
La falta de restricciones que contengan al aparato de seguridad ha sido históricamente uno de los principales motivos de que los gobiernos libres fracasen.
National Security and Double Government
Michael J. Glennon
Oxford University Press, 2014
Vivimos en un mundo en el que abundan las teorías de la conspiración. Muchos de sus partidarios aseguran que el verdadero poder está en manos de entidades secretas cuyas maquinaciones nos envían a la guerra y nos roban nuestra riqueza. Oriente Medio es extraordinariamente propenso a ese tipo de teorías, pero también están afianzándose a toda velocidad en Europa, Norteamérica y otros lugares. Dependiendo de cuál sea la veta paranoica de cada uno, los culpables son los magnates del petróleo, los católicos, los judíos, la familia real saudí o los asistentes a las reuniones de la Trilateral y las logias masónicas. En otras palabras, el mundo que vemos a nuestro alrededor es un inmenso Pueblo Potemkin.
Michael Glennon presenta una imagen de Estados Unidos, en su obra National Security and Double Government, que resulta aún más interesante porque su autor es catedrático de derecho en la Tufts School of Diplomacy, antiguo asesor legal del Senado de EE UU, investigador del Woodrow Wilson International Centre for Scholars de Washington, profesor invitado en la Universidad Paris II Assas, miembro del Council of Foreign Relations y asesor de la Agencia Internacional de la Energía Atómica. Sus artículos aparecen en los diarios New York Times, Washington Post y Financial Times. Son unas credenciales difíciles de superar.
Muchos observadores se sienten confusos ante el hecho de que la política de seguridad nacional estadounidense haya permanecido igual desde George W. Bush hasta el gobierno de Obama, pero Michael Glennon explica esa continuidad por la persistencia en Estados Unidos de la doble teoría del gobierno elaborada en el siglo XIX por el estudioso británico Walter Bagehot. Según este último, en el Reino Unido, el poder residía al principio solo en el monarca. Sin embargo, con el paso de los años, se crearon dos grupos de instituciones. Un grupo comprende la Monarquía y la Cámara de los Lores. Son las que Bagehot llama las instituciones “solemnes”, en el sentido de que proporcionan un nexo con el pasado y despiertan la imaginación del público. Con su teatralidad, su pompa y su simbolismo histórico, evocan las magnificencias de otras épocas y ejercen un poder emocional en la mentalidad colectiva. Encarnan el recuerdo de la grandeza. Sin embargo, el que de verdad gobierna es el segundo grupo de instituciones -las instituciones “eficientes”-, que son la Cámara de los Comunes, el Gabinete y el Primer Ministro. Como decía Bagehot: “Las partes solemnes son muy complicadas y algo abrumadoras, muy antiguas y venerables; mientras que la parte eficiente... es claramente sencilla ...
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