El colapso financiero promete poner a prueba el poder del Partido Comunista como no se veía desde las protestas de Tiananmen. Se trata de una fuerza dividida, en la que los principitos se enfrentan a los populistas mientras los sinólogos intentan sacar algo en claro. ¿Caerá este Gobierno diseñado para el éxito económico cuando se agote el dinero? Una guía para entendidos sobre quién maneja el timón de China.  

Los rostros de la veintena de políticos de alto rango que recorren los pasillos de Zhongnanhai, sede de la cúpula dirigente del Partido Comunista Chino en Pekín, muestran preocupación. Su poder se ve amenazado por algo que hace un año era inconcebible: una economía en caída libre. Las exportaciones, básicas para el deslumbrante crecimiento económico de China, bajan en picado. Miles de fábricas y empresas han cerrado, sobre todo en las prósperas regiones costeras. En la segunda mitad de 2008, 10 millones de trabajadores, junto a un millón de nuevos licenciados universitarios, se han unido a las ya gigantescas listas del paro. En ese mismo periodo, el mercado de valores chino perdió un 65% de su valor, el equivalente a 3 billones de dólares (casi 3 billones de euros). El presidente, Hu Jintao, ha afirmado que la crisis “pone a prueba nuestra capacidad para controlar una situación compleja, y la capacidad del partido para gobernar”.

Este súbito hundimiento ha hecho que, de pronto, el Partido Comunista Chino parezca vulnerable. Desde que hace tres décadas Deng Xiaoping inició las reformas económicas, la legitimidad del partido se ha apoyado en su capacidad para hacer que la economía funcione a un ritmo vertiginoso. Si Pekín ya no es capaz de mantener una alta tasa de crecimiento ni de dar empleo a su cada vez mayor fuerza laboral, podría surgir un descontento popular generalizado e inestabilidad social. Nadie es más consciente de esta posibilidad que el puñado de personas que dirige la gigantesca economía china. Una tasa de crecimiento de dos dígitos les ha protegido de una epidemia de gripe aviar, terremotos devastadores y escándalos por la contaminación. Ahora la cuestión crucial es si están preparados para gestionar una crisis económica de estas proporciones.  

Este año se cumple el 60º aniversario de la República Popular, y el partido gobernante ya no está liderado por un único hombre fuerte, como Mao Zedong o Deng Xiaoping. Ahora el Politburó y su Comité Permanente, el órgano más poderoso, están dirigidos por dos facciones informales que compiten entre ellas por poder, influencia y control político. Por supuesto, no es ninguna novedad que existan rivalidades dentro del Partido Comunista. Pero ahora esta competencia no es un juego de suma cero en el que un ganador se lo lleva todo. Merece la pena recordar que, cuando en 2002, Jiang Zemin cedió las riendas del país a su sucesor, Hu Jintao, fue la primera vez en la historia reciente en que el traspaso de poder se hizo sin sangre ni purgas. Es más, Hu no era un protegido de Jiang; pertenecían a facciones rivales. Podría decirse que la China posDeng ha estado dirigida por un equipo de adversarios. 

Esta competición interna fue instituida como práctica del partido hace poco más de un año. En octubre de 2007, Hu sorprendió a muchos observadores cuando abandonó el procedimiento habitual de sucesión directa y designó no a uno, sino aparentemente a dos sucesores. Xi Jinping y Li Keqiang –dos líderes muy diferentes con poco más de 50 años– fueron incluidos por el Comité Central entre los nueve miembros del Comité Permanente del Politburó, donde se prepara a los gobernantes chinos. Desde entonces, el futuro papel de ambos hombres, que compartirán el poder después del próximo congreso del partido, en 2012, ha ido concretándose: Xi será el candidato a suceder al presidente, y Li sustituirá al primer ministro, Wen Jiabao. Estos dos líderes ascendentes tienen poco en común en términos de origen familiar, afiliación, habilidades para el liderazgo y orientación política. Pero ambos están muy implicados en el diseño de las políticas económicas, y se espera que lideren las dos facciones rivales sobre las que recaerá la responsabilidad de trazar la trayectoria política y económica del gigante asiático durante la próxima década y después. 

