• Elite da tropa (Élite de la tropa)
    Luiz Eduardo Soares, André Batista y Rodrigo Pimentel
    314 págs., Objetiva, Río de Janeiro, Brasil (en portugués)

Los espectadores que acudan al cine a ver Tropa de élite, filme brasileño inspirado en en el best seller Elite da tropa, tal vez crean que se trata de una historia de ficción exagerada. Hasta los habitantes de Río –que suelen comentar entre amigos que, en una calle oscura, es más fácil toparse con un delincuente que con un policía– han reaccionado, en buena medida, con incredulidad ante el libro de Luiz Eduardo Soares, André Batista y Rodrigo Pimentel. Después de todo, resulta difícil creer que un agente encargado de liderar la lucha contra el narcotráfico en las favelas (barriadas de chabolas) organice juicios en los que la policía actúa como abogado y como jurado. Sobre todo, considerando que sus sentencias suelen acabar en ejecución.

Asimismo, parece imposible que un narcotraficante que intentaba salir de un suburbio para comenzar una nueva vida fuera secuestrado por agentes y obligado a volver a “trabajar” porque el jefe de la policía quería seguir recibiendo los sobornos que el fugitivo solía pagarle. Sin embargo, por desgracia, la mayoría de las historias raras, violentas, conmovedoras, repulsivas y divertidas de Elite da tropa son reales.

Soares, un ex secretario brasileño del servicio público de seguridad y ahora investigador destacado del crimen urbano, y Batista y Pimentel, ex miembros del Batallón de Operaciones Policiales Especiales de Río de Janeiro (BOPE, por sus siglas en portugués), compusieron su historia a partir de una serie de relatos con material rescatado de sus recuerdos y las experiencias de amigos. Es una receta potente: en sus mejores momentos, el libro transporta al lector a escenas de la guerra contra los traficantes con una intensidad rara vez alcanzada en la prensa tradicional. Y, al hacerlo, derriba la barrera sanitaria que los brasileños construyen para lidiar con las tragedias cotidianas. Como escriben los autores, muchos de los habitantes de Río viven con una rutina de asesinatos “como peregrinos que cargan con la cruz y sienten su peso y su tamaño, pero no se paran a observarla para saber cuál es su forma y comprender su naturaleza”. Elite da tropa agarra a sus lectores por el pescuezo y les obliga a ver el auténtico coste de una guerra perdida.

El libro se divide en dos partes. La primera se centra en el BOPE, creado hace 30 años como un cuerpo para agentes de policía altamente cualificados entrenados para liderar misiones de rescate de rehenes y especializado en llevar a cabo operaciones en las favelas, donde los narcotraficantes han establecido  centros de distribución con fuertes medidas de seguridad. Para ser un caveira (calavera), como se denomina a los miembros del batallón, es necesario un duro entrenamiento. Ahogamientos simulados, torturas, privación de alimento y humillación son requisitos de admisión habituales. El sufrimiento hace que ser aceptados en el BOPE sea un honor tan grande que da a sus miembros la fuerza para resistir a los sobornos y chantajes, tentaciones frecuentes a las que se enfrentan los agentes corrientes en Brasil.

Su entrenamiento y sus operaciones hicieron famoso al BOPE, y a sus oficiales, orgullosos de pertenecer a una de las mejores brigadas de policía del mundo. Hasta hace poco, la cifra de agentes del batallón ascendía a 150. Hoy son unos 400. Y, pese a que varios miembros han sido expulsados del cuerpo por tener vínculos con el crimen organizado, sus comandos, que constantemente arriesgan su vida a cambio de unos 800 dólares al mes (unos 510 euros), aún mantienen una profesionalidad poco frecuente entre los policías de Brasil o de cualquier otro lugar.

La primera parte de Elite da tropa (‘Diario de guerra’) es narrada por un oficial del BOPE anónimo, inteligente, agresivo y amargo. Hablando con el lector como si estuviera siendo entrevistado por un reportero, comienza a contar historias que no siguen un orden cronológico ni describen la evolución de un solo personaje. Se trata más bien de instantáneas entresacadas de un largometraje o fogonazos que de repente iluminan una escena que pronto vuelve a quedarse a oscuras: el compañero que muere por fuego amigo, el francotirador impaciente por utilizar su nuevo rifle. El autor prefiere construir un relato que describa a todos los oficiales del BOPE.

“Si estás esperando un discurso con buenos modales, olvídalo. Puedes cerrar el libro”, advierte el narrador. Sin remordimientos, y con voluntad de admitir algunos de los daños colaterales de la guerra contra el crimen, describe las operaciones del BOPE con crudeza. “Los delincuentes nos tienen miedo (…). Anoche, por ejemplo, no cogimos a nadie. Si nos topamos con un vagabundo en las redadas nocturnas, es hombre muerto”, escribe. No alardea de los hechos, pero tampoco se avergüenza de ellos. “Las víctimas son proscritos; por eso, las técnicas de interrogatorio como el ahogamiento y las descargas eléctricas son adecuadas. La tortura es aceptable cuando el fin justifica los medios”, afirma el narrador.

