
El proteccionismo de Trump, la guerra comercial con China y las sanciones a Irán podrían abrir fisuras en la, hasta ahora, inexpugnable fortaleza del dólar.
Estados Unidos nunca ha dejado de disfrutar de lo que en 1965 Valéry Giscard d’Estaing, por entonces ministro francés de Finanzas, llamó el “exorbitante privilegio” de emitir la principal moneda de reserva del mundo.
El dólar representa hoy más de la mitad de la facturación, las reservas, los pagos, la liquidez y la financiación del mundo pese a que en agosto de 1971 Richard Nixon repudió unilateralmente el derecho de los bancos centrales extranjeros a cambiar sus dólares por oro.
Las crónicas turbulencias del dólar fueron uno de los principales motivos por los que Europa emprendió en 1993 el proceso de unificación monetaria que culminó en 1999 con la creación del euro. De modo similar, el deficiente manejo por el Fondo Monetario Internacional (FMI) de la crisis financiera asiática (1997-98) convenció a China de que debía fortalecer al yuan en los mercados de cambio.
Hoy el dólar es la moneda ancla de países que representan el 70% del PIB mundial, el principal depósito de valor de los bancos centrales mundiales y supera de lejos a las demás divisas como vehículo de pago de transacciones financieras y comerciales y unidad de cuenta y facturación.
Es lógico: es la moneda más conveniente, menos costosa y más segura en todas esas áreas, lo que explica su relevancia monetaria, mucho mayor de lo que le correspondería por el peso de Estados Unidos en la economía mundial: 22% del PIB al tipo de cambio y del 15% en términos de paridad de poder adquisitivo (ppp), según el FMI. Y Washington sabe aprovechar esa ventaja.
Entre otros cosas, le permite endeudarse en su propia moneda y a tipos de interés más bajos. Mientras que el control regulatorio que concede a EE UU la administración o coadministración de los principales sistemas de liquidación de pagos otorga al departamento del Tesoro capacidad para vigilar los flujos transnacionales de dinero para detectar fondos relacionados con el terrorismo, el tráfico de armas y drogas y la evasión fiscal.
Es un poder formidable. En 2011 el Tesoro impuso una multa de 1.900 millones de dólares al banco británico HSBC por ayudar al cartel mexicano de Sinaloa, a financistas saudíes con vínculos con Al Qaeda y a Irán, Sudán y Cuba, entre otros países sometidos a sanciones internacionales, a mover cientos de millones de dólares en el sistema financiero estadounidense. En julio de 2014 el Departamento de Justicia impuso una multa de 9.000 millones de dólares a BNP Paribas por acusaciones similares.
Paradójicamente, la crisis bancaria de 2008 consolidó aún más la hegemonía del dólar cuando para evitar el colapso del sistema financiero mundial la Reserva Federal –convirtiéndose así en prestamista de última instancia global– transfirió entre diciembre de 2007 y agosto de 2010 a bancos centrales de todo el mundo, unos 4,5 ...
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