Una cosa es segura: se enfrentan a la difícil tarea de transformar con rapidez y con eficacia su arraigado modelo de desarrollo, basado en la exportación. Para lograrlo será necesario alcanzar un delicado equilibrio entre reformas innovadoras, mayor liberalización del mercado y, en ocasiones, fuertes intervenciones del Gobierno para hacer que la economía china pase a basarse en la demanda interna. Se trata de un desafío impresionante, sobre todo si se piensa que las personas al mando son tan diferentes. Será inevitable que se produzcan luchas por el poder. Pero también haymuchas posibilidades de que estos dos rivales en el día a día, conscientes de que la supervivencia del partido depende del equilibrio, aparquen sus diferencias. 

Para la cúpula del régimen, la adopción del sistema de equipo de rivales no es una elección, sino una nueva necesidad. Promocionando en 2007 a Xi y a Li, Hu subrayó la importancia de los diferentes sectores a los que cada uno representa, y la convicción de que sólo mediante el consenso se podrán evitar serias turbulencias políticas en el seno de la denominada “quinta generación” de líderes, a la que pertenecen Xi y Li. La idea de convertir a los rivales en aliados “en nombre del bien común”, como dijo Abraham Lincoln, ha sido muy difundida en los medios de comunicación chinos. Y un artículo publicado en el Diario de la Juventud de China, uno de los periódicos más populares, calificaba al “equipo de rivales” (zhengdi tuandui) de “idea brillante para lograr el consenso político con el fin de impulsar el interés común y el capital político para sobrevivir”.  

Las dos facciones podrían identificarse como los populistas y los elitistas. Ahora, los primeros están liderados por Hu Jintao y el primer ministro, Wen Jiabao.Alos integrantes de su núcleo duro, entre ellos Li Keqiang, el director de organización del partido, Li Juanchao, y el secretario del partido en Guangdong, Wang Jang, se los conoce como “tuanpai”, por haber iniciado su carrera en la Liga de Jóvenes Comunistas Chinos. La mayoría de los tuanpai –que hoy integran el 23% del Comité Central y el 32% del Politburó– ocuparon puestos dirigentes en el ámbito local y provincial, a menudo en las provincias pobres del interior, y muchos tienen buenos conocimientos de propaganda y asuntos legales. El mismo Hu es un tuanpai, y a los líderes de esta facción se les ve como sus confidentes; muchos trabajaron bajo sumando directo a principios de los 80, cuando dirigía la liga juvenil. Los tuanpai son conocidos por sus habilidades organizativas y propagandísticas, pero muestran carencias a la hora de gestionar la economía internacional. Sus credenciales no eran tan valoradas en la época de Jiang Zemin, cuando la inversión extranjera y la globalización económica se anteponían a todo lo demás, pero ahora se los considera fundamentales a causa del creciente riesgo de malestar social y tensiones políticas. 

La facción elitista surgió precisamente en la época de Yiang, y aunque sus dos principales líderes actuales –Wu Bangguo, presidente del Parlamento, y Jia Qinglin, jefe de un órgano nacional de asesoramiento político– son poco conocidos fuera del gigante asiático, se encuentran entre los cargos políticos de más alto rango del sistema. A los integrantes del núcleo duro de los elitistas de la quinta generación, como Xi Jinping, el viceprimer ministro Wang Qishan y el secretario del partido en Chongqing, Bo Xilai, se los conoce como “los principitos”, porque son hijos de antiguos altos cargos. Los padres de Xi, Wang y Bo, por ejemplo, fueron todos viceprimeros ministros. Los principitos controlan el 28% del actual Politburó. La mayoría se crió en las prósperas regiones costeras y cursó estudios en finanzas, comercio, asuntos exteriores y tecnología. Entre ellos no siempre hay relaciones fuertes de clientelismo, pero la necesidad común de proteger sus intereses –sobre todo en una época de creciente resentimiento contra el nepotismo– los mantiene unidos.   

 

LUCHA DE CLASES  

 

 

 

 

 

Dentro del sancta santorum: Las preocupaciones por el modo enque China se enfrentará a la crisis económica impregnan el ambiente dentro de Zhongnanhai, sede central del Partido Comunista en Pekín.

