¿El mundo es más verde? ¿O lo estamos malvendiendo
por un puñado de
euros? Al parecer, ni siquiera los ecologistas más militantes se ponen
de
acuerdo. Cuando Carl Pope mira lo que le rodea, ve casquetes polares que se
derriten, ecosistemas que sobreviven en la UCI y agua potable que desaparece.
En cambio, Bjorn Lomborg cree que el jardín de la humanidad no ha estado
nunca como ahora. ¿Quién tiene razón? La respuesta puede
salvar el mundo.

El techo se hunde sobre nuestras cabezas. Carl Pope

El dilema mundial del medioambiente está cargado de riesgos y oportunidades.
El planeta corre un peligro considerable, pero las soluciones a los problemas
que afrontamos están a nuestro alcance. Llevamos siglos llenando la
atmósfera terrestre de mercurio procedente del carbón en combustión,
las plantas químicas y la minería. Como consecuencia, los peces
que se capturan hoy en los océanos son un riesgo para la salud de las
mujeres jóvenes. Sin embargo, poseemos y podemos permitirnos la tecnología
necesaria para dejar de liberar mercurio en el aire. El truco está en
tener la voluntad y la prudencia de buscar esos remedios. Actualmente, el mundo
no cuenta con dirigentes capaces de aunar ambas cosas.

¿Qué quiero decir? Unos 1.300 científicos de 95 países
acaban de hacer público un informe titulado Evaluación de
ecosistemas del milenio
, que advierte de que 15 de los 24 ecosistemas cruciales para la
vida en la Tierra están degradados o mermados. Es como si un médico
le dijera a una persona que tiene el 60% de sus órganos deteriorados.
Pese a ello, no logramos reunir el valor suficiente para abordar unas soluciones
sencillas.

Si no quieres creer en un informe escrito por 1.300 científicos, piensa
que, según la CIA, en 2015 más de 3.000 millones de personas
vivirán en regiones con escasez de agua, desde el norte de África
hasta Asia. Los niveles freáticos de las grandes zonas de cereales del
norte de China están disminuyendo a un ritmo de un metro y medio al
año, y se cree que la disponibilidad de agua per
cápita
en India
descenderá entre un 50% y un 75% a lo largo de la próxima década.
El número de personas que sufren malnutrición crónica
en el África subsahariana aumentará un 20% en los próximos
15 años. Todo esto da miedo. Y es innecesario. ¿Estos datos alarmantes
significan que el cielo se cae sobre nuestras cabezas? No. Si el cielo se cayera
sobre nuestras cabezas no podríamos hacer gran cosa, salvo escondernos.
Pero lo que sí implican es que el techo de nuestra casa se está hundiendo,
y necesita urgentemente unas cuantas reparaciones. Veamos el ejemplo de la
política energética de Washington. Los estadounidenses consumen
el 25% del petróleo mundial. ¿Por qué? Porque a los ciudadanos
no se les ofrecen alternativas. Aunque los ingenieros han creado motores de
coche que utilizan un 25% menos, el aumento de volumen total ha hecho que el
ahorro de combustible sea menor. En algunas ciudades de EE UU, la lista de
espera para conseguir un híbrido es más larga que la de un transplante
de riñón.

En vez de buscar soluciones nuevas, Washington invade Irak, acosa a Venezuela
y hace ruido de sables en Irán. Del mismo modo, China se dedica a construir
presas que destruirán pueblos y empobrecerán a miles de habitantes
y, en cambio, deja en barbecho las soluciones de baja tecnología para
mejorar el ahorro de energía. Este vacío mundial de autoridad
es peligroso. La indignación que despierta el abismo existente entre
la posibilidad de mejores alternativas energéticas y la escasez de líderes
no se encuentra sólo entre los ecologistas militantes.

El mundo tiene una opción. Podemos abandonar las tecnologías
arcaicas y las costumbres temerarias del pasado, reconocer que las soluciones
son mejor cosa que las angustias y ver cómo nos sorprende la ciencia.
O podemos seguir negando la evidencia, insistir en que hoy unos pequeños cambios
son más
dolorosos que la catástrofe que acabará produciéndose
y recoger las tempestades.

Ojo a las prioridades, no a la propaganda. Bjorn Lomborg

Es verdad, tenemos problemas. Pero había muchos más y los hemos
resuelto. Podemos remediar los que quedan, pero no todos al mismo tiempo. Necesitamos
prioridades.

Dices que el 60% de los ecosistemas terrestres están en declive, pero
no hablas de la gente y te olvidas del nexo fundamental entre pobreza y contaminación.
Lo importante -como destaca la Evaluación de ecosistemas del
milenio
– es
que la condición humana ha mejorado de forma espectacular tanto en los
países ricos como en los menos desarrollados. En las naciones más
pobres, la esperanza de vida ha aumentado más del doble en los últimos
100 años. El índice de malnutrición mundial ha descendido
del 50% en 1950 al 17% hoy, y el número de personas que viven por debajo
del umbral de la pobreza ha pasado del 50% a menos del 25%. El acceso al agua
potable ha aumentado del 30% en 1970 al 80% actual. Nunca hemos vivido tan
bien, y da la impresión de que vamos a seguir mejorando. Al mismo tiempo,
los países ricos han mejorado la calidad ambiental. En EE UU, el indicador
más importante, la contaminación por partículas en suspensión,
ha pasado a menos de la mitad desde 1955, los ríos y las aguas costeras
están mucho más limpios y las tierras forestales se extienden.
Son tendencias que comparten, en general, todos los países desarrollados. ¿Por
qué? Porque los ricos se pueden permitir el lujo de preocuparse por
el medio ambiente.

