero esa es una horquilla muy amplia. Gane el que gane va a estar en una situación complicadísima. Los objetivos que tendrán que afrontar los nuevos gobiernos marcados son arduos: empleo, trabajos. Todo indica que los islamistas querrán tener un papel importante, pero no van a querer dominar el sistema político. Saben que, de no conseguir los objetivos que gran parte de la sociedad anhela, el nivel de decepción va a ser muy alto. Por ello, todo me hace pensar que los islamistas no querrán dominar el panorama político, aunque sí tener un papel importante en los nuevos Gobiernos.

Por otra parte, los Hermanos Musulmanes en Egipto no están tan fuertes como podría pensarse: las revoluciones de 2011 los dividieron generacionalmente entre una juventud organizada en torno a las nuevas redes sociales y comprometidas desde el principio con la revuelta y la jerarquía veterana. En los últimos meses, ha habido divisiones sobre si el movimiento debe implicarse en política o mantenerse al margen como un movimiento social. Hay tensiones: un Partido que representa a los Hermanos y que presentará candidatos a las elecciones a pesar de que oficialmente el movimiento no está de acuerdo con esta decisión. Creo que saldrán de los comicios con mayores divisiones, que se harán más evidentes. Las tensiones de la Primavera Árabe también se han hecho notar en la fuerza más sólida y monolítica de Egipto. Y que tendrán una presencia parlamentaria grande.

 

FP. ¿En qué medida el poder del Ejército y las élites van a seguir dominando los procesos democráticos?

E.R. En Túnez el Ejército tiene una tradición de permanecer fuera de la política. Y sus líderes nunca procedieron de aquél, como el fundador del país, Burguiba. Ben Alí era un policía, no un militar; venía del ministerio del Interior. En Siria, por ejemplo el Ejército está ampliamente dominado por un cuerpo de oficiales alauitas que pertenece a la minoría étnica del país, la misma del presidente. Lo que fragmenta al Ejército sirio hoy es que sus componentes son mayoritariamente suníes y no se sienten a gusto disparando a gente de su propia confesión. En Libia y Yemen hemos visto una fractura en el Ejército, con una parte leal al régimen y otra rebelde, que se acaba convirtiendo en una guerra civil entre un Ejército dividido. Es difícil saber si en Libia la nueva Administración será más o menos dependiente de los militares o si estos jugarán un papel activo en la política, considerando que los rebeldes ganaron la guerra a los leales al régimen de Gaddafi.

A medida en que se avance en la democratización de los nuevos Estados el papel de los militares será más cuestionado, aunque variará de un país a otro. En aquellos lugares en los que el monopolio del uso de la violencia del Ejército está siendo sometido a profundos desafíos es factible que los militares sigan teniendo un poder fuerte. Pero conocer lo que ocurrirá con exactitud es impredecible en estos momentos.

 

FP. ¿Las revueltas de 2011 agudizarán las divisiones entre chiíes y suníes?

E.R. Muchos observadores, especialmente desde el Golfo, piensan que Irán está instigando la inestabilidad en la región y que está siendo el beneficiario del debilitamiento de los gobiernos árabes. Y que está emergiendo un bloque chií enfrentado a los países musulmanes suníes. Creo, como analista occidental, que están equivocados. La prensa dice que Irán está instigando a los chiíes en Barhéin y Arabia Saudí, que controla Irak –causa perdida– así como que es altamente influyente en Líbano, Siria y Hamas en Gaza. Estos miedos justificaron la intervención saudíes en Barhéin, que vieron como un intento de llevar una república islámica a este pequeño país. Sin embargo los ciudadanos de Barhéin que participaron en las manifestaciones ondeaban su bandera; eran sólo eso, barheiníes. No puedo afirmar que Irán no tuvo nada que ver ni que hubiera agentes de este país en las filas de los rebeldes, pero no hay ninguna evidencia que permita afirmarlo. Si condenas a la gente o desprecias sus demandas conduces el movimiento de protesta hacia los brazos de Irán. El momento en el que el gobierno de este país se niega a escuchar a sus propios ciudadanos ya es negativo, pero cuando los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí envían tropas para aplastar la revuelta estás diciendo que el Consejo de Cooperación del Golfo considera a los chiíes de Barhéin, la mayoría, como extraños en su territorio. Traicionados por sus hermanos árabes y por sus gobiernos, ¿si les dicen que son agentes de Irán, a quienes van a buscar para pedir apoyo? Lo normal es buscar ayuda al que te haga caso. Están creando el problema que dicen combatir. Temo que Occidente y EE UU en particular ha traicionado las demandas legítimas de la población de Barhéin.

En Arabia Saudí hay temores grandes, especialmente derivados de la experiencia de 1979, por la proximidad de Barhéin a las provincias del Este. Piensan que el hecho de que los chiíes del pequeño país árabe puedan lograr reformas por medios revolucionarios podrían desencadenar un conflicto a tres bandas con Irán supondría una seria amenaza para las monarquías del Golfo. Justamente donde está el petróleo. No veo que Irán, sin ser arrogante, no creo que vaya a protagonizar ningún enfrentamiento de civilizaciones. Y los que la argumentan están dando más poder a Irán del que merece: un país aislado, Estado fallido y con una gran contestación interna. Pero pueden escapárseme muchos datos y estar equivocado.

 

FP. ¿Cree que el modelo turco es válido para el mundo árabe? ¿Se convertirá Turquía en un líder regional?

E.R. No hay modelo turco que puede ser exportado a ninguna parte. Hay dos países que se barajan como tales: Irán y Turquía. Creo que el temor de que las elecciones den la victoria al islamismo y que éste amenace con crear regímenes extremistas enemigos de Occidente es un planteamiento equivocado. La revolución islámica de Irán ha perdido todo atractivo: los árabes ven que es un país aislado gobernado por fanáticos. El ejemplo turco es por el que la gente en Túnez y Egipto ha manifestado un tremendo entusiasmo. Su primer ministro Erdogan es un  líder fuerte,  de un partido islamista moderado. Entretanto, Turquía emerge como un poder mundial emergente –al nivel de los BRICS, como poder global. Occidente ve a Turquía como un creciente apoyo al mundo árabe y protagonista de una política cada vez más antiisraelí. Por todo ello, Turquía es muy popular entre los árabes. La economía turca es una de las 15 más fuertes del mundo y desafía al mundo y la crisis. Fuerte económicamente. Todo eso a través de un proceso democrático y con un Gobierno fuerte. Y gracias a un Ejército que ha sido capaz de confinar al islam en la esfera privada. Por otra parte, las condiciones que explican la emergencia del AKP son diferentes de las del mundo árabe y tal vez sean irrepetibles en él: en parte hay que buscar las razones en el carisma personal de Erdogan.

Sin embargo, no hay equivalente en Libia y Túnez o Egipto en este momento al caso turco: todo lo contrario. Allí son bastante cautos a la hora de permitir la emergencia de un líder personal. No quieren un nuevo hombre fuerte. La cuestión pendiente es si los nuevos gobiernos podrán limitar el poder del Ejército, como Turquía logró no antes de los 90. Y eso costará tiempo. El éxito de Erdogan es una inspiración, pero no creo que vaya a haber recreaciones del modelo tuco. Cada país tendrá que lidiar con sus propias particularidades.

 

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