De los seis miembros de la quinta generación que actualmente tiene el Politburó, tres son tuanpai y tres son principitos. Las divergencias políticas entre ambas facciones son tan significativas como el contraste en sus orígenes, y reflejan, en gran medida, el enfrentamiento de fuerzas socioeconómicas en el país: los principitos representan los intereses de los empresarios y de la clase media emergente, mientras los tuanpai suelen reclamar que se construya una sociedad armoniosa, que preste más atención a los grupos sociales vulnerables, como los granjeros, los trabajadores desplazados o los pobres de las ciudades.

Los programas políticos de Xi Jinping y Li Keqiang, por ejemplo, son muy diferentes. El entusiasmo de Xi por la liberalización del mercado y por el desarrollo continuo del sector privado es bien conocido en la comunidad empresarial internacional. Así que no es de extrañar que entre sus mayores preocupaciones políticas esté aumentar la eficiencia de la economía, manteniendo un alto crecimiento del PIB y profundizando en la integración de China en la economía mundial. A Xi le interesa especialmente tener contentas a las ricas élites de las regiones costeras orientales.

En cambio, a Li Keqiang le preocupa más la difícil situación de los desempleados. Ha hecho que haya más viviendas disponibles a precios asequibles y comprende la importancia de crear un sistema rudimentario de seguridad social, empezando por la atención médica básica. El rejuvenecimiento de las provincias noroccidentales, vieja base industrial del país y una de las zonas con mayores necesidades de mano de obra, parece ser el objetivo de Li en política regional. Es muy probable que estas diferencias de prioridades entre ambos se hagan más importantes a medida que se enfrenten a cuestiones económicas acuciantes, como la manera en que Pekín debería responder a la presión extranjera sobre el valor del yuan o cómo debería aplicar el Gobierno su plan de estímulo. 

Pese a sus muchas diferencias, la quinta generación de tuanpai y principitos comparten un trauma común: forman parte de la generación perdida. Nacidos después de la fundación de la República Popular, eran adolescentes cuando en 1966 se desató la Revolución Cultural. Como consecuencia del caos político, perdieron la oportunidad de recibir una educación formal, y muchos se encontraban entre los jóvenes expulsados, chicos y chicas desplazados desde las ciudades al campo para trabajar como campesinos durante años.

Principitos como Xi Yinping y Wang Qishan fueron enviados de Pekín a Yanán, en la provincia de Shaanxi, donde pasaron años trabajando en granjas. Tuanpai como Li Keqiang y Li Juanchao se emplearon en algunas de las zonas rurales más pobres de las provincias de Anhui y Yiangsu. Estas experiencias duras y humillantes hicieron que estos futuros líderes desarrollaran ciertos rasgos, como el aguante, la capacidad de adaptación, la previsión y la humildad. No sólo tuvieron la rara oportunidad de llegar a conocer la China rural, sino que tuvieron que adaptarse a un ambiente socioeconómico muy diferente. Este reajuste hizo que a una edad temprana aprendiesen a enfrentarse a los desafíos y a ceder.

Si existe otro suceso que pueda competir con la Revolución Cultural en importancia en la vida de estos hombres, sin duda son los incidentes de 1989 en la Plaza de Tiananmen. No hay mucha información sobre cómo les afectó individualmente, pero pertenecen a una generación de más edad que la mayoría de los manifestantes, y entonces algunos eran dirigentes municipales o jefes de las Juventudes Comunistas. Como grupo, son conscientes de que en la cúpula dirigente hubo una profunda división de opiniones sobre cómo responder a la revuelta. También se dan cuenta de que el conflicto interno agravó la crisis y al final culminó en una respuesta brutal. Estos sucesos enseñaron dos lecciones a la quinta generación: primera, que deben mantener por todos los medios la estabilidad política, y segunda, que no deben desvelar sus divisiones a la opinión pública. Aunque las diferencias entre ellos son imposibles de ocultar, en las alturas se apoyan unos a otros, y evitan cualquier muestra de división en la cúpula dirigente, que sería un peligro para el partido y para el país. 

 

DIVERSIDAD

¿Qué nos dicen sus profundas diferencias y sus experiencias vitales comunes sobre la manera en que la próxima generación dirigirá la economía china? Las habilidades económicas de los principitos serán fundamentales para responder a los desafíos macroeconómicos presentes y venideros. Y la sensibilidad de los tuanpai, siendo como son expertos en organización y propaganda, resultará muy valiosa a la hora de responder a los problemas sociales creados –y exacerbados– por el estancamiento de la economía. La adopción del sistema del equipo de rivales puede hacer que haya menos políticas orientadas a incrementar la tasa de crecimiento del PIB a cualquier precio, y abrir paso a otras que tengan en cuenta, como es debido, tanto la eficiencia económica como la justicia social. La crisis financiera internacional ya ha hecho que el régimen sustituya el crecimiento basado en la exportación por el fomento del consumo interno, lo cual es sinónimo de afrontar las necesidades de la China rural. Un ambicioso plan de reforma agraria, aprobado en otoño de 2008, promete otorgar a los campesinos más derechos e incentivos de mercado con el fin de estimularles a subcontratar y a arrendar tierras. Esta estrategia pretende aumentar los ingresos de los granjeros, reducir las desigualdades económicas, fomentar la urbanización sostenible y, en definitiva, acabar con la centenaria segregación entre campo y ciudad. Algunos expertos creen que esta reforma de la tierra, en conjunción con el plan de estímulo de casi 600.000 millones de dólares anunciado en noviembre y que fomenta la construcción de líneas de ferrocarril y el desarrollo de infraestructuras rurales, dará un gran empujón a la economía y, si todo va bien, sacará a China de la crisis. 

 













 



LA PRÓXIMA GENERACIÓN



 
 

Los populistas

Protegidos y confidentes del presidente Hu, les preocupa resolver los problemas sociales y las tensiones políticas. Poseen una excelente capacidad organizativa y habilidades propagandísticas. Son conocidos como “tuanpai” por haber ascendido en la Liga de Jóvenes Comunistas.  

LI KEQIANG

VICEPRIMER MINISTRO EJECUTIVO Y PROBABLE SUCESOR DEL PRIMER MINISTRO, WEN JIABAO

Nació en una familia humilde, su padre era un cargo local de bajo rango. Li empezó su carrera como granjero y ascendió en la Liga de Jóvenes Comunistas Chinos. Luego cursó estudios de Derecho e hizo la tesis doctoral en Economía en la prestigiosa Universidad de Pekín. Tiene 53 años y es conocido por su entusiasmo por una “sociedad armoniosa”; a menudo hace hincapié en la necesidad de ayudar a los desempleados, proporcionar vivienda a precios asequibles y mejorar el acceso a la sanidad.   

LI JUANCHAO


DIRECTOR DE ORGANIZACIÓN DEL PARTIDO

Proviene de una familia de alto nivel, su padre fue vicealcalde de Shanghai a principios de los 60. Licenciado por la Universidad de Pekín, durante un breve tiempo estudió en EE UU, en la Escuela Kennedy de Gobierno de la Universidad de Harvard. Actualmente es jefe del poderoso Departamento de Organización, encargado de la asignación de puestos dentro del partido. Tiene 58 años y se le conoce por haber pedido mayores reformas democráticas, como permitir que la población evalúe a los cargos locales.   

WANG YANG
SECRETARIO DEL PARTIDO EN GUANGDONG

De 53 años y ahora secretario del partido en la región más rica de China, se crió en la provincia de Anhui, donde, a principios de los 80, llegó a formar parte de la cúpula dirigente. Algunos expertos atribuyen su rápido ascenso a la protección de Hu. En 2008 pronunció la expresión “emancipación del pensamiento” cuatro veces durante su discurso de toma de posesión, revelando su intención de convertir el desarrollo político en el principal objetivo en Guangdong.   










Los elitistas

Los integrantes del núcleo duro de los elitistas recibieron formación financiera desde una edad temprana, y se los conoce como “principitos” porque provienen de las familias con mayor poder político del país. Representan los intereses de los empresarios y de las comunidades de negocios de las regiones costeras.   

XI JINPING
VICEPRESIDENTE Y POSIBLE SUCESOR DEL PRESIDENTE, HU JINTAO

Hijo de un poderoso ex miembro del Politburó, durante la Revolución Cultural pasó seis años de granjero y de secretario del partido en una aldea de la provincia de Shaanxi. Más tarde, el estatus de su familia le permitió trabajar como mishu, o secretario personal, del entonces ministro de Defensa. El currículo de Xi, de 55 años, está lleno de puestos dirigentes en prósperas ciudades y provincias de la costa, y se le conoce por ser partidario de reformas a favor del mercado y el sector privado.   

WANG QISHAN
VICEPRIMER MINISTRO

Wang, de 60 años y ex directivo del sector bancario, fue nombrado alcalde de Pekín durante la epidemia de SARS, en 2003. Se le reconoce el mérito de haber tranquilizado a la población convenciéndola de que el Gobierno controlaba la situación, a la vez que reconocía por primera vez la gravedad de la misma. Durante la Revolución Cultural trabajó en la provincia de Shaanxi y es yerno de un patriarca conservador del partido y protegido del ex primer ministro Zhu Rongyi.   

BO XILAI
SECRETARIO DEL PARTIDO EN CHONGQING

Es secretario del ayuntamiento más importante del interior de China. Hijo de uno de los ocho inmortales, viejos miembros de Partido Comunista que ostentaron un enorme poder durante los 80 y los 90, este hombre de 59 años sabe cómo desenvolverse en los medios de comunicación. Durante su etapa al frente del Ministerio de Comercio atrajo cantidades récord de inversión extranjera.

 

 

UN PARTIDO, DOS SECTORES  

Las reformas agrarias son reflejo, en buena parte, de las prioridades de Hu y de la influencia de los populistas, pero los elitistas también las han apoyado. El consenso político y la consecución de acuerdos, no la lucha sectaria de suma cero, ha sido lo que ha definido los planes de estímulo y desarrollo rural. Pero la nueva dinámica puede acabar fracasando. Por ejemplo, ¿qué ocurrirá si la situación económica sigue empeorando? El sectarismo en la cúpula del régimen podría irse de las manos, quizá llegando incluso a provocar una situación de bloqueo o un enfrentamiento abierto. Las diferencias de opinión en muchos asuntos son ya tan marcadas que puede resultar cada vez más difícil lograr el consenso necesario para gobernar.

Sin embargo, salvo imprevistos, en los próximos tres o cuatro años las ideas de los populistas prevalecerán, y la crisis empujará a los dirigentes a aumentar la intervención del Estado. Pero en 2012 puede producirse un cambio opuesto cuando, mediante una transición similar a la ocurrida entre Jiang Zemin y Hu Jintao, el principito Xi Jinping suceda a Hu. Este sistema de alternancia en los relevos en la cúspide del régimen puede crear una dinámica política saludable que evite que una facción acapare un poder excesivo. Debido a la diversidad de conocimientos, credenciales y experiencias de los nuevos líderes, los sectores rivales se darán cuenta de que necesitan coexistir para mantenerse en el poder. A fin de cuentas, ambos están interesados en que haya estabilidad social y en seguir incrementando el peso de China en elmundo. Dado el largo historial de líderes únicos gobernando a su antojo, este sistema de “un partido, dos sectores” supone un gran avance para el partido y para la población. 














¿Algo más?






 

En el China Leadership Monitor, que publica trimestralmente la Institución Hoover, se pueden ver artículos de destacados expertos chinos sobre la evolución de la política china. En ‘China’s Fifth Generation: Is Diversity a Source of Strength or Weakness?’ (Asia Policy, julio 2008), de Cheng Li, se puede encontrar un análisis detallado de la formación, la experiencia y las tendencias políticas de los líderes chinos del mañana.

En China: Fragile Superpower-How China’s Internal Politics Could Derail Its Peaceful Rise (Oxford University Press, New York, 2007), Susan Shirk describe un régimen chino tan obsesionado con conservar el poder y la estabilidad que los gobernantes no pueden gestionar adecuadamente los enormes desafíos a los que se enfrenta el país. El ex jefe de la oficina del diario británico Financial Times en Pekín, James Kynge, explora los límites del vertiginoso crecimiento económico de China en China Shakes the World: A Titan’s Rise and Troubled Future-and the Challenge for America (Houghton Mifflin, Boston, 2006).

Minxin Pei sostiene que el futuro de China será la decadencia, no la democracia, en ‘El lado oscuro del éxito chino’ (FP edición española, abril/mayo, 2006).