En los Estados en vías de desarrollo, los indicadores medioambientales
están empeorando, tal como adviertes. En Bombay y Bangkok, la contaminación
es cada vez más espesa. La razón es que estos países establecen
sus prioridades, igual que Occidente hace 100 años. Lo que más
les preocupa es alimentar a sus hijos, no limpiar el aire. Y es una estrategia
que funciona. En Londres, el cielo no estaba tan limpio desde la Edad Media.
En los países en vías de desarrollo más ricos, como México
y Chile, la contaminación disminuye. No debemos sacar los problemas
ambientales de su contexto y tenemos que decidir cuáles son los primeros
que es preciso resolver. Aunque la contaminación del aire en EE UU ha
experimentado un descenso espectacular, sigue siendo el peligro más
grave y mata a unas 135.000 personas cada año. Pero tú hablas
del mercurio, que es mucho menos dañino y mucho menos beneficioso si
se limpia. A eso me refiero al hablar de prioridades. Lo mismo ocurre en los
países en vías de desarrollo. Es cierto que el agua es fundamental.
Pero tú haces hincapié en la escasez, que es un problema de gestión. ¿Por
qué no hablar del acceso al agua potable? Todavía hay mil millones
de personas que viven sin ella, con el resultado de más de dos millones
de muertes anuales que podrían
haberse prevenido. Dices que en 2015 habrá 37 millones más de
habitantes malnutridos en el África subsahariana, pero no mencionas
que el número de personas bien alimentadas habrá aumentado 10
veces más, en unos 374 millones.

El contexto y las prioridades son importantes. El problema ambiental más
acuciante del mundo es tal vez el de la contaminación del aire en espacios
cerrados, que mata a 2,8 millones de personas cada año, sólo
un poco menos que el VIH/sida. Esta contaminación la causan los pobres
que cocinan y calientan sus hogares con estiércol y cartón. La
solución debe ser económica: ayudar a esas personas a ganar el
dinero suficiente para comprar queroseno.

Dices que el mundo tiene una opción. Es verdad. Pero no suele ser una
opción entre ser estúpidos o listos. Podemos hacer casi todo,
pero no podemos hacer todo a la vez. Se trata de fijar mejor las prioridades. ¿Qué crees
que debemos hacer primero y, más difícil aún, qué es
lo que debe esperar?

¡Basta de manipular las cuentas! Carl
Pope responde

Es cierto que necesitamos establecer prioridades. Y el agua potable debe ser
una de las primeras. También comparto la inquietud por la contaminación
del aire. Pero eso no significa que el mercurio no sea un problema más
grave. Tener claras las prioridades no siempre implica tomar una decisión
como la de Sophie (en la novela La decisión de Sophie, de William Styron,
la protagonista debe escoger entre que muera su hijo o su hija). Si limpiamos
las fábricas alimentadas con carbón, resolvemos un problema de
contaminación del aire y otro de mercurio con una sola inversión.
No tiene por qué ser una elección a muerte entre la responsabilidad
ecológica y el progreso económico. Si podemos permitirnos aviones
de combate F-16 para Pakistán, podemos permitirnos agua potable y mejores
escuelas en Karachi. Gran Bretaña tuvo un siglo de industrialización
que destruyó el medio ambiente y las vidas de los trabajadores. Sin
embargo, Taiwan y Singapur lograron hacerlo de manera más progresiva
y menos destructiva. El crecimiento económico se alimenta de la innovación,
y la nueva tecnología no tiene por qué destruir el medio ambiente.
En India tiene más sentido desarrollar técnicas energéticas
que utilicen celdas combustibles, energía solar y residuos agrícolas
que invertir en turbinas de carbón y en cables de cobre. El problema
es que una contabilidad mal hecha produce burbujas y bancarrotas. El bienestar
humano puede incrementarse de dos maneras, aprovechando los servicios que nos
presta el ecosistema y las innovaciones humanas, o explotando la naturaleza
mediante métodos que hipotecan el futuro. Una contabilidad ecológica
honrada muestra que el progreso económico es resultado de transacciones
en negro que van a legar a nuestros hijos un planeta en bancarrota. Mi máxima
prioridad es que dejemos de manipular las cuentas.

La elección de Sophie
es real.
Bjorn Lomborg responde

Me alegro de que estés de acuerdo conmigo en que necesitamos fijar
las prioridades. Pero me inquieta que tu compromiso sea retórico. El
agua potable es la prioridad número uno, pero la escasez de agua no
lo es. Aceptas que las 135.000 muertes anuales de estadounidenses debidas a
la contaminación del aire son terribles, pero luego sugieres que el
mercurio puede ser todavía más peligroso. Un estudio del Instituto
Americano de Empresa y la Brookings Institution calcula que, si se eliminaran
las emisiones de mercurio de las centrales de energía en Estados Unidos, "disminuiría
el número de niños estadounidenses con defectos neurológicos
leves en unos 10.000 al año". ¿No pesan mucho más
135.000 muertes anuales por la contaminación del aire?

Lo pregunto porque eso es lo que ocurre cuando la gente acepta, en principio,
fijar las prioridades, pero luego se niega a hacer una elección entre
dos males. Fijar las prioridades significa que algo se queda para el final.
Por supuesto, podemos hacer algunas inversiones en medio ambiente sin sacrificar
el progreso económico, pero no todas. Debemos gastar nuestro dinero
con mucho cuidado y en las cosas más beneficiosas. Las instalaciones
solares que defiendes cuestan unos 450 dólares cada una (unos 353 euros).
Unas cocinas de 10 dólares mejor construidas pueden reducir la contaminación
en los espacios cerrados. ¿Queremos ayudar un poco a una familia o mucho
a 45 familias?

Acudes otra vez a los 1.300 científicos y su informe sobre los ecosistemas
mundiales. Lo que demuestra es que cuando la gente se muere de hambre, carece
de agua potable, se envenena por la contaminación en los espacios cerrados
y fallece por enfermedades contagiosas fácilmente curables, también
deja que el medio ambiente se destruya. Tu solución es ocuparse primero
del estado de la naturaleza. ¿Pero no deberíamos ayudarles primero
a ganar dinero para que también ellos puedan ocuparse del medio ambiente?

Aviones de combate y otras opciones falsas. Carl
Pope responde

No, Bjorn, la decisión de Sophie se puede evitar. Lo que hace que el
medio ambiente parezca ser "incompatible" con la prosperidad no
es una realidad ineludible, sino las malas decisiones de los seres humanos.
Tu análisis sobre el mercurio es descuidado. Utiliza cifras de 2001,
de cuando la Administración Bush ocultaba datos. Esas cifras demuestran
que en Estados Unidos nacen al año 630.000 niños con niveles
peligrosos de mercurio, no 10.000. Llegará un momento en el que tendremos
que limpiar mercurio en todo el mundo. El Centro de Análisis de Riesgos
de Harvard calcula que eliminar el que desprenden las centrales eléctricas
estadounidenses supondría un ahorro de casi 5.000 millones de dólares
anuales en gasto sanitario, y sólo costaría unos 750 millones
de dólares al año.

La buena gestión ambiental ahorra dinero a un país pobre.
Por ejemplo, las islas Maldivas se han esforzado duramente para conservar sus
arrecifes con el fin de fomentar el turismo. Cuando el tsunami alcanzó el
pequeño país del sur de Asia en diciembre de 2004, los arrecifes
absorbieron el primer impacto de la ola, de modo que lo que llegó a
las islas fue una suave marea en lugar de un muro de agua letal.

Hoy, China sufre disturbios por su mala gestión ambiental. Sus centrales
de energía alimentadas por carbón en el
patio trasero
, un monumento
al maoísmo, no tienen sentido ni desde el punto de vista económico
ni desde el ecológico. ¿Por qué no ayudarles a retirarlas
y sustituirlas por turbinas de viento?

Luchar contra molinos de viento. Bjorn
Lomborg responde

¿Ahora sugieres que financiemos molinos de viento en China? Yo sugiero
que antes distribuyamos suficientes cocinas para combatir la contaminación
en espacios cerrados, que ahorrarían más vidas y dinero. Recomiendas
que protejamos los arrecifes y los manglares, por si se produce otro maremoto.
Yo recomiendo que antes salvemos miles de vidas luchando contra las enfermedades
infecciosas que se pueden curar.

Insistes en que no existen verdaderas contradicciones entre el medio ambiente
y la prosperidad. Pero el dinero que se gaste en molinos de viento no podrá dedicarse
a otra cosa. No se trata de que los proyectos ambientales no merezcan la pena.
Se trata de que no son las únicas cosas que necesitamos hacer. Hay otros
proyectos más valiosos que deben tener prioridad.

Te empeñas en dar preferencia al mercurio sobre la contaminación
en partículas, y eso es un craso error. La Administración Bush
no ocultó los datos, sino que se conocen desde 1999. Y lo que dicen
es que esos 630.000 niños tienen "más riesgo", no
que todos vayan a resultar afectados. Los servicios públicos en Estados
Unidos son responsables de menos del 25% de las emisiones de mercurio, y la
mayor parte del pescado que consumimos procede de aguas en las que la reducción
de los niveles de dicho mineral no se va a notar. Es decir, en el mejor de
los casos, su eliminación total ayudará a 10.000 niños.
Además, sus 750 millones de dólares sólo sirven para reducir
el mercurio en un tercio. Y el estudio de Harvard que mencionas es más
precavido que tú: los beneficios podrían estar entre los 5.000
y los 100 millones de dólares, e incluso podría haber
pérdidas.

No tratemos la Tierra como a Enron. Carl
Pope responde

Si te fijas, yo no he dicho que el mercurio fuera más prioritario que
la contaminación en partículas. No he hablado sólo de
las emisiones de las centrales de energía en EE UU. Has sido tú.
Yo he dicho que el problema del mercurio oceánico era un símbolo
de la incapacidad de liderazgo y de sus consecuencias negativas.

Te empeñas en presentar opciones artificiales como la elección
entre cocinas y turbinas de viento. Ambas cosas son más deseables y
económicas que las calderas de carbón. No es verdad que el mundo
haga las cosas de una en una. La autoridad no significa coger sólo las
frutas más fáciles de alcanzar. Supone actuar en función
de nuestros instintos más prudentes, no de los más codiciosos.

¿De dónde sacamos el dinero? Que paguen la factura todos los
que se aprovechan de los bienes comunes del mundo. Si las empresas que emiten
mercurio pagasen los daños, se verían obligadas a limpiar, y
la Tierra sería un lugar más sano y próspero. Las emisiones
de carbono en EE UU sobrepasan los 1.500 millones de toneladas al año,
casi el 25% del total mundial. Los cálculos moderados de los científicos
son que los respiraderos del planeta -plantas, árboles y otros
elementos que absorben el carbono- pueden asumir alrededor de 5.500 millones
de toneladas sin un incremento inaceptable en los niveles atmosféricos
de dióxido de carbono. Ya que EE UU tiene el 5% de la población
mundial, un nivel apropiado para sus emisiones sería 275 millones de
toneladas al año. Si se asigna un precio bajo de 50 dólares a
cada tonelada, las empresas estadounidenses deben a los países pobres,
por lo menos, 66.000 millones de dólares, sólo este año.

Por tanto, Bjorn, si los que emiten carbono en EE UU, Arabia Saudí,
Europa y Japón pagan por lo que contaminan, en India podríamos
financiar agua potable, cocinas limpias, turbinas de viento y celdas combustibles.
Cobrar un precio justo por las emisiones de carbono reduciría la contaminación
en EE UU, generaría dinero para el desarrollo en China, África
y otras regiones en vías de desarrollo, y disminuiría la inestabilidad
del clima. Este sistema no aumentará la pobreza. Es posible que perjudique
a las compañías petrolíferas. ¿Y qué? Debemos
hacer que quienes se aprovechan de los bienes comunes paguen, e invertir ese
dinero con prudencia. Me asombra que alguien crea que obtendremos mejores resultados
si seguimos tratando la Tierra como si fuera Enron.

Menos simpático, pero honrado. Bjorn
Lomborg responde

Estamos de acuerdo en que unas inversiones prudentes mejorarán el mundo. ¿Pero
qué propuestas incluye en la práctica esa medida? La respuesta
la dio el año pasado el llamado Consenso de Copenhague. Treinta especialistas
de campos muy diversos colaboraron con ocho grandes economistas, incluidos
tres premios Nobel, para elaborar una lista de prioridades mundiales. Fijaron
como principales objetivos prevenir el VIH/sida, acabar con los subsidios agrarios
y luchar contra la malnutrición y la malaria. Eran los aspectos en los
que mejor podía utilizarse nuestro dinero para bien. El Consenso de
Copenhague llegó a la conclusión de que las respuestas contundentes
al cambio climático (las que tú prefieres) producían escaso
beneficio y con un coste muy elevado. Dices que debemos obligar a los que contaminan
a pagar. Una idea excelente. Pero te entusiasmas demasiado. La mayoría
de los análisis demuestran que el coste del daño producido por
el carbono es inferior a 10 dólares por tonelada, lo cual sugiere una
recaudación muy inferior.

Además, si el dinero es un bien escaso, la voluntad política
también. Dada la enorme resistencia del mundo a implantar dos cosas
como los impuestos sobre el carbono y la liberalización del comercio,
deberíamos dedicar nuestra atención, en primer lugar, a lograr
que sea realidad la mejor de las dos: el comercio. Los modelos económicos
reales sugieren que, en realidad, las emisiones y el cambio climático
se verían muy poco afectados por los impuestos sobre el carbono.

Por mucho dinero que recaudemos, es preciso gastarlo con prudencia. Si invertir
en cocinas es más rentable que financiar molinos de viento, habrá que
dedicarse antes a las cocinas. Es así de sencillo. Es lógico
que los grupos de activistas se centren en aspectos llamativos, como el mercurio,
los manglares y el calentamiento global. Ahora bien, cuando subrayamos unos
problemas, perdemos de vista otros. Ha costado que dijeras lo que el mundo
no tiene que hacer en primer lugar. Es evidente que se trata de una estrategia
menos simpática. Pero, si verdaderamente queremos que haya beneficios
a largo plazo, es más honrado dejar claros los términos sobre
el papel.

Terminas repitiendo tu afirmación de que estamos amañando las
cuentas ambientales. No. Sabemos que existen problemas ambientales. Pero también
nos enfrentamos a otros desafíos. Vamos a abordar antes aquellos en
los que podemos hacer más el bien. Los países ricos están
trabajando para solucionar muchos de sus problemas ambientales porque se pueden
permitir el lujo. Si los pobres tuvieran más dinero, harían lo
mismo. Afrontar problemas tan acuciantes como la enfermedad, el hambre y las
aguas contaminadas será beneficioso y ofrecerá a los menos favorecidos
la posibilidad de mejorar el estado de su mundo.

 

¿Algo más?
Para una evaluación crítica del
estado actual y de la gestión del medio ambiente y su gestión
en EE UU, hay que consultar Carl Pope y Paul Rauber, Strategic
Ignorance: Why the Bush Administration Is Recklessly Destroying
a Century of Environmental Progress
(Sierra Club Books, San Francisco,
2004), y James Speth, Red Sky at Morning:
America and the Crisis of the Global Environment
(Yale University Press, New Haven, 2004).
En El ecologista escéptico (Espasa Calpe, Madrid, 2003),
Bjorn Lomborg afirma que el medio ambiente mundial no va a peor
sino a mejor. Patrick J. Michaels critica las informaciones de
que los casquetes polares se derriten, las tormentas son cada vez
más intensas y otras "exageraciones" ecologistas
en Meltdown: The Predictable Distortion of
Global Warming by Scientists, Politicians, and the Media
(Cato Institute, Washington, 2004).
Otra visión, mucho más crítica y hecha desde
el humanismo, es La tierra herida. ¿Qué mundo heredarán
nuestros hijos?
(Destino, Barcelona, 2005), de Miguel Delibes y
Miguel Delibes de Castro.

El delicado equilibrio entre desarrollo económico y protección
ambiental es el tema de un informe de 2003 elaborado por Nicholas
P. Lapham y Rebecca J. Livermore: Striking
a Balance
(Conservation
International, Washington, 2003). Los resultados de la Evaluación
de Ecosistemas del Milenio
se pueden ver en millenniumassessment.org.
Numerosos estudios del Banco Mundial, disponibles en la web del
Banco, estudian las causas, los efectos y las soluciones de la
contaminación de espacios cerrados en los países
más pobres del mundo.

 

 

¿El mundo es más verde? ¿O lo estamos malvendiendo
por un puñado de
euros? Al parecer, ni siquiera los ecologistas más militantes se ponen
de
acuerdo. Cuando Carl Pope mira lo que le rodea, ve casquetes polares que se
derriten, ecosistemas que sobreviven en la UCI y agua potable que desaparece.
En cambio, Bjorn Lomborg cree que el jardín de la humanidad no ha estado
nunca como ahora. ¿Quién tiene razón? La respuesta puede
salvar el mundo.

El techo se hunde sobre nuestras cabezas. Carl Pope

El dilema mundial del medioambiente está cargado de riesgos y oportunidades.
El planeta corre un peligro considerable, pero las soluciones a los problemas
que afrontamos están a nuestro alcance. Llevamos siglos llenando la
atmósfera terrestre de mercurio procedente del carbón en combustión,
las plantas químicas y la minería. Como consecuencia, los peces
que se capturan hoy en los océanos son un riesgo para la salud de las
mujeres jóvenes. Sin embargo, poseemos y podemos permitirnos la tecnología
necesaria para dejar de liberar mercurio en el aire. El truco está en
tener la voluntad y la prudencia de buscar esos remedios. Actualmente, el mundo
no cuenta con dirigentes capaces de aunar ambas cosas.

¿Qué quiero decir? Unos 1.300 científicos de 95 países
acaban de hacer público un informe titulado Evaluación de
ecosistemas del milenio
, que advierte de que 15 de los 24 ecosistemas cruciales para la
vida en la Tierra están degradados o mermados. Es como si un médico
le dijera a una persona que tiene el 60% de sus órganos deteriorados.
Pese a ello, no logramos reunir el valor suficiente para abordar unas soluciones
sencillas.

Si no quieres creer en un informe escrito por 1.300 científicos, piensa
que, según la CIA, en 2015 más de 3.000 millones de personas
vivirán en regiones con escasez de agua, desde el norte de África
hasta Asia. Los niveles freáticos de las grandes zonas de cereales del
norte de China están disminuyendo a un ritmo de un metro y medio al
año, y se cree que la disponibilidad de agua per
cápita
en India
descenderá entre un 50% y un 75% a lo largo de la próxima década.
El número de personas que sufren malnutrición crónica
en el África subsahariana aumentará un 20% en los próximos
15 años. Todo esto da miedo. Y es innecesario. ¿Estos datos alarmantes
significan que el cielo se cae sobre nuestras cabezas? No. Si el cielo se cayera
sobre nuestras cabezas no podríamos hacer gran cosa, salvo escondernos.
Pero lo que sí implican es que el techo de nuestra casa se está hundiendo,
y necesita urgentemente unas cuantas reparaciones. Veamos el ejemplo de la
política energética de Washington. Los estadounidenses consumen
el 25% del petróleo mundial. ¿Por qué? Porque a los ciudadanos
no se les ofrecen alternativas. Aunque los ingenieros han creado motores de
coche que utilizan un 25% menos, el aumento de volumen total ha hecho que el
ahorro de combustible sea menor. En algunas ciudades de EE UU, la lista de
espera para conseguir un híbrido es más larga que la de un transplante
de riñón.

En vez de buscar soluciones nuevas, Washington invade Irak, acosa a Venezuela
y hace ruido de sables en Irán. Del mismo modo, China se dedica a construir
presas que destruirán pueblos y empobrecerán a miles de habitantes
y, en cambio, deja en barbecho las soluciones de baja tecnología para
mejorar el ahorro de energía. Este vacío mundial de autoridad
es peligroso. La indignación que despierta el abismo existente entre
la posibilidad de mejores alternativas energéticas y la escasez de líderes
no se encuentra sólo entre los ecologistas militantes.

El mundo tiene una opción. Podemos abandonar las tecnologías
arcaicas y las costumbres temerarias del pasado, reconocer que las soluciones
son mejor cosa que las angustias y ver cómo nos sorprende la ciencia.
O podemos seguir negando la evidencia, insistir en que hoy unos pequeños cambios
son más
dolorosos que la catástrofe que acabará produciéndose
y recoger las tempestades.

Ojo a las prioridades, no a la propaganda. Bjorn Lomborg

Es verdad, tenemos problemas. Pero había muchos más y los hemos
resuelto. Podemos remediar los que quedan, pero no todos al mismo tiempo. Necesitamos
prioridades.

Dices que el 60% de los ecosistemas terrestres están en declive, pero
no hablas de la gente y te olvidas del nexo fundamental entre pobreza y contaminación.
Lo importante -como destaca la Evaluación de ecosistemas del
milenio
– es
que la condición humana ha mejorado de forma espectacular tanto en los
países ricos como en los menos desarrollados. En las naciones más
pobres, la esperanza de vida ha aumentado más del doble en los últimos
100 años. El índice de malnutrición mundial ha descendido
del 50% en 1950 al 17% hoy, y el número de personas que viven por debajo
del umbral de la pobreza ha pasado del 50% a menos del 25%. El acceso al agua
potable ha aumentado del 30% en 1970 al 80% actual. Nunca hemos vivido tan
bien, y da la impresión de que vamos a seguir mejorando. Al mismo tiempo,
los países ricos han mejorado la calidad ambiental. En EE UU, el indicador
más importante, la contaminación por partículas en suspensión,
ha pasado a menos de la mitad desde 1955, los ríos y las aguas costeras
están mucho más limpios y las tierras forestales se extienden.
Son tendencias que comparten, en general, todos los países desarrollados. ¿Por
qué? Porque los ricos se pueden permitir el lujo de preocuparse por
el medio ambiente.

En los Estados en vías de desarrollo, los indicadores medioambientales
están empeorando, tal como adviertes. En Bombay y Bangkok, la contaminación
es cada vez más espesa. La razón es que estos países establecen
sus prioridades, igual que Occidente hace 100 años. Lo que más
les preocupa es alimentar a sus hijos, no limpiar el aire. Y es una estrategia
que funciona. En Londres, el cielo no estaba tan limpio desde la Edad Media.
En los países en vías de desarrollo más ricos, como México
y Chile, la contaminación disminuye. No debemos sacar los problemas
ambientales de su contexto y tenemos que decidir cuáles son los primeros
que es preciso resolver. Aunque la contaminación del aire en EE UU ha
experimentado un descenso espectacular, sigue siendo el peligro más
grave y mata a unas 135.000 personas cada año. Pero tú hablas
del mercurio, que es mucho menos dañino y mucho menos beneficioso si
se limpia. A eso me refiero al hablar de prioridades. Lo mismo ocurre en los
países en vías de desarrollo. Es cierto que el agua es fundamental.
Pero tú haces hincapié en la escasez, que es un problema de gestión. ¿Por
qué no hablar del acceso al agua potable? Todavía hay mil millones
de personas que viven sin ella, con el resultado de más de dos millones
de muertes anuales que podrían
haberse prevenido. Dices que en 2015 habrá 37 millones más de
habitantes malnutridos en el África subsahariana, pero no mencionas
que el número de personas bien alimentadas habrá aumentado 10
veces más, en unos 374 millones.

El contexto y las prioridades son importantes. El problema ambiental más
acuciante del mundo es tal vez el de la contaminación del aire en espacios
cerrados, que mata a 2,8 millones de personas cada año, sólo
un poco menos que el VIH/sida. Esta contaminación la causan los pobres
que cocinan y calientan sus hogares con estiércol y cartón. La
solución debe ser económica: ayudar a esas personas a ganar el
dinero suficiente para comprar queroseno.

Dices que el mundo tiene una opción. Es verdad. Pero no suele ser una
opción entre ser estúpidos o listos. Podemos hacer casi todo,
pero no podemos hacer todo a la vez. Se trata de fijar mejor las prioridades. ¿Qué crees
que debemos hacer primero y, más difícil aún, qué es
lo que debe esperar?

¡Basta de manipular las cuentas! Carl
Pope responde

Es cierto que necesitamos establecer prioridades. Y el agua potable debe ser
una de las primeras. También comparto la inquietud por la contaminación
del aire. Pero eso no significa que el mercurio no sea un problema más
grave. Tener claras las prioridades no siempre implica tomar una decisión
como la de Sophie (en la novela La decisión de Sophie, de William Styron,
la protagonista debe escoger entre que muera su hijo o su hija). Si limpiamos
las fábricas alimentadas con carbón, resolvemos un problema de
contaminación del aire y otro de mercurio con una sola inversión.
No tiene por qué ser una elección a muerte entre la responsabilidad
ecológica y el progreso económico. Si podemos permitirnos aviones
de combate F-16 para Pakistán, podemos permitirnos agua potable y mejores
escuelas en Karachi. Gran Bretaña tuvo un siglo de industrialización
que destruyó el medio ambiente y las vidas de los trabajadores. Sin
embargo, Taiwan y Singapur lograron hacerlo de manera más progresiva
y menos destructiva. El crecimiento económico se alimenta de la innovación,
y la nueva tecnología no tiene por qué destruir el medio ambiente.
En India tiene más sentido desarrollar técnicas energéticas
que utilicen celdas combustibles, energía solar y residuos agrícolas
que invertir en turbinas de carbón y en cables de cobre. El problema
es que una contabilidad mal hecha produce burbujas y bancarrotas. El bienestar
humano puede incrementarse de dos maneras, aprovechando los servicios que nos
presta el ecosistema y las innovaciones humanas, o explotando la naturaleza
mediante métodos que hipotecan el futuro. Una contabilidad ecológica
honrada muestra que el progreso económico es resultado de transacciones
en negro que van a legar a nuestros hijos un planeta en bancarrota. Mi máxima
prioridad es que dejemos de manipular las cuentas.

La elección de Sophie
es real.
Bjorn Lomborg responde

Me alegro de que estés de acuerdo conmigo en que necesitamos fijar
las prioridades. Pero me inquieta que tu compromiso sea retórico. El
agua potable es la prioridad número uno, pero la escasez de agua no
lo es. Aceptas que las 135.000 muertes anuales de estadounidenses debidas a
la contaminación del aire son terribles, pero luego sugieres que el
mercurio puede ser todavía más peligroso. Un estudio del Instituto
Americano de Empresa y la Brookings Institution calcula que, si se eliminaran
las emisiones de mercurio de las centrales de energía en Estados Unidos, "disminuiría
el número de niños estadounidenses con defectos neurológicos
leves en unos 10.000 al año". ¿No pesan mucho más
135.000 muertes anuales por la contaminación del aire?

Lo pregunto porque eso es lo que ocurre cuando la gente acepta, en principio,
fijar las prioridades, pero luego se niega a hacer una elección entre
dos males. Fijar las prioridades significa que algo se queda para el final.
Por supuesto, podemos hacer algunas inversiones en medio ambiente sin sacrificar
el progreso económico, pero no todas. Debemos gastar nuestro dinero
con mucho cuidado y en las cosas más beneficiosas. Las instalaciones
solares que defiendes cuestan unos 450 dólares cada una (unos 353 euros).
Unas cocinas de 10 dólares mejor construidas pueden reducir la contaminación
en los espacios cerrados. ¿Queremos ayudar un poco a una familia o mucho
a 45 familias?

Acudes otra vez a los 1.300 científicos y su informe sobre los ecosistemas
mundiales. Lo que demuestra es que cuando la gente se muere de hambre, carece
de agua potable, se envenena por la contaminación en los espacios cerrados
y fallece por enfermedades contagiosas fácilmente curables, también
deja que el medio ambiente se destruya. Tu solución es ocuparse primero
del estado de la naturaleza. ¿Pero no deberíamos ayudarles primero
a ganar dinero para que también ellos puedan ocuparse del medio ambiente?

Aviones de combate y otras opciones falsas. Carl
Pope responde

No, Bjorn, la decisión de Sophie se puede evitar. Lo que hace que el
medio ambiente parezca ser "incompatible" con la prosperidad no
es una realidad ineludible, sino las malas decisiones de los seres humanos.
Tu análisis sobre el mercurio es descuidado. Utiliza cifras de 2001,
de cuando la Administración Bush ocultaba datos. Esas cifras demuestran
que en Estados Unidos nacen al año 630.000 niños con niveles
peligrosos de mercurio, no 10.000. Llegará un momento en el que tendremos
que limpiar mercurio en todo el mundo. El Centro de Análisis de Riesgos
de Harvard calcula que eliminar el que desprenden las centrales eléctricas
estadounidenses supondría un ahorro de casi 5.000 millones de dólares
anuales en gasto sanitario, y sólo costaría unos 750 millones
de dólares al año.

La buena gestión ambiental ahorra dinero a un país pobre.
Por ejemplo, las islas Maldivas se han esforzado duramente para conservar sus
arrecifes con el fin de fomentar el turismo. Cuando el tsunami alcanzó el
pequeño país del sur de Asia en diciembre de 2004, los arrecifes
absorbieron el primer impacto de la ola, de modo que lo que llegó a
las islas fue una suave marea en lugar de un muro de agua letal.

Hoy, China sufre disturbios por su mala gestión ambiental. Sus centrales
de energía alimentadas por carbón en el
patio trasero
, un monumento
al maoísmo, no tienen sentido ni desde el punto de vista económico
ni desde el ecológico. ¿Por qué no ayudarles a retirarlas
y sustituirlas por turbinas de viento?

Luchar contra molinos de viento. Bjorn
Lomborg responde

¿Ahora sugieres que financiemos molinos de viento en China? Yo sugiero
que antes distribuyamos suficientes cocinas para combatir la contaminación
en espacios cerrados, que ahorrarían más vidas y dinero. Recomiendas
que protejamos los arrecifes y los manglares, por si se produce otro maremoto.
Yo recomiendo que antes salvemos miles de vidas luchando contra las enfermedades
infecciosas que se pueden curar.

Insistes en que no existen verdaderas contradicciones entre el medio ambiente
y la prosperidad. Pero el dinero que se gaste en molinos de viento no podrá dedicarse
a otra cosa. No se trata de que los proyectos ambientales no merezcan la pena.
Se trata de que no son las únicas cosas que necesitamos hacer. Hay otros
proyectos más valiosos que deben tener prioridad.

Te empeñas en dar preferencia al mercurio sobre la contaminación
en partículas, y eso es un craso error. La Administración Bush
no ocultó los datos, sino que se conocen desde 1999. Y lo que dicen
es que esos 630.000 niños tienen "más riesgo", no
que todos vayan a resultar afectados. Los servicios públicos en Estados
Unidos son responsables de menos del 25% de las emisiones de mercurio, y la
mayor parte del pescado que consumimos procede de aguas en las que la reducción
de los niveles de dicho mineral no se va a notar. Es decir, en el mejor de
los casos, su eliminación total ayudará a 10.000 niños.
Además, sus 750 millones de dólares sólo sirven para reducir
el mercurio en un tercio. Y el estudio de Harvard que mencionas es más
precavido que tú: los beneficios podrían estar entre los 5.000
y los 100 millones de dólares, e incluso podría haber
pérdidas.

No tratemos la Tierra como a Enron. Carl
Pope responde

Si te fijas, yo no he dicho que el mercurio fuera más prioritario que
la contaminación en partículas. No he hablado sólo de
las emisiones de las centrales de energía en EE UU. Has sido tú.
Yo he dicho que el problema del mercurio oceánico era un símbolo
de la incapacidad de liderazgo y de sus consecuencias negativas.

Te empeñas en presentar opciones artificiales como la elección
entre cocinas y turbinas de viento. Ambas cosas son más deseables y
económicas que las calderas de carbón. No es verdad que el mundo
haga las cosas de una en una. La autoridad no significa coger sólo las
frutas más fáciles de alcanzar. Supone actuar en función
de nuestros instintos más prudentes, no de los más codiciosos.

¿De dónde sacamos el dinero? Que paguen la factura todos los
que se aprovechan de los bienes comunes del mundo. Si las empresas que emiten
mercurio pagasen los daños, se verían obligadas a limpiar, y
la Tierra sería un lugar más sano y próspero. Las emisiones
de carbono en EE UU sobrepasan los 1.500 millones de toneladas al año,
casi el 25% del total mundial. Los cálculos moderados de los científicos
son que los respiraderos del planeta -plantas, árboles y otros
elementos que absorben el carbono- pueden asumir alrededor de 5.500 millones
de toneladas sin un incremento inaceptable en los niveles atmosféricos
de dióxido de carbono. Ya que EE UU tiene el 5% de la población
mundial, un nivel apropiado para sus emisiones sería 275 millones de
toneladas al año. Si se asigna un precio bajo de 50 dólares a
cada tonelada, las empresas estadounidenses deben a los países pobres,
por lo menos, 66.000 millones de dólares, sólo este año.

Por tanto, Bjorn, si los que emiten carbono en EE UU, Arabia Saudí,
Europa y Japón pagan por lo que contaminan, en India podríamos
financiar agua potable, cocinas limpias, turbinas de viento y celdas combustibles.
Cobrar un precio justo por las emisiones de carbono reduciría la contaminación
en EE UU, generaría dinero para el desarrollo en China, África
y otras regiones en vías de desarrollo, y disminuiría la inestabilidad
del clima. Este sistema no aumentará la pobreza. Es posible que perjudique
a las compañías petrolíferas. ¿Y qué? Debemos
hacer que quienes se aprovechan de los bienes comunes paguen, e invertir ese
dinero con prudencia. Me asombra que alguien crea que obtendremos mejores resultados
si seguimos tratando la Tierra como si fuera Enron.

Menos simpático, pero honrado. Bjorn
Lomborg responde

Estamos de acuerdo en que unas inversiones prudentes mejorarán el mundo. ¿Pero
qué propuestas incluye en la práctica esa medida? La respuesta
la dio el año pasado el llamado Consenso de Copenhague. Treinta especialistas
de campos muy diversos colaboraron con ocho grandes economistas, incluidos
tres premios Nobel, para elaborar una lista de prioridades mundiales. Fijaron
como principales objetivos prevenir el VIH/sida, acabar con los subsidios agrarios
y luchar contra la malnutrición y la malaria. Eran los aspectos en los
que mejor podía utilizarse nuestro dinero para bien. El Consenso de
Copenhague llegó a la conclusión de que las respuestas contundentes
al cambio climático (las que tú prefieres) producían escaso
beneficio y con un coste muy elevado. Dices que debemos obligar a los que contaminan
a pagar. Una idea excelente. Pero te entusiasmas demasiado. La mayoría
de los análisis demuestran que el coste del daño producido por
el carbono es inferior a 10 dólares por tonelada, lo cual sugiere una
recaudación muy inferior.

Además, si el dinero es un bien escaso, la voluntad política
también. Dada la enorme resistencia del mundo a implantar dos cosas
como los impuestos sobre el carbono y la liberalización del comercio,
deberíamos dedicar nuestra atención, en primer lugar, a lograr
que sea realidad la mejor de las dos: el comercio. Los modelos económicos
reales sugieren que, en realidad, las emisiones y el cambio climático
se verían muy poco afectados por los impuestos sobre el carbono.

Por mucho dinero que recaudemos, es preciso gastarlo con prudencia. Si invertir
en cocinas es más rentable que financiar molinos de viento, habrá que
dedicarse antes a las cocinas. Es así de sencillo. Es lógico
que los grupos de activistas se centren en aspectos llamativos, como el mercurio,
los manglares y el calentamiento global. Ahora bien, cuando subrayamos unos
problemas, perdemos de vista otros. Ha costado que dijeras lo que el mundo
no tiene que hacer en primer lugar. Es evidente que se trata de una estrategia
menos simpática. Pero, si verdaderamente queremos que haya beneficios
a largo plazo, es más honrado dejar claros los términos sobre
el papel.

Terminas repitiendo tu afirmación de que estamos amañando las
cuentas ambientales. No. Sabemos que existen problemas ambientales. Pero también
nos enfrentamos a otros desafíos. Vamos a abordar antes aquellos en
los que podemos hacer más el bien. Los países ricos están
trabajando para solucionar muchos de sus problemas ambientales porque se pueden
permitir el lujo. Si los pobres tuvieran más dinero, harían lo
mismo. Afrontar problemas tan acuciantes como la enfermedad, el hambre y las
aguas contaminadas será beneficioso y ofrecerá a los menos favorecidos
la posibilidad de mejorar el estado de su mundo.

 

¿Algo más?
Para una evaluación crítica del
estado actual y de la gestión del medio ambiente y su gestión
en EE UU, hay que consultar Carl Pope y Paul Rauber, Strategic
Ignorance: Why the Bush Administration Is Recklessly Destroying
a Century of Environmental Progress
(Sierra Club Books, San Francisco,
2004), y James Speth, Red Sky at Morning:
America and the Crisis of the Global Environment
(Yale University Press, New Haven, 2004).
En El ecologista escéptico (Espasa Calpe, Madrid, 2003),
Bjorn Lomborg afirma que el medio ambiente mundial no va a peor
sino a mejor. Patrick J. Michaels critica las informaciones de
que los casquetes polares se derriten, las tormentas son cada vez
más intensas y otras "exageraciones" ecologistas
en Meltdown: The Predictable Distortion of
Global Warming by Scientists, Politicians, and the Media
(Cato Institute, Washington, 2004).
Otra visión, mucho más crítica y hecha desde
el humanismo, es La tierra herida. ¿Qué mundo heredarán
nuestros hijos?
(Destino, Barcelona, 2005), de Miguel Delibes y
Miguel Delibes de Castro.

El delicado equilibrio entre desarrollo económico y protección
ambiental es el tema de un informe de 2003 elaborado por Nicholas
P. Lapham y Rebecca J. Livermore: Striking
a Balance
(Conservation
International, Washington, 2003). Los resultados de la Evaluación
de Ecosistemas del Milenio
se pueden ver en millenniumassessment.org.
Numerosos estudios del Banco Mundial, disponibles en la web del
Banco, estudian las causas, los efectos y las soluciones de la
contaminación de espacios cerrados en los países
más pobres del mundo.

 

 

Carl Pope es director ejecutivo del Sierra
Club.

Bjorn Lomborg, autor de El ecologista
escéptico
(Espasa
Calpe, Madrid, 2003), es profesor adjunto en la Facultad de Empresariales
de Copenhague (Dinamarca).