No es el único que opina lo mismo. Un estudio reciente llevado a cabo por el IBOPE, la empresa brasileña líder de estudios de mercado, puso de manifiesto que el 26% de los ciudadanos está de acuerdo en que la tortura es una herramienta legítima para la policía. Y lo que es más, el libro Cómo piensan los brasileños, de Alberto Carlos Almeida, publicado en 2007, reveló que el 30% de la población aprueba las agresiones de los agentes con resultado de muerte. Esta aceptación pública, combinada con la ineficaz supervisión burocrática, se ha traducido en unas alarmantes cifras de fallecimientos a manos de la policía de Río de Janeiro. En un Estado con poco más de 15 millones de habitantes, 1.330 personas fueron asesinadas por la policía en 2007.

En la segunda parte del libro, titulada ‘Dos años después: La ciudad besa la lona’, los autores abandonan las trincheras de la guerra urbana para centrarse en el trabajo interno de la Administración del Estado. Escenas cortas, que recuerdan a un guión de cine, relatan una intrincada trama en torno al inspector jefe de la policía, Vítor Fraga. Angustiado por la deuda pendiente de una campaña electoral fracasada, Fraga pretende sacar al BOPE de Rocinha, la favela más grande de Río y el mercado de la droga más lucrativo para la élite de la ciudad. Para que las ventas de droga, y los sobornos a los agentes, vuelvan a la normalidad, es necesario eliminar al batallón. Al describir las macabras secuelas de las maquinaciones del oficial, los autores ponen de manifiesto una triste realidad de la guerra contra el narcotráfico en Río: los soldados del BOPE, a pesar de toda su valentía y violencia, no son más que peones a disposición de los políticos y de otros policías corruptos. Y las cuestiones planteadas por un bienintencionado “secretario de seguridad” de ficción (en buena medida basado en las propias experiencias de Soares como vicesecretario en 1999, y como ministro de Seguridad en 2003) captan la escalada de confusión dentro del Palacio de Guanabara, la sede del Gobierno del Estado: “¿Quién está al mando en realidad? ¿Las bandas, los capos de la droga, los políticos? (…) ¿Qué policías son éstos? No son instituciones. Son campos de batalla. Son mercados persas. Son tribus en guerra”.

Best seller en Brasil, con más de 150.000 copias vendidas, el libro inspira la polémica película de José Padilha Tropa de élite, ganadora de un Oso de Oro en la edición 2008 del Festival Internacional de Cine de Berlín, que ya ha pasado por la cartelera española. La película ha sido todo un fenómeno en Brasil desde su estreno en 2007. La filtración de una copia antes de su estreno oficial le vino de perlas a los vendedores callejeros, a quienes les quitaban de las manos las cintas piratas, lo que permitió ver el thriller a numerosos habitantes de las favelas que rara vez acuden a las salas de cine. Acostumbrados a temer los disparos reales del BOPE, les pareció verosímil la irónica representación del capitán Nascimento, narrador de la película, que presenta la misma mezcla de agresividad, inteligencia, rudeza y angustia que el policía anónimo del libro.

Nascimento tortura, asesina, y, día tras día, empieza a parecerse a los delincuentes contra los que se enfrenta. Pero lo hace con una inteligencia y un humor que permiten al público identificarse con él. Poco a poco se ha convertido en un héroe pop. Sus frases –“la culpa es del Papa” (después de ordenar una ejecución), “di que quieres que esto acabe” (a los agentes durante los entrenamientos)– se escuchan a menudo por las calles. El uniforme del BOPE fue uno de los disfraces más populares del carnaval 2008 de Río de Janeiro. Todo el cuerpo de policía se ha puesto de moda: los periódicos y las revistas publican con frecuencia aspectos de las duras situaciones a las que se enfrentan los agentes, e incluso algunos de ellos están impartiendo conferencias sobre motivación para los compañeros interesados en adoptar el lema de los soldados: “Una misión encomendada es una misión cumplida”.

Para muchos brasileños, la popularidad del libro y de la película parece indicar que la crisis de la seguridad pública sólo puede resolverse a través de la violencia. Lo que no se plantean es por qué esta estrategia, puesta en práctica de manera informal por parte de la policía brasileña durante décadas, no ha podido evitar el asesinato de 50.000 personas cada año. Tal vez, como ocurre con muchas otras desagradables realidades de esta batalla entre la policía y los delincuentes, se trata de un hecho que la gente no está dispuesta a aceptar hasta que no tenga otro remedio, o hasta que alguien convierta la verdad en una emocionante obra